PARA EL ESTUDIANTE: NO ADELANTES EL PROCESO, FAMILIARIZATE BIEN CON EL MATERIAL DE ESTE ESTUDIO, CUANDO TERMINES ESTE ESTUDIO SOMETE EL QUIZ DE BEC-100 TEOLOGIA DEL LLAMADO AL MINISTERIO.
Asignación para las clases se darán durante el transcurso de estudios
Asignación para esta clase el estudiante debe leer La Doctrina de Cristo, capítulos del 26-29 del Libro Teología Sistemática Wayne Grudem
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BEC-100 Teología del Llamado al Ministerio Introducción
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@stucedu.org
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Bachillerato en Ministerio! El seminario toma muy en serio el adiestramiento y la capacitación de los candidatos al ministerio. Yo, Profesor Dr. Juan Fernández, al igual que mis otros colegas, estaremos impartiendo las enseñanzas necesarias para que puedas desarrollar con éxito tu ministerio como Ministro del Santo Evangelio de Jesucristo en el campo de la teologia. En esta siguiente clase del Currículo de estudio, vamos a tocar información sobre Introducción a la Teología del llamado al Ministerio, [BEC-100 TEOLOGIA DEL LLAMADO AL MINISTERIO] e Historia del llamado. Luego de cada clase, estarás tomando pequeños exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto. Tranquilo, no todas las unidades serán largas, algunas actualmente serán solo de una o dos páginas, otras serán un poco más largas, pero todas necesarias para darte la mejor educación ministerial disponible en la actualidad. No te preocupes, estaremos contigo a lo largo del camino hasta verte completar el currículo exitosamente, ¡y graduarte para el desempeño de este importante ministerio! Dios te bendiga. ¡No te soltaremos en nuestras oraciones!
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@stucedu.org
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El estudiante podrá entender el origen, (historia) del llamado al ministerio.
- B- El estudiante Podrá saber el significado bíblico del llamado al ministerio.
- C- El estudiante podrá definir la preparación del llamado al ministerio.
- D- El estudiante podrá identificar los requisitos para el llamado al ministerio.
- E- El estudiante podrá presentar evidencias bíblica del llamado al ministerio.
INTRODUCCIÓN:
Cuando el Señor instruyó a Moisés con relación a la consagración de Aarón, y de sus hijos, Él le dijo: “Esto es lo que les harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes (…) llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua” (Éxodo 29: 1,4). Aunque lo primero que menciona es lavarlos, está sobreentendido que antes fue necesario desnudarlos o desvestirlos. Esto nos enseña que antes de ser ceñidos de la vestidura de la honra ministerial es absolutamente necesario que seamos despojados de nuestras vestiduras viles o comunes. De la misma manera que para vestirnos del nuevo hombre es menester despojarnos del viejo, que está viciado conforme a sus deseos engañosos (Efesios 4: 22-32), así también para vestirnos de las vestiduras santas del ministerio, Dios requiere que seamos desnudados de toda vestimenta común o humana. El apóstol Pablo dijo: “y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4: 24). Debido a que el nuevo hombre fue creado “según Dios”, “conforme a Dios” y “en conformidad a la naturaleza divina”, lleva en sí mismo el carácter de Dios: justicia y santidad de la verdad.
Notemos como lo explica el apóstol Pablo a los colosenses: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno (…) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia (…) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3: 8-10, 12,14). Según Pablo, el vestido del hombre renovado, que no es otra cosa que la nueva naturaleza, no solo fue creado por Dios, sino que lleva la “imagen del que lo creó” (v. 10). Así que los creyentes en Cristo, cuando somos vestidos del nuevo hombre, no cambiamos de forma, religión o hábitos, sino de naturaleza. Lo mismo debe suceder cuando somos consagrados al ministerio de Dios.
El ministerio es un oficio santo, porque el que nos llamó es santo (1 Pedro 1: 15,16). Dios capacita incapacitando, y a Moisés lo sometió a este proceso durante cuarenta años. Entiendo que aquel día de su llamamiento, en el monte Horeb, fue su graduación. El Señor vio que Moisés todavía seguía impulsivo e intrépido y lo manifestó en la manera en que se acercó a la zarza: “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodo 3: 3). Entonces, Jehová le dijo: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (v. 5). Nadie debe acercarse al llamamiento ministerial con las sandalias polvorientas de sus propias andanzas, es necesario cambiarse de vestidura y de calzados antes de acercarse al servicio y llamamiento divinos. El Señor quiso enseñar a Moisés que la empresa que iba a realizar en su servicio era santa y, por consiguiente, no la podía llevar a cabo con nada que fuera humano.
El camino del Señor se recorre con el apresto o calzado de Dios. Esta misma lección la aprendemos en el incidente con los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, quienes ofrecieron en el santuario fuego extraño que Jehová nunca les mandó. Por lo cual, la Biblia dice que salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y allí murieron delante de Jehová. La narración bíblica añade: “Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló” (Levítico 10: 3). A Moisés le dijo: “No te acerques”, y aquí dice: “En los que a mí se acercan” (los sacerdotes), los que entran a ministrarme en el Tabernáculo “me santificaré”. Cuando nos acercamos a Dios para ministrarle, ni nuestra vestidura ni nuestro fuego deben ser extraños. El ministerio es un oficio para santificar el nombre del Señor. Los ministros son consagrados para ocuparse del servicio a Dios, y a través del santo oficio que ellos ejecutan, el Señor es santificado y glorificado delante del pueblo. Solo con lo que es de Dios se debe hacer lo de Dios. ¿Qué es fuego extraño? La Escritura responde: aquel “que él nunca les mandó” (Levítico 10: 1). ¿Qué es vestidura común? aquella que no es sacerdotal, la nuestra, la humana, la que usamos para las actividades personales. Notemos lo que el Señor dijo a Aarón, después de la muerte de sus dos hijos: “Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio” (Levítico 10: 8-10). Es evidente que estos hombres estaban ebrios cuando se atrevieron a cometer esa locura en el santuario de Dios.
Se necesita sobriedad espiritual para “poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio” (v. 10). Creo que lo que hizo errar a Nadab y Abiú fue el efecto del vino y la sidra en ellos. Muchas veces estamos intoxicados con vino de nuestro ego y emborrachados con la sidra de nuestra autosuficiencia. Entonces, deliramos y nos despojamos del efod sacerdotal y nos vestimos con el atavío del humanismo, el atuendo de nuestra iniciativa, la indumentaria del intelectualismo, y la ropa de nuestras convicciones, para entrar al santuario de Dios a realizar el santo oficio. Sin embargo, el Señor nos enseñó que cuando Él consagra a un ministro, primero lo desnuda y lo despoja de toda ropa suya: humana y terrenal. No se debe entrar al santuario de Dios o acercarnos a su presencia con vestiduras comunes y viles. Ninguna vestidura es adecuada para ministrar a Dios, ni aun las finísimas de los reyes de la tierra, sino solo el efod, diseñado exclusivamente para el oficio ministerial. David entendió tanto esta enseñanza que se despojó aun de su vestidura real –que en el caso de él era común-, para vestirse con el efod de lino y ministrar al Señor (2 Samuel 6: 14-23). Para Mical, la esposa de David, él se había deshonrado, porque “se descubrió” o se despojó de la ropa real. Para ella, por su miopía, su esposo se hizo vil, pero era todo lo contrario, lo vil hubiera sido ministrarle a Dios con vestidura común, aunque fuera real. David fue honrado, no solo por sus criados, sino por Dios, y aun por la posteridad. Hoy sucede lo mismo, los ministros que se despojan de todo lo humano y se visten de lo divino, para realizar con santa dignidad el ministerio de Dios, son tratados con menosprecio y vistos como ridículos, pero a los ojos de Dios son muy honrados y estimados.
La segunda cosa que Dios ordenó a Moisés, con relación a la consagración de los sacerdotes, fue: “Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua” (Éxodo 29: 4). El bañar a los sacerdotes o lavarlos con agua nos habla de limpieza e higiene. Para llevar a cabo el ministerio divino no solo es necesario desnudarnos y despojarnos de nuestro atavío común, sino también lavarnos de nuestras inmundicias. El apóstol Pablo dijo: “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2: 19). Isaías escribió: “purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová” (Isaías 52: 11). El que no recibió primero el llamado a la santidad, jamás debe aceptar la consagración al ministerio. Nadie está apto para ministrar al Santo si antes no se ha santificado. Ningún hombre debe ceñirse el efod ministerial si primero no lava su vida en la fuente de la santificación. La transpiración humana expele el hedor de las inmundicias adánicas, y es necesario lavarnos y purificarnos en las aguas sagradas, antes de ataviarnos con el vestido sacerdotal.
La tercera cosa que el Señor ordenó, tocante a la consagración sacerdotal, fue la siguiente: “Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa (…) Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas” (Éxodo 29: 5-6, 8). La vestimenta de los sacerdotes no era simplemente una forma o hábito religioso, sino una distinción divina que los hacía diferentes a los demás. De la misma manera que este atuendo se diferenciaba de las demás, en su color, forma y diseño, así también era su representación. La ropa de los sacerdotes era un símbolo de su santo oficio. El sacerdocio era un ministerio consagrado a Jehová. Por ejemplo, el borde del vestido del sumo sacerdote tenía unas campanillas o cascabeles (Éxodo 28: 33-35), que cuando este se aproximaba al pueblo, su caminar emitía un sonido muy peculiar, y la gente decía: «Viene hacia nosotros el santo de Dios». Aun el mismo Señor lo identificaba por ese sonido, cuando él entraba a su presencia (v. 35). Es propósito de Dios que el manto ministerial represente la pureza y dignidad del servicio que desempeñamos para Él; y que nuestro caminar produzca notas y sonidos que hagan recordar a la gente lo celestial. El policía y el bombero visten uniformes que lo identifican con su institución, el ministro también posee una representación, de forma que todo lo que él es y realice lo identifica con Dios.
Los ministros son de Dios, y Dios es de los ministros. La consagración de un ministro es una dedicación a Dios. Cuando Ana ofreció a su hijo Samuel a Jehová, ella dijo: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová” (1 Samuel 1: 27, 28). La palabra “dedicar” significa literalmente “transferir”. Ella lo transfirió a Jehová y por eso también dijo: “todos los días que viva, será de Jehová” (V. 28). En la consagración u ordenación al ministerio, somos transferidos al Señor, eso significa que ya dejamos de ser nuestros o de los demás, y pasamos a ser exclusivamente para Dios y su propósito (Números 8: 11-17). La vestimenta ministerial que recibimos no es más que la representación de la consagración a Dios y a su servicio. La vestimenta de Aarón y de los sacerdotes es una tipología perfecta de lo que representa el ministerio para Dios. De la misma manera que la salvación está simbolizada con el manto inmaculado de la justicia del Señor Jesús, así también la vestidura sacerdotal es una representación del oficio ministerial. El vestido representa el ministerio, porque el ministro representa a Dios. La mitra del sumo sacerdote -que era parte de su ornamento-, tenía una lámina de oro fino, con una grabadura de sello que decía: “SANTIDAD A JEHOVÁ” (Éxodo 28: 36). Esto nos sirve de ilustración de la consagración a Dios y a su servicio.
La santidad es más que un requisito de Jehová para sus ministros, constituye una insignia distintiva, una señal visible y manifiesta del carácter de la persona que los ministros representamos, esto es a Dios y a Su reino. La ordenación de Aarón y sus hijos terminó con el ungimiento con el aceite de la consagración. La instrucción divina continua diciendo: “Y harás vestir a Aarón las vestiduras sagradas, y lo ungirás, y lo consagrarás, para que sea mi sacerdote. Después harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas; y los ungirás, como ungiste a su padre, y serán mis sacerdotes, y su unción les servirá por sacerdocio perpetuo, por sus generaciones” (Éxodo 40: 13-15). Podemos decir que cuando Aarón y sus hijos fueron desnudados y bañados estaban siendo preparados para la consagración. El acto de ser vestidos con los ornamentos sacerdotales era una señal de idoneidad para la hermosísima investidura. Ellos recibieron la honra de representar a Dios y además fueron delegados y autorizados para ejercer el santísimo oficio. El ungimiento con el aceite de la consagración era un símbolo de la impartición de Dios, que los capacitaba para poder llevar a cabo el santo servicio con eficacia. Nota que lo último que recibe un ministro en su ordenación es el ungimiento, que en el Nuevo Pacto va acompañado de la imposición de manos de parte del presbiterio (Hechos 13: 2,3), y que según el apóstol Pablo, en este acto había una impartición de dones y capacidades ungidas (1 Timoteo 4: 13,14).
Hoy el énfasis está concentrado en la unción. Todos hablamos de recibir unción, y oramos por ella, nos enamoramos de esta bendición y esto es bueno, siempre y cuando no olvidemos que el ungimiento tiene el propósito de capacitarnos, para llevar a cabo la obra del ministerio. También es necesario recordar que la unción es lo último que Dios imparte. En el orden de Dios, debemos recibir antes la preparación, o sea, ser probados y aprobados, lo cual está representado por el desnudamiento y el lavamiento, en la enseñanza de la consagración. Moisés duró cuarenta años siendo despojado y lavado, antes de ser investido por Dios. Podemos mencionar el caso de Eliseo que, por años, fue siervo de Elías antes de recibir el manto profético. Lo mismo ocurrió con David, que por mucho tiempo sirvió a Saúl antes de servir a Dios, cuando entonces fue desvestido y lavado. Los apóstoles duraron tres años y medio, en este proceso, antes de ser ungidos. Saulo de Tarso fue discípulo un largo tiempo, antes de ser el gran apóstol (Gálatas 1: 16-18; 2: 1). Luego el Espíritu Santo ordenó: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13: 1,2). La Escritura añade: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (v. 3).
Después de ser aprobados por el Espíritu Santo, a través del presbiterio de la iglesia, recibimos la investidura, la cual nos autoriza para representar y ministrar a Dios. En la imposición de las manos del presbiterio (que equivale al ungüento del antiguo Testamento) recibimos impartición de capacidades ungidas. Nunca debiéramos desear el ungimiento, si antes no hemos sido desnudados, lavados y vestidos con el ornamento sagrado. Cada vez que la iglesia ha sido ligera en imponer las manos antes de tiempo ha expuesto el ministerio a la deshonra y al descrédito (1 Timoteo 5: 22). La vida de Sansón es quizás el ejemplo más revelador para nosotros, los ministros, de tan aciago desliz. Sansón reconocía que su fuerza y poder radicaban en su consagración a Dios. Él le dijo a Dalila: “Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres” (Jueces 16: 17), pues él estaba convencido que lo que le hacía diferente a los demás hombres era su voto de nazareo. “OJALÁ QUE TODOS LOS MINISTROS DEL MUNDO ENTENDIÉRAMOS Y RECONOCIÉRAMOS QUE EL DÍA QUE VIOLAMOS NUESTRO VOTO DE CONSAGRACIÓN A DIOS, LA FUERZA QUE HAYAMOS RECIBIDO POR EL UNGIMIENTO DIVINO SE APARTA DE NOSOTROS, Y SOMOS “COMO TODOS LOS HOMBRES”.
¡Qué revelación tan gloriosa! Cuando violamos el compromiso de consagración, nos debilitamos e incapacitamos para hacer aquello para lo cual fuimos apartados por Dios y para Dios. Sansón entendía y reconocía que su fuerza y unción eran resultado de ser consagrado a Dios, pero nunca respetó el voto de consagración. Miremos su ejemplo: a) Violó la ley de Moisés tomando mujeres extranjeras (Jueces 14: 1-4; 16: 1-4); b) Comió miel del cuerpo de un animal muerto, algo inmundo y cosa prohibida a los nazareos y a todo israelita (Jueces 14: 5-14; Números 6: 1-8; Levítico 11: 8, 24, 26-27,39); c) Posiblemente en el banquete, ingirió bebidas alcohólicas, también prohibido a los nazareos (Jueces 14: 10; Números 6: 1-8; Jueces 13: 14); d) La quijada de asno que tomó para matar a los filisteos era inmunda, por proceder del cadáver de un animal muerto, por lo que en esta ocasión tampoco respetó el voto (Jueces 13: 14; 15: 15-17; Levítico 11: 8, 24-26); e) Los mimbres verdes, con los cuales él sugirió que lo atasen, no eran hechos de plantas, sino que constituía una cuerda nueva, hecha de los intestinos de un animal (Jueces 16: 7), lo que era una violación a la ley de Moisés y también al voto que le prohibía tocar cosas inmundas, como lo era todo cadáver de animales o seres humanos (Jueces 13: 14); y f) Cuando cortó su cabello, violó también su voto (Jueces 13: 5; 16: 15-20; Números 6: 1-8), pues la fuerza de Sansón no estaba en su cabello, sino en su consagración a Dios. Su pelo solo era una representación, como lo son las vestiduras y el aceite de la unción, en el caso de los sacerdotes.
Sansón representa al ministro lleno de unción, pero vacío de carácter. Aplicando nuestra enseñanza, diríamos que Sansón tenía el ungimiento, pero necesitaba ser despojado de sus ropas viles, y ser lavado de sus inmundicias. No hay nada más peligroso en el servicio de Dios que un “carnal ungido”. La ironía más incomprensible de la vida de Sansón es que Dios empleó más sus debilidades que su fuerza. Por ejemplo: a) Se enamoró de una mujer filistea, lo cual Dios usó para vengarse de sus enemigos (Jueces 14: 1-4); b) Mató a un león para hacer una apuesta, comió miel de su cuerpo, violando su voto; dio de comer a sus padres y los hizo violar a ellos también la ley. Aun así, el Señor halló en esto ocasión, para destruir a los adversarios de su pueblo (Jueces 14: 1-5; 15: 20). c) Se enamoró de Dalila, y le reveló el secreto de su fuerza. El nombre Dalila significa “languidez”, “debilidad”, “flaqueza”, “de poca fuerza”. Esto revela que la debilidad venció su fuerza, pero Dios venció, no con la fuerza, sino con la debilidad de Sansón. d) El león que Sansón mató lo representa a él: fuerte, pero muerto. Mas, fue después de muerto que del león salió la dulzura de la miel (Jueces 14: 14,18), y en Sansón aconteció lo mismo: muriendo logró más que viviendo (Jueces 16: 28-30). Su enigma decía: “Del devorador salió comida, Y del fuerte salió dulzura” (Jueces 14: 14). Sansón era fuerte y devorador como león, pero con las mujeres era tierno y dulce como la miel, y esto se convirtió en debilidad (Jueces 14: 15-17; 16: 6-19).
Dios lo ungió con fuerza para vencer a los enemigos y tuvo que debilitarlo hasta la muerte, para poder lograr su propósito con él. Solo así salió miel del fuerte y del devorador. LA FUERZA DEL MINISTRO ES SU CONSAGRACIÓN AL SEÑOR; SOLO CUANDO VIVIMOS EL PROPÓSITO DE NUESTRO LLAMAMIENTO SOMOS HERMOSOS Y FUERTES. Jehová dijo a Moisés: “Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura” (Éxodo 28: 2). Este texto nos sirve de conclusión y confirmación de que la vestidura sagrada de la consagración representa la honra y hermosura de Dios en el ministerio. Por tanto, quiero terminar esta introducción con la experiencia de Josué, el sumo sacerdote del tiempo de la restauración.
Leamos, a continuación, lo que aconteció a este hombre de Dios: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. 2 Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? 3 Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. 4 Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. 5 Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. 6 Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: 7 Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar” (Zacarías 3: 1-7). Este pasaje está lleno de enseñanzas, pero me gustaría connotar algunas interrogantes de esta abstracción.¿ Cuándo Satanás lanzó sus dardos acusadores contra el sumo sacerdote? ¿Qué momento aprovechó el adversario para acusar al ungido de Jehová? Notemos lo que dice: “Y Josué estaba vestido de vestiduras viles” (v. 3).
Esto quiere decir que no estaba vestido de su ropa de sumo sacerdote, sino de su ropa común; o estaba vestido de sumo sacerdote, pero con su ropa sucia. Pongamos atención a la orden del ángel: “Quitadle esas vestiduras viles” (v. 4), y después dijo: “Pongan mitra limpia sobre su cabeza” (v. 5), y añade: “Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas” (v. 5). Infiero, entonces, que el diablo lo acusaba porque Josué estaba con su ropa común o tenía las vestiduras sacerdotales ensuciadas. Esto nos revela que hay dos ocasiones en el ministerio cuando somos vulnerables: primero, cuando estamos vestidos con nuestra indumentaria humana, ya sea porque no hemos sido desnudados y bañados, como hemos enseñado, o porque después de haber sido vestidos del manto de la consagración, preferimos ministrar a Dios con la ropa del humanismo, y con “… filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2: 8). La segunda manera que somos vulnerables a las acusaciones de Satanás y nos exponemos a la vergüenza, es cuando vestidos de las vestimentas ministeriales, las ensuciamos viviendo de una manera que no es digna de lo que somos y representamos. El ángel dio dos instrucciones a favor de Josué, las cuales poseen la fórmula restauradora de Dios para los ministros que han perdido su dignidad, por haber obrado de las dos maneras mencionadas. La primera es “Quitadle esas vestiduras viles”, lo que significa ser desvestido, entonces El Señor nos dice: “Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala” (v. 4). La segunda es “Pongan mitra limpia sobre su cabeza” (v. 5). La orden del ángel fue obedecida, y a Josué lo vistieron con toda la vestimenta de sumo sacerdote, pero lo que Jehová empleó para representar el cambio de indumentaria fue la mitra.
Era en la placa de la mitra que el sumo sacerdote tenía grabada la inscripción: SANTIDAD A JEHOVÁ (Éxodo 28: 36-38). En ese grabado estaba no solo lo que Dios esperaba del sumo sacerdote, sino lo que este representaba delante del pueblo. ¡Qué glorioso mensaje para todos los ministros de esta generación!, sobre todo para aquellos que por alguna debilidad no han vivido de acuerdo a la honra de la dignidad recibida del cielo. Yo bendigo al Señor porque nos brinda una manera honrosa de ser vindicados y restaurados. Nuestro Dios es Dios de restauración. Él nos ofrece, a través del mensaje de este libro, una oportunidad de volver a ataviarnos nuevamente con el ornamento sagrado de la “honra y hermosura” (Éxodo 28: 2). El propósito de esta clase, es revelar cómo es el llamamiento según Dios, y de acuerdo a la naturaleza de Su reino, porque creo que es la única manera de restaurar la honra del ministerio. Una cosa es el ministerio según los hombres, donde todo se realiza de acuerdo al criterio, idea y experiencia de los seres humanos, y otra cosa es el ministerio según Dios. En el ministerio de acuerdo al Señor todo se hace y se ministra en conformidad estricta a su naturaleza y a su Espíritu; de acuerdo a las instrucciones de su voluntad, reveladas en su Palabra y ministradas a través del Espíritu Santo a nuestras vidas.
Mientras el ministro que no teme a Dios no distingue entre lo santo y lo profano (Levítico 10: 9-11), y solo le importa el resultado, el éxito visible, sin tomar en cuenta el medio cómo lo logre; en el ministerio según Dios toda diligencia y recursos son utilizados para agradar a Dios y hacerlo todo conforme a su designio. Solo lo que es como Dios agrada a Dios, así como solo lo que baja del cielo sube al cielo (Juan 3: 13, 31). Una cosa es entrar al reino de Dios y otra diferente es que Su reino entre en nosotros; una cosa es haber salido de Egipto y otra que Egipto haya salido de nosotros (Hechos 7: 39). Todos los creyentes cuando se convirtieron entraron al reino de los cielos, pero no en todos ellos ha entrado el reino de Dios. El reino de Dios entra a nosotros cuando comenzamos a vivir en la tierra como se vive en el cielo. El Señor Jesús nos enseñó a orar así: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6: 10). En el reino de los cielos todo se hace según Dios, conforme a su voluntad, y de acuerdo a su carácter, naturaleza y propósito. El reino de los cielos es santo, porque Dios es santo. El reino es verdad y justicia, porque nuestro rey es justo y verdadero. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7: 21). ¿Quién entra y ha entrado al reino de Dios, según la enseñanza del maestro? El que hace la voluntad de su Padre que está en los cielos. Aun Dios hace “todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1: 11).
Un ministro es alguien llamado por Dios para realizar un propósito divino para Su reino. Dios nunca llamó a alguien a hacer algo y le permitió hacerlo conforme a su idea o criterio personal. A todo hombre que Jehová llamó, le reveló su voluntad y le exigió que lo haga todo de acuerdo al diseño de su propósito. Por tanto, ¿cómo será que Dios nos llama para hacer algo para Él y lo estemos haciendo de acuerdo a la invención de nuestro propio corazón? Por eso, en este tiempo que Dios está restaurando todo en conformidad a Su reino y a Su corazón, se ha propuesto también devolver la honra al ministerio de la iglesia. El Señor nos muestra que solo hay una manera de devolver al ministerio cristiano la honra que ha perdido y es regresando al camino de los apóstoles y profetas que nos ministraron la Palabra de Dios. Ellos vivieron y nos enseñaron lo que es el llamamiento según Dios. Es necesario que encontremos el camino, para no seguir extraviados. Regresemos y busquemos cuidadosa y exactamente el lugar donde comenzó nuestro extravío, y desde allí retomemos nuevamente la senda de nuestro caminar. El propósito de este libro es justamente ese, enseñarnos a regresar al camino de la honra, realizando un ministerio según y conforme a la voluntad de Dios.
Existe un animal carnívoro, muy pequeño y delicado, que habita en ciertos lugares de Europa y Asia, llamado armiño. Su piel suave y apreciada, parda en verano y blanquísima en invierno, es símbolo de lo puro e inmaculado. Debido a que ésta es muy valiosa, los cazadores la procuran, y han descubierto un método fácil para cazarlos por lo siguiente: cuando el armiño se ve frente al lodo, para evitar ensuciar su linda y nítida piel, se paraliza y permanece inmóvil, convirtiéndose en una presa fácil para los cazadores. El armiño prefiere la muerte antes que manchar su precioso traje con el cual Dios lo ha vestido. Con esta misma determinación, los ministros debiéramos cuidar y preservar nuestro atavío. Por lo cual, a todos los hombres y mujeres que han recibido la honra del ministerio y han sido consagrados a Dios, a través de la vestidura sacerdotal y el ungimiento por el aceite de la unción, el Señor les dice: “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9: 8). Amén
Final de la Introducción a la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
PARA EL ESTUDIANTE: CUANDO TERMINES ESTE ESTUDIO, MANDA UN CORREO ELECTRÓNICO AL PROFESOR INDICANDO QUE ESTAS LISTO PARA TOMAR EL QUIZ DE: BEC-100 TEOLOGIA DEL LLAMADO AL MINISTERIO
El Llamamiento es Conforme al Corazón de Dios
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@esmian.org
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! Esta clase es muy importante, presentaremos aquí informacion importante sobre el motivo del llamado ministerial. Muchos hombres y mujeres se llaman ellos mismo, a otros los llama el Señor; Cual es la diferencia? a los que Dios llama ministran conforme al Corazón de Dios, los que se llaman ellos mismo, ministran de acuerdo a sus propios corazones; o sea que implementan métodos no bíblicos ni aprobados por Dios. Tomaremos ejemplos de la vida del Rey David, para reforzar la vision del Llamado conforme al corazon de Dios.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@esmian.org
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El Candidato al Ministerio podrá entender que no somos nosotros los que nos llamamos.
- B- El Candidato al Ministerio Podrá saber las implicaciones bíblicas de su llamado.
- C- El Candidato al Ministerio podrá entender que tiene que despojarse el y poner a Dios.
- D- El Candidato al Ministerio podrá identificar los puntos fuertes y débiles de su vocación.
- E- El Candidato al Ministerio podrá entender la seriedad que Dios pone en el Santo ministerio.
- F– El Candidato al Ministerio podrá entender similaridades entre David y Cristo.
INTRODUCCIÓN:
“Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días” -1 Samuel 2: 35
Tal como son los pensamientos del corazón de Dios, así es Él. El Señor siempre actúa en conformidad con su carácter y nunca realiza nada que no armonice perfectamente con su forma de ser. Nuestro Dios es fiel consigo mismo, por lo que si hay algo que la Biblia revela consistentemente acerca del Señor es su integridad para con su naturaleza divina. Es notable por todas las Sagradas Escrituras el celo de Dios por todo lo que es digno de Él, por eso, todas sus obras están en armonía con sus atributos divinos. Por ejemplo, Él reina en santidad porque Él es Santo; la justicia es el cimiento de su trono, porque Él es justo; su palabra es verdadera porque Él es la verdad; y la fidelidad le rodea porque Él es el Fiel y el Verdadero.
Lo que el salmista dice acerca de la Palabra de Dios es que la misma es una manifestación de los pensamientos de su corazón. Él dice: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal” (Salmos 19: 7-10). La ley de Jehová es perfecta porque el Señor es perfecto; el testimonio de Jehová es fiel, porque así es Él; los mandamientos de Jehová son rectos, porque expresan su manera de ser; y sus preceptos son puros, porque revelan la pureza de su carácter.
Cuando Moisés contempló su gloria en el Monte Sinaí, también oyó su potente voz describiéndose a sí mismo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (Éxodo 34: 5-7). Dios no solo está interesado en revelar sus atributos y carácter, sino que es celoso con su naturaleza divina, y esto lo hace notable en toda la revelación bíblica. Él no solo actúa siempre en conformidad con los pensamientos de su corazón, sino que exige a los que son llamados a su servicio a vivir en perfecta armonía con todo lo que es Su santidad. Notemos, por ejemplo, la siguiente exhortación del apóstol Pedro:
“… sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1: 15).
¿Por qué debemos ser santos, según el apóstol? La respuesta es porque el que nos llamó es santo y todo lo que está relacionado con Él también lo es: Sus cielos son santos (Salmos 20: 6); su templo es santo (Salmos 11: 4); su morada es santa (Salmos 68: 5); su monte es santo (Salmos 2: 6); su nombre es santo (Levítico 20: 3); su camino es santo (Salmos 77: 13); como su ley y mandamientos son santos (Romanos 7: 12). Por eso, la santidad conviene a su casa (Salmos 93: 5), pues nuestro Dios es santo, habita en santidad, ama la santidad, demanda santidad y solo le agrada lo que es santo. Del mismo modo, este principio es aplicable a cualquiera de sus atributos divinos.
La creación testifica de esta verdad. Decimos con frecuencia que el Señor creó todo de la nada, pero eso que llamamos “nada” en realidad es el todo de Dios. Afirmo esto porque la Biblia enseña que el Creador se tomó a sí mismo para crear todo lo que existe. Por ejemplo, Él tomó su imagen, para hacer al hombre (Génesis 1: 26); también tomó su aliento para impartir vida a adán (Génesis 2: 7). Hay una palabra de Dios en el sol, en la luna, en las estrellas; igualmente hay una Palabra suya en el mar, en la flora, en la fauna (Génesis 1), “… él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33: 9). El Creador tomó de la esencia de sí mismo para crear todo lo que hay (Su voluntad, Su poder, Su sabiduría, Su perfección, Su aliento, Su vida, etc.) y esta es la causa por la cual la Biblia dice que Él puso su gloria en los cielos (Salmos 8: 1). También afirma que la tierra está llena de su gloria (Isaías 6: 3), y que hizo todo con sabiduría (Jeremías 51: 15). Por tanto, “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19: 1). Lo que quiero enseñar es que Dios no creó ni una sola cosa de su creación separadamente de Él.
Este principio de la conducta divina no se limita a la creación natural, sino que Él actúa de la misma manera en la dimensión espiritual. Por ejemplo, la Biblia dice que el hombre nuevo que Él creó en nosotros fue “creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4: 24). Las Escrituras afirman, además, que nuestro hombre espiritual es participante de la naturaleza divina (2 Pedro 1: 4). Nota lo que el apóstol Pablo escribió a los efesios: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados…” (Efesios 4: 1). Pablo ruega a sus hermanos de Éfeso a andar como es digno de la vocación a la cual fueron llamados. Esta forma de caminar, según el apóstol, no es más que vivir conforme a la vida y naturaleza de Dios, cuando actuamos: “… con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4: 2-3). Todas estas son virtudes o cualidades del carácter divino.
Escribiendo a Timoteo, el apóstol le dice: “… quien nos salvó y llamó con llamamiento santo…” (2 Timoteo 1: 9). ¿Por qué el llamamiento es santo? La respuesta es simple: porque procede del Santo de los santos. Charles Spurgeon dijo: «El que no es llamado primero a la santidad, jamás ha sido llamado por Dios al ministerio». Esto no solo debe ser dicho con relación a la santidad, sino también a la verdad, a la justicia, a la integridad, etc. Si estudiamos todos los llamamientos que Dios hizo a sus santos hombres en la historia bíblica, veremos que todos fueron llamados a hacer algo específico para Dios, pero también a todos, sin excepción, se les exigió hacerlo conforme al corazón, a la naturaleza y al propósito divino. Los que obraron de esa manera fueron aprobados por el Señor, los que no lo hicieron, fueron desaprobados.
Es notorio en las Escrituras que Jehová dio testimonio de Moisés como siervo suyo. Él destacó que Moisés fue el hombre más manso de la tierra (Números 12: 3); que no hubo profeta como él (Deuteronomio 34: 10); y que fue fiel como siervo en la casa de Dios (Hebreos 3: 5). Mas, cuando en su representación delante del pueblo, no actuó conforme al carácter de Dios, y no santificó el nombre del Señor, fue desaprobado y castigado (Deuteronomio 32: 51-52). De la misma manera aconteció con David, a quien Dios mismo señaló como un hombre conforme a su corazón (1 Samuel 13: 14; 16: 7; Hechos 13: 22), al cual tampoco le encubrió su falta. Cuando David tomó una mujer que no era la suya y mató a su esposo (Urías heteo, un hombre leal), Jehová lo castigó severamente y sentenció que la espada no se apartaría de su casa (2 Samuel 12: 10). Aunque el Señor perdonó a David, notemos lo que la Biblia dice acerca de la reacción de Dios ante su pecado: “Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11: 27). Y cuando Dios reprendió a su amado rey, a través del profeta Natán, le dijo: “Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer” (2 Samuel 12: 7-10). Fíjate como el santo del cielo catalogó el pecado de David, en las siguientes expresiones: “… tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos (…) me menospreciaste” (v. 9,10). El Señor considera un menosprecio y tener en poco su palabra cuando, realizando un ministerio en su nombre, hacemos lo malo delante de sus ojos. El adulterio, el homicidio, la injusticia, la traición y la maldad obrada por David en perjuicio de Urías heteo, en nada representaban el carácter y el corazón de Dios. El Señor rechaza con gran desagrado, todo lo que se ministre para Él que no esté en armonía con su pureza y santidad.
¿Por qué Dios consideró un menosprecio a su persona la conducta de David? La respuesta está explícita: obrar en representación de Dios de una manera contraria a quien es Él es un menosprecio a su persona. Hacer algo indigno de Dios, ministrando en nombre del Señor es menospreciarlo a Él. La razón es simple: los hombres creerán de Dios lo que ven y oigan de los que fueron llamados a representarlo y a darlo a conocer. Israel menospreciaba la ofrenda de Jehová en los días que ministraban los hijos de Elí, porque ellos también la tenían en poco (1 Samuel 2: 12-17). Cuando el ministerio sacerdotal de la casa de Elí le falló al Señor, obrando en una manera que no era digna de su santo llamamiento, Él anunció: “… yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón…” (1 Samuel 2: 35). Por tanto, quiero invitarte a que estudiemos juntos lo que es un llamamiento conforme al corazón de Dios, a través de las siguientes enseñanzas bíblicas.
“¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?”
“Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?” – 2 Samuel 16: 9-10
Antes de entrar en el tema, quiero decirte que este mensaje acerca de los hijos de Sarvia, y otros, contenidos en esta clase, tienen un sentido profético. Los mismos, Dios me los reveló en momentos proféticos, para exhortar y revelar Su corazón. Este en particular, inicialmente el Señor me lo dio para un ministerio radial, muy conocido en mi ciudad, y desde entonces han transcurrido cerca de doce años, y es increíble cómo el mismo reveló los pensamientos de muchos corazones (Lucas 2: 35). De hecho, cuando este mensaje fue ministrado causó tanta conmoción y lágrimas que algunos no se atrevieron a predicar por días, pues sus corazones fueron reprendidos.
Con todo, este mensaje fue grabado y reproducido y ha circulado por muchos países, y he sabido que conocidos predicadores lo han oído y también lo han predicado. Por lo cual, me siento honrado que hombres de Dios prediquen mensajes que originalmente el Señor me los haya revelado a mí. Solo pido que todo aquel que repita cualquiera de estos mensajes sea sincero con esta palabra y se disponga de corazón a vivirla. El que predica está comprometido con el mensaje que anuncia, pues predicar este mensaje solo porque constituye una poderosa y sorprendente revelación, y no desear vivirlo manifiesta automáticamente que tenemos el espíritu de los hijos de Sarvia. Aclarado esto, entremos al tema en cuestión.
En nuestro versículo tema, vemos que David responde al requerimiento de Abisai con una pregunta: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?” (2 Samuel 16: 10). Sarvia era una mujer, hermana de David, la cual tuvo tres hijos -Joab, Abisai y Asael- (1 Crónicas 2: 16), quienes pertenecían al ejército de Israel, y eran considerados entre sus valientes. Conozcamos primero a Joab, y luego a sus hermanos, en cada uno de los incidentes donde la Biblia nos deja ver el perfil de estos hombres. “Entonces se fue David con todo Israel a Jerusalén, la cual es Jebús; y los jebuseos habitaban en aquella tierra. Y los moradores de Jebús dijeron a David: No entrarás acá. Mas, David tomó la fortaleza de Sion, que es la ciudad de David. Y David había dicho: El que primero derrote a los jebuseos será cabeza y jefe. Entonces Joab hijo de Sarvia subió el primero, y fue hecho jefe” (1 Crónicas 11: 4-6). Nota que Joab llegó primero a conquistar la ciudad de los jebuseos y por mérito militar y valentía llegó a ser general del ejército de David, su tío. Veamos ahora la segunda hazaña de Joab:
“Joab peleaba contra Rabá de los hijos de Amón, y tomó la ciudad real. Entonces envió Joab mensajeros a David, diciendo: Yo he puesto sitio a Rabá, y he tomado la ciudad de las aguas. Reúne, pues, ahora al pueblo que queda, y acampa contra la ciudad y tómala, no sea que tome yo la ciudad y sea llamada de mi nombre. Y juntando David a todo el pueblo, fue contra Rabá, y combatió contra ella, y la tomó. Y quitó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro, y tenía piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David. Y sacó muy grande botín de la ciudad” (2 Samuel 12: 26-30).
¡Qué gesto de lealtad tuvo Joab con su rey! Observa que la palabra hebrea “Rabá” significa grande o grandeza, bien podemos aplicar entonces que los pensamientos de este hombre eran conferir todo dominio a su rey. Joab dijo con esta acción: « ¡Yo no quiero que la ciudad lleve mi nombre, sino el nombre de mi rey! Toda la grandeza de mi conquista es para él». Así pensaba Joab, con lealtad a favor de quien se esforzaba y arriesgaba su vida. Él no quería para sí grandeza, logros ni conquistas, sino para el rey. Confirmémoslo en este otro incidente:
“Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón, envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto; y entrarás al rey, y le hablarás de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca. (…) Entonces David respondió y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey. Y el rey dijo: ¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas?” (2 Samuel 14: 1-3, 18-19).
Destaquemos algunas cosas de este relato. Joab sabía que David estaba muy deprimido por la ausencia de su hijo, después de la desgracia que había sucedido en la familia. Ocurrió que Absalón había huido después de haber dado muerte a su medio hermano, para vengar la honra de Tamar su hermana a quien Amnón había violado (2 Samuel 13: 22, 28). El hijo de Sarvia vio que David quizás ni comía por estas cosas, y para consolarle, tramó un plan para que el rey hiciera volver a su hijo sin que con eso mostrare, digamos, una debilidad de carácter que no correspondía a su dignidad como monarca. Por tanto, podemos afirmar que Joab siempre estaba pensando en el bienestar del rey, y se compadecía y hacía cosas para resolver sus problemas y evitarle tristezas. En este otro relato notemos otra cualidad de Joab a favor de su líder:
“Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá. Y dijo el rey a Joab, general del ejército que estaba con él: Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beer-seba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente. Joab respondió al rey: Añada Jehová tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿por qué se complace en esto mi señor el rey? Pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército. Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel” (2 Samuel 24: 1-4).
Hicieron el censo, Jehová se enfureció, y mandó una plaga y murieron como setenta mil hombres (2 Samuel 24: 14-15). Subrayemos ahora la intervención de Joab, el cual trató de impedir que David hiciera algo en contra de la voluntad divina, ya que sólo se contaba el pueblo cuando Jehová así lo ordenaba, pues el único que tenía el derecho de saber su número era Dios. El pecado de David con esta acción podía ser grave, tal como él mismo lo definió, pues en última instancia fue una conducta impropia de parte del rey, ya que sus victorias se las había dado Dios y no la fuerza ni destreza de su ejército. Por eso, Joab le advirtió como diciendo: « ¡Que Jehová aumente aún cien veces más del número de la población de Israel y que tú lo puedas ver!, pero ¿para qué un censo? Eso te traerá problemas». Este hecho nos muestra a un Joab preocupado por los asuntos del reino, tratando de evitar que David pecara o que le sobreviniera un gran dolor. Ahora miremos este hombre como militar, en el siguiente relato:
“Viendo, pues, Joab que se le presentaba la batalla de frente y a la retaguardia, entresacó de todos los escogidos de Israel, y se puso en orden de batalla contra los sirios. Entregó luego el resto del ejército en mano de Abisai su hermano, y lo alineó para encontrar a los amonitas. Y dijo: Si los sirios pudieren más que yo, tú me ayudarás; y si los hijos de Amón pudieren más que tú, yo te daré ayuda. Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le pareciere” (2 Samuel 10: 9-12).
¡Tremendo estratega! Un hombre que sentía carga por la causa de Israel, el cual peleaba sus guerras y se esforzaba y celaba las ciudades de su Dios. Aplicando, podemos decir que este hombre era un siervo leal, esforzado y valiente cuya vida exponía para su rey y que temía a Dios. Ahora, mi pregunta es si Joab tenía tantas cualidades e hizo todas esas cosas para complacer al rey, por qué David dice: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?” (2 Samuel 26: 10). Antes de responder a esta interrogante, conozcamos ahora a su otro hermano, el segundo hijo de Sarvia llamado Abisai, el cual también era contado entre los valientes de David. Veamos ahora una de sus hazañas:
“Además de esto, Abisai hijo de Sarvia destrozó en el valle de la Sal a dieciocho mil edomitas. Y puso guarnición en Edom, y todos los edomitas fueron siervos de David; porque Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba. Reinó David sobre todo Israel, y juzgaba con justicia a todo su pueblo. Y Joab hijo de Sarvia era general del ejército, y Josafat hijo de Ahilud, canciller” (1 Crónicas 18: 13-15).
Es decir, Abisai era un hombre valiente, de logro militar y esforzado, como sus hermanos. Él, junto con ellos, contribuía grandemente al reino de David, para que Dios pudiera hacer lo que quiso hacer con el hijo de Isaí. Mirémoslo en este otro incidente:
“Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él. Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo” (1 Samuel 26: 5-6).
¡Valiente ese Abisai! Él sabía que iba a arriesgar su vida, pero con arresto y bravío se ofreció voluntariamente a acompañar a su rey. Delineemos su carácter con este otro relato: “David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él. Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe” (1 Samuel 26: 7-8). Nota la actitud de Abisai, él pensaba que había llegado el momento de que su rey, el ungido de Jehová, reine, por eso no dudó en acompañarlo.
De hecho, este incidente no fue algo simple como decir que David junto con uno de su ejército hizo un sencillo reconocimiento al lugar donde acampaban sus perseguidores, no. Entrar al campamento enemigo mientras éstos dormían era como “meterse en la boca del lobo” o “ponerle el cascabel al gato”. Abisai estaba consciente del riesgo que tomaba, por eso dijo que daría un golpe, uno solo, pero fatal y certero que no necesitaría otro más. Sin embargo, David le respondió: “No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente? Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca, guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero toma ahora la lanza que está a su cabecera, y la vasija de agua, y vámonos” (1 Samuel 26: 9-11). David, que era el perseguido, no quiso hacerlo, pero vemos a Abisai, que no era el objetivo ni el blanco de estos enemigos, y no le importaba perder su vida al intentar matar a aquel que quería impedir que su rey reinara.
Miremos la actuación de este valeroso hombre de guerra, en este otro incidente: “Volvieron los filisteos a hacer la guerra a Israel, y descendió David y sus siervos con él, y pelearon con los filisteos; y David se cansó. E Isbi-benob, uno de los descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba trescientos siclos de bronce, y quien estaba ceñido con una espada nueva, trató de matar a David; mas Abisai hijo de Sarvia llegó en su ayuda, e hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel” (2 Samuel 21: 15-17). Esta gente sabía lo que era cuidar la cabeza y defender el reino. Cuando Abisai notó que su rey estaba cansado y que aquel gigante, con ferocidad, trataba de matarle, salió en defensa de David, ayudándole y quitándole la vida al descomunal filisteo. Y dice la Escritura: “Y Abisai hermano de Joab, hijo de Sarvia, fue el principal de los treinta. Éste alzó su lanza contra trescientos, a quienes mató, y ganó renombre con los tres” (2 Samuel 23: 18).
Conozcamos ahora a Asael, el tercer hijo de Sarvia. Él era uno de los treinta valientes del ejército de Israel bajo cuyo mando había veinticuatro mil hombres (2 Samuel 23: 24; 1 Crónicas 11: 26; 27: 7). Las Escrituras describen a Asael como un hombre sumamente veloz y aguerrido en las batallas de Dios, muy similar a sus hermanos. Mirémosle en la última de sus intervenciones, en la cual no obtuvo, tristemente, un buen fin:
“La batalla fue muy reñida aquel día, y Abner y los hombres de Israel fueron vencidos por los siervos de David. Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Este Asael era ligero de pies como una gacela del campo. Y siguió Asael tras de Abner, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda. Y miró atrás Abner, y dijo: ¿No eres tú Asael? Y él respondió: Sí. Entonces Abner le dijo: Apártate a la derecha o a la izquierda, y echa mano de alguno de los hombres, y toma para ti sus despojos. Pero Asael no quiso apartarse de en pos de él. Y Abner volvió a decir a Asael: Apártate de en pos de mí; ¿por qué he de herirte hasta derribarte? ¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu hermano? Y no queriendo él irse, lo hirió Abner con el regatón de la lanza por la quinta costilla, y le salió la lanza por la espalda, y cayó allí, y murió en aquel mismo sitio” (2 Samuel 2: 17-23).
Asael, como hemos visto, era un soldado valioso para la armada de David y fueron muchas las victorias que obtuvo para su reino. Sin embargo, el intentar matar a Abner en aquel lugar que llamaron “Helcat-hazurim” o “el campo de espadas” fue una osadía de parte del muchacho, ya que los generales al mando de cada grupo -Joab y Abner- habían decidido que solo los jóvenes pelearían en ese encuentro (2 Samuel 2: 14). Y a pesar que los hombres de David ganaron frente al ejército de Isboset, hijo de Saúl, matando como a trescientos sesenta hombres, el cronista bíblico destacó que al pasar revista al ejército de David faltaron diecinueve hombres y Asael (2 Samuel 2: 30), destacando su nombre, por lo que entendemos entonces que fue una gran pérdida.
En síntesis, muchas fueron las contribuciones de estos hombres, valientes y meritorias, las cuales los llevaron a un merecido lugar de honor en la guardia del rey. No obstante, insisto, por qué David dice de ellos: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?” (2 Samuel 16: 10). Mas, luego de haber visto tantas acciones valerosas de los hijos de Sarvia, creo que ya estamos listos para dar respuesta a nuestra repetida pregunta. Empecemos entonces analizando la misma interrogante.
Analicemos lo que significa la expresión “¿qué tengo yo con vosotros?” La preposición “con” significa estar al lado de, juntamente, unión, cooperación, por lo que entiendo que David quiso decir: « ¿Qué relación tengo yo con ustedes, qué armonía, en qué me parezco yo a ustedes; por qué estoy yo junto a ustedes, por qué ustedes están junto a mí?» Expresión muy parecida a la que Jesús le dijo a su madre María, cuando ella le pidió que hiciera el milagro en las bodas en Caná de Galilea: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” (Juan 2: 4). Aunque María tenía el corazón de Jesús, en esta ocasión, por causa de ignorar el plan de Dios, se distanció del sentir de su hijo. Por eso, Jesús le quiso decir, en otras palabras: «Tú no estás sintonizada conmigo, mujer; no ha llegado mi hora, todavía no comprendes ni entiendes mi tiempo, y el propósito del Padre conmigo». Algo semejante, le dijo Pablo a los corintios: “… ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” (2 Corintios 6: 14-15). Así dijo David: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?” (2 Samuel 16: 10).
La gran enseñanza es que Joab, Abisai y Asael eran parientes del rey, le servían al rey, conquistaron reinos para el rey, eran leales al rey, celaban y protegían las cosas del rey, pero no tenían el corazón ni el espíritu del rey. Ellos tenían sus propias agendas, sus propias aspiraciones en el reino, y actuaban en consecuencia. De la misma manera, tú puedes estar peleando las guerras de Dios, hacer muchas aportaciones a Su reino, y no tener el corazón del reino. Se pueden hacer grandes esfuerzos en el reino de Dios y no tener nada que ver con Dios. ¡Ojalá Dios nos haga entender lo que estamos diciendo! Han habido hombres que se han esforzado de forma profusa para Dios, que han dado sus vidas enteramente, desde niños hasta adultos, esforzándose con mucho celo y, sin embargo, es como si no hubiesen hecho nada, pues no tienen Su corazón. Éstos ignoran por qué Dios hace las cosas ni por qué las quiere hacer; no conocen los Caminos de Dios, ni tienen la intención ni la motivación de Él; están siempre equivocados, andan errados, haciendo esfuerzos inútiles, porque son como los hijos de Sarvia, no tienen el corazón del Rey.
Tomemos ahora a David como un tipo del Señor, ya que el mismo Dios lo describió como un varón conforme a su corazón (Hechos 13: 22), y veamos cómo él consideraba a estos hombres que habían arriesgado tantas veces sus vidas por su reino, pero que no tenían ningún parentesco con él ni en carácter ni en espiritualidad. ¿Fue David injusto al expresar su descontento y rechazo a estos valientes de su armada? Bueno, respondamos esa interrogante con el último incidente que hemos visto de los hijos de Sarvia, donde perdió la vida Asael, el menor de ellos.
Para tener un contexto, recordemos a Abner (quien mató a Asael), general del ejército de Saúl, el cual hizo rey a Is-boset hijo de Saúl, sobre todo Israel, a excepción de la casa de Judá la cual siguió a David (2 Samuel 2: 8,9). Sucedió que después de un tiempo, Abner se enojó con Is-boset porque éste le reclamó que había tomado como mujer a Rizpa, concubina de Saúl su padre (2 Samuel 3: 8), así que decidió hacer pacto con David. Con ese fin subió Abner a Hebrón, para reunirse con David, y luego que acordaron y comieron juntos se fue en paz (vv. 12, 20, 21). Mientras esto ocurría, Joab no estaba en el campamento, pero cuando llegó, alguien le dijo que Abner había estado allí (vv. 22-23), por lo que fue y le reclamó a David diciendo: “¿Qué has hecho? He aquí Abner vino a ti; ¿por qué, pues, le dejaste que se fuese? Tú conoces a Abner hijo de Ner. No ha venido sino para engañarte, y para enterarse de tu salida y de tu entrada, y para saber todo lo que tú haces” (vv. 24-25). Hasta este momento, vemos a Joab reaccionando y advirtiendo a su rey lo peligroso que podía ser la unión con Abner. Aparentemente, su enojo era justificado, ya que Abner fungió como jefe de la armada del bando contrario. Mas, ¿serían su enojo y su rabia motivados por esa sola razón? Veamos ahora cómo sus hechos nos muestran su verdadera motivación y nos acercan, aún más, al Rhema de esta ministración.
Joab, inmediatamente que salió de la presencia de David, decidió actuar por su propia cuenta y mandó a alcanzar a Abner. Las Escrituras relatan que cuando éste se devolvió a Hebrón, Joab lo llevó aparte para hablar con él en secreto y que allí, en venganza de la muerte de Asael su hermano, lo mató (2 Samuel 3: 26-27). ¿Cuál fue el móvil de esta muerte? ¿Las guerras de Jehová? ¿Asegurar el reinado de David su rey? No, el motivo que llevó a Joab a matar a Abner fue la venganza. Miremos ahora como reacciona David a estos hechos:
“Entonces dijo David a Joab, y a todo el pueblo que con él estaba: Rasgad vuestros vestidos, y ceñíos de cilicio, y haced duelo delante de Abner. Y el rey David iba detrás del féretro. Y sepultaron a Abner en Hebrón; y alzando el rey su voz, lloró junto al sepulcro de Abner; y lloró también todo el pueblo. Y endechando el rey al mismo Abner, decía: ¿Había de morir Abner como muere un villano? Tus manos no estaban atadas, ni tus pies ligados con grillos; Caíste como los que caen delante de malos hombres. Y todo el pueblo volvió a llorar sobre él. Entonces todo el pueblo vino para persuadir a David que comiera, antes que acabara el día. Mas David juró diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, si antes que se ponga el sol gustare yo pan, o cualquiera otra cosa. Todo el pueblo supo esto, y le agradó; pues todo lo que el rey hacía agradaba a todo el pueblo. Y todo el pueblo y todo Israel entendió aquel día, que no había procedido del rey el matar a Abner hijo de Ner” (2 Samuel 3: 31-37).
David lloró esta muerte, y con él también todo el pueblo, porque se dieron cuenta que del rey no procedió ninguna estratagema para quitar del medio a Abner. También dijo David: “¿No sabéis que un príncipe y grande ha caído hoy en Israel? Y yo soy débil hoy, aunque ungido rey; y estos hombres, los hijos de Sarvia, son muy duros para mí; Jehová dé el pago al que mal hace, conforme a su maldad” (2 Samuel 3: 38-39). ¡Qué expresión! Los hijos de Sarvia ¡son duros! Esa palabra “duro” se traduce en la Biblia como brusco, cruel, insensible, terco, obstinado. Esa expresión implica algo nocivo, dañino, desfavorable, en sentido figurado bien pudo decir el rey: « ¡Me son como una mala noticia!». Por tanto, podemos concluir que los hijos de Sarvia no tenían el mismo sentir que David ni sus corazones iguales al corazón de su rey.
Sabemos que Abner era enemigo de David, sin embargo, David lloró su muerte, mientras Joab lo mató por venganza, envolviendo sus asuntos personales con los del reino. Y aquí vemos otra gran diferencia entre ellos: mientras David amaba a sus enemigos, Joab les hacía pagar implacablemente sus discrepancias. Como David lloró a Abner, también lloró a Absalón (2 Samuel 18: 14, 33), y a amasa, otro general del ejército enemigo que Joab mató y David endechó, pues tampoco lo consintió (2 Samuel 20: 10; 1 Reyes 2: 32). David era amigo de sus enemigos, porque era un tipo de Cristo (Mateo 5: 44; Lucas 23: 34), pero ese no era el sentir de Joab, por eso eran duros los hijos de Sarvia, obviamente no tenían nada que ver con el corazón de David y mucho menos con el de Dios.
Cuando se lee todos esos logros y todo lo que hicieron esos hombres, para contribuir en el establecimiento del reinado de David, luce como si estuvieron unánimes sintiendo una misma cosa o con una misma mente y un mismo corazón, sin embargo no fue así. Por tanto, ¡qué importa que contribuyan si sus obras no son hechas según Dios! NO ES HACER OBRAS PARA DIOS, SINO ANDAR EN SUS CAMINOS. El éxito de un ministerio no se mide por las tantas cosas visibles que se hagan para el reino de los cielos, sino que aquel que las hizo tenga el corazón del rey, para andar en obediencia y de acuerdo a su sentir. Dios es misericordioso, David fue misericordioso; Dios es justo, David amaba y se esforzaba por la justicia; Dios ama a sus enemigos, David amaba a sus enemigos. Pero eso no pasaba con Joab.
En el reino de Dios, dejemos a un lado las agendas y asuntos personales, los cuales no tienen ninguna relación con el propósito divino. Si algún hermano tiene alguna cosa contra ti y tú tienes que juzgar algún asunto donde él esté implicado, deja tus prejuicios a un lado, porque ahora tú estás como representante de Dios y tu juicio debe ser imparcial. El problema que tengas con tu hermano resuélvelo con Dios, pero si el Espíritu Santo dice: “apártame a fulano” hay que apartarlo, aunque no sea amigo ni alguien de nuestra predilección. Igualmente si eres profeta, no des bendiciones a raudales únicamente a los tuyos, y maldiciones a aquellos que no lo son. ¡Cuídate de esas cosas! Profetiza, predica y ministra de acuerdo al corazón de Dios.
El ministro de Dios dice como el Señor Jesús: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lucas 8: 21). En el reino de los cielos no hay preferencias ni simpatías personales. Actúe de acuerdo al corazón de Dios, no importando lo que se sienta en ese momento. Puede que tu deseo sea estallar en ira, pero debes actuar de acuerdo a como Dios actuaría, con su mansedumbre. Eso no lo tenían los hijos de Sarvia, por eso para David eran duros, nocivos, desfavorables como malas noticias. Cuando Absalón se rebeló contra su padre, David fue traicionado no tan sólo por su propio hijo, sino también por sus mejores amigos, incluyendo a su consejero personal, Ahitofel (2 Samuel 15: 12). Por lo cual, al ver el hijo de Isaí que el complot en su contra se hacía más fuerte, decidió huir con unos cuantos fieles. Esta penosa situación vino a consecuencia de su pecado contra Urías heteo, por cuya causa Jehová juró que la espada no se apartaría jamás de su casa (2 Samuel 12: 9,10). Y como el rey estaba consciente de estas cosas, lloraba amargamente sus culpas. Así, abandonando el trono, subió David la cuesta de los Olivos, descalzo y llorando, junto al pueblo que le seguía (2 Samuel 15: 30). Mas, al llegar David hasta Bahurim sucedió el incidente, donde sale por primera vez la expresión que nos ocupa, veámoslo:
“… y he aquí salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Y decía Simei, maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario. Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza” (2 Samuel 16: 5-9).
Nota como los fieles valientes protegían a David, rodeándolo, estando a su derecha y a su izquierda. Abisai no pudo sufrir el insulto y las maldiciones que Simei decía contra David y estalló en celo: « ¿Qué se cree este perro muerto que maldice a mi rey? ¡Déjenme que le arranque la cabeza!» Mas, David quien era el blanco de todas aquellas maldiciones reaccionó diciendo:
“¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así?…” (2 Samuel 16: 10).
Al analizar este incidente, es lógico que alguien diga: «Pero, ¿por qué David reaccionó así contra Abisai? ¿Por qué él se enoja contra un hombre que lo está defendiendo? Este hombre ha arriesgado su vida por él; en el momento que todos sus amigos lo traicionaron, él permaneció; y todavía marchando hacia su exilio, aparentemente derrotado, su celo no merma y demanda respeto para su rey». Es cierto, parece leal y noble la reacción de Abisai a favor del rey, sin embargo, David se enoja y en su expresión denota descontento por su manera de obrar y reaccionar. En otras palabras, David le dice: «Pero, ¿qué tengo yo con ustedes? Esa no es mi forma de resolver los problemas. Yo no necesito que nadie me defienda, ¡a mí me defiende Dios! Yo no resuelvo los problemas con mis manos ni con violencia. Mi vida está sometida a la soberanía de Dios». David, más que a un enemigo que lo maldecía, veía a Dios que lo estaba disciplinando, tal como lo expresara el salmista: “Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos” (Salmos 119: 71).
Todo lo que le ocurría a David, él se lo atribuía a Dios, de manera que si un hombre se atrevía a maldecirle, seguramente era porque Jehová lo permitía. Y si así ha sido ¿quién lo puede impedir? David era un hombre maduro que aceptaba la disciplina del Señor, porque sabía que nada ocurre sin que Dios lo sepa o lo haga. Por eso, él se sometía a la soberanía de Dios y como hombre maduro se dejaba disciplinar. En cambio, este hijo de Sarvia vino con su celo sin ciencia, obviamente con otro espíritu y con violencia.
Muchas veces en nuestro celo por Dios se cuelan otras cosas. Por tanto, lo importante aquí no es tener celo de Dios, sino tener Su corazón. El celo según su corazón se define en un andar en el consejo de Dios, en su voluntad, en su intención y con su mismo Espíritu. Es un celo que se manifiesta en el fruto del Espíritu, en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, etc. (Gálatas 5: 22,23). En la madurez hay sujeción a la voluntad de Dios, y sometimiento a la disciplina del Señor. Ese era el corazón de David, pero no el de los hijos de Sarvia. Meditemos en estas cosas.
Hay ocasiones que manifestamos celos, pero es de nuestra carne, basado en otras cosas menos en Dios. Jesús le dijo a Pedro, cuando intentó defenderlo de la turba que vino con Judas a aprehenderlo en el huerto de Getsemaní: “… Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18: 11) Y en Mateo dice: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mateo 26: 53, 54). Y lo que ocurre es que con nuestro celo entorpecemos los caminos rectos del Señor, porque no tiene ciencia ni está de acuerdo a Dios. El que tiene el corazón de Dios actúa siempre sometido a la voluntad del Señor y no a la suya propia.
Si continuamos delineando el carácter de David versus los hijos de Sarvia, reafirmaremos la gran diferencia de espíritus: el del rey apacible, mientras el de ellos vengativo y sanguinario. Cuando muere Absalón, su padre lo llora y vuelve a Jerusalén para restablecerse en su trono, pero cuando David estaba cruzando el Jordán, Simei, el que le había maldecido corrió a recibirle junto con los de Judá y el pueblo (2 Samuel 19: 16). Entonces, Simei se postró delante de él y le dijo: “No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón. Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey” ((2 Samuel 19: 19-20). Vemos aquí un hombre que reconoce haber pecado, y se arrepiente y se humilla delante de su agraviado. Mas, antes que David pudiera articular una palabra nuevamente, le salió al encuentro Abisai y le dijo: “¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová?” (v. 21).
Vemos otra vez la actitud de Abisai, el cual no había entendido y por segunda vez David le reclama: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró” (vv. 22-23) ¡Qué corazón tenían estos hombres que no podían discernir el tiempo ni las sazones de su rey!¿ Cómo puede David, en un día de gozo y de victoria, en que Jehová le ha restaurado en el reino, ajusticiar a los que fueron sus contrarios? Hagamos una retrospección e imaginemos el gozo que podía haber sentido David al ver que Jehová lo había sacado de la humillación y de la vergüenza… Él volvía con alegría a la tierra que tiempo atrás había dejado con lágrimas. Y para coronar su victoria, los que habían quedado en Jerusalén vienen a recibirle, a rendirle honor, incluyendo sus enemigos, que ahora venían a humillarse delante de él. Aquel que había sido más osado y se había atrevido a maldecirle, ahora se adelanta para ser el primero en recibirle, y postrado pedirle perdón. Pero Abisai, impulsivo y vengativo, abre la boca para clamar venganza, insensible al corazón del rey donde hay perdón, agradecimiento y gratitud a Jehová que nuevamente le honró. ¿Cómo podría derramar sangre en el día del gozo y de la restitución? Definitivamente, no había concordia entre ellos, por eso de colaboradores pasan a ser adversarios.
Existen cuatros palabras hebreas que son traducidas como “adversario”. David pudo usar tres palabras de estas, pero la que usó es raramente usada en el antiguo Testamento. La palabra que utilizó David fue “satán”, de donde viene el nombre Satanás. David les dijo: «Ustedes me son Satanás». En otras palabras: «¿ Qué tengo yo con ustedes? ¿Qué armonía? ¿Qué acuerdo? ¿Cómo es que estamos juntos? ¿Por qué estamos unidos en una causa común si ustedes no se parecen a mí? ¿Qué espíritu hay en ustedes que me es contrario, que me adversa, que se me opone, que me es Satanás?» Y es que podemos hacer un montón de cosas, pelear las guerras del reino, hacer proezas, conquistar naciones, ser leales a nuestro rey, cuidarle, celarle, exponernos por él, gastar nuestras vidas y recursos y al final todo se convierte en algo vano, si no tenemos su Espíritu ni su corazón.
¡Oye, iglesia de Jesucristo, tú siempre tendrás que ser un pueblo conforme al corazón de Dios! Entiende que el hecho no es pelear, ni conquistar, ni guerrear, ni darse, ni entregarse, ni esforzarse, es tener el corazón y la motivación correcta. Tener su corazón es tener el mismo Espíritu, actuar en el fruto del Espíritu, en todo lo que es Él y obrar como Él lo haría. El que no tiene el corazón del rey siempre andará desorientado, “fuera de foco” y nunca dará en el blanco del propósito divino.
Revalidemos este pensamiento en uno de los relatos del Evangelio. Para tener un contexto, Pedro le dijo a Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16: 16), expresando una verdad que sólo podía ser revelada por el Padre que está en los cielos. Mas, luego que Jesús comenzó a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día, entonces dice el evangelio que Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle diciéndole: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16: 22). La actitud de Pedro no dista mucho de la Joab, Abisai y Asael, tratando de evitarle un dolor a su líder. Pero Jesús reacciona a esto y enfrentando a Pedro, le dice: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo16: 23). Jesús también usó la palabra tropiezo del griego skandalon que en su uso original es un tipo de trampa que se usaba en aquellos días. Por lo cual, la enseñanza es esta: cualquiera se puede convertir en un Satanás -no importa el nivel espiritual ni la revelación más elevada que haya recibido- si pone los ojos en las cosas de los hombres y no en las de Dios.
De nada sirve que un hombre dé su vida y se esfuerce en las guerras de Dios, cuando su fin es algo terrenal y no celestial. El que tiene el corazón del reino, también tiene sus ojos puestos en las cosas del reino, actúa en el Espíritu del reino, con la motivación del reino, en el propósito del reino, en el consejo del reino, y sometido al plan de Dios y en lo que Él quiere hacer en ese momento en beneficio de su reino. ¿Cómo es posible que personas que pasan su vida sirviéndole a Dios, como estos hijos de Sarvia, que dirigieron hombres de guerra, conquistaron reinos y ganaron batallas, al final le sean “satanás” al rey? Por tanto, no es hacer, sino ser. Obrar correctamente es poseer el verdadero espíritu.
Llama la atención la actitud de Pedro al reconvenir al Maestro, rogándole que no se entregara porque temía por su vida, con la cual no es difícil estar de acuerdo. ¿Quién quiere que se muera un amigo, que desaparezca su compañero o que se tronche la vida de su líder? Pero la preocupación del discípulo era falsa, pues en ella se escondían ciertos pensamientos que eran contrarios al plan de Dios y propósito celestial. Pedro pensaba que si Jesús moría no habría reino, y todo lo que había dejado por obtener una vida mejor se podía venir al suelo con la muerte del Hijo de Dios. Este cristiano quería un reino sin cruz, pero la Palabra de Dios dice que sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (Hebreos 9: 22). La gloria se escribe con sangre. Si Cristo no muere no hay gloria. ¡Sin la muerte del que era la muerte de la muerte no habría reino de vida en la tierra! La palabra reconvenir (gr. epitimao) significa juzgar, reprender, amonestar duramente, mostrar el honor, levantar el precio. Aplicando, vemos que Pedro comenzó a reprender a Jesús y también a halagarle, a mostrarle lo mucho que valía para dejarse crucificar. Podemos decir que Pedro le prestó la boca a Satanás, diciéndole: «¡ Reacciona! ¿Es que te has vuelto loco? ¡Tú vales mucho! ¡Tú no puedes dar tu vida! ¡Que eso no te ocurra, tu vida vale más que tu muerte! ¡No te entregues, ten compasión de ti!» Increíble, Pedrito el pescador, reprendiendo al Hijo de Dios. Satanás quería ponerle tropiezo a Cristo, para que no muriera y se aprovechó de esa falsa compasión. Hay celos que se convierten en tropiezo, que hacen caer, que perturban el plan de Dios y hacen de la persona que los siente un adversario del propósito eterno del Señor.
Cuando no tenemos el corazón de Dios, ni el Espíritu del reino, aunque realicemos muchas cosas y nos esforcemos, somos adversarios. Por eso, Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12: 30). Estar con Jesús es tener su mismo corazón, porque el que no está con él, está contra él. Podemos tener muy “buena intención” y decir: «Mira Señor he ganado tantas almas para el reino [conquista, esfuerzo]; vivo para ti [entrega]; quiero que reines, cuido celosamente que se cumplan tus mandamientos y no acepto que nadie te maldiga [celo]», y todo eso suena bonito, pero cuando vamos a su esencia, a la verdadera motivación, puede que todo eso sea un tropiezo, algo adverso al corazón de Dios.
Finalmente, volviendo a los hijos de Sarvia, cuando el ejército de David salía a perseguir a Absalón, David quiso acompañarles pero el pueblo se lo impidió, entonces él les recomendó a los capitanes y a los que estaban al mando (Joab, Abisai e Itai): “Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón” (2 Samuel 18: 5). Mas, cuando Absalón se encontró con la armada de David, el mulo en el que andaba se entró debajo de unas ramas fuertemente tupidas de una encina, y su larga y hermosa cabellera se le enredó en las mismas, por lo que el mulo pasó, pero el joven se quedó suspendido en el aire, colgando de las ramas y sin poder librarse (( 2 Samuel 18: 9). Uno de los soldados de David que lo vio, fue y avisó a Joab, y éste le dijo: “Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera plácido darte diez siclos de plata, y un talabarte” (vv. 10-11). El hombre sorprendido le respondió: “Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón” (v. 12), entonces Joab le respondió con desdén: “No malgastaré mi tiempo contigo” (v. 14). Hecho así, Joab tomó tres dardos en sus manos y los clavó directamente en el corazón de Absalón, luego diez de sus escuderos le rodearon y terminaron de matarle (v. 15). ¡Qué duro ese Joab! ¿Qué tenían estos hijos de Sarvia con David que ni siquiera a su propio hijo perdonaron? aparentemente, Joab había matado a Absalón por haberse rebelado contra el rey, pero la verdadera razón fueron otras. Nota que si Absalón reinaba era probable que Joab no fuese el general de su armada, por lo que había sucedido entre ellos. Sucedió que cuando David hizo volver a Absalón, después de haber sido echado de su presencia por haber matado a su hermano, el joven trató de reunirse con Joab y le mandó a buscar en dos ocasiones y éste no quiso ir, por lo que Absalón mandó a prenderle fuego a un campo propiedad del general para ver si así reaccionaba (2 Samuel 14: 29-30). Entonces, Joab fue a verle y le pidió explicaciones a Absalón, pero no hizo nada en su contra ni profirió palabra, pero aparentemente le guardó la cuenta para otra ocasión, y se la cobró con creces. Por tanto, la muerte de Absalón fue un ajuste de cuentas entre Joab y el engreído jovencito, más que protección al reino. Es evidente que todo lo que amenazaba a Joab, él lo incluía en su agenda militar sin importar rango (2 Samuel 3: 27), ni relación familiar (2 Samuel 17: 25; 20: 20) ni mucho menos orden recibida (2 Samuel 18: 5). Todo lo que le estorbaba o fuera una amenaza a sus intereses lo quitaba del medio.
Cuando el rey supo la noticia que Absalón había muerto, turbado lloró amargamente y gritaba: “¡ Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2 Samuel 18: 33). ¡Qué dolor! El cuerpo de David temblaba, sus piernas flaqueaban, pero el rey seguía gritando, sin importarle que vieran su humillación… tan sólo quería ver a su hijo… tocar su larga cabellera … No importaba la vergüenza que le había ocasionado, el dolor que le había causado, la traición que había orquestado, todo eso quedaba atrás, en un segundo lugar frente aquella hermosura inerte en aquel que desde la planta de su pie hasta su coronilla no había defecto (2 Samuel 14: 25), pero que ahora reposaba extinto e indiferente a sus pies. No… su corazón ahora estaba traspasado de dolor, y de lo profundo de su ser solo salía un punzante clamor: “¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2 Samuel 19: 4). Más, cuando le dieron aviso a Joab de las condiciones en que estaba el rey, el general se enojó. Luego, sin mostrar un hálito de respeto al luto de aquel por quien tantas veces se había esforzado, y sin ningún vestigio de arrepentimiento por lo que había hecho, con gran desfachatez lo reprendió:
“Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora” (2 Samuel 19: 5-7).
¡Qué cinismo! Pero, ¿cómo podía entender este Joab que el rey estaba llorando, no tanto a su hijo muerto, sino a las consecuencias de su pecado. Sin dudas se había cumplido lo que Jehová sentenció por boca del profeta Natán: “He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. […] También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (2 Samuel 12: 11-14). David no sólo lloraba la muerte de Absalón, sino: a) El pecado de Amnón, quien violó a su hermana Tamar (2 Samuel 13: 14); b) La posterior muerte de este a manos de Absalón (2 Samuel 13: 32); c) La revuelta de Absalón contra él (2 Samuel 15: 12); y d) La toma de Absalón de sus concubinas a quienes violó a la vista de todo Israel (2 Samuel 16: 22). Tal como él mismo había sentenciado, pagó cuatro veces tanto (2 Samuel 12: 6).
David era amigo de sus enemigos y lloraba también por sus hijos rebeldes, como llora Dios. Nunca podría entender estas razones el general asesino, poseedor de impulsos locos y maquiavélicos, porque obviamente pensaba que el fin justificaba los medios. Hay cosas que parecen de Dios pero no son de Dios, sino que son adversas y causan tropiezo. Sería terrible que nos convirtamos en adversarios de Dios sin saberlo; que nos pasáramos toda la vida sirviéndole y que al final todo ese esfuerzo haya sido inútil, porque no lo hicimos de acuerdo con el corazón de Dios, el cual paga a cada uno conforme a sus obras (Romanos 2: 6). Por tanto, para tener el corazón de Dios hay que conocer a Dios y luego someterse a Él. Veamos ahora cómo terminó Joab. Al paso del tiempo que David había envejecido, Adonías, uno de sus hijos nacidos después de Absalón, dijo: “Yo reinaré” (1 Reyes 1: 5), y se puso de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar (v. 7). Sabemos que Jehová había dicho a David que Salomón reinaría después de él, y David se lo había prometido a Betsabé la madre de Salomón (v. 13), pero ellos intentaron ignorar estas cosas. Cuando David fue alertado sobre eso, llamó al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, y a Benaía hijo de Joiada, y les dijo: “Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, y montad a Salomón mi hijo en mi mula, y llevadlo a Gihón; y allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel, y tocaréis trompeta, diciendo: ¡Viva el rey Salomón! Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he escogido para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá” (1 Reyes 1: 32-35). Ellos hicieron como David había ordenado y entonces Salomón fue confirmado en el trono de su padre, y todo el pueblo clamaba: ¡Viva el rey Salomón! Y todos le seguían y la gente cantaba con flautas, y era notoria la algarabía que había en Israel (vv. 39-40). Cuando Adonías, Joab y los que con ellos estaban oyeron lo que había ocurrido, dice la Biblia que se estremecieron y cada uno se fue por su lado.
Adonías se refugió lleno de miedo en el templo, y se asió de los cuernos del altar (1 Reyes 1: 49-50). Todo eso se lo hicieron saber a Salomón y éste dijo: “Si él fuere hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; mas si se hallare mal en él, morirá” (v. 52). El rey lo perdonó (v. 53), pero no corrieron con la misma suerte aquellos que anduvieron fuera de foco y que en el momento que tuvieron que ungir al que sustituirá al rey, se pusieron de parte de los rebeldes, siguiendo a aquel a quien Jehová no eligió. Entre ellos estaba Joab.
¿Por qué Natán no se puso de parte de Adonías, sino de Salomón aunque era un joven? Porque el corazón del profeta estaba de acuerdo con el corazón de Dios, y por consiguiente en armonía con su propósito. Los que son como Dios dicen: «al que elija Jehová a ese voy a seguir, a ese voy a ungir y a ese me voy a someter». El pueblo de Israel le dijo a Josué, después de la muerte de Moisés: “De la manera que obedecimos a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti; solamente que Jehová tu Dios esté contigo, como estuvo con Moisés” (Josué 1: 17). Estemos siempre de parte de Dios. Luego vemos, cuando llegó el tiempo que David había de morir, llamó a su hijo Salomón para aconsejarle, pero también le advirtió: “Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies. Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz” (1Reyes 2: 5-6). Con estas palabras, David sentenció a muerte a Joab, y no lo mató cuando él reinaba, porque David es un tipo del Padre, y la Palabra dice que “el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo…” (Juan 5: 22). Luego vemos que Salomón ordenó:
“… mátale y entiérrale, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente. Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá. La sangre, pues, de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; mas sobre David y sobre su descendencia, y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de parte de Jehová. Entonces Benaía hijo de Joiada subió y arremetió contra él, y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto” (1 Reyes 2: 31-34).
Joab murió, sin pena ni gloria, como un villano fue cortado, porque en todo lo que hizo nunca tuvo el corazón del rey. Y fueron puestos otros en lugar de todos aquellos que obraron fuera de la voluntad de su señor (1 Reyes 2: 35). Cuando lleguemos a la presencia de Dios puede que nos parezca injusto ver a muchos grandes, que hicieron proezas para Dios y Él les diga en aquel día: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7: 23). ¿Cómo puede ser, si esos hombres dedicaron toda su vida a Dios? “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2: 14). No es hacer, sino ser, pues los que son como Dios actúan como Dios y nunca andan errados o equivocados, ni motivados por un mal espíritu, pues tienen el corazón del rey. A esos, Dios nunca les dirá: « ¿Qué tengo yo con ustedes?». Que Jehová nos bendiga y que haga que esta verdad quede para siempre en nuestros corazones, para que todas nuestras obras sean hechas en Dios y de acuerdo a su corazón.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
Que Dios te bendiga!
PARA EL ESTUDIANTE: CUANDO TERMINES ESTE ESTUDIO, MANDA UN CORREO WSAAELECTRÓNICO AL PROFESOR INDICANDO QUE ESTAS LISTO PARA TOMAR EL QUIZ DE CAP 402- El Llamamiento Es Conforme Al Corazón De Dios
El Llamamiento es Conforme al Propósito Suyo.
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! En esta clase estaremos estudiando EL LLAMAMIENTO ES CONFORME AL PROPÓSITO SUYO, o sea al propósito de Dios. Usando ejemplos y referencias bíblicas, presentaremos aquí informacion importante sobre el propósito del llamado ministerial. Discutiremos como Dios cumple sus propósitos en el llamado al ministerio, y como las circunstancias siempre siguen un propósito. Nuevamente recalcamos que muchos hombres y mujeres entran al ministerio con propósitos inciertos, y como sucede muchas veces, pronto nos daremos cuenta si nos hemos lanzado al ministerio con propósitos equivocados, que muchas veces entran en conflicto con los propósitos del Señor.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El Candidato al Ministerio podrá entender el verdadero propósito del llamado ministerial.
- B- El Candidato al Ministerio Podrá saber las implicaciones bíblicas de empezar el ministerio con propósitos errados.
- C- El Candidato al Ministerio podrá entender que tiene que el único propósito que importa es el de Dios.
- D- El Candidato al Ministerio podrá identificar los puntos fuertes y débiles que definen el propósito de su llamado.
- E- El Candidato al Ministerio podrá entender la seriedad que Dios pone en el propósito de llamado.
- F– El Candidato al Ministerio podrá entender motivos similares en los personajes bíblicos, y como aprendemos de ellos.
EMA – 402 EL LLAMAMIENTO ES CONFORME AL PROPÓSITO SUYO
“… quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos…” –2 Timoteo 1: 9
En la clase anterior enfatizamos que nuestro Dios siempre obra en conformidad con su forma de ser y pensar. Él nunca ha obrado en desarmonía con su carácter divino. Es imposible en la conducta del Señor, realizar cualquier acción que sea contraria o ajena a Su naturaleza santa. Por ejemplo, la Escritura dice: “Palabra fiel es ésta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2: 11-13). Dios permanece fiel aunque nosotros seamos infieles. Lo que entiendo es que si Él, como una reacción por nuestra infidelidad, y para devolvernos de la misma manera, llegara a actuar con infidelidad, se negaría a Sí mismo, dejando de ser quién es: el “Fiel y Verdadero” (Apocalipsis 19: 11).
Otro principio importante en la conducta del Padre Celestial es que Él todo lo realiza según su propósito. Podemos afirmar que tal como es Dios también es su propósito y el designio de su voluntad. La Biblia revela que su propósito es eterno (Efesios 3: 11), porque Él es eterno; y su designio es santo, porque Él también lo es (Lucas 1: 49; 1 Pedro 1: 15). Notemos lo que afirma el apóstol Pablo: “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1: 11). Es decir, Dios todo lo ejecuta en conformidad a Su propósito, y nunca actúa en forma contraria a Su voluntad, ni se aparta un ápice de Su santísimo designio. Todas sus obras, sus leyes, sus caminos, como también sus mandamientos, preceptos, juicios y testimonios, están en perfecta armonía con el propósito de Su voluntad. Veamos algunos ejemplos en las enseñanzas paulinas:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (…) (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), (…) En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, (…) conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, (…) quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (Romanos 8: 28; 9: 11; Efesios 1: 11; 3: 11; 2 Timoteo 1: 9).
El llamamiento de Dios es según su propósito. A todos los hombres que el Señor eligió para su santo servicio, los llamó con un propósito, para un propósito y conforme a su propósito. Cuando Saulo de Tarso oyó la voz que lo llamaba, mientras iba camino a Damasco, él formuló dos preguntas: “¿ Quién eres, Señor?” (Hechos 9: 5) y, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (v. 6). Estas deben ser las dos preguntas que debe hacer todo aquel que es llamado por Dios. Primero, debe tener seguridad que el Señor es quien lo llama. Pero la segunda pregunta es tan importante como la primera, y es conocer cuál es el propósito de su llamamiento. Te lo voy a decir redundantemente: el propósito de esta pregunta es conocer el propósito del que llama. El Señor a todos los que llamó les asignó una labor dentro del propósito de su voluntad. La respuesta del Señor a la interrogante de Saulo fue esta: … para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. (…) [Dirigiéndose a Ananías] Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 26: 16; 9: 15).
Desde que el Señor le reveló al apóstol el propósito de su llamamiento, él no vivió para otro motivo, sino para realizarlo y terminarlo cabalmente, conforme a lo diseñado y planificado por el supremo designio del Eterno. Cuando se trataba del propósito de Dios en su vida y ministerio, Pablo era obstinado e inflexible. Notemos su actitud en su último viaje a Jerusalén: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”( Hechos 20: 22). El verbo griego que se usa en este versículo, para la palabra “ligado” es deo que se traduce “ligar, atar, aprisionar”. Así que Pablo quiso decir, en otras palabras, que él iba «aprisionado en espíritu» a Jerusalén, por lo que no tenía manera de librarse ni de ser librado.
El apóstol estaba “atado” voluntariamente y por convicción a todo lo que era parte del propósito de Dios con él. En este caso, el Espíritu Santo le daba testimonio que era necesario que él fuese a Roma, pero antes tenía que pasar por Jerusalén, donde le esperaban prisiones y tribulaciones (Hechos 20: 22). Unos días después de esto, Pablo y sus compañeros llegaron a Cesárea, y en casa de Felipe el evangelista, vino a ellos el profeta Agabo y le profetizó a Pablo acerca de su viaje a Jerusalén. Observemos las expresiones del narrador bíblico en los siguientes versículos:
“Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor”( Hechos 21: 10-14).
Las tres formas del verbo “atar” que se usa en este pasaje es el mismo verbo “ligado” de Hechos 20: 22. Así que Agabo solo hizo una “representación profética” de la manera como Saulo iba a ser atado en Jerusalén. Pablo fue a Jerusalén y tal como había sido anunciado por el Espíritu, fue arrestado por los judíos y encarcelado por aproximadamente dos años. Padeció mucho, pero allí testificó a Félix, a Festo y a Agripa, y más tarde al emperador. Eso era parte del propósito y de la visión celestial, pues el Señor le dijo que él iba a ser su testigo delante de los reyes y gobernadores (Hechos 9: 15), pero no le dijo cómo.
Estando preso en Jerusalén, también el Señor se le apareció a Pablo y le habló diciendo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (Hechos 23: 11). Por lo cual, viendo Pablo que no iba a recibir un juicio justo entre los judíos, apeló a César (Hechos 25: 11,12). Entonces, el apóstol fue enviado en un barco a Roma con muchos otros prisioneros. Este viaje fue horrible, y Pablo se salvó por la intervención del Señor. Los capítulos 27 y 28 del libro de los Hechos, narran esta pesadilla que vivieron aquellos hombres en alta mar. Mas, en el momento más difícil, en medio de la tormenta, cuando todos estaban resignados a morir, el Señor volvió y apareció al apóstol y le habló diciendo: “Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo” (Hechos 27: 24). He citado las dos ocasiones que el Señor se le apareció a Pablo en este viaje para hacer notar que el verbo que se usa en los dos incidentes “es necesario”, es el mismo verbo “ligar, atar, y aprisionar” que estamos estudiando, y que también el Señor usó cuando le dijo a Ananías el propósito que tenía con la vida de Pablo (Hechos 9: 16).
Analizando este verbo griego “deo”, en sus diversas traducciones y significados, el Señor me reveló esta gran verdad: CUANDO ALGO ESTÁ EN EL PROPÓSITO DE DIOS “ES NECESARIO”. No importa el precio ni el dolor que tengamos que padecer es necesario sufrirlo con tal que se logre el propósito. Por consiguiente, así como el apóstol Pablo, debiéramos nosotros “ligarnos” y “aprisionarnos” a esa determinación del Señor; “atarnos” al propósito, como las víctimas son atadas con cuerdas a los cuernos del altar (Salmos 118: 27), porque hay una causa, una razón, un fin. El llamamiento no es algo optativo o discrecional en cuanto a predilección, sino según el propósito de Dios. Para arrojar más luz a este pensamiento, el Señor me reveló un contraste entre dos hombres que tenían un propósito santo, y que se embarcaron en dos naves diferentes. Estos viajantes eran Jonás y Pablo. Veamos:
1. Jonás se embarcó en la nave para huir del propósito, por su propia 1. decisión. A Pablo lo obligaron a embarcarse por causa del propósito (Jonás 1: 3; Hechos 23: 11).
2. Jonás iba suelto, porque no quiso ligarse al propósito. Pablo, en cambio, viajaba encadenado, porque voluntariamente se ató al propósito (Jonás 1: 3; Hechos 27: 1,6).
3. Pablo embarcó en aquella nave porque estaba ligado al propósito. 3. Jonás viajaba porque se había desligado o desatado del propósito.
4. En el caso de Jonás, Dios tuvo que desencadenar una tormenta para 4. Atarlo al propósito (Jonás 1: 4). En cuanto a Pablo, por circunstancias, el viento huracanado que dio contra la nave no logró desatarlo del propósito (Hechos 27: 14).
5. ambos durmieron en el barco, solo que a Jonás lo despertaron los 5. hombres, para regañarlo por su indiferencia y apatía ante la adversidad (Jonás 1: 6); a Pablo lo despertó el ángel, para darle un mensaje de ánimo y salvación, para él y sus compañeros (Hechos 27: 24).
6. La nave de los que iban hacia Tarsis se salvó porque tiraron a Jonás al 6. mar (Jonás 1: 15), en cambio, la gente que viajaba con Pablo a Italia se salvó, porque él iba a bordo (Hechos 27: 24).
7. Dios “preparó” cinco cosas para ligar a Jonás al propósito: 7. A) Un gran viento en el mar (Jonás 1: 4); b) Un gran pez que lo tragase (v. 17); c) Una calabacera que le dé sombra (Jonás 4: 6); d) Un gusano, para que hiriera la calabacera y esta se secara (v. 7); y e) Un recio viento solano que permitió que el sol hiriera a Jonás, de tal manera que este se deseó la muerte (v. 8). En cambio a Pablo, el diablo trató varias cosas para desligarlo del propósito, las cuales fueron inútiles, pues el apóstol se determinó y se dijo con firmeza: “… de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20: 24).
8. En lo único que se asemejan es que en los dos estaba el poder de salvar 8. Las embarcaciones. En el caso de Pablo, se perdió la nave por error del piloto y el patrón, los cuales no escucharon al hombre ligado al propósito, quién tenía instrucción y revelación de cómo evitar pérdidas y salvar la tribulación (Hechos 27: 41-44). Con relación a Jonás, la nave se salvó al lanzar al mar al hombre que no se quiso “ligar” al propósito, pues cuando le preguntaron cómo salvar la embarcación, él respondió con desdén (Jonás 1: 11-15).
El ministro que no se ata voluntariamente al propósito, no terminará su carrera con gozo, sino con perjuicios. Tanto Jonás como Sansón, por causa de su actitud, terminaron sus carreras sin gozo, y con mucha pérdida y vergüenza (Jueces 16: 30; Jonás 4: 11). Cuando el amor de Dios en nuestra vida excede a nuestros temores y conveniencias, decidimos, por convicción, atarnos a Su propósito. Bienaventurado el ministro que entiende que el llamamiento es según el propósito de Dios, y se liga a él con firmeza y decidido corazón.
“¿ He de Dejar?”
“… ¿He de dejar (…) para ir a ser grande…?” -Jueces 9: 9
Esta sección de la clase la empezamos con un relato del libro de Jueces, el cual es muy revelador en cuanto al propósito de Dios en la función de autoridad. El personaje principal es Abimelec (hijo que tuvo Gedeón con una concubina (Jueces 8: 30-31) el cual, a la muerte de su padre, quiso usurpar el trono. Veamos:
“Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo: Yo os ruego que digáis en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra. Y hablaron por él los hermanos de su madre en oídos de todos los de Siquem todas estas palabras; y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es. Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal-berit, con los cuales Abimelec alquiló hombres ociosos y vagabundos, que le siguieron. Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió. Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem” (Jueces 9: 1-6).
Retrocedamos un poco en tiempo y recordemos al padre de estos dos hombres, a Gedeón, aquel hombre que Dios usó como instrumento, para libertar a Israel de la opresión y el cautiverio del pueblo de Madián (Jueces 7: 15). En este relato se refieren a él, como Jerobaal, nombre con que fue llamado cuando derribó el altar de Baal (Jueces 6: 32; 8: 35). Luego de esta gran victoria, Gedeón estuvo como juez de Israel y en todo ese tiempo el pueblo se sometió a su guía. Pero a su muerte, uno de sus setenta hijos debía sustituirle, pero el hijo que Gedeón tuvo con la concubina, en Siquem, llamado Abimelec (quien no era contado entre los setenta) vio la oportunidad para él reinar. Entonces, este muchacho buscó el apoyo de todos los de Siquem, y de los familiares de su madre, y alquiló a una turba de hombres ociosos, mercenarios, quienes le acompañaron a la casa de su padre, y mató a sus setenta hermanos, con excepción de Jotam, el menor, el cual escapó, porque se escondió. Así se apoderó Abimelec del poder y comenzó a reinar sobre Israel.
Jotam era el digno para reinar, alguien que podía representar bien a su padre Gedeón, pero los de Siquem se identificaron con Abimelec, porque lo vieron como uno de ellos, por lo que se reunieron en una llanura para confirmarlo en el reino. Al oír sobre esto, Jotam se puso en la cumbre del monte de Gerizim, para advertirles a ellos que su elección no era buena. Mas, ¿cómo podría Jotam hacerle entender al pueblo que uno de entre ellos no era digno? Solamente ilustrándoles, por medio a una parábola, podrían ellos pensar que habían elegido a un asesino, a un hombre que no le importó matar a sus propios hermanos con tal de reinar. Ese es el contexto histórico, de esta ingeniosa parábola que les dijo Jotam a Israel, de la cual obtendremos una gran enseñanza; leámosla a continuación:
“Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios. Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dije-ron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano. Ahora, pues, si con verdad y con integridad habéis procedido en hacer rey a Abimelec, y si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa, y si le habéis pagado conforme a la obra de sus manos (porque mi padre peleó por vosotros, y expuso su vida al peligro para libraros de mano de Madián, y vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, y habéis matado a sus hijos, setenta varones sobre una misma piedra; y habéis puesto por rey sobre los de Siquem a Abimelec hijo de su criada, por cuanto es vuestro hermano); si con verdad y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, que gocéis de Abimelec, y él goce de vosotros. Y si no, fuego salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de Milo, y fuego salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a Abimelec” (Jueces 9: 7-20).
Alguien dijo que donde comienza la aplicación comienza el mensaje, así que empezaré aplicando la tipología de los árboles. La Biblia compara a los creyentes como árboles del bosque (Mateo 3: 10), como palmeras, cedros del Líbano y plantíos (Salmos 92: 12; 104: 16; Isaías 61: 3). El salmista dijo que el hombre que sigue a Dios es “como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará (Salmos 1: 3). Esta parábola nos habla de los tres árboles más importantes de la tierra prometida: el olivo, la vid y la higuera. Estos árboles no solamente eran una bendición para Israel, sino que constituían su base económica. La Biblia muestra, por ejemplo, cuando Salomón edificó casa a Jehová, él le daba a Hiram rey de Tiro, entre otras cosas, veinte mil batos de vino, y veinte mil batos de aceite, a cambio de madera de cedro y de ciprés (2 Crónicas 2: 10). Es decir que Israel hacía intercambio con otras naciones a base de esos productos. En la actualidad, todavía el aceite de olivo es muy importante en Israel, así como el producto de la vid y de la higuera.
Recordemos las palabras que usó Habacuc para mostrar su confianza incondicional en Jehová: “Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3: 17-18). Habacuc menciona los tres árboles de la parábola, porque eran los tres más importantes de Israel, pues no solamente nutrían a la gente en alimento, sino que les servían como negocio con otras naciones.
La Biblia nos habla del olivo, como tipo del creyente. El salmista dijo, comparando su riqueza de servirle a Dios con el poder de los “poderosos de la tierra”, que ellos serían destruidos, mientras él podrá decir: “… yo estoy como olivo verde en la casa de Dios” (Salmos 52: 8). Otro salmo que ilustra la bendición de Dios en la vida de los que siguen su Camino y le temen, dice: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa” (Salmos 128: 3). En otras palabras, ¡qué bueno es tener la vid cerca de la casa!, pues no hay que molestarse mucho para comer de sus frutos, porque está accesible, sólo hay que extender el brazo y tomar de él. Así es la mujer del creyente, ¡qué bueno que está cerca y es llena de fruto del Espíritu! También dice que sus hijos serán como plantas de olivo alrededor de su mesa, porque el cristiano estará rodeado de sus hijos, y verá fruto en ellos. También somos el fruto del sacrificio de Jesucristo, quien nos comparó con el fruto de la vid, cuando dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5).
La higuera, por su parte, que da un fruto dulcísimo que es el higo, representa en la Biblia seguridad, paz y reposo (1 Reyes 4: 25; Miqueas 4: 4). Muchos ven en las siguientes palabras de Jesús una alusión a la nación de Israel, pues interpretan que es la higuera profética, él dijo: “De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mateo 24: 32-33). En fin, esos árboles somos nosotros y nos representan en la parábola. Por eso, si los árboles del bosque representan a los hombres, y entre ellos necesitan buscar a alguien para que los dirija, tienen que buscar aquellos que son los más importantes, los más útiles, los que tienen mucho que dar. En la parábola, el olivo, la vid y la higuera eran los candidatos idóneos para reinar entre ellos.
Ahora, cuando fueron a proponerle al olivo que reine, él respondió con una pregunta: “¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?” (Jueces 9: 9). El olivo dijo: «Dios no me llamó a mí a ser grande, ni a reinar, Dios me llamó a servir. Él no me creó para ser grande, por consiguiente, la grandeza no es el propósito de Dios conmigo. En el plan de mi Creador con mi vida no incluye que yo reine o me enseñoree de los demás árboles. Dios, en su designio, me diseñó de acuerdo a su elección para que de mí se sustrajese un producto llamado aceite, el cual bendice a los hombres y honra a Dios. Yo para eso he nacido y para eso he venido al mundo, no a reinar, sino a servir. La razón de mi existencia es servir con lo que Dios me ha dado, con lo que yo soy». El olivo habló de acuerdo a lo que dijo el apóstol Pedro: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da…” (1 Pedro 4: 11). Así tú, hombre y mujer de Dios, eres árbol de Dios, un olivo verde que llevas en ti el aceite de la unción (1 Juan 2: 20).
De hecho, la palabra Cristo significa Ungido; por tanto cristianos” significa ungidos. Dios llamó a Ciro “mi ungido” y también a Zorobabel y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote (Hageo 1: 14; 2: 4; Isaías 45: 1-5). En el libro de Zacarías, se nos habla de dos ungidos representados por dos ramas de olivo que vierten de sí aceite. El profeta dijo: “Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha del candelabro y a su izquierda? Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: Señor mío, no. Y él dijo: Éstos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4: 11-14). En el lenguaje hebreo, la frase “los dos ungidos” se puede traducir, literalmente, como “los dos hijos del aceite”. De la misma manera, los creyentes somos los ungidos, “los hijos del aceite”, las ramas que fueron injertadas al olivo Cristo, y del cual recibimos la unción del santo, el óleo superior.
La Palabra, refiriéndose al Señor expresa que: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo…” (Efesios 4: 8-12). Pero también dice el apóstol Pablo que no todos son profetas, ni todos evangelistas, ni todos maestros, ni todos hacen milagros, ni todos tienen dones de sanidad, ni tampoco todos hablan lenguas, ni todos interpretan, pues el Señor a todos nos dio diferentes dones (Romanos 12: 4) y capacidades ungidas, desde que creímos y nacimos de nuevo, para edificación de la iglesia (1 Corintios 12: 29-30; 14: 12,26).
Como ministro, tú eres un olivo, hay unción en ti, un tipo de aceite que brota de tus grosuras, el cual deleita al Señor. Por tanto, no fuiste ungido para que seas grande, sino para edificación del cuerpo de Cristo y dar gloria al nombre de Dios. Los dones de Dios no son para buscar grandeza. El ministerio de Dios no es una plataforma para hacernos famosos o ser reconocidos, sino un instrumento para cumplir su santo designio, de acuerdo al llamamiento recibido. Los dones espirituales son para honrar a Dios y bendecir a los hombres. Según el propósito de Dios contigo es la unción que recibiste. Ya seas olivo, higuera, o un fruto de la vid, en ti hay una bendición divina que te impulsa a servir, no a reinar. Debiéramos rehusar a ser grandes, pues ya hemos recibido la más alta jerarquía, y es ser llamados “hijos de Dios” (1 Juan 3: 1). Poseemos la imagen de su Hijo, quien no vino para ser servido, sino para servir (Marcos 10: 45).
Cuando el sanedrín forzó a Pilato a que crucificase a Jesús, y él les dijo: “¿ A vuestro Rey he de crucificar?” ellos respondieron “No tenemos más rey que César” (Mateo 18: 15). Los judíos mintieron, pues odiaban a César, a quien consideraban un déspota, un tirano, pero prefirieron que reine sobre ellos antes que Jesús. Cambiaron al Hijo de Dios por César. Mas, hay algo que ellos dijeron en ese momento que quiero parafrasearlo. Ellos dijeron: “… todo el que se hace rey, a César se opone” (Juan 19: 12), y yo voy a decirte lo mismo: todo olivo que quiera reinar, a Cristo se opone y contra Cristo se levanta, porque la iglesia solamente tiene a alguien grande y a un único rey: Jesucristo.
Todo aquel que use su unción para hacerse grande, para destacarse, para ser famoso y enseñorearse de los hermanos, está contradiciendo la Palabra de Dios. Solamente hay uno que el Padre exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que está sobre todo nombre: a Cristo (Filipenses 2: 9-10). La iglesia solamente tiene un rey, y una sola corona monárquica, la cual pertenece a Él. El Padre eligió a Cristo como rey por sus méritos, por su dignidad y por su vida perfecta. Dios lo exaltó hasta lo sumo, porque Él se humilló hasta la muerte. Entonces, el Padre haciéndolo su rey y su ungido, dio un decreto: “… te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmos 2: 8). Cristo es el rey en los cielos y en la tierra, porque no se glorificó a sí mismo, sino quien le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy” (Hebreos 5: 5). Él recibió la honra, Él no la tomó.
Nota que el Padre honró tanto al Hijo que, como a él no le correspondía ser sacerdote porque era de la tribu de Judá y no de la tribu de Leví (de donde procede el sacerdocio levítico –Hebreos 5: 4), inició un nuevo sacerdocio, eterno e inmutable, para declarar a Jesús sacerdote para siempre: “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec” (Salmos 110: 4). Dios cambió todo para darle la preeminencia en todo al Hijo, y para que toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2: 11).
Te diré que yo crecí en un ámbito religioso, donde se alimenta el deseo de tener un ministerio grande. Recuerdo cuando Dios me llamó al ministerio, siendo un jovencito de diecisiete años, al ver a Yiye Ávila, y Billy Graham en los estadios, la gran multitud que convocaban, yo anhelaba ser como ellos, pero era para destacarme, para estar en el medio, tener muchas personas siguiéndome y que, por mí, vinieran a Cristo. Nunca pensé que en ese ideal no había un sentimiento noble, pues sentía que yo ayudaba a Dios, que era, digamos, un “redentorcito”. Pero cuando Dios me reveló la vida del Reino, el andar en el Espíritu, me di cuenta que mi aspiración no era espiritual ni santa, y que en ese percibirme como un “redentor” -ya sea mediano o pequeñito- había una escondida intención de tomar el lugar del Señor Jesús. Mas, ahora solo quiero ser lo que Dios quiere que yo sea; vivir de acuerdo a la función a la cual me llamó a desempeñar en el cuerpo, sea la que sea. Y cuando alguien es impactado por la vida de Jesús en mí y me quiere hacer grande y me quiere hacer “rey”, yo digo como el olivo: « ¡No! ¿He de dejar lo que Dios me dio, con lo que agrado al Padre y bendigo a los hombres, para ser grande entre los hombres? ¡Jamás! Yo quiero que mi aceite honre a Dios y bendiga a la gente».
Por eso, considero que este mensaje lo necesita toda la iglesia de Jesucristo y todos los que estamos en autoridad, porque hay algo en nuestros días que no existía en aquellos tiempos. En la iglesia siempre ha habido pleitos por el primer lugar, como lo hicieron los apóstoles cuando no entendían (Mateo 20: 22), pero nunca he visto en el ministerio más fiebre de poder, de autoridad y de grandeza que ahora. ¡Basta ya de que la iglesia funcione como las empresas multinacionales!, con “sucursales” donde quiera, y hasta vendiendo la “franquicia”, ofertando beneficios para que ministros entren bajo su cobertura. Se nos enseña a producir, a crecer, a ser grandes, a reinar, a tener autoridad, a ser conocidos, pero no fuimos instruidos así por Cristo. Él nos envió a predicar el evangelio, las buenas nuevas de salvación, en la autoridad de Su nombre, y para gloria de Dios Padre, no nuestra. El mensaje es acerca del Señor, porque únicamente Él tiene que dar. El mundo necesita oír de lo que él hace por nosotros, no se lo neguemos. El evangelio es: Cristo crucificado y resucitado para dar vida. Debemos proclamar las buenas nuevas de salvación, y llenar la tierra de su conocimiento, no del nuestro.
El olivo de nuestro relato estaba claro de su propósito y función. Él dijo, en otras palabras: «La razón de mi vida es vivir para aquello que Dios me creó, y ser de bendición de acuerdo a mi capacidad ungida, y a lo que Dios me ha dado. Soy olivo, produzco aceite, si hago otra cosa, dejo de ser quien soy». Con el aceite se ungía a los reyes y a los profetas, ¡qué uso más excelso! a ti también, Dios te ha hecho un olivo para que le honres y bendigas a los hombres. ¿Qué sería de la iglesia si el olivo se pusiera a reinar? ¡Faltaría su unción! ¡Qué terrible! La iglesia sin unción, sin Espíritu, porque el olivo quiso reinar, y está concentrado en otras cosas. Tristemente, conozco lugares donde hay carencia de aceite, porque han dejado de ser “olivos”, para seguir una agenda que los lleve a hacerse grandes y famosos. Es lamentable buscar grandeza y dejar de ser lo que somos de acuerdo al plan de Dios. Por eso, yo te aconsejo mi estudiante que avives el don de Dios que está en ti y no dejes de ser lo que Dios ha hecho que tú seas. Comprométete, delante del Señor y di: «No dejaré jamás de ser lo que soy por andar buscando grandeza y posición».
No obstante, como el olivo se negó a reinar entre los hombres, los árboles decidieron acudir a otro árbol importante, la higuera, y le dijeron: “Anda tú, reina sobre nosotros” (Jueces 9: 10). Pero ésta también respondió con una pregunta: “¿ He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles?” (v. 11). El ministerio de la higuera es dar dulzura, pues no hay un fruto más dulce que el higo, es delicioso. Así hay ministerios de dulzura, gente llamada, cuya unción es endulzar, dar aliento y esperanza al débil y al que esté pasando por diversas pruebas. Pero, ¡cuántos amargados hay en la iglesia!, ¡cuántos hay que cuando abren sus bocas, de su bóveda palatina (la parte interior y superior de su boca) lo que sale es bilis, pura hiel. Estos siempre están recordando las cosas negativas, las malas experiencias; todo les sabe mal, sólo ven mal tiempo, mala gente. Parece que se alimentan de ajenjo, pues todo en ellos es amargo.
Recordemos a los dos que iban camino a Emaús hablando y discutiendo entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido (Lucas 24: 4), pero lo hacían de un modo, que Jesús al acercársele y escuchar lo que decían tuvo que decirles: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?” (v. 17). Ellos le respondieron: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (v. 18). Pero, cuántos hay que sí saben qué aconteció, y aun así viven amargados, apocados de espíritu, y necesitan del fruto de la higuera, su dulzura.
La iglesia precisa de esos hermanos que dicen: “Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34: 8); esos hermanos que vienen a tu vida a endulzarte con las promesas de Dios, y te dicen: «Hermano confía en Dios y en su Palabra y nadie te podrá hacer frente, porque Él está contigo. Él no te dejará ni te desamparará. Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará. Sé que lo que estás pasando no es fácil, pero nuestro Dios no deja para siempre caído al justo, pues siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse (Proverbios 24: 16)». La iglesia requiere de gente como esa, que endulce el ambiente, que llegue a los lugares cuando se esté murmurando o hablando cosas impropias y diga: « ¡Ea, mis hermanos!, ¿qué conversaciones son esas? Paren eso ahí porque no edifica» y con amor les hace memoria del mandamiento, que con misericordia y verdad se corrige el pecado; bendiciéndoles, inspirándoles, llenándoles de esperanza, despertándoles a la fe y a las buenas obras.
¿Sería justo que teniendo alguien un don como ese, deje de ministrarlo a las vidas, para irse a reinar y hacerse grande? Nota que los tres árboles dijeron: « ¿he de dejar?». Así también esa persona debiera decir: «No, yo no voy a dejar lo mío, lo que Dios me encomendó, para hacer lo que Él no me ha mandado a hacer. Si Dios me ha dado un ministerio de dulzura, para dulcificar la vida de los amargados, y atenuar la aflicción de los tristes y abatidos de su pueblo, si lo dejo, los privo de la bendición y desecho mi utilidad». De igual manera, nosotros tenemos que vivir para hacer lo que Dios nos envió a hacer. Hace un tiempo, mientras estaba en uno de los discipulados de la iglesia, el Señor me hizo decir a los hermanos: «amados, nosotros no los estamos preparando para que ocupen una posición ministerial, aunque sabemos que hay lugares que lo hacen así, pero nosotros no lo hacemos con ese fin. Ustedes están siendo capacitados, para servir a Dios y ser idóneos para desempeñar el lugar donde el Espíritu Santo quiera usarlos. No esperen de nosotros un nombramiento, sino capacitación».
El maestro dijo: “… quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. (…) pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Lucas 24: 49; Hechos 1: 4,8). Los discípulos no estuvieron en el aposento alto esperando una posición, sino una capacitación, para, por el poder del Espíritu, ir a servir y ministrar por medio de los dones recibidos. Sin embargo, veo que hay ambientes, según la cultura eclesiástica, donde se predica solamente cuando llega el evangelista. Pero el que El maestro dijo: “… quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. (…) pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Lucas 24: 49; Hechos 1: 4,8). Los discípulos no estuvieron en el aposento alto esperando una posición, sino una capacitación, para, por el poder del Espíritu, ir a servir y ministrar por medio de los dones recibidos. Sin embargo, veo que hay ambientes, según la cultura eclesiástica, donde se predica solamente cuando llega el evangelista. Pero el que anda en el Espíritu es un testigo las veinticuatro horas del día: si está en la oficina del dentista, está testificando, si está en un avión a treinta mil pies de altura, allá habla de Cristo, porque lo que más abunda es gente que necesita oír las buenas nuevas. Cuando el Señor está en el corazón es como un volcán en erupción, no se puede callar, y está en constante ebullición. Así como tú recomiendas una cosa que te fue de bendición, así debes recomendar a Cristo que te fue de salvación.
Hay quienes no hacen nada porque están esperando que la iglesia los organice para trabajar, y los manden de dos en dos, mientras las almas se pierden. Hermano, si tu deseo es hablarle a las almas, ¡déjese de organización y predique! No esperes graduarte de instituto, colegio o seminario, tampoco espere que lo manden, ya Cristo lo mandó, ¡vaya!, haga lo que Dios le mandó a hacer. El Señor le mandó a servir, no espere que un día lo nombren y lo pongan en una posición. Tampoco la iglesia es el único lugar de servicio para un enviado de Dios; váyase al hospital más cercano, donde hay un montón de personas enfermas que necesitan servicio, ancianitos que están en las casas y no tienen quién los asee, ni asista ni visite. Existen un montón de cosas pendientes para hacer. La lista puede ser interminable, pero preferimos esperar el “nombramiento”, que me “pongan”, para salir a hacer algo. Pero sea lo que Dios le dijo que sea, bendiga a la gente con lo que Dios le ha dado. La gente necesita su dulzura; su sonrisa puede cambiar muchas cosas. Hay lugares con personas tan amargadas, que cuando ven a un cristiano sonriendo, dando gozo, alegría, felicidad en Cristo, se inspiran, se despiertan, se les abren los ojos para ver que hay una esperanza, que existe un camino mejor.
Doy gracias a Dios de que en la narración bíblica, del libro de los Hechos de los apóstoles, se nos habla de aquel barco donde iba Pablo y que estaba a punto de naufragar (Hechos 27: 10, 22). Y me pregunto, ¿qué hubiera sido de esa gente, en ese momento tan crucial, si en vez de ir con el apóstol hubiesen ido con alguien pesimista e incrédulo? Ellos tenían catorce días sin comer; todos estaban temerosos y hambrientos. Pero en ese momento, Dios levanta a su “higo” Pablo a llevarles paz, sosiego y tranquilidad. Él les dijo: “Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho” (Hechos 27: 21-25). ¡Oh, gloria Dios! Yo quiero ir en un barco con un hombre así, y no uno que diga: « ¿sabes lo que va a pasar? Que el tiempo empeorará y este barco no llegará a ningún lugar. Pero es bueno que pase, porque yo les dije que no zarparan, y ahora miren que si Dios no mete su mano, ninguno saldremos vivo».
Igualmente, ¿qué me dices de los hermanos que tienen el don de fe, otra dulzura en la congregación? a veces hay hermanos que atraviesan grandes pruebas y se acercan a un hermano y le dicen: «Sabes, los exámenes aquellos que me hicieron dieron positivo… no sé qué pasará con mi vida de ahora en adelante». Si se lo dijo a uno de los amargados puede que éste le responda: « ¡Qué pena, mi hermano! pero, ¿qué puedes hacer contra la voluntad de Dios? Voy a estar orando por ti»; y se va pensando: «Míralo ahí, ahora está llorando, pero seguramente es juicio de Dios en su vida, ¡quién sabe qué hizo!». En cambio, aquel cuyo ministerio es higuera le diría como “higo” de Dios: «Mi hermano ¿eso te dijeron en el hospital? acuérdate que el médico lo analiza todo de acuerdo al conocimiento, por lo que ha estudiado, pero el que hizo el cuerpo te puede dar vida, no temas. El doctor te analizó anatómica y fisiológicamente y te dio el diagnóstico, pero ahora espera a lo que dice Dios, el que te creó. Mientras tengas una obra que hacer para Dios eres inmortal. Tú eres importante para el Señor, ten paz. Ven oremos juntos al que te puede salvar». ¡Ay, qué higo dulce, qué palabras hermano, qué ungüento para esa herida! ¿Es justo que alguien deje de endulzar para reinar? No, mi hermano, mi hermana, deja el Reino a Jesús; que reine Él, y tú vete a servir.
Recuerdo una vez, apenas comenzando mi ministerio pastoral, se me acercó una hermana de la iglesia, madre de dos niños, con una terrible crisis. Ella me dijo: «Pastor, mi esposo está sirviendo en el ejército de los Estados Unidos en Alemania, pero tenemos una grave situación entre nosotros y he decidido divorciarme». La hermana me compartió el problema y mientras hablaba, yo oraba a Dios sobre cuál era su voluntad en este asunto, pues la mujer estaba férrea en su decisión de separarse. Entonces, el Señor me dio sabiduría y me hizo un higo dulce, ante un problema tan amargo y que parecía sin solución. En aquel momento, pude darle a la hermana la palabra que Dios me dio, y ella, entre sollozos, se persuadió de no divorciarse. Luego, al ella enviarle un mensaje al esposo diciéndole que no se divorciarían, parece que él pidió un permiso para ver a su familia, y cuando vino, ese hombre andaba buscando quién fue la persona que convenció a su esposa de que no se divorciase de él. El soldado vino buscándome a la iglesia, y acercándose, con una amplia sonrisa, me dijo: «Pastor, gracias. Gracias a Dios y a usted mi esposa no se divorciará de mí». Así que ellos se juntaron de nuevo, y ahí están en un hogar feliz y sus hijos más felices todavía. Pasado el tiempo, un día, mientras meditaba en las cosas del Señor, me conmoví en mí espíritu, recordando aquel caso y pensando que si mi vida sirvió para devolverle la felicidad a un hogar que estaba ya perdido, ha valido la pena servir a Jehová. Yo le dije: «Padre, gracias por hacerme tu ministro. Soy útil; di felicidad perpetua a un hogar que estaba roto». Por eso digo: ¿He de dejar esto para hacerme grande? No, no quiero ni puedo dejar mi vocación. La felicidad de un ministro es dar dulzura, honrando a Dios y bendiciendo a los hombres.
Volviendo a nuestra parábola, vemos que los árboles, ante la negativa de la higuera acudieron entonces a la vid, y le dijeron: “Pues ven tú, reina sobre nosotros”, pero ella les respondió: “¿ He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?” (Jueces 9: 12,13). La vid produce uvas de donde hacen el vino. En la Biblia el vino es un tipo de gozo y el salmista dijo que el vino alegra el corazón del hombre (Salmos 104: 15). La Palabra registra que cuando no había uvas, en los lagares había tristeza; pero cuando había el fruto de la vid, había gozo. También el vino es un tipo de pacto. Vemos que Jesús levantó la copa y dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (Marcos 14: 24). En la iglesia está el gozo del Espíritu Santo, y hay hermanos cuyo don es como la vid, producen mosto de alegría y dan gozo. Ellos llegan y con sus alabanzas alegran el ambiente, hacen reír hasta a los moribundos, transmiten alegría y gozo. Si esa gente deja de ser lo que es para hacerse grande ¡ay de la iglesia!, pues precisa de esa unción.
Cada don, cada capacidad ungida que Dios da a los santos, provoca algo; produce honra, dulzura, gozo, unción que fortalece el espíritu de los que los rodean. Podemos hablar de otros árboles también, pero el mensaje es el mismo. Mi hermano, nuestro llamado no es reinar, sino servir. Como una confirmación del uno al otro, los tres árboles más importantes dijeron: « ¿he de dejar?», lo que significa que tenían algo, que habían recibido algo y podían dar. Ellos prefirieron servir antes que reinar. Pero, a cuántos les apela más ser grandes que servir, ocupar una posición y estar en autoridad sobre los demás que ser usado por Dios, en humildad y sencillez.
La palabra “dejar” implica que si decido reinar y ser grande, entonces debo renunciar a mi oficio o propósito. Por lo cual, aprendo que no se puede aspirar a ser grande y reinar, sin poner en riesgo lo que fuimos llamados a hacer que es honrar a Dios y dar el fruto que bendice a los hombres. Cuando tú dejas de ser lo que eres, de dar lo que recibiste de Dios, para ser grande entre los hombres, estás poniendo en riesgo el propósito divino en tu vida. Incluso, en el reino de los cielos el que quiera hacerse grande entre nosotros será nuestro servidor, y el que quiera ser el primero será nuestro siervo, dijo el Señor (Mateo 20: 26-27). Entiendo, entonces, que el que sirve es el grande. LA GRANDEZA EN EL CIELO NO ES UNA POSICIÓN, SINO UNA APROBACIÓN: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25: 21). El gozo del Señor es el servicio a Dios. Miremos a Jesús “el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreo 12: 2).
Volviendo a nuestra parábola, indudablemente que los árboles tenían tremendo problema. Ellos querían rey, pero los tres árboles principales, que tenían mucho que dar, no quisieron reinar. Por lo cual, no les quedó otra opción que ir a la zarza y decirle: “Anda tú, reina sobre nosotros” (Jueces 9: 14). Me imagino lo contenta que se puso ella, pues seguramente pensó: « ¡al fin se han dado cuenta quien soy! ¡Todos los árboles por unanimidad me han elegido, me quieren como rey!». Así que en seguida ella respondió: “Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos, bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano” (v. 15). ¿Has visto alguna vez una zarza? Es un arbusto pequeño y espinoso, cuyas ramas son como aguijones. Prácticamente es una maleza del desierto, que absorbe el agua y daña el terreno y le quita el lugar a otros árboles que sí son productivos.
En el libro de Isaías dice: “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída” (Isaías 55: 12-13). Es decir, cuando Dios anuncia el tiempo de prosperidad, de bendición para su pueblo, dice que en el lugar de la zarza crecerá ciprés. ¡Qué buena noticia, que en el lugar de un arbusto tan feo y seco, crecerá un árbol hermoso y productivo! El ciprés es un árbol de 15 a 20 metros de altura, que aunque por fruto da gálbulas o conos, su madera es duradera. Además, a diferencia de la zarza, el ciprés sí puede abrigar y dar sombra. ¡Oh, qué bendición! Jesús dijo: “Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas” (Lucas 6: 44). Si cada árbol se conoce por su fruto, la zarza se conoce porque, prácticamente, no tiene ninguno. La vendimia es la cosecha y recolección de las uvas, pero también podemos aplicarla como el provecho o fruto abundante que se saca de alguna cosa, y la zarza no tiene mucho de aprovechamiento en ella; solo espinas.
Me llama la atención que los tres árboles que tenían qué dar, dijeron: « ¿he de dejar?» y en cambio la zarza, que no tenía nada, quería reinar (Jueces 9: 15). La zarza no tenía algo con que agradar a Dios y bendecir a los hombres, y ahí se mide su espíritu. El que tiene mucha unción dice: «Yo no voy a renunciar a mi unción para ser grande. A mí no me apela la grandeza, a mí me apela vivir el propósito de mi llamamiento». ¿No fue eso lo que dijeron los tres primeros árboles? Sin embargo, la zarza y los que son como ella, reinar es precisamente lo que andan buscando. Mas, ¿sabes lo que me dice el Espíritu Santo? Que en la zarza se revela un espíritu que hay en la iglesia, el cual no tiene nada que dar y sin embargo quiere reinar. Ese mismo espíritu, también se encuentra en el hombre, un espíritu de grandeza, de posición, que procura enseñorearse de los demás.
Por causa de la ambición de reinar y enseñorearse de los demás se pierde el interés en ser lo que Dios nos mandó a ser, manifestándose otro espíritu que no es el de Cristo. Jesús estaba reinando en el cielo y dejó de reinar para venir a servir al Padre (Filipenses 2: 6-7). Él dijo: “En el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmos 40: 7-8). El Señor dejó de ser rey, para servir, y lo hizo de forma tan excelente que Dios le devolvió la corona. El que se despojó fue revestido, el que se humilló hasta lo más bajo, fue levantado hasta lo sumo.
Nota que la primera palabra que la zarza dijo fue “venid” (Jueces 9: 15), o sea, dio una orden, un llamado imperativo. Pero ¿que vengan a dónde? a abrigarse bajo su sombra, ¡qué arrogancia, qué cinismo! En otras palabras: «Si en verdad ustedes me quieren como rey, sométanse a mí, y mi primera orden es venir y ponerse debajo mío». Cuidado con el espíritu de la zarza, porque no es según el Espíritu de Cristo, pues Él no se hizo rey para hacernos vasallos, sino para que reinemos con Él (Apocalipsis 20: 6). Ese espíritu de la zarza lo conocí en la religión, en aquellos que dicen: «Si me eligieron a mí, sométanse a mí; yo soy el que estoy aquí en autoridad y a mí hay que obedecerme.. ¡Eh, a ti! ¿qué miras, qué buscas? ¡Sal de ahí! Esa es mi oficina y mi función, eso lo hago yo. No toques ni te metas en lo que hago». ¡Qué espíritu! Todavía no la habían elegido bien, sólo era una propuesta y ya la zarza estaba dando órdenes. Solamente hay uno que dijo venid, y fue el rey Jesús, y nota el espíritu de sus palabras:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (…) Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. (…) Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (…) Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. (…) Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (…) Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Mateo 11: 28; 19: 14; Juan 6: 35, 37; 7: 37; 14: 3). 6: 35, 37; 7: 37; 14: 3).
Jesús tiene mucho que ofrecer, por eso puede llamar y decir: « ¡Vengan a mí, síganme! Yo los haré descansar; les doy mi reino; les doy de comer; les sacio su sed; les doy paz, salvación y los llevo al Padre». La zarza ofrecía abrigo y sombra, pero no tenía ninguna de las dos cosas. Imagínate que vas caminando bajo un sol abrasador y vayas a cobijarte debajo de una zarza, ¡qué sombra te va dar si sus hojas son arqueadas y divididas, y para colmo hincan! Creo que más que recibir un alivio, saldrías bien lastimado. De hecho, en la Biblia la palabra zarza tiene el mismo significado que espinos y abrojos, y me pregunto, ¿cómo podría ofrecer cobertura un arbusto tan pequeñito y sarmentoso? Y pensar que eso es lo que está pasando en la actualidad, gente con “apostolados” que quieren dar cobertura sin tenerla. Por eso, Dios está restaurando el ministerio apostólico. Todos quieren ser apóstoles, pero sin pagar el precio del apostolado, ni llevar las señales que Pablo describió:
“… en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; (…) por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. (…) De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. (…) en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; (…) Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Corintios 6: 5,8-10; Gálatas 6: 17; 2 Timoteo 2: 9,10).
Es notable que tanto el olivo, la higuera, como la vid te bendigan, pero la zarza te lastima. Abre tus ojos y tus oídos, porque aquí hay una muy grande enseñanza. Cuando una persona está llena de orgullo, arrogancia y autosuficiencia, cree que puede dar algo, pero no tiene nada, porque el orgullo la incapacita para ver su deficiencia. El amor edifica, pero el orgullo infla, destruye y estorba. A Jesús le decían “maestro bueno”, pero él respondía: “¿ Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios” (Lucas 18: 19). Y cuando entró en Jerusalén que lo aclamaron diciendo: “¡ Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mateo 21: 9), lo hizo cabalgando en un pollino, como se había profetizado: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9: 9). ¡El rey en un pollino de asna y prestado (Mateo 21: 2)!, y sus “siervos” ahora andan en aviones y jet privados; eso suena raro. Salomón dijo: “Hay un mal que he visto debajo del sol (…) Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra” (Eclesiastés 10: 5, 7). Así, Jesús el grande, el que cabalga sobre los querubines, y vuela sobre las alas del viento, el que ha puesto las nubes por su carroza y que ha hecho en el mar su camino y sendas en las muchas aguas, cabalgó en un burrito prestado, porque aunque era rey, su objetivo era servir, no reinar (Salmos 18: 10; 104: 3; 77: 19).
La zarza también quería reinar a la fuerza. Ella dijo: “… y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano” (Jueces 9: 15). En otras palabras: «Si no me ponen de rey, aquí se acabará el reinado; reino yo o nadie». Increíble, cómo hablaba la zarcita, siendo tan pequeñita. Apenas le estaban ofreciendo reinar y ya estaba mandando y amenazando. La zarza y la lengua tienen muchas cosas en común: primero, se jactan de grandes cosas; y segundo, las dos encienden tremendos fuegos (Santiago 3: 5). Ellas tienen el espíritu de fuego que destruye y que condena, como dice la Palabra: “… la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 6).
Lo peor es que con ese espíritu se logran muchas cosas hoy en día. Supe que un pastor le dijo a alguien: «Uso mi autoridad apostólica para decirte que si te vas de esta iglesia, ¡pierdes el Espíritu Santo, y hago que ni en lenguas hables!». ¡Santo, Jehová! Este hombre se ufanaba de tener poder para quitar no solo los dones -que son irrevocables (Romanos 11: 29)-, sino hasta el Espíritu Santo con el cual Dios nos selló (2 Corintios 1: 21-22). Y pensar que todas esas amenazas eran para que no se vaya y siga debajo de su cobertura, pues cuando no pueden retener a la gente con promesas, lo hacen con amenazas y condenación.
Los tres primeros árboles tenían que dar y querían vivir dando fruto de lo que recibieron del Señor. El apóstol Pablo escribió: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado…” (1 Corintios 11: 23); y Pedro dijo: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4: 10). Por tanto, si tenemos algo que dar, porque Dios nos ha dado, no lo retengamos, pero si no tenemos para dar, no caigamos en la arrogancia y petulancia de la zarza, ofreciendo lo que no tenemos. Seamos lo que somos y demos lo que hemos recibido, en la humildad del Señor Jesucristo. La única verdad que dijo la zarza fue al final, cuando amenazó darle lo que podía: fuego, y no del Espíritu, sino con el único que tenía, fuego destructor.
Está claro que el mensaje de Jotam a los habitantes de Siquem a través de esta fábula fue que abimelec, a quien ellos habían elegido rey, era como una zarza, pues no les podía ofrecer ninguna seguridad, por el contrario, sería causa de destrucción e instrumento de muerte para ellos. Estas palabras fueron proféticas, pues Dios para vengar la sangre de la casa de Jerobaal (Gedeón) que había derramado Abimelec, envió un espíritu de hostilidad entre éste y los de Siquem (Jueces 9: 22-24), y tal como él enseñó en la alegoría, abimelec prendió fuego a Siquem. Veamos la narración bíblica:
“Y fue dado aviso a Abimelec, de que estaban reunidos todos los hombres de la torre de Siquem. Entonces subió Abimelec al monte de Salmón, él y toda la gente que con él estaba; y tomó Abimelec un hacha en su mano, y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo. Y todo el pueblo cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, y prendieron fuego con ellas a la fortaleza, de modo que todos los de la torre de Siquem murieron, como unos mil hombres y mujeres” (Jueces 9: 47-49).
Es notable lo que dice el verso 23 de este capítulo: “Y tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron su descendencia, porque tuvo muchas mujeres. También su concubina que estaba en Siquem le dio un hijo, y le puso por nombre Abimelec” (jueces 8: 30-31). La aplicación espiritual es que el espíritu de la zarza que ha entrado en la iglesia, y que está dañando el propósito de Dios en el ministerio apostólico, nace de la misma manera que abimelec, o sea, de una relación ilícita entre el verdadero ministerio apostólico y el falso. Es el resultado de una alianza parecida a la que hubo entre la casa de Josafat y la casa de Acab y Jezabel (2 Crónicas 18: 3). Este espíritu viaja por el mundo, tirando mantos, ordenando al apostolado a personas no aprobadas por la iglesia; asimismo ha usurpado la autoridad apostólica y no la usa para edificación, sino para que todos se cobijen bajo la “sombra” de su cobertura ilegítima. El espíritu de la zarza está encendiendo “los bosques” y trayendo consigo destrucción y confusión a la iglesia. El Señor revela que en este espíritu se esconde avaricia, orgullo y rebelión. El Espíritu Santo lo desenmascara y nos hace conocer que su maligna intención, aparte de traer confusión es, que la iglesia (afectada por sus vicios y excesos), deje de creer en el verdadero ministerio apostólico, el cual el Señor está restaurando en estos días. Veamos cómo termina esta historia y cuál el fin de Abimelec:
“Después Abimelec se fue a Tebes, y puso sitio a Tebes, y la tomó. En medio de aquella ciudad había una torre fortificada, a la cual se retiraron todos los hombres y las mujeres, y todos los señores de la ciudad; y cerrando tras sí las puertas, se subieron al techo de la torre. Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego. Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo. Entonces llamó apresuradamente a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió. Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa. Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos. Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal” (jueces 9: 50-57).
Esta mujer que Jehová usó para acabar con la vida del fratricida abimelec es un tipo de la iglesia valiente y osada que el Señor está usando para detener y destruir ese espíritu, que tanto daño está causando al ministerio de Dios. La iglesia es el medio que el Señor ha elegido para destruir el pernicioso espíritu de abimelec (zarza). Añade más luz a nuestra enseñanza el hecho de que el instrumento que aquella mujer usó para matar a abimelec fue un pedazo de rueda de molino. El Señor dijo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18: 6). Hacer tropezar es igual a hacer caer, inducir a pecar, tentar, seducir, etc., y esto es lo que este espíritu está realizando en la iglesia. Dios ha determinado que sea con una piedra o rueda de molino que se le rompa el cráneo y se haga morir al espíritu que dijo: “salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano” (Jueces 9: 15). Los cedros del Líbano son tipos de los justos (Salmos 92: 12). Así que la guerra de este principado es contra los santos de Dios. Por esa razón, el Señor usará a la iglesia (la mujer) para romper la cabeza de este adversario del propósito divino.
Hay otro asunto muy curioso de la zarza que nos muestran las Escrituras. ¿Sabías que Moisés no era el hombre más manso de la tierra, sino que llegó a serlo? Cuando Moisés vio a sus hermanos en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de ellos, dice la Palabra que miró a todas partes, y creyéndose que nadie lo veía, mató al egipcio y lo escondió en la arena (Éxodo 2: 11-12). Aquí yo veo una reacción violenta ante una injusticia. Moisés no era un hombre manso, pero ¿sabes cómo Dios logró que lo fuese? Lo mandó a pastorear ovejas por cuarenta años, y en ese trabajo cualquiera se vuelve manso. Las ovejas son los animales más torpes de que yo tengo referencia, pues nota que todos los animales corren cuando ven a un depredador, pero las ovejas dicen ‘bee, bee’ como diciendo: «Veen, veen, comemeeeé, comemeeeé», y no saben qué hacer. Así que cualquiera aprende paciencia pastoreando ovejas.
Cuando Jehová llamó a Moisés para enviarlo a liberar a su pueblo de las manos del Faraón, le dijo: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3: 11). Jehová insistió, pero él le contestó: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4: 10). No obstante, Jehová todavía le habló de todo lo que iba a hacer, y él volvió e insistió: “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar” (Éxodo 4: 13). Entonces Jehová se enojó y le dijo: “¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer” (vv. 14-15). Bien humilde estaba Moisés y con una estima bien baja, como la de una oveja, la cual tuvo Dios tuvo que levantar prácticamente a gritos. Pero, ¿sabes cuándo, realmente, Dios le enseñó a Moisés humildad? El día en que Jehová se le apareció en una zarza.
Cuando Dios se quiso hacer nada, se manifestó en una zarza, pues para lo único que sirve la zarza es para representar la nulidad. El único que le dio importancia a la zarza fue Dios, porque a la zarza todo el mundo le prendía fuego, pero Jehová le dio el fuego divino que quema, pero no consume (Éxodo 3: 2). Hay esperanza para “las zarzas”; pues aunque no dan fruto, Dios le puede dar fuego para que alumbren. Tanto fue la importancia que Dios le dio a la zarza en ese momento, que cuando Moisés bendijo las doce tribus de Israel, y le iba a dar la bendición a José, dijo: “Con el fruto más fino de los montes antiguos, Con la abundancia de los collados eternos, Y con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud; Y la gracia del que habitó en la zarza Venga sobre la cabeza de José, Y sobre la frente de aquel que es príncipe entre sus hermanos” (Deuteronomio 33: 15-16). Nota que Moisés habló de frutos y dádivas de la tierra, pero cuando mencionó a la zarza no pudo hablar nada de lo que ella diera, sino de la gracia del que habitó en ella. En otras palabras, el Señor manifestó la gracia cuando se apareció en una llama de fuego en medio de la zarza. Eso nos habla de la humillación de Jesús, pues gracia fue lo que en su Hijo, Dios nos manifestó.
El Creador del cielo y de la tierra, habitó en una zarza. Qué tal si la zarza, de la parábola de Jotám, hubiera dicho a los árboles: « ¿Ustedes me están pidiendo a mí que reine? ¿Pero qué tengo yo que ofrecer? ¿Qué tengo para dar? No tengo fruto, no tengo abrigo, no tengo sombra, soy una maleza del desierto ¿Cómo voy a reinar? Si yo para lo único que sirvo es para que me quemen. Lo único bueno que ha pasado en la historia de nosotras las zarzas fue que un día el Santo de Israel, cuando quiso hacerse nada y decirle a Moisés: “Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57: 15), se manifestó en una zarza. Yo no soy como el olivo que puede dar honra con su aceite, ni soy como el higo que puede dar dulzura, tampoco soy como la vid que puede dar alegría con el mosto, no sirvo para nada. Ahora, una cosa sí puedo hacer: servirle a mi Dios, para que la gracia del Señor se manifieste, y habite en mí el fuego que nunca consume». Entiendo, entonces, que la historia de la zarza hubiera sido totalmente diferente.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
Que Dios te bendiga!
EMA 404 – La Gloria del Llamamiento
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! En esta clase estaremos estudiando EMA 404 – LA GLORIA DEL LLAMAMIENTO, o sea el beneficio del llamado de Dios. Usando ejemplos y referencias bíblicas, presentaremos aquí informacion importante sobre la gloria del llamado ministerial. Discutiremos como Dios cumple sus propósitos en el llamado al ministerio, y como las circunstancias siempre siguen un propósito. Nuevamente recalcamos que muchos hombres y mujeres entran al ministerio sin conocer las implicaciones de conocer experimentar su gloria, y como sucede muchas veces, pronto nos daremos cuenta si nos hemos lanzado al ministerio buscando la gloria humana.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El Candidato al Ministerio podrá entender la verdadera gloria del llamado ministerial.
- B- El Candidato al Ministerio Podrá saber las implicaciones bíblicas de ministrar bajo la Gloria de Dios.
- C- El Candidato al Ministerio podrá entender que nos sentimos inmerecederos al experimentar la glora de Dios.
- D- El Candidato al Ministerio podrá identificar los requisitos que debemos tener en cuenta al experimentar la gloria del ministerio.
- E- El Candidato al Ministerio podrá entender la seriedad que Dios al mostrar su gloria.
- F– El Candidato al Ministerio podrá entender por que es necesario examinar nuestra propia vida, para ministrar bajo su gloria.
EMA 404 – LA GLORIA DEL LLAMAMIENTO
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” -2 Corintios 3: 18
La gloria de Dios está manifestada en todo lo que Él es y hace. Más, la sublimidad de esa gloria y la manifestación de la misma es algo que no todo el mundo puede ver. El profeta Ezequiel tuvo esa bienaventuranza de ver en visiones cosas muy extrañas, asuntos que sólo son entendibles en el Espíritu, por aquellos que Dios les abre el entendimiento para que puedan comprender esos misterios. Si lees el primer capítulo del libro de Ezequiel, en sus primeros versículos, encontrarás que el profeta vio cuatro seres vivientes semejantes a hombres, pero con un aspecto muy extraño, que cuando corrían eran como relámpagos (Ezequiel 1: 5-13). También vio ruedas dentro de ruedas con ojos que se movían y se levantaban junto a los seres vivientes, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas (v. 20). Eran visiones muy extrañas, pero eran revelaciones de la semejanza de la gloria del Señor y Ezequiel la describió de esta manera:
“Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Ésta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba” (Ezequiel 1: 28)
A mí, particularmente, me gusta la expresión “la semejanza de la gloria”, porque todo lo que Dios le puede mostrar al hombre, y aquello que el hombre sea capaz de ver, acerca de la gloria de Dios, es una semejanza. Todas las cosas que nosotros vemos en la Biblia que ilustran la gloria, o que Dios usa para dar a conocer su gloria, son simplemente una semejanza, porque ¿quién en realidad ha visto la verdadera gloria, o sea, la plenitud de Su gloria? Naturalmente, sabemos que Jesucristo es el resplandor de su gloria, pero me refiero más bien a la gloria manifestada en una visión.
Por tanto, todo lo que se muestra en la Palabra sobre la gloria de Dios es una semejanza. Por ejemplo, cuando Israel estuvo en el monte Sinaí, para encontrarse con Jehová, que descendió en aquel monte, las Escrituras describen aquel momento glorioso, como una majestad terrible, donde hubo truenos y relámpagos, y dicen que una espesa nube cubrió el monte, y el sonido de bocina era tan fuerte que estremeció todo el lugar. El monte Sinaí humeaba porque Jehová había descendido sobre él en fuego, y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía, así como el sonido de la bocina iba aumentando en extremo, mientras Moisés hablaba a Jehová y Dios le respondía con voz tronante (Éxodo 19: 16-20). Por eso el cántico: “A la presencia de Jehová tiembla la tierra…” (Salmos 114: 7), pues fue algo tan extremadamente impactante que el pueblo no pudo resistirlo. Israel temblaba, y hasta en el libro a los Hebreos se registra que era tan terrible lo que se veía, que Moisés dijo: “Estoy espantado y temblando” (Hebreos 12: 21).
Era un momento de gloria, donde el pueblo vería cara a cara a su Dios Inmortal e Invisible. Mas, no pudieron salirle al encuentro y le dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxodo 20: 19). Y esa era simplemente una apariencia, una semejanza, pues la Biblia dice que los cielos de los cielos no lo pueden contener (1 Reyes 8: 27). La zarza fue otro lugar en que se mostró la gloria de Dios, pero también fue una semejanza (Éxodo 3: 1-5). Toda visión de la gloria es una semejanza de la gloria, pero la realidad de la gloria sabemos que es Jesucristo. Él no es una semejanza, pues podemos decir que la gloria descendió en semejanza de Hombre, y aunque Jesucristo era cien por ciento Dios, lo vimos en carne. Solamente aquellos tres que lo vieron en la transfiguración lo vieron glorificado, y todavía eso fue una limitación (Mateo 17: 2).
La gloria, gloria, esa verdadera gloria, ningún hombre la puede ver. Esa fue la razón por la cual, el Señor se negó a mostrar su rostro a Moisés, pues no hay hombre que vea su rostro y continúe viviendo (Éxodo 33: 20). Por tanto, las visiones de su gloria son una semejanza nada más. Sin embargo, todos aquellos que han visto esa semejanza han sido cambiados, jamás fueron los mismos después de ese día, porque la gloria de Dios transforma. Eso es lo incomprensible del misterio de la iniquidad, que alguien que siempre veía la gloria y que estaba lleno de la gloria, perdió la gloria, y en vez de ser cambiado de gloria en gloria, lo que hizo fue que descendió y tuvo que ser arrojado de su presencia, por rebelarse contra el Señor (Ezequiel 28: 15-19).
Ahora, hay algo que a mí me llama la atención, después que el Señor le mostró a Ezequiel esa visión. Vemos que el profeta se postró para oír la voz de uno que le hablaba (v. 28), pero es interesante que la voz lo primero que le dijo fue: “Hijo de hombre” (Ezequiel 2: 1), y estoy seguro que el profeta pudo entender la intención del que le hablaba. Con esa expresión daba a entender: «Hombre, te habla el altísimo, el Todopoderoso, el Grande, el admirable. Y aunque tú estás viendo mi gloria, yo quiero decirte que tú eres un Hijo de hombre». Porque cuando Dios revela su gloria, nos hace ver lo que somos, ya sea con la Palabra o con el sentir que produce en nosotros al ver lo pequeñísimo que somos. Cuando Dios se manifiesta, no solamente revela su gloria, sino también lo que el hombre es. Únicamente a través del espejo de la gloria de Dios se ve lo que es el hombre. Por eso, inmediatamente el hombre ve la gloria, se postra, porque es un hijo de hombre. A Isaías cuando Dios le mostró la gloria, escribió:
“… vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”( Isaías 6: 1-5).
Nota la expresión del profeta cuando le fue revelada la visión de la gloria que en su sentir de indignidad, creyó que ya estaba muerto. Él se sentía tan inmundo, tan poca cosa delante del Rey, Jehová de los ejércitos, que su mente no concebía que pudiera estar vivo. El apóstol Pedro, cuando el Señor hizo la pesca milagrosa y vio que Jesús era más que un hombre, pues contempló la gloria de Su poder, cayó de rodillas ante sus pies, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5: 8). Al ver la gloria de Dios en Jesucristo, Pedro se sintió indigno y reconoció que era un pecador. Cuando un hombre en realidad, no en apariencia, tiene un encuentro con la gloria, le pasa lo mismo que a estos hombres: ve su indignidad, se siente sucio, y descubre su pequeñez, reconociendo lo que es: simplemente un hijo de hombre.
Cuando Daniel tuvo aquella visión en el río Hidekel, los que le acompañaron no la vieron, pero se apoderó de ellos un gran temor y huyendo despavoridos, se escondieron (Daniel 10: 7). Daniel se quedó solo, mudo y sin fuerza, sintiendo que desfallecía (vv. 8-11). El ángel tuvo que tocarlo para devolverle la fuerza y el habla (vv. 16-18). La gloria de Dios debilita y eso nos confirma que el hombre es nada frente a la majestad de Dios. Y qué decir de Juan, quien escribió en el libro de la gran revelación: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último” (Apocalipsis 1: 17). A veces decimos: «Señor, muéstrame tu gloria», y me pregunto: ¿sabemos lo que estamos pidiendo? El Señor dice: « ¿quieres saber quién eres?» Todo aquel que pida la gloria tiene que estar dispuesto a cuando vea la gloria, también verse a sí mismo y saber en realidad quién es él.
Por tanto, todos los que han visto “la semejanza de la gloria de Dios” caen como muertos, pero también algo físicamente les afecta. En el caso del sacerdote Zacarías, temporalmente se quedó mudo, cuando dudó de la visión y el propósito con el hijo que había de tener (Lucas 1: 18-20). A Moisés la voz desde la zarza le advirtió: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3: 5), por lo que podemos decir que la gloria le mostró cómo eran sus pies, tipo de humanidad y corrupción, ante la perfección y santidad de Dios. A Isaías, por su parte, le mostró lo que eran sus labios, inmundos (Isaías 6: 5). Vemos a Josué, que al ver la visión se postró y adoró, pero tuvo que despojarse, quitar el calzado de sus pies (Josué 5: 15). A Saulo de Tarso la visión lo dejó ciego, le afectó los ojos (Hechos 9: 8). Por lo cual, podemos decir que la visión de la gloria afecta el cuerpo, por eso cuando la gloria se manifiesta afecta la iglesia.
Cuando alguien habla de sí mismo con jactancia, o está tan admirado de sí que no se calla de decir lo que ha logrado, puedes estar seguro que ese no ha pasado ni siquiera a diez millas de distancia de donde estuvo la gloria de Dios. Todas las personas que viven en la presencia se sienten más pecadores que los demás, más pobres y limitados. Esos reconocen la gracia de Dios en sus hermanos, y constantemente le dicen al Señor: « ¡ay mi Dios! Mira mi limitación, mira mi pobreza, yo no sé qué pasa, no me siento digno, no me siento suficiente». LA HUMILDAD ES LA SEÑAL QUE TE MUESTRA SI ESA PERSONA HA VISTO VERDADERAMENTE LA GLORIA, Y CUÁNTO HA ASIMILADO DE ELLA.
Ahora, cabe destacar que hay quienes siempre se sienten miserables y pobres, pero no es porque han visto la gloria, sino porque tienen problemas emocionales y una autoestima muy baja. Distingamos una cosa de la otra. La Biblia dice que hay dos tristezas, una emocional que te lleva a sentirte inferior a los demás, que viene de la carne, y otra que es según Dios, la cual te lleva a arrepentimiento, porque te hace ver que eres pobre, desnudo, desvalido, miserable, pero no te sume en depresión ni en culpabilidad. La tristeza según Dios, te lleva a una búsqueda de Su presencia y a una actitud correcta, la cual es deberle todo a la gracia del Señor Jesucristo (2 Corintios 7: 10). Puedo imaginarme cómo el Señor se siente -conociendo los corazones- al oír ciertas oraciones nuestras: « ¡Señor, muéstrame tu gloria! ¡Ábreme los cielos! ¡Úsame!». Pero Él dice: « ¿Y para qué quieres la gloria? ¿Para tener un ministerio grande; para ser conocido por todas las naciones como fulano y perencejo; para tener costosos edificios; para hacerte de un grande nombre, el tuyo? ¡ay, pero cuán lejos de mí está tu corazón! Yo no muestro mi gloria para engrandecer al hombre; yo muestro mi gloria para engrandecerme yo, y mostrarle al hombre quién es él delante de mí y cuánto me necesita». LA GLORIA DE DIOS NO TE APLASTA, PARA DEJARTE EN EL POLVO, SINO QUE TE HUMILLA PARA QUE DEJES DE SER LO QUE ERES Y DESEES SER LO QUE ES EL SEÑOR.
Por tanto, reconocer lo que somos es una bienaventuranza, pues nos hace aborrecer lo nuestro, para amar lo que es Dios. Cuando un hombre está bien humillado frente a la gloria es cuando ésta lo levanta, pero debe estar tan aplanado que su yo desaparezca, para poder volar entonces en las alas de su Espíritu. Solo la humildad nos muestra a Jehová, porque nos da los ojos para ver al alto y Sublime, al que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo, al que habita en la altura y la santidad, pero desciende para habitar con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57: 15). ¡Oh, si entendiéramos lo que produce la gloria! a veces hablamos tanto de la gloria, de avivamiento para ver la gloria, pero lo que queremos ver es la manifestación de la gloria, el poder de la gloria, para recrearnos, saltar, y tener buenos momentos, pero no sabemos lo que estamos pidiendo. Cuando Dios manda la gloria es para producir un efecto en nosotros. Ninguno de esos hombres fueron los mismos después que contemplaron la gloria de Dios.
También me he dado cuenta que dependiendo de la semejanza de la gloria o el aspecto de la gloria que Dios quiere mostrarme, dependerá el efecto que esta produzca en mí. Por ejemplo, cuando Dios le mostró a Isaías la gloria, le mostró Su santidad, por eso los querubines decían: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6: 3). Y el profeta Isaías en espíritu entendió que lo que Dios le quería mostrar no era tanto el poder, porque temblaran los quiciales de las puertas o que aquella casa se llenara de humo y las faldas del Señor llenaban el templo, mostrando su majestad (Isaías 6: 4,1). Lo que Jehová le quería mostrar a Isaías en esta visión era lo que decían los querubines, que Dios es santo. Por lo cual, al contemplar el aspecto de Su santidad en la semejanza de su gloria, el profeta sintió lo inmundo que él era, y por eso dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6: 5). Mas, uno de los serafines voló hacia él con un carbón encendido en sus manos, que tomó del altar con unas tenazas y tocando con él sus labios, le dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6: 6-7). Después de ese momento, el profeta nunca más fue el mismo.
Si estudias la vida de Isaías, verás que a partir de ese incidente, hubo un antes y un después. La gloria lo marcó y afectó su vida de tal manera que cambió su lenguaje. Nota que el profeta, en sus escritos, usa una expresión como si fuera un estribillo: “El Santo de Israel”. Si tomas una concordancia bíblica y buscas las palabras “santo” y “santidad” comprobarás que Isaías es el profeta que más las usa. De veinticinco versículos bíblicos en que se usa la expresión “El Santo de Israel”, veintiuna corresponden al libro de Isaías, porque el profeta jamás pudo hablar de la persona divina, sin decir: Él es el Santo. También es el profeta que habla de la morada santa, del templo santo, de los cielos que son santos; y todo su libro está lleno de lo santo y de la santidad de Dios. ¿Por qué? ¿Qué fue aquello que él vio, que Dios le quiso manifestar? Su santidad. Por tanto, cada uno habla de lo que ve y oye de Dios.
¿Qué has visto tú de Dios, mi hermano? SI ME DICES LO QUE HAS VISTO DE DIOS, YO TE DIRÉ LO QUE DIOS HA HECHO EN TI. Ver a Dios no es contemplarlo con nuestros ojos físicos, Él dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45: 22). Cuando tú miras como debes mirar, a cara descubierta como en un espejo la gloria de Dios, serás transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Corintios 3: 18). Mirar, desde el punto de vista espiritual, no es darse una ojeada, pues el que contempla la gloria, dependiendo de lo que vea eso va a recibir. Por tanto, la arrogancia en una persona me muestra que no ha visto nada de Dios, porque el que lo ve anda quebrantado, y se siente pequeñito, pues ha sido impactado por la grandeza divina.
Cuando el Señor muestra algo de Su gloria es para hacerte de acuerdo a aquello que Él te quiso mostrar de Su persona. Es por eso que el Señor se levanta en medio de su pueblo y dice: « ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué oras diciendo: “lléname Señor”? ¿Para que?». El Señor da su gloria solo a aquellos que quieran ser como Él. No pidas gloria para exhibición, ni para fama, ni para ser conocido; tampoco para destacarte o por curiosidad o por satisfacción personal, sino pídela para ser como es Dios. Él es santo y porque has visto Su santidad, la admiras y la anhelas. Es como cuando te enamoras de un lindo vestido, de un buen auto, de una casa, de algo que deseas para ti, no por pretensión, sino porque darías lo que no tienes por adquirirlo, porque sea tuyo. ¡Ay, desea ser como Él!, ¡anhélalo a tal punto que vendas todo lo que tengas, a cambio de su amor, de su esencia y de su ser! Generalmente, cuando queremos avivamiento y llenura del Espíritu es cuando oramos. También oramos para pedir sanidad, para ser libres, para tener unción, para hacer milagros, etc., y eso no es malo. El Señor nos manda a pedir y a procurar los mejores dones (1 Corintios 12: 31), pero cuando tú pidas gloria, trata de hacerlo como Moisés. Él dijo primero: “… te ruego que me muestres ahora tu camino” (Éxodo 33: 13); y luego dijo: “Te ruego que me muestres tu gloria” (v. 18). Primero una cosa y luego la otra.
La gloria de Dios tiene un camino y al hombre que lo transita, Él le abate por el polvo su orgullo, mostrándole su condición. Y si ese hombre tiene el verdadero espíritu, y frente a la gloria reconoce su pobreza, su limitación y su inmundicia, algo pasa: es levantado, transformado y dignificado. Observa que los caminos de Dios tienen que ver con conocer la conducta divina y nuestra relación con él. La palabra “camino” en la Biblia se traduce de muchas maneras, pero lo que más revela es conducta. Por ejemplo, la Palabra habla del camino de Balaam (2 Pedro 2: 15), el camino de Jehová (Génesis 18: 19), el camino de Caín (Judas 1: 11); el camino de su padre (1 Reyes 15: 26), implicando conducta. Dijo el salmista: “¿Con qué limpiará el joven su camino [su conducta]? Con guardar tu palabra” (Salmos 119: 9). En el caso de Dios es lo mismo, camino es conducta, pero también propósito, intención. Todo Él lo revela en sus caminos.
Tenemos que entender la conducta del Señor, y ver que su gloria la revela para alcanzar un fin. ¿No dice la Biblia que Jesucristo es el resplandor de su gloria y la misma imagen de su sustancia (Hebreos 1: 3)? La Palabra dice que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos “conformes a la imagen de su Hijo”, y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó (Romanos 8: 29-30). Es decir que la gloria de la elección tuvo como propósito que tú lleves la imagen del Hijo, así como la gloria del llamamiento, la gloria de la justificación, y la gloria de lo que la Biblia llama glorificación, tienen ese mismo propósito, librarte de la presencia del pecado y darte lo excelso que está en el Señor.
Por tanto, la elección consiste en que Dios se propuso darte Su gloria en Su amado Hijo. El llamamiento significa que Él te llamó para que la imagen perdida de adán, la recuperes en Jesucristo. La justificación es cuando eres librado de la condenación del pecado y recibes la justicia del Hijo de Dios. La santificación es librarte del poder del pecado, para que tú seas semejante al Santo de Israel. Y finalmente, la glorificación que se realizará en el futuro, en un abrir y cerrar de ojos, el día de su venida, cuando esto corruptible será vestido de incorrupción, y esto mortal de inmortalidad. Por tanto, seremos transformados. La glorificación significa que Él va a desarraigar el pecado de ti, para que todo lo adánico que tengas salga, y solamente te quede lo que tienes de Cristo.
Dios envió a Jesucristo, el cual es el resplandor de su gloria, para darte su imagen. Por lo cual, cuando Dios manifiesta su gloria es con el fin de restaurarte, para producir en ti la imagen que fue dañada por el pecado. Dios tomó al hombre caído en el polvo -porque polvo era y al polvo volvió (Génesis 3: 19), y en la resurrección, lo levantó en el cuerpo de su Hijo y lo llevó a su gloria. Cuando entendemos estas cosas, necesariamente tenemos que decir: «Señor, perdónanos, hemos deseado tu gloria, la hemos anhelado para tantas cosas… para tener buenos momentos contigo, para crecer en cantidades, para ser vistos de los hombres, para que digan de mí, para que hablen y resalten mi ministerio, y no para lograr Tu propósito».
¡Oh, amemos ser como Dios, deseemos ser como es Él! No es suficiente pasar buenos momentos con el Señor, lo mejor es ser transformados a su semejanza. La gloria es todo lo que Él es y no simplemente el fuego de la plataforma de su trono o el embaldosado de zafiro que haya debajo de sus pies. La gloria no es meramente el resplandor del universo o la luz que pueda emanar de Él, porque Dios es luz (1 Juan 1: 5). Su gloria son sus atributos: Su santidad, Su verdad, Su misericordia, Su justicia, Su poder, Su carácter, Su ternura, Su amor, Su paternidad, Su esencia. En eso consiste su gloria, en todo lo que Él es. Isaías vio Su santidad (Isaías 6: 5) y de eso habló y profetizó; Moisés vio su justicia y misericordia, lo cual escribió en leyes y estatutos (Éxodo 34: 6-7); y así cada uno miró algo y lo testificó. Pero Jesucristo no solamente miró algo, sino que era el mismo Dios en Él (Juan 14: 10,11). Por eso de su plenitud tomamos todos, gracia sobre gracia (Juan 1: 16) y hemos visto su gloria, la gloria del Verbo de vida (1 Juan 1: 1). Eso no es una gloria cualquiera, sino la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1: 14).
¡Hay tantas cosas qué escribir de la gloria que nos quedamos cortos! Pídele a Dios que te las revele; desea ver su verdad, su misericordia, todo lo que es Suyo, pero no sólo para verlo o contemplarlo o decirlo a los demás. Al contrario, es mejor callar lo que viste y que la gente lo vea en tu vida. Con eso no estoy diciendo que no hables de lo que viste, porque la visión hay que entendería, escribirla y comunicarla. Pero lo más importante es vivirla. Cuando vivo la visión significa que la he asimilado, y soy parte de ella; que está en mí y vivo para ella. Cuando hablamos de la visión es como si expusiéramos la teoría de la visión, pero cuando la vivimos, mostramos su resultado. Nuestra vida es el laboratorio de la visión, donde se combina su fórmula, se prueba su combinación y se asimila, para luego poder ver el resultado. La gente tiene que ver que no solamente vi la gloria, sino que ella me tocó a mí primero. Pedro, Jacobo y Juan vieron la gloria de Jesús, pero no salieron glorificados del monte de la transfiguración (Marcos 9: 2). Mas, ya vendrá el día, dice Su Palabra, cuando contemplaremos su gloria y seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es (1 Juan 3: 2).
Naturalmente, entiendo que a Pedro le sirvió mucho estar con el Maestro en el monte santo, para poder ser testigo de estas cosas, como luego escribió: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1: 19). ¡Claro que sirve tener la convicción de que vimos a Dios y que adoramos a un Dios vivo, real! Pero lo más importante de Dios no es hablar de Él, sino vivirlo. Esa es su intención al revelarse. Él no se revela para decir: «Mírame como soy; ven que quiero mostrarte mi espalda; mira qué lindas mis faldas; mira qué bien me veo, adórame». Por eso, hay ocasiones que nos cansamos de rogar: «Señor revélate, Señor manifiéstate…», pero Él dice: «¡ Cálmate! ¿Todavía no te has dado cuenta que yo desde antes de los tiempos me he manifestado (Romanos 1: 19) y lo que pasa es que no tienes el corazón para verme, y en esa condición no puedo mostrarme a ti? ¿Para qué me quieres ver? ¿Para escribir un libro y hacerte famoso? ¿Para jactarte que me viste y que todos te admiren? ¿O es que estás dispuesto a ver la gloria y ser transformado por ella? Dime, ¿quieres ser como la gloria y luego callarte y que nadie lo sepa, porque lo que estés buscando es que la gloria te cambie a su semejanza? Entonces sí te la doy, para que contemples su hermosura, y tu vida sea de testimonio de la obra que he hecho en el hombre desde el principio hasta el fin».
Tenemos que orar por toda la iglesia de Jesucristo, y el mover de Dios en este tiempo, pues todo el mundo habla de la gloria, cantan de la gloria, adoran para que caiga la gloria, pero sus corazones están muy lejos del Dios de la gloria. Ellos llaman a Dios, como hacen los encantadores que tocan la flauta, para que salga la serpiente, y empiezan a proferir palabras, a hablar en lenguas para elevarse y tener una experiencia extrasensorial y salir del mundanal ruido, del estrés y la tensión. Luego dicen: « ¡ay que elevado estoy, qué paz!» Pero eso es carne y sangre, mejor que se vayan a los yogas para que reciban algunas técnicas de relajación, PERO SI BUSCAN A DIOS, NO VENGAN CON SUS EXPECTATIVAS, SINO CON CORAZONES ANHELANTES DE SER TRANSFORMADOS. ACÉRCATE AL SEÑOR CUANDO HAYAS ENTENDIDO QUIÉN ES ÉL Y DESEES SER COMO ÉL.
Créeme que digo esto y siento ese mismo anhelo en mi corazón, pues, también la Palabra pasa por mí, mientras la transmito, y mi espíritu le ruega: «Señor yo quiero eso, quisiera ser el primero en vivir esa gloria, pues ahora entiendo el resultado de la gloria y el propósito de la gloria». Y te pregunto: ¿todavía quieres la gloria? ¿Quieres ver la gloria o quieres la gloria de la gloria? La gloria de la gloria es lo que produce la gloria, especialmente en tu carácter. ¡Cuántos hay que se sientan en el banco de una iglesia por años, y la gloria no les hace nada!, siguen siendo los mismos hombres, carnales, porque sólo han pasado buenos momentos con Dios y nada más. Como la mujer que pasa buenos tiempos con el amante que la lleva al hotel, le da regalos, pero luego que la pasión es satisfecha, ella no lo vuelve a ver hasta después de muchos meses. Con él, ella solo tiene buenos momentos, pero no lo posee a él. Así hay quienes quieren tener buenos momentos con Dios, pero no quieren a Dios; desean sus cosas, pero no lo desean a Él; se pasan buscándolo, pero Él no se ve en ellos.
Algo notable es que cuando se entra a la gloria turbado, se sale en paz; cuando se entra con un conflicto, se sale ministrado; cuando se entra con un problema con un hermano, se sale reconciliado; con un deseo inmenso de perdonarlo, de abrazarlo y de amarlo, porque la gloria produce en nosotros amor. En ocasiones, entramos a su presencia afectados, con amarguras, y el Señor sabe lo que estamos sintiendo, y comienza su gloria a ministrarnos, a cambiar nuestras actitudes hacia los demás. Lo he vivido, cuando he entrado obstinado, con una tremenda convicción, pero la gloria me hace ver que mi argumento no vale nada, y salgo tragándome las palabras y diciendo: «no hablo más; tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos; y tuya también la sabiduría, amén».
Después de leer lo escrito, ¿todavía deseas la gloria? El propósito de Dios no es desanimarte, todo lo contrario, Él desea que le apetezcas y le anheles de corazón. Por lo cual, te pido que en este momento unas tu alma con tu espíritu y le pidas a Dios, con todas tus fuerzas, ser como Él. Entra ahora en la presencia del Señor y lava tu conciencia con el agua limpia, para que fluya la fuente que salta para vida eterna. Deja que te limpie de toda mala motivación, para que tú no pidas la gloria como un modismo, sino por un anhelo ardiente en tu corazón.
LA GLORIA DA A CONOCER A DIOS Y HACE NOTORIO SU PROPÓSITO. Cada vez que el Señor ha revelado su gloria es justamente para darnos su esencia misma, por eso su gloria tiene mucha relación con el llamamiento. Es notable que la mayoría de los hombres que recibieron el llamado al ministerio tuvieran, simultáneamente, una visión de la gloria de Dios, como Moisés, Samuel, Isaías, Saulo de Tarso, etc. A otros les fue revelado el propósito de Dios a través de una revelación de la gloria celestial, por ejemplo a Josué (Josué 5: 13-15), a Manoa (Jueces 13: 8-25), a Zacarías (Lucas 1: 5-25), entre otros. Luego, las Escrituras nos muestran cómo la experiencia con la gloria divina transformó las vidas de esos hombres, los cuales nunca más volvieron a ser los mismos. Pensemos en Moisés, quien tuvo que quitar el calzado de sus pies (Éxodo 3: 4-6), y en cómo este hecho cambió su camino. Desde aquel día, Moisés no anduvo de acuerdo a lo que él era o según había aprendido en Egipto, sino conforme a lo que recibió de Dios. En Peniel, por ejemplo, la gloria de Dios convirtió a Jacob en un cojo (Génesis 32: 24-32), pero también lo mudó en otro hombre. Su nombre fue cambiado de Jacob (usurpador) a Israel (el que ha peleado con Dios y venció). El cambio de nombre representó un cambio de carácter y de naturaleza. También la gloria transformó la boca de Isaías de inmunda a proclamar la santidad de Jehová. De la misma manera, la gloria del Señor derritió las escamas de los ojos de Saulo, y mudó su visión de farisaica a celestial (Hechos 9: 18).
Por tanto, ASÍ COMO LA PALABRA DE DIOS HACE AQUELLO PARA LO CUAL FUE ENVIADA, DE LA MISMA MANERA LA GLORIA AFECTA LA VIDA DE LOS HOMBRES LLAMADOS. Nota que Moisés era auto-suficiente, emprendedor (Éxodo 2: 11-14) y se acercó a la visión celestial con osadía, con curiosidad (Éxodo 3: 1-3), pero después de la visión, confesó que no era nadie (Éxodo 3: 11), que no sabía hablar (Éxodo 4: 10) e incluso, pidió a Dios que mandase al que debía, al que a sus ojos era el capaz (Éxodo 4: 13). ¿Qué sucedió con Moisés? La gloria lo convirtió en el hombre más manso de la tierra (Números 12: 3). Aquel que sin ningún temor ni miramiento dijo: “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodo 3: 3), después que oyó la voz de Dios que le advertía: “¡ Moisés, Moisés! (…) No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3: 4,5), entonces con aprensión cubrió su rostro “… porque tuvo miedo de mirar a Dios” (v. 6). La gloria cambió su actitud y su corazón.
Sin duda que Moisés fue mudado en otro hombre. LOS CUARENTA AÑOS EN EL DESIERTO LE ENSEÑARON A MOISÉS ALGO, PERO LA REVELACIÓN DE LA GLORIA LE ENSEÑÓ TODO. Así aconteció con todos aquellos a quienes Dios les reveló su gloria. Todo aquel que ore como Moisés: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33: 18), debe antes pedir lo primero que pidió este siervo de Dios. Él rogó: “Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo” (v. 13). Cuando un hombre como Moisés está enfocado en el Dios de la gloria y no en la gloria en sí misma, la refulgencia de la misma le hace brillar el rostro, pero el último que lo nota es él (Éxodo 34: 29). Mas, cuando se percata que su cara resplandece, entonces se pone el velo de la humildad, para ocultar la gloria de los curiosos y admiradores del hombre (Éxodo 34: 33). Empero, cuando vuelve a la presencia de Dios, se descubre el rostro, para continuar contemplando la gloria y seguir siendo transformado por ella (Éxodo 34: 34,35). La gloria no solo embellece el rostro, sino que transforma el corazón (Éxodo 34: 29-35; Salmos 104: 15; 1 Corintios 3: 18), pues la intención de Dios es revelarse Él mismo y, a través de su gloria, realizar su voluntad en sus escogidos.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
Que Dios te bendiga!
DT-405 – La Visión del Llamado al Ministerio
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! En esta clase estaremos estudiando DT-405 – LA VISIÓN DEL LLAMADO AL MINISTERIO, o sea el beneficio de la visión del llamado. Usando ejemplos y referencias bíblicas, presentaremos aquí informacion importante sobre la visión del llamado ministerial. Discutiremos como Dios cumple sus propósitos en la visión ministerio, y como la visión siempre siguen el propósito de Dios.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El Candidato al Ministerio podrá entender la verdadera visión del llamado ministerial.
- B- El Candidato al Ministerio Podrá saber las implicaciones bíblicas de la visión del llamado
- C- El Candidato al Ministerio podrá entender como nos sentimos ante la visión del llamado.
- D- El Candidato al Ministerio podrá identificar los requisitos que debemos tener en cuenta al experimentar la visión del ministerio.
- E- El Candidato al Ministerio podrá entender la seriedad de la visión.
- F– El Candidato al Ministerio podrá entender por que es necesario examinar nuestra propia visión del llamado.
DT-405 – LA VISIÓN DEL LLAMADO AL MINISTERIO
“Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío…” -Hechos 26: 15-17.
Una visión celestial es una aparición de Dios a una persona, a la cual le revela algo específico, para que esta realice una misión especial dentro de su propósito eterno. Cada vez que el Señor se reveló, tenía un propósito, porque la Palabra dice que Dios todo lo hace de acuerdo al propósito de su voluntad (Efesios 1: 11). Connotamos entonces que, el Señor nunca revela nada para satisfacer la curiosidad de nadie, pues siempre hay algo particular que Él quiere alcanzar.
En ocasiones, la persona no entiende cuando es llamada, como en el caso de Samuel, que oía la voz de Dios que le llamaba, pero pensaba que era Elí, pues no conocía aún a Jehová ni su Palabra le había sido revelada (1 Samuel 3: 7). Pero cuando él corrió donde su padre espiritual por tercera vez, Elí se dio cuenta de que Dios le quería hablar al muchacho, y le dijo: “Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (v. 9). Después de eso, Jehová volvió a llamar a Samuel y en una visión le dijo: “He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas” (1 Samuel 3: 11-14). Luego vemos que Dios restauró el sacerdocio, el altar, el templo y el culto a Dios en Israel, conforme a la visión que le había revelado a Samuel.
Cuando Jehová se le apareció a Abraham le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12: 1-3), y luego que él obedeció se le apareció de nuevo y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (v. 7). En otras palabras, ¿para qué se le apareció Dios a este hombre? ¿Simplemente para que le vea? No, sino para dejar ver un propósito, pues la visión tiene un fin.
La visión celestial con Abraham fue sacarlo de su tierra y de su parentela, y llevarlo a un lugar donde tratar con él, para hacerlo grande como nación y en su simiente (o sea, en Jesucristo) bendecir a todas las familias de la tierra. Abraham vivió para eso, pues todo su peregrinaje y ministerio, el trato de Dios con él y “los desiertos” que recorrió, al final eran para cumplir ese propósito. Luego, Abraham pudo decir como Cristo: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo…” (Juan 18: 37) para dar testimonio de esa visión, ese es mi propósito y razón de mi existir». Por tanto, el Señor para cada persona tiene una visión, para cada congregación, y para la iglesia también, de manera universal. Y el primero que se adapta a esa visión es Dios, pues Él trabaja con esa visión, respeta esa visión y no se sale de esa visión, porque en ella está su santa voluntad, lo que quiere que ellos realicen en Su reino y en su propósito general.
Dirijamos ahora nuestra mirada a Moisés, a la luz de esta enseñanza. Jehová comenzó a tratar con este siervo desde antes de nacer. Recordemos la historia: Primero, le preservó la vida en el vientre de su madre, a través de unas parteras que temieron a Dios y no mataron los niños de la hebreas, como había ordenado el rey de Egipto (Éxodo 1: 17). Segundo, fue criado por su madre, y adoptado por la hija del Faraón, en el tiempo en que los niños hebreos eran echados al río para que se ahogasen, por orden de Faraón (Éxodo 2: 1-10). Tercero, crecido ya, Moisés mató a un egipcio cuando maltrataba a uno de sus hermanos hebreos, por lo que al ser descubierto tuvo que huir y habitar en el desierto (Éxodo 2: 11-15); y cuarto, estuvo apacentando las ovejas de su suegro Jetro, hasta que Jehová se le apareció en visión en una zarza ardiendo (Éxodo 3: 3-4), y dio un nuevo curso a su vida.
Cuando Moisés vio la maleza ardiendo dijo: “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodo 3: 3). Pero al ver Jehová su intención le dijo: “¡ Moisés, Moisés! (…) No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3: 4, 5,6). Moisés cubrió su rostro, entendiendo que estaba frente a Dios, y Jehová continuó diciendo:
“Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. (…) En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto; y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios. Mas, yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir. Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y despojaréis a Egipto”( Éxodo 3: 7-10, 16-22).
Esa fue la visión de Dios con Moisés, la cual, al principio, él rehusó y dijo: “¿ Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? (…) He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? (…) He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová” (Éxodo 3: 11,13; 4: 1). Pero Dios le insistió y le dijo: “¿ Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara” (Éxodo 4: 2), entonces Jehová le mostró varias señales sobrenaturales con las cuales podría convencer a Israel que él venía de parte de Dios. Mas, Moisés volvió y le objetó diciendo: “¡ Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (v. 10). No obstante, Jehová lo tranquilizó diciendo: “¿ Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar” (vv. 11-12). Sin embargo, Moisés se negó diciendo: “¡ Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar” (v. 13). En ese momento, Jehová se enojó y le contestó: “¿ No conozco yo a
tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales” (vv. 14-17). ¡Qué infructuosa es la ineptitud de un hombre y su negativa, frente a lo irreversible del propósito divino!
Todos los impedimentos que Moisés pudo mostrar a Dios para declinar a llevar a cabo ese plan divino, fueron pocos e insignificantes ante la grandeza de la soberanía de Dios. El hombre no podía, pero Jehová dijo: “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3: 14). Y así partió Moisés, con un sentir de incompetencia, pero con la vara de Dios en la mano, a realizar la misión, para la cual Dios le había llamado en Su reino (Éxodo 4: 20). Por tanto, LO QUE TE HACE EFICAZ EN LA VISIÓN CELESTIAL, NO ES LO QUE TÚ ERES NI LO QUE PUEDAS HACER, SINO EL PROPÓSITO QUE DIOS TENGA CONTIGO.
En tiempos de los jueces, también una mujer tuvo una visión celestial, donde se le apareció el ángel de Jehová y le dijo: “He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos” (Jueces 13: 3-5). La mujer quedó impresionada con esta visión y se la compartió a su marido Manoa, quien entonces oró a Jehová, para que le explicase a él (como cabeza de la familia) lo que ellos habían de hacer con el niño que había de nacer (v. 8). Dios oyó su oración y se le apareció de nuevo a la mujer, y ella corrió a buscar a su marido y éste vino y le preguntó al ángel: “¿ Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy. Entonces Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él? Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: La mujer se guardará de todas las cosas que yo le dije. No tomará nada que proceda de la vid; no beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé” (vv. 11-14). Pasado el tiempo, nació Sansón para salvar a Israel de mano
de sus enemigos, y para eso vivió. Toda la vida de Sansón fue dedicada a cumplir la visión celestial, y cuando se desvió de ella, Dios permaneció. Jehová nunca cambia su propósito. Nadie puede inventar una visión, ni tampoco añadirle o quitarle, pues la visión es de Dios, y si Él no se sale de su visión, el que la recibe no debe salirse tampoco.
Vemos que cuando el profeta Isaías tuvo la visión del trono de Dios y de Su santidad, temblaba de miedo y pensaba que ya estaba muerto. Pero oyó la voz del Señor que decía: “¿ A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6: 8). Y aún sobrecogido de temor, el profeta respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (v. 8). Isaías no sabía si estaba muerto o si vivía, pero una cosa sí sabía: Dios no le estaba mostrando simplemente sus faldas ni a los seres celestiales, tampoco conmovió los quiciales de las puertas y llenó toda aquella casa de humo, para asustar a una criaturita con Su fuerza y Su grandeza. El profeta entendió que Dios le mostró una manifestación de su gloria, porque necesitaba enviar a alguien a mostrar a Israel y a las naciones el designio de su voluntad. Por eso se apresuró a contestar, para que el Señor no mandase a otro, sino a él, porque sólo aquel que pudo ver la visión de su majestad podía hablar de acuerdo a lo que vio, y decir a viva voz: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel” (Isaías 48: 17).
asimismo, cuando el ángel Gabriel se le apareció a María, le dijo: “¡ Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1: 28), ella se asombró de ese saludo, a tal punto que se turbó. Esta salutación llenó de temor a María, porque ella sabía que el único ser digno de adoración y alabanza es Dios. Por eso, el ángel le dijo: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (vv. 32-34). Luego, el ángel, le manifestó como ocurriría todo eso (v. 35). No obstante, cuando el ángel le dijo a María que era favorecida y bendita entre las mujeres no lo hizo para halagarla, ni para subirla en un pedestal, como la reina de los cielos, como piensan los que la adoran, sino para manifestarle que, como mujer, Dios la había escogido como instrumento para engendrar al Santo Ser que sería llamado Hijo de Dios (Mateo 1: 21). ¡Qué privilegio!
Veamos también lo que le sucedió al sacerdote Zacarías. Él entró al santuario, para ofrecer el incienso delante de Dios, y se le apareció el ángel de Jehová y le dijo: “Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1: 13-17). Zacarías al verle se turbó, y le sobrecogió temor, no lo podía creer, por lo que le preguntó: “¿ En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada” (v. 18). Zacarías entendió que aquel varón venía de parte de Dios, porque le habló de una oración que quizás por años o décadas él había puesto delante del Señor y que por el paso del tiempo ya había olvidado, pero en vez de decirle: «heme aquí» empezó a presentarle impedimentos. De hecho, ¿no eran él y su mujer ya viejos para procrear? ¿Acaso no era ya tarde para revertir en el cuerpo de una mujer, avanzada en años, la esterilidad? ¿Quiénes eran él y su casa, para que Jehová hiciera con ellos algo semejante a lo que hizo con su siervo Abraham? Quizás esa visión celestial sólo era un simple consuelo, pensaría.
La Biblia destaca la vida de esta pareja y dice que tanto Zacarías como su mujer Elisabet eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Ellos habían llegado a viejos sirviendo al Señor, pero con el peso de la maldición de no tener linaje (Lucas 1: 6-7). Por lo cual, ¿cómo creer después de tantos años? Zacarías había perdido toda esperanza, por eso sus palabras, su cuestionamiento y su impedimento. Pero el ángel le dijo: “Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo” (Lucas 1: 19-20). Por el efecto de la visión, Zacarías no podía salir del templo, y cuando pudo, salió mudo, no podía hablar, sino que hablaba por señas, y al permanecer mudo, el pueblo comprendió que había visto visión en el santuario (Lucas 1: 21-22).
Es interesante ver que el hombre que se quedó mudo por incrédulo era sacerdote, un ministro. Por lo que entiendo que hay ministros que están mudos, que no tienen palabra de Jehová, porque son incrédulos y no le creen a la visión celestial ni a Dios, entonces tienen que callarse la boca, pues no tienen nada qué decir. El que no le cree a la visión se queda mudo. Ahora, hay algo que me gustó de esta historia y es que nuestro Dios es un Dios de restauración, y restauró a Zacarías. Vemos que el niño nació y estaba todo el mundo contento, pasándolo de brazos en brazos, y alabando a Dios porque tuvo misericordia del sacerdote y su mujer, y los honró dándoles un hijo. Y llegado el octavo día, fueron a circuncidar al niño, al que le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías (Lucas 1: 59), pero Elisabet que sabía de la visión dijo: “No; se llamará Juan”, y ellos, extrañados le preguntaron: “¿ Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre” (Lucas 1: 60-61). Juan significa “Jehová es bueno”, y claro que para ellos fue buenísimo, pero no era un nombre que poseía ninguno de sus parientes.
Luego, cuando le fueron a preguntar al padre cómo le quería llamar al niño y expresara su voluntad aunque sea por señas, Zacarías pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre” (v. 63). Todos se maravillaron en que ambos escogieran el mismo nombre, pero en ese mismo momento fue abierta la boca de Zacarías y suelta su lengua, habló bendiciendo a Dios (v. 64). ¡Qué momento! Zacarías tuvo que mostrar señales de su fe, para recobrar el habla. En la familia de Zacarías no había nadie con ese nombre, pero en la visión sí. Dios dijo que se llamaría Juan y los padres de ese niño querían seguir todo de acuerdo a la visión celestial. No nos salgamos de la visión, porque solo en ella Dios da la instrucción, la forma y también el resultado. Hoy se acostumbra a ponerle al ministerio el nombre del ministro “fundador”, por ejemplo: “Ministerio fulano de tal”, “Perencejo Ministries”, pero Zacarías le puso el nombre de acuerdo a la visión, y no como querían todos que se llamase, como el padre. El nombre que el ministerio debe llevar es el nombre que Dios le dio en la visión, y no el nombre que suene más bonito o el que se suele poner por tradición. Cuando una visión es humana debe llevar el nombre del ministro que la forjó en su mente, pero si es divina, debe denominarse con el nombre de Dios y de su propósito.
El apóstol Pedro un día subió a la azotea a orar, y sintió hambre, y mientras le preparaban qué comer, de momento le sobrevino un éxtasis, y vio el cielo abierto, y que descendía algo parecido a un gran lienzo, una sábana que, atada en las cuatro puntas, era bajada a la tierra y estaba llena de animales terrestres, reptiles y aves del cielo (Hechos 10: 11-12). Entonces, le vino una voz que dijo: “Levántate, Pedro, mata y come” (v. 13), pero Pedro no obedeció, sino que dijo: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (v. 14). La voz volvió y le dijo: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (v. 15) y lo repitió tres veces. Pedro se quedó maravillado de esa visión y perplejo dentro de sí de su significado (v. 17), pensando quizás: « ¿Cómo que mate y coma? ¡Jamás he comido cosa inmunda! ¿No nos prohibió Él, por boca de Moisés, que no tan solo que no la comiésemos, sino que ni siquiera la tocásemos por ser algo inmundo, pues nos haríamos inmundos también? (Levítico 11); y ahora me pide, no tan solo que lo toque, sino que ¡lo ingiera! No, no, no… ¿será esa voz de Dios? No, no lo haré, no comeré…». Así estaba de perplejo el apóstol, pero una cosa estaba clara: a Moisés, Jehová le dijo “no comas ni siquiera toques”, pero a él le estaba diciendo “mata y come”.
En la nueva dispensación hay que olvidarse de Moisés y ver a Jesucristo (Marcos 9: 8). Muchos no hemos entendido todavía que Jesucristo cumplió el antiguo Pacto y comenzó uno mejor. Y en este Nuevo Pacto no se llama inmundo ni común a lo que ya Dios limpió. Sin embargo, todo eso parecía demasiado para Pedro, quien, turbado, ya se había olvidado del hambre, pues toda su mente estaba en la visión. Entonces, el Santo Espíritu le dijo: “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hechos 10: 19-20). Cuando Pedro bajó, ya lo estaban esperando; por lo que los hospedó en su casa y al otro día se fue con ellos a la casa de Cornelio, pero llevándose consigo a algunos hermanos como testigos. Al llegar a la casa de Cornelio, éste al verle se postró y le adoró, pero Pedro lo levantó diciéndole: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (v. 26) y en seguida dijo: “Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?” (vv. 28-29). Pedro tenía prisa, pues pensaba que pecaba por estar haciendo algo que la ley prohibía (Éxodo 34: 15-16), pero por causa de la visión obedeció, aunque se hizo acompañar incluso de testigos, y le urgía pasar rápido la prueba.
Cornelio, entonces, explicó enseguida a Pedro el asunto, diciendo: “… hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hechos 10: 30-33). Y cuando Pedro oyó aquello, dijo, maravillado: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (vv. 34-35). En ese instante, Pedro entendió la visión y vio que Dios tenía un pueblo entre los gentiles y que todo aquel que le ama y le sirve, Él lo hace Suyo.
Por tanto, aunque para un varón judío era algo terrible entrar en la casa de un pagano incircunciso, ya Pedro sabía -porque Dios se lo había mostrado antes- que no debía llamar a ningún hombre común o inmundo. No obstante, el Señor no le mostró a Pedro en la visión hombres, sino animales, ¿por qué él entonces dijo “hombres”? Porque con la visión, el apóstol comprendió que los judíos consideraban como animales inmundos a los que no eran judíos, pero que Dios en Jesucristo cambió esa percepción. Ahora Él prohibía llamar inmundos a los gentiles que fueron lavados por la sangre de Jesús, y predestinados para tener herencia entre los santificados (Hechos 26: 18).
Con todo, este incidente llegó a los oídos de los judíos de Judea, de cómo los gentiles habían recibido la Palabra de Dios y que Pedro los había visitado e incluso comido con ellos, por lo que el apóstol Pedro tuvo que acudir donde ellos a darles explicación del asunto. Así que, inmediatamente llegó Pedro, comenzaron a disputar con él los que eran de la circuncisión, diciéndole: “¿ Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hechos 11: 3). Entonces, Pedro les relató cada detalle de lo sucedido, desde su visión en la azotea, hasta cómo también sobre los gentiles se había derramado el don del Espíritu Santo (Hechos 10: 45). Pedro les dijo: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” (Hechos 11: 15-17). ¡ah! Pedro entendió la visión, y transmitió el mismo espíritu a aquellos hermanos que al escuchar esas cosas también callaron, y glorificaron a Dios (v. 18).
Desde ese momento, vemos más adelante que la iglesia se reunió y decidieron no ponerles cargas a los gentiles de guardar la ley, como Dios había mostrado en la visión, solamente que se abstuvieran de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación (Hechos 15: 27-29; 21: 25). La iglesia se guió por la visión celestial, y no hubo más problemas, porque ya Dios había hablado y mostrado que las cosas se debían hacer como Él las mandó, pues ¿quienes somos nosotros para estorbar la voluntad de Dios? Entendido esto, veamos ahora lo que le ocurrió al apóstol Pablo, inicialmente conocido como Saulo, el que asolaba la iglesia y entraba a las casas y sacaba a hombres y a mujeres arrastrándolos, para entregarlos en las cárceles (Hechos 8: 3). Todo eso, Pablo lo hacía voluntariamente, pues respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, a tal punto que iba donde el sumo sacerdote a pedir cartas para las sinagogas, con la finalidad de que si hallaba algunos hombres o mujeres del Camino, tener la autorización ya lista, para traerlos presos a Jerusalén (Hechos 9: 1).
En ese plan andaba este hombre, cuando le rodeó un resplandor de luz desde el cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (vv. 3-4). Entonces él preguntó: “¿ Quién eres, Señor?”, y él le contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (v. 5). Pablo estaba atónito y temeroso – el encuentro le quitó la fiereza- y temblando dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, como un manso corderito. En otras palabras, Pablo dijo: «Yo, que en cuanto a la ley pertenecí a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo, celoso, buscando ocasión; hacía mis propios planes para hacer cumplir la ley, pero ahora entiendo que mientras más los persigo más se multiplican, y mis esfuerzos se desvanecen, porque Tú eres el que manda. Dime, Señor, ¿qué quieres que yo haga?». Sí, había entendido, por eso el Señor le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (v. 9). Ahora Pablo debía seguir una instrucción y obedecer a una autoridad, pues hacer las cosas diferente a como ha sido revelado en la visión es rebelarse contra ella. Por eso Pablo, cuando estuvo frente al sanedrín dijo: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” (Hechos 26: 19).
Luego, todo lo que el Señor le dijo a Pablo en la visión se cumplió, no tan solo porque Dios cumple su Palabra, sino porque este hombre también obedeció. Pablo estaba ciego, pero se levantó, y aunque tuvo que ser llevado de la mano, se fue a Damasco y allí esperó por la siguiente instrucción (Hechos 9: 8-9). El apóstol no se quedó en el desierto, en el lugar de la visión, sino que prosiguió adelante a cumplir la voluntad de Dios. Por tanto, lo primero que debemos hacer cuando recibimos una visión de Dios es levantarnos y seguir la instrucción, pasando por encima de cualquier impedimento. No hagamos como Pedro en el monte de la transfiguración que dijo: “Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas…” (Lucas 9: 33), porque el Señor está revelando algo para que hagamos, no para que nos quedemos paralizados en la impresión. Digamos como dijo Jesús, luego de explicarles a sus discípulos la promesa del Espíritu Santo: “Levantaos, vamos de aquí” (Juan 14: 31), pues hay un trabajo que hacer.
También, Dios le dio instrucción al hombre que usaría como medio para devolverle la vista a Saulo. El Señor le dijo a Ananías: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora” (Hechos 9: 11). Imagínate que Saulo se hubiese quedado en el desierto o se hubiese marchado a su casa y no siguiera la dirección divina. ¿Qué tal que en vez de ir a la casa en Damasco a humillarse en ayuno y oración, se hubiese ido a ver si encontraba a un médico que le curase? Posiblemente se hubiese quedado ciego. Ananías lo encontró porque Pablo fue fiel a la visión y permaneció en aquella casa. Meditemos en eso.
Ahora repasemos, detalladamente, sobre la instrucción que Saulo recibió de parte del Señor: “… levántate, y ponte sobre tus pies” (Hechos 26: 16). Pablo se paró, se sacudió el polvo con todo y ceguera, y obedeció. Luego el Señor le reveló el propósito de esa manifestación divina, diciéndole: “porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti…” (Hechos 26: 16). No sé si a este punto he logrado transmitirte el rhema de Dios, pero yo estoy impactado en mi espíritu, porque estoy entendiendo que cuando Dios me revela algo, Dios me va a decir el “para qué”, el propósito de su aparición. Ese encuentro con Dios no será en mi vida algo fútil, vano, infructuoso, un momento para recordar en un día de ociosidad, sino que tiene un fin, un resultado para la gloria de Su nombre.
Por tanto, la visión hay que creerla. Zacarías se quedó mudo por no creer a la visión (Lucas 1: 20), y así hay ministros que aunque la vean y la escuchen no la creen, y luego no pueden hablar la Palabra, porque no tienen nada qué decir de Dios, pues son incrédulos y rebeldes a Su consejo. Ora porque nunca haya incredulidad en ti frente a una visión celestial, porque mientras haya esa fe dada por Dios en nuestros corazones, nuestra boca no cesará de decir las cosas que hemos visto y oído tocante al Verbo de vida. Así como estuvo el pueblo esperando que saliera Zacarías (Lucas 1: 21), hay un pueblo que está esperando a los ministros que están en el santuario que salgan, para a ver si traen visión de adentro. Por tanto, los ministros deben estar como Zacarías, adentro con Dios, para cuando salgan al pueblo lleven la visión celestial. Hay un pueblo que espera para oír Palabra de Dios, y por eso los ministros tenemos que estar en el santuario, en la intimidad con el Señor, para que nos dé la gracia de que siempre cuando salgamos lo hagamos con una visión. Y aunque Zacarías salió mudo, y les hablaba por señas, ellos comprendieron que había tenido una visión (v. 22). El pueblo verá y sabrá si tú tienes visión celestial. La Palabra dice: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12: 3).
La gente está esperando, porque está cansado de religión, hastiada de liturgias. Hay un pueblo que enciende el televisor, sintoniza una emisora de radio, se conecta a la Internet, compra libros, ve videos, DVDs, oye CDs, Mp3s, lo que sea y como sea, porque necesita “pastos”, quiere oír Palabra pura, y beber el agua que brota de la peña, y no la que algunos tienen posada en estanques. Me pregunto cuánto tiempo el pueblo de Israel estuvo esperando. Ellos tenían años afuera del templo, orando, esperando que saliera el sacerdote, y terminara la oración, la liturgia muerta, sin sentido, pura rutina que abrumaba el alma y que no llenaba el corazón. Y se iban a sus casas con las mismas cargas, las mismas dolencias. Pero, cuando Dios en su gracia tocó a Zacarías y le dio una visión celestial, el pueblo recobró la vida.
La iglesia de Cristo está esperando también, por años, para ver hombres de fuego, llenos del Espíritu Santo. La iglesia quiere ver hombres que tengan visión de Dios. La iglesia ya está hastiada de palabreros y religiosos que la tienen como Faraón, edificándoles “palacios y monumentos” y haciendo “ladrillos con paja”, para construirse ciudades, de almacenaje. Cuántas iglesias están construyéndoles tumbas a sus líderes, que como faraones, buscan inmortalizar sus cuerpos muertos, como lleno está el Museo del Cairo de momias y esqueletos. Pero el Señor no dio su vida para que la iglesia construya ciudades de almacenaje, ni tampoco nos dio vida eterna para inmortalizar el nombre de una institución, ni de ningún hombre. Dios le dijo a Moisés que dijera al Faraón: “Deja ir a mi pueblo, para que me sirva” (Éxodo 8: 1). La iglesia no existe para construir monumentos para “faraón”, sino para levantar altares para Jehová Dios de Israel.
El pueblo está afuera esperando y sabrá si nosotros, los ministros, tenemos visión de Dios. Yo no quiero que el pueblo se quede esperando por mí, afuera, y tampoco el Señor así lo quiere. Él tiene hombres como Zacarías, que le están ministrando en su santuario, y a quienes en estos últimos tiempos les ha dado visión celestial. Y esos “Zacarías” deberán ministrar y testificar de acuerdo a la visión. No hablarán de la mudez o cómo se sintieron con la aparición, ni por qué a ellos se les reveló Dios, sino del propósito y del entendimiento de la visión.
Si algo tengo claro en cuanto a la visión que Dios nos dio como ministerio es que el Señor nos llama a servirle y a ser testigos de lo que hemos visto. Por tanto, debemos ministrar de acuerdo a lo que recibimos de Dios y testificar según la visión. Yo no puedo salir hablando lo que yo quiero decir, ni lo que se me antoje, ni lo que me gustaría decir, sino ser un ministro fiel a la visión y al Señor que me la dio. Tenemos que dar gracias a Dios, porque Él se encarga de que eso se cumpla, aunque nos obligue. Lo digo por mí, porque a veces me gustan ciertos temas que sé que han sido de bendición para quienes los escucharon, pero no puedo predicarlos, pues termino diciendo lo que Dios me envió a decir, hablando de lo mismo: de la visión. No hay otro tema, no hay otro asunto, no hay otra cosa más importante que la visión. Entonces entiendo que nosotros no estamos para entretener a la gente, somos mensajeros y heraldos de un mensaje, de la visión que Dios nos dio.
¿Por qué Pablo hablaba tanto de la gracia? Porque Dios le había dicho que lo había llamado para la defensa y confirmación del evangelio (Filipenses 1: 7). Nadie lo defendió como él, al punto que tuvo que romper la hipócrita ética religiosa de algunos que fingían y simulaban una cosa, arrastrando a otros. Él tuvo que decirle a Pedro públicamente: “Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2: 14). Pablo amaba y respetaba a Pedro, pero cuando vio que no se conducía de acuerdo a la verdad del evangelio, salió el hombre en defensa de la visión de la gracia. Nosotros también sabemos lo que tenemos que defender, lo que Dios nos ha revelado, eso es lo que vamos a defender. Aunque nos llamen “los hombres de un solo tema” eso es lo que hablaremos y testificaremos públicamente.
Dios nos ha instruido sobre la visión, nos ha hecho entenderla, nos da su unción, y nos usa en eso que nos reveló, por eso somos efectivos. Por lo cual, te advierto que el día que vayas a predicar otra cosa que no sea la visión, no serás eficaz, si no hablas de lo que Dios te reveló. Ah, pero cuando hables de las cosas que has oído y visto del Verbo de Dios, entonces sí serás un verdadero testigo, pues tienes el poder y la autoridad para ministrarlo. Dios te respalda porque tú estás siendo fiel a lo que él te reveló, pues para eso se te apareció, no lo olvides.
En ocasiones, es difícil andar apegado a la visión celestial, y decir la palabra de acuerdo a lo que el Señor habló, pero hay que hacerlo. Veo cómo actuó el profeta Natán frente a la inquietud que le manifestó David, de construir casa a Jehová, porque no soportaba vivir en una casa de cedro mientras el arca de Jehová estaba entre cortinas. Natán le respondió: “Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo” (1 Crónicas 17: 2). Entre el profeta y el rey había una linda relación, pues Natán amaba a David porque sabía que era un hombre de Dios, y el mismo Jehová daba testimonio de su agrado por él. Por eso, el profeta, sin consultar, le dio el visto bueno, dando por sentado que el Señor estaría de acuerdo. Mas, esa noche Natán tuvo una visión y una palabra de Jehová que contradecía todo lo que él ya le había dicho al rey. Mas Natán no dijo: «Yo lo siento, pero no iré a darle esa palabra a David, pues contradice todo lo que le dije, y hará que pierda su confianza», sino que se presentó y le dijo: “Así ha dicho Jehová: Tú no me edificarás casa en que habite” (v. 4). Me imagino como era el sentir de estos dos hombres de Dios, uno por haberse equivocado y el otro por no poder realizar algo para su rey que le salía de su corazón. Pero ambos entendieron, respetaron y obedecieron a la visión.
En todo tiempo es difícil dar una mala noticia al hombre que está en autoridad, pero si esa es la visión, de acuerdo a ella es que debemos hablar. No importa lo que sea, incluso una amonestación hay que decirla. Natán también lo hizo cuando tuvo que enfrentar a David por el pecado que cometió contra Urías heteo. Estoy seguro que él hubiese querido que fuera otro el que tuviera que enfrentarlo, pero Jehová a quien le había dado la visión y por consiguiente había enviado era a él. ¿Cómo corregir el pecado de un rey? Con sabiduría. El profeta usó un incidente en el que ocurrió una gran injusticia, y cuando David, apelado por su sentir justiciero, y lleno de furor le dijo a Natán: “Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte” (2 Samuel 12: 5), el profeta le contestó: “Tú eres aquel hombre” (v. 7), y entonces le dio la palabra completa que Dios le había enviado. La palabra fue dura, cortante, verdadera, definitiva, pero Natán lo hizo, porque esa era la visión que Dios le dio. Hay cosas de la visión que no son fáciles comunicarlas, pero debemos decirlas, porque tenemos que ser fieles, y ¡ay de nosotros si no damos el mensaje completo!
Isaías escribió: “Visión dura me ha sido mostrada” (Isaías 21: 2). El profeta dijo que la visión era dura, severa, pero hay que decirlo todo conforme a la visión. Tratemos de entenderla y hablar de acuerdo a ella. Por eso, cuando cualquier ministro de nuestra congregación es enviado a ministrar a otras iglesias, su trabajo es implantar los principios de la vida del reino de Dios, porque esa es nuestra visión. Si fuera predicar por predicar, hay un montón de cosas de la que podemos hablar, pero Dios solo nos revela lo que él quiere, de acuerdo al propósito que tiene cada día, como parte del desarrollo de la visión.
El apóstol Pablo nunca se salió de la visión celestial, al contrario, él pagó el precio de estar encadenado y ser llevado como preso de un lugar a otro, pero lo que le mandó a hacer el Señor eso hizo. El Señor le dijo: “ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26: 18). ¿Qué hizo Pablo? arremetió contra el espíritu religioso para abrirles los ojos a los judaizantes; y escribió la epístola a los gálatas y también una a los romanos, ¿por qué lo hizo? Porque esa fue la revelación que Dios le dio, para que a los que tienen un velo, y están apegados a la ley y al antiguo Pacto, él les abra los ojos a través de la revelación de la gracia. Satanás les había cegado el entendimiento (v. 18), pero Dios ahora se los abría por la fe en el Hijo.
Finalmente, quiero compartirte una enseñanza que Dios me dio de la visión, pues sé que todos hemos sufrido por eso. La misma está contenida en los siguientes versículos: “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (…) Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo” (Hechos 22: 6-7,9). Cuando la visión se manifiesta, solo permanecen aquellos a quienes Dios se la da.
Nota que Pablo dice que cuando el resplandor le rodeó, cayó al suelo, y los que con él andaban, también vieron la luz, pero no entendieron la voz. Eso me explica por qué muchos salen con nosotros y permanecen junto a nosotros en la visión, por un tiempo, pero luego se apartan, porque “vieron la luz”, sus espíritus fueron impactados y cegados por el resplandor, a tal punto que se espantan, pero tristemente se marchan. Vieron, oyeron, pero no entendieron. Por tanto, el que nosotros hayamos permanecido es pura gracia de Dios, porque vimos, oímos y entendimos. Hay muchos que andan con nosotros cuando Dios nos revela algo, pero no captan nada y eso nos frustra, no lo entendemos ¡cómo puede ser! Pero no debemos sentirnos mal, posiblemente no era para ellos esa visión, pues ¿sabes quién oyó al Señor? aquel a quien Dios se la dio.
Alguien que no oiga la visión, aunque la vea, no puede seguirla, por eso es que esa persona se rebela y sigue sus propios caminos. Ellos dicen: « ¿Qué es eso de visión? Hay una sola visión y todo el mundo la tiene», no entienden y se van. A lo mejor, Dios a ellos les dará otra visión, y no es que se van a perder, pues todos estamos seguros y salvos en Jesucristo, pero no permanecerán en el ministerio nuestro. Eso es muy importante que lo aclaremos. Dios a cada uno le ha dado una visión celestial individual dentro del Cuerpo. El Señor le habla a la mano como mano, al pie como pie, al ojo como ojo, al oído como oído, etc., pero el Cuerpo en conjunto también tiene que obedecer a una voz que le habló. Hay una visión individual dada a los profetas, otra a los evangelistas, otra a los apóstoles, etc., que conforma y es de acuerdo a ese propósito general que Dios da a un ministerio en particular. En cuanto a la visión que el Señor nos dio a nosotros, como iglesia local, por ejemplo, aunque muchos vieron, no la recibieron, porque no la oyeron, y por ende, no entendieron. Mas, a quienes Él llamó, a esos que la luz derribó a tierra, a quienes el Señor les hizo ver y oír, no solo tienen la responsabilidad, sino el compromiso de servir y testificar de lo que han visto y oído (Hechos 22: 15).
Cuando Pilato le preguntó a Jesús: “¿ Luego, eres tú rey?”, Él le contestó: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” (Juan 18: 37). El maestro estaba claro en cuanto a la visión, al propósito que Dios tenía en la tierra con Él. Yo bendigo al Señor por esto, pues esa revelación me ha consolado, cuando miro hacia un lado, y veo el lugar vacío de hermanos preciosos que hoy no están con nosotros por no haber entendido. Igualmente, cuántas veces yo con mi idealismo he querido que todo el que escuche nuestra programación de radio y televisión o nuestros mensajes en la congregación o los libros que hemos escrito, acepte o entienda la visión, y no ocurre de esa manera. Nota que aquellos que iban con Saulo, vieron el resplandor, vieron a Pablo humillado, hablando con el Señor, vieron su ceguera e incluso lo ayudaron a llegar a Damasco, pero no siguieron con él, se quedaron tan sólo en el espanto (Hechos 22: 9).
Tampoco Pablo fue entendido por sus hermanos. Él tenía una visión dada por el mismo Señor, pero algunos lo veían como un rebelde que se rebeló contra el judaísmo y que quería sacar a los judíos de ser judíos, para volverlos gentiles, alguien que quería cambiarles su visión. No entendían que él era el hombre a través de quien Dios iba a dar a conocer el Nuevo Pacto, que iba a dar a conocer el evangelio a los gentiles, al tiempo de bendecir también a Israel que confiaba mucho en la Ley y en las letras del antiguo Pacto. Era a través del apóstol y sus epístolas que Dios iba a revelar aquellas cosas que Jesús dijo, pero cómo él mismo escribió: “Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía…” (1 Corintios 3: 2). Pablo fue juzgado como un falso apóstol (1 Corintios 9: 2); otros estaban con él, como Demas, y luego lo abandonaron (2 Timoteo 4: 10); en el caso de Himeneo y Alejandro, no mostraron su fe ni mantuvieron buenas conciencias, por eso se separaron (1 Timoteo 1: 19-20). Y los otros, que anduvieron con Pablo, que estaban inclusive en el mismo equipo, sin embargo, no entendían la visión y le causaron muchos males (2 Timoteo 4: 14).
Nosotros también, como iglesia, en este caminar con el Señor a través de los años, hemos tenido muchas rebeliones. No creo que haya una iglesia que no las haya tenido, aunque unas más que otras. Con todo, eso nos dolió y fuimos muy afectados al ver hermanos que -en nuestra forma de ver las cosas- fueron llamados junto a nosotros, pero después se rebelaron, dándonos cuenta que estaban contra la visión, y se fueron. Les pasó como a Caín que se enojó contra Abel (Génesis 4: 5), así éstos se enojaron contra los instrumentos cuando ellos fracasaron, y no aceptaban que eso les ocurrió, porque siguieron sus propias voces, no la voz de Dios. Mas, al final de cuentas, lo que quiero destacar es que en el corazón de ellos lo que había era rebelión en cuanto a la visión que Dios había dado a este pueblo.
¡Cuántos trataron de conducir a nuestra iglesia por otro camino! Muchos llegaban de otros lugares con una maleta llena de planes, incluso yo mismo tenía la mía; la visión que traje de la otra iglesia, que ahora iba a perpetuar, pues ya tenía la libertad de hacer las cosas, pensaba. Por eso sufrí muchos chascos, y a veces me comportaba como Balaam, que cuando el asna veía el ángel y retrocedía, golpeaba al animal, porque no veía e insistía que la bestia lo llevara por un camino que Jehová no quería que él pasara (Números 22: 27). Así duré como cinco años, en una amargura de espíritu buscando una explicación, porque yo sentía que había perdido algo, y anhelaba aquellos tiempos donde Dios me usaba de cierta manera, en la otra denominación donde estaba, y quería que esa gracia siguiera. No entendía que no era la misma visión, que allá era una visión y aquí era otra. Por eso, cuando me decían a mí que no estaban de acuerdo con la visión, yo les respondía: «Yo tampoco estoy de acuerdo, porque yo tengo una visión y el Señor me la está desbaratando». Y ellos se espantaban y entendían mucho menos. Y así duró Dios años tratando con mi vida para forjar la visión, y ahora que pensaba que ya la tenía, me estaba diciendo que esa no era, porque apenas empezaba…
Se enfrentan problemas y se sufre por seguir la visión. Vemos a Jesús en su angustia, que clamaba a Dios diciendo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre” (Juan 12: 27,28). Y dice Juan que vino una voz del cielo que dijo: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (v. 28), pero la multitud que estaba allí, que incluso oyó la voz, decía que había sido un trueno y otros que era un ángel que le había hablado (v. 29). Nota que éstos sí oyeron, pero a algunos les pareció como un trueno, y otros no reconocieron la voz del Padre, ¿por qué? Porque no entenderán la voz, aunque la escuchen, aquellos que no han sido llamados. Pero Dios te ha dado a ti el entendimiento y también a los que se añaden a la visión, de abrir sus corazones y seguirla; de buscar, en los anales de la historia de la congregación, aquellos mensajes que muestran la manera en que Dios ha guiado a su pueblo. PORQUE CUANDO SE ENTIENDE LA VISIÓN, SE TOMAN LAS ARMAS QUE EL SEÑOR HA PROPORCIONADO Y SE SIGUEN LAS INSTRUCCIONES QUE ÉL HA DADO.
Ahora, ¿cuál es la actitud que debe tener aquel que recibe una visión celestial? Una actitud de acercamiento. Cuando Moisés vio la zarza ardiendo, ¿qué dijo? “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodo 3: 3). ¿Qué quiere Dios contigo, ministro? ¡Que te acerques! Que tú veas -si es que estás convencido que es una gran visión de Dios- no a cuatro paredes o el espacio X que ocupa la iglesia, sino que mires a un Dios que está ardiendo en fuego y no se quema. En aquel tiempo era una zarza que ardía y no se quemaba, y la visión de Moisés estaba puesta en un árbol, pero ahora la visión no está puesta en un arbusto, sino en un Dios sentado en el trono, y al Cordero. Y si Moisés se sintió maravillado, impactado por la grande visión y se acercó, tú también debes acercarte. Acerca tu corazón a la visión, porque donde está el tesoro está también el corazón (Mateo 6: 21). Mira la gran visión y, como Moisés, medita también sobre por qué causa la “zarza” no se consume. Escucha los mensajes, para que sepas qué Dios está ministrando, oye las profecías para que recibas lo que Dios está revelando. ¡acércate! El Señor no está diciendo una cosa ahora y dentro de dos meses o un año va a decir otra, sino que nos conduce, según el propósito, en una sola dirección.
Otra correcta actitud hacia la visión celestial es considerarla e intentar entenderla, como hizo Daniel: “mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla…” (Daniel 8: 15). El considerar una cosa es lo contrario a ignorarla, a no prestarle atención, sino inquirir en ella, desear entenderla, prestarle la atención debida, para discernir y conocer la sabiduría que hay en ella. Daniel, a quien Dios le había dado tanto discernimiento, no dijo: «Oh, sorprendente la forma como sacrifican en el cielo… ¡Tremendos cuernos los de esos carneros!», sino que la tomó en serio, como diciendo: « ¿Qué es lo que Dios me quiere mostrar con todo eso? ¿Cuál es su significado?». También María tuvo una actitud correcta hacia la visión del Salvador del mundo. Dice la Biblia que ella guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lucas 2: 19,51). Ella no se vanagloriaba al ver reyes y sabios adorando a su niño en un pesebre (vv. 17-18). Tampoco se burló en el templo de aquellos doctores de la ley, que se sentaron a oír y a preguntarle a Jesús, siendo un niño, maravillados de su inteligencia y de sus respuestas, sino que María lo mantenía y lo meditaba constantemente en su corazón (Lucas 2: 46-51).
También Daniel procuró entenderla, y esa igualmente debe ser nuestra actitud: « ¿Qué es lo que Dios me quiere decir?». Nota que al ver esa actitud en él, entonces se oyó la voz del Señor diciendo: “Gabriel, enseña a éste la visión” (Daniel 8: 16), porque Gabriel era el ángel revelador de los mensajes de Dios, como ahora para nosotros es el Espíritu Santo (Juan 16: 13). Por tanto, ¿quiénes van a tener al Espíritu Santo al lado? Los que consideran la visión, los que procuran entenderla. Así hará Dios contigo, cuando te vea inquiriendo delante de Él el significado de lo que Él está mostrando. Fue tanto el deseo de Daniel de entender la visión que hasta se enfermó, como tal escribió: “Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía” (Daniel 8: 27). ¿Quién que tenga una revelación de la voluntad de Dios se quedará igual y no se quebrantará o enfermará por entenderla?
No hay quien al tener una revelación no caiga en una crisis por no entenderla, o sienta una carga, o una aflicción por causa de la visión. Hay un peso muy grande para ministrar esas cosas, para que no se malogre el plan de Dios en tu vida, pues, como bien dijo el apóstol: “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Corintios 2: 16). Daniel se enfermó porque no entendía. Posiblemente, muchos de nosotros al no entender el trato de Dios, por el propósito, nos ponemos tan susceptibles, y nos quebrantamos y lloramos, a punto de enfermarnos. Estamos perplejos, pero, como Dios nos ama, así como a Daniel, dará la orden a nuestros sentidos espirituales de entender y como a Pablo, caerán las escamas de nuestros ojos.
Me llama la atención que Daniel no solamente se enfermó, sino que con la visión le sobrevino dolores, y se quedó sin fuerza (Daniel 10: 16). Hay quienes deseamos la visión sin dolores, pero la visión viene en un kit, en un equipo completo, pues junto con la visión viene el padecimiento. La visión de Dios es como una mujer en parto, que junto con el niño, también vienen dolores. Hay quienes quieren parir sin dolor, pero la Biblia dice: “con dolor darás a luz los hijos” (Génesis 3: 16), por tanto, no hay quien se escape. Así también la visión viene con dolores, y si queremos ver el muchachito -la visión-, y soñamos con palparlo, hay que estar dispuesto a sufrir los dolores, a pujarlo y a parirlo.
La visión también trae un conflicto grande. Daniel escribió: “En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión” (Daniel 10: 1). Todo lo que Dios muestra es verdadero, por eso el conflicto es grande, muy grande. Hay quienes se sienten honrados por la visión de Dios, se sienten privilegiados por esa gracia, pero se asombran cuando tienen que vivir el conflicto de la visión, y muchos no están dispuestos a sufrirlo. El conflicto viene porque hay que obedecer a Dios y eso pone presión sobre nosotros. Son muchos los aprietos que trae la visión, además de largas noches de insomnio, porque el sueño huye de nuestros ojos, tratando de entender. También se crean crisis con los hermanos, porque casi nunca entienden y nos juzgan y nos ven mal.
Una de las cosas que sufren las iglesias y los hombres de Dios, a quienes Dios les da visión celestial, es el dolor de la amputación que tienen que sufrir. Jesús, al ver que muchos de sus discípulos volvieron atrás, les dijo a los doce: “¿ Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6: 67). Los que se fueron y lo dejaron no eran de la visión, pero los que se quedaron, participaron de la visión. Nuestra congregación también ha sufrido y sé que no hay iglesia que se haya escapado de sufrir la amputación de muchos de sus miembros, que estuvieron en el momento en que Dios da la visión, pero no la oyen ni la entienden. Nosotros nos asombramos cuando vemos que se espantan y se van; y lo sufrimos, porque deseamos que ellos también participen, pero la Palabra es muy clara, solamente van a entender aquellos que han sido llamados a la visión, los demás no serán ni ministros ni testigos de la misma.
Dios quiere que entendamos eso, y yo soy el primero que debo entenderlo, porque me aflijo cuando veo que los que están alrededor no entienden. Mi espíritu se entristece porque considero que el deseo de todo hombre de Dios es que todos entiendan la visión, que a todos les sea revelada, que todos participen, pero no sucede así. Ese es el conflicto, ese es el gran dolor. Pero Daniel comprendió la visión de Dios y tuvo inteligencia acerca de ella, o sea, entendió el significado plenamente. Jesús dijo: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo” (Juan 16: 21). Es decir, que mientras dura el parto hay dolor, hay conflicto (¿ qué será, cómo será, cuándo nacerá?), pero luego que ha dado a luz al bebé, la mujer ni se acuerda del dolor, porque siente un gran gozo y toda su atención está en “el niño”, es decir, que el propósito de Dios se cumpla en la tierra.
Personalmente, he notado que aquellos que como Daniel estén dispuestos a sufrir los dolores por la visión, el quebranto por la visión, la debilidad por la visión y se atrevan a meterse en el conflicto por la visión, tendrán comprensión y sabiduría acerca de ella. Es una conducta de Dios que cuando Él quiere hacer algo grande en medio de su pueblo, trae quebrantamiento, como dijo el proverbista: “antes de la honra es el abatimiento” (Proverbios 18: 12). Cuando Dios derrama su presencia, trae un tiempo de quebrantamiento, para preparar a su pueblo para una gran bendición. Entonces viene su Palabra como fuego y como martillo que quebranta la piedra (Jeremías 23: 29), revelando aquellas cosas que están de acuerdo con la visión y lo que hay que padecer por ella.
No obstante, hay quienes cuando les tocan sus “becerros de oro” reaccionan contra el mensaje y no estiman el consejo, sino que lo aborrecen y se rebelan contra él. Entonces se levantan con su trompeta, dando sonido incierto, y cuando Dios dice quebrantamiento, ellos dicen gozo, para cambiarle el rumbo al pueblo. Y dicen: «Qué tanto lloriqueo, vamos a gozarnos; Cristo ya venció», divorciados totalmente del sentir del Espíritu Santo, y llevando al pueblo por un lado que no es el lado que el Señor está indicando. ¿Por qué? Porque no oyeron ni entendieron la visión y no pueden fluir en ella, y en vez de humillarse delante de Dios y pedirle la revelación, se levantan contra ella.
Entender las cosas del Señor es misericordia de Dios. La Biblia dice que es el soplo del Omnipotente lo que hace que el hombre entienda las cosas que son del Espíritu (Job 32: 8). Si tú eres creyente, y escuchas de la visión, pero no la entiendes, lo que debes hacer es hablarle al Señor y pedirle: «Revélame la visión de este pueblo, porque yo no quiero simplemente leer una profecía de un libro sellado; yo no quiero ser un profeta de esos que están dormidos, porque Jehová ha derramado espíritu de sueño sobre ellos y cerró sus ojos y puso un velo en sus cabezas (Isaías 29: 10), y ¡no disciernen! No quiero estar embriagado con el vino de la ignorancia, y no poder comprender la visión. ¡Yo quiero ser parte de eso que estás haciendo y vas a hacer! Déjame ver la visión, permíteme escuchar la voz». ¿Para qué andar, simplemente, espantado con el pueblo que tiene la visión, o acompañar a los hombres a quienes Dios se la ha revelado, y no tener nada que ver con ellos? Como los hijos de Sarvia, que andaban junto a David, pero no tenían su espíritu ni su corazón (2 Samuel 16: 10; 19: 22). Nadie puede entender si Dios no abre los ojos.
A la visión hay que acercarse, hay que entenderla, hay que considerarla, hay que amarla, hay que desear más de ella, hay que entregársela con toda la pasión y seguirla. Cuando te metes en la visión, te sometes a ella y la sufres, como Daniel. Se fluye en la visión, cuando la entiendes y puedes expresar su significado. He visto personas que tienen tremendos dones y predican muy lindos mensajes, pero lo que están predicando no es lo que Dios quiere que se predique, por eso no fluyen ni se ve la gracia en ellos, pues es como si violentaran el plan de Dios. Por eso, mis consiervos en el ministerio, y yo preferimos pagar el precio de pasar el tiempo que fuese necesario, buscando la voluntad de Dios en cuanto al mensaje, antes de predicar cualquier sermón. A veces estamos todo el día preparando nuestro corazón y el Señor no nos da nada y todavía ya estamos en el servicio de adoración y estamos inquiriendo: «Señor, por favor ¿qué es lo que tú quieres que yo predique?» Porque hemos entendido que si vamos a predicar debe ser lo que Dios quiere decir, de otra manera no vamos a fluir. Puede ser que el mensaje sea muy bueno, pero no vamos a exponerlo en el Espíritu. Lo he visto, cuando he preparado un mensaje y digo: «Tremenda revelación. Esto va a impactar a la iglesia», lo predico y sin embargo nadie reacciona. Luego, con un tema sencillo que Dios me lo ha dado prácticamente antes de ir al púlpito, noto lo mucho que fueron bendecidos los hermanos. Por lo que aprendo que si Dios quiere en ese momento hablar y tú le prestas tu boca, entonces Dios fluirá a través de ti y su pueblo será edificado y bendecido.
El Señor dijo: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos” (Mateo 13: 11), ¿a quiénes? a los que aman y celan la visión. A esos se les van a abrir los tesoros de la sabiduría de Dios para ver el propósito. No tanto la forma (cómo lo voy a decir ni cómo lo voy a ilustrar en la Biblia, pues eso también viene en la bendición), sino que lo más importante es describir lo que está en el corazón de Dios y transmitirlo. Entiendo que a veces no tenemos las palabras para comunicarlo, solo la idea y el corazón que está lleno de su revelación, pero Dios nos va a dar la dicha que cuando salga el mensaje, aunque sea por señas, Él abrirá el oído y el entendimiento de su pueblo para que entiendan. Por tanto, primeramente acércate a la visión, después considera la visión, incluso ora y ayuna como Daniel (cuando procuraba entenderla), y disponte a sufrir los dolores, la debilidad y el quebranto, por entender la visión. Luego, sométete a la visión y déjate guiar por ella, así Dios va a ser glorificado, pues su plan se va a cumplir y tú serás un instrumento efectivo en sus manos.
Finalmente, antes de terminar esta parte y este capítulo, considero necesario hacer algunas aclaraciones, para que se entienda claramente este mensaje y seamos verdaderamente edificados. Comencé este segmento definiendo lo que era una VISIÓN DE DIOS Y DIJE QUE UNA VISIÓN CELESTIAL ES UNA APARICIÓN DE DIOS A UNA PERSONA, PARA REVELARLE ALGO ESPECÍFICO, A FIN DE QUE REALICE UNA MISIÓN ESPECIAL, DENTRO DE SU PROPÓSITO ETERNO. Esta definición está basada en la experiencia de los hombres que Dios llamó o se les apareció, según los relatos bíblicos que ya hemos visto.
Nota que la visión es una aparición de Dios, donde Él se revela, habla, instruye, ordena, etc. Hoy se llama visión a los ideales ministeriales y a las metas, proyectos y sueños del ministro de la iglesia o denominación. A la luz de esta enseñanza bíblica, queda claro que estas no son visiones celestiales, sino humanas, por consiguiente, cuando se logran se constituyen en las “plantas que no plantó mi Padre”, como dijo el Señor (Mateo 15: 13), visiones de sus propios corazones (Jeremías 14: 14). Dios no respalda las buenas ideas, sino sus ideas, y sólo está comprometido con su propósito, no con sueños, proyectos ni delirios de los hombres. No obstante, el hecho de que una idea o iniciativa nuestra se realice con resultados admirables o asombrosos, no significa que era de Dios o que Él la haya respaldado. La inteligencia e ingenio, junto a la disciplina del hombre siempre han logrado grandes realizaciones. Pero, si la visión no vino de Dios, el resultado tampoco será de Él. Las visiones humanas, al final, han traído deshonra al nombre de Dios y confusión al pueblo. Alguien dijo: «una visión, más otra visión, más otra visión es igual a una división». Esto es cierto y así sucede cuando las visiones proceden del hombre.
Lo segundo que quiero aclarar es que la iglesia de Cristo en el mundo, en cuanto al propósito general de Dios, solo tiene una visión. ¿Nos estamos contradiciendo? No. Lo que estamos diciendo es que una cosa es el propósito general de Dios con la iglesia, como cuerpo universal, y otra el propósito específico o individual que Dios asigna a una congregación local, a un ministro o ministerio. Lo voy a ilustrar con el siguiente ejemplo: El propósito general de Dios es semejante a un proyecto grande de construcción, mediante el cual, Él está haciendo un edificio o templo espiritual. Él es el perito arquitecto, pues creó el diseño y asigna a unos la estructura (apóstoles y profetas -1 Corintios 3: 10- ), a otros la electricidad, a otros la plomería, a otros la carpintería, a otros la pintura, a otros la decoración, etc. Todos trabajamos en ese propósito general, cuando realizamos nuestras asignaciones o funciones específicas.
Esas asignaciones distintas o funciones diversas las podemos considerar como “las visiones de Dios”, en cuanto a nuestras tareas particulares. Por ejemplo, a Moisés le dio la visión de sacar a Israel de Egipto y pastorearlo por el desierto. A Josué le asignó la visión de sacar a los cananeos de la tierra y darle heredad a Israel en la tierra prometida. A Jeremías le delegó el anunciar el castigo del cautiverio; a Saulo ser el apóstol de los gentiles, y a Pedro el de la circuncisión (Gálatas 2: 7-8), etc. En resumen, la suma de “todas las visiones” debe reflejar y constituye el propósito general de Dios con su pueblo. NUESTRO FIN, EN LO QUE HEMOS EXPUESTO, ES MOSTRARTE QUE EL LLAMAMIENTO SIEMPRE SERÁ DE ACUERDO AL PROPÓSITO DE DIOS. La visión celestial nos ha servido como ilustración o ejemplo, para hacer entender este tópico. Cada vez que Dios se apareció a alguien le dio una visión celestial, pues tenía el propósito de que esa persona entendiese y realizara algo específico, de acuerdo al plan divino. Así, cada aparición o visión de Dios, generalmente, viene acompañada de instrucciones, para que la persona llamada realice la encomienda divina.
Todo aquel que ha sido llamado por Dios al ministerio cristiano, debe guiarse estrictamente por la instrucción de Dios. Así como ninguno se llamó a sí mismo al ministerio, tampoco nadie debe realizar su propia visión. Dios, el que llama, es el único que nos puede decir: “… para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto” (Hechos 26: 16).
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
Que Dios te bendiga!
DT-406 El llamamiento es Conforme a su Procedencia Introducción
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! En esta clase del Currículo de estudio, vamos a tocar información sobre Introducción a El llamamiento es Conforme a su Procedencia, [DT-406 El LLAMAMIENTO ES CONFORME A SU PROCEDENCIA] o sea el origen y la procedencia del llamamiento, luego de cada clase, estarás tomando pequeños exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto!
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El estudiante podrá entender el origen, (historia) de la procedencia del llamaminento.
- B- El estudiante Podrá saber el significado bíblico de la procedencia del llamaminento.
- C- El estudiante podrá definir la procedencia del llamaminento.
- D- El estudiante podrá identificar la procedencia de su llamamiento al ministerio.
- E- El estudiante podrá presentar evidencias bíblica en cuanto a la procedencia del llamaminento.
DT-406 – 406 El LLAMAMIENTO ES CONFORME A SU PROCEDENCIA
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” –Hebreos 3: 1
Cuando el Señor Jesús enseñó a sus discípulos a orar, les dijo: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6: 9-10). Por tanto, todo aquel que ame y desee el reino de Dios, debe amar y desear todo lo que pertenezca a ese reino. ¿Por qué dice: “como en el cielo”? la respuesta es simple, el reino que estamos pidiendo que venga a nosotros es el de los cielos. El Padre, a quien se le hace la petición, es el Rey de ese reino que habita en el cielo; Su trono y Su morada están en los cielos, por tanto, Su reino es celestial. Dios reina en conformidad a Su manera de ser y pensar, por lo cual, tal como es el pensamiento de Dios, así es Él (Isaías 55: 8-9). De acuerdo a Su naturaleza así es Su reino, por ejemplo, Su reino es santo porque Él es santo; Dios reina en justicia porque Él es el justo; Su reino es eterno porque Él también lo es.
Nuestro Señor Jesucristo, revelándoles el reino de Dios a sus discípulos, usó muchas veces la metáfora: “El reino de Dios es semejante a…” (Mateo 13: 24, 33,44-45,47). Esto nos enseña que el reino de los cielos tiene una naturaleza que lo caracteriza. El apóstol Pablo escribió: “… porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14: 17). También dijo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4: 20). Los apóstoles enseñaron que lo que no es compatible con el reino de los cielos ni es de acuerdo a su naturaleza, no tiene parte ni herencia en él. La Palabra dice: “¿ No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.(…) Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.(…) Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (1 Corintios 6: 9-10; 15: 50; Efesios 5: 5).
La naturaleza del reino de los cielos repele todo lo que es contrario a ella, por ejemplo, el pecado. La Biblia nos enseña que los creyentes en el Señor Jesucristo hemos sido trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de la luz (Colosenses 1: 13). El Maestro enseñó que es necesario nacer del Espíritu para entrar en el reino de Dios (Juan 1: 5). En el mismo contexto, en su diálogo con Nicodemo, al contestar a su pregunta“¿ Cómo puede hacerse esto?” (Juan 3: 9), Jesús le dijo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (v. 12). Y más adelante, aplicando la enseñanza dice: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos” (Juan 3: 31).
Es notorio que EN LAS ENSEÑANZAS BÍBLICAS, EL LUGAR DE PROCEDENCIA DE LAS COSAS DEFINE LA NATURALEZA DE LAS MISMAS. Las cosas de abajo son terrenales, por tanto, su naturaleza es terrenal. De la misma manera, las cosas de arriba son celestiales y su naturaleza es celestial. El apóstol Pablo escribió: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial” (2 Timoteo 4: 18). El adjetivo “celestial” no sólo define la procedencia o el lugar geográfico de dicho reino, sino su naturaleza. La Biblia llama a Dios “Padre Celestial” (Mateo 6: 14, 26,32; 15: 13; 18: 35; Lucas 11: 13); a Su reino celestial (2 Timoteo 4: 18); a las cosas de arriba, celestiales (Juan 3: 12); a la imagen del hombre resucitado, celestial; y al cuerpo que traeremos, celestial (1 Corintios 15: 48,49). La Palabra también se refiere a nuestra habitación que será celestial (2 Corintios 5: 2), y nos habla del don celestial (Hebreos 6: 4), de la “patria celestial” (Hebreos 11: 14-16); de “Jerusalén, la celestial” (Hebreos 12: 22); de “los ejércitos celestiales” (Apocalipsis 19: 14), y de la visión celestial (Hechos 26: 19).
En el versículo con que presidimos este capítulo, el escritor de la carta dice: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial…” (Hebreos 3: 1). Nota que al llamamiento del cual participamos se le llama celestial. ¿Por qué nuestro llamamiento es celestial? Busquemos respuesta a esta interrogante en el testimonio de Saulo de Tarso acerca de su llamamiento, en el cual él mismo relata: “Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor?” (Hechos 26: 12-15). El apóstol cuenta que la luz que le rodeó provenía del cielo y también la voz que le habló (Hechos 26: 13), y por esa razón, el apóstol llamó celestial a aquella visión (v. 19). Mas, la visión no solo era celestial porque procedía del cielo, sino porque poseía la naturaleza, el carácter y el propósito del reino celestial. Notemos lo que dijo la voz del que hablaba desde el cielo:
“Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”( Hechos 26: 15-18).
El mensaje que anuncia el llamamiento celestial convierte a los hombres de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. Cuando el apóstol escribió a los gálatas acerca de la manera en que recibió el evangelio y el llamamiento divino les enfatizó: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. (…) Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre…” (Gálatas 1: 12,15-16); fíjate en sus expresiones aclaratorias destacadas en negritas. La frase “carne y sangre” en el lenguaje del Nuevo Testamento no solo se refiere al hombre en sí, sino también a la naturaleza adánica que reina en él, la cual es contraria al reino de Dios y a su llamamiento.
Si el llamamiento que hemos recibido es celestial, entonces no es de hombre ni por hombre, ni tampoco posee la naturaleza de la “carne y la sangre”. Nuestro llamamiento es celestial porque procede del cielo y se originó en Dios (Hebreos 3: 1; Gálatas 1: 15), por lo que en su contenido, carácter y propósito, necesariamente, refleja la naturaleza del Padre celestial y Su reino de gloria. El Señor espera que los que somos participantes del llamamiento celestial andemos como es digno de él. El apóstol inspirado por el Espíritu dijo: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4: 1-3). Nota que andar como es digno del llamamiento es lo mismo que andar de acuerdo al carácter o naturaleza de Dios y a Su reino que es humildad, mansedumbre, paciencia, amor y paz. En otra parte dice, enfatizando el mismo pensamiento: “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” (2 Tesalonicenses 1: 11). De esta palabra inspirada, podemos deducir que el llamamiento de Dios nos lleva a Su propósito de bondad y a Su obra de fe con Su poder. Si combinamos estas dos porciones bíblicas, podemos concluir que cuando no andamos como es digno del llamamiento celestial, nos hacemos indignos del mismo. Entender esto es de suma importancia para los que somos participantes de ese honroso llamado, por lo que te invito a que estudiemos el significado del llamamiento celestial y sus implicaciones en las secciones en que hemos dividido este capítulo.
El Bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
“Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme”-Marcos 11: 29-30.
La porción bíblica que nos sirve de tema y que también titula este segmento, nos habla de un incidente que ocurrió a nuestro Señor cuando al volver de Jerusalén se le acercaron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos de Israel, y le preguntaron: “¿ Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (Marcos 11: 27-28). Nota quiénes le formularon la pregunta al Señor: los líderes religiosos de aquel tiempo, aquellos que habían sido puestos en autoridad. Sin embargo, es el espíritu de Satanás que pone la pregunta en la boca de ellos, porque al diablo le gusta hacer preguntas para sembrar duda e incredulidad, de la misma manera que él acosó a Jesús en el desierto. Allí, varias veces le dijo con insinuaciones: “Si eres Hijo de Dios…” (Lucas 4: 3,9), ahora, con su acostumbrada astucia y doble intención, le dice: “¿ Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas? (Marcos 11: 28).
La Biblia dice que Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo (Mateo 4: 1), así Dios nos pondrá en esa situación, para que veamos cómo el diablo y sus demonios, a través de la boca de cualquier hombre contrario a la verdad, pudiera venir directamente a cuestionarnos sobre nuestro llamamiento. Mas, como el Señor, también nosotros tenemos que tener respuestas para el diablo, respuestas para los enemigos, y respuestas para nosotros mismos en nuestra conciencia, si queremos ser transparentes delante de Dios. No obstante, para poder responder adecuadamente y callar la boca de esos espíritus inmundos, tendríamos que estar seguros de nuestro llamamiento.
¿Cuál era la intención de estos hombres al formular dicha pregunta al Señor? No es difícil saberlo, los evangelios muestran que ellos estaban envidiosos, por el ministerio de Jesús (Mateo 27: 18). Les preocupaba sobremanera que la multitud le siguiera y decían: «Este hombre no estudió en la escuela de los rabinos, no pertenece al sanedrín, ninguno de nosotros lo ha apartado para que sea un rabí, pero anda enseñando, obrando y predicando, y le llaman “maestro”. Si nosotros somos las autoridades espirituales en esta nación, ¿cómo es que no le conocemos? ¿Con qué autoridad él hace estas cosas?». Obviamente, los líderes de Israel, los principales sacerdotes y los fariseos se sentían amenazados con el ministerio de Jesús, pues eran muchos sus milagros y señales, y la multitud que le seguía, para negar el poder que se manifestaba en Él.
Mas, no hay autoridad que no venga de arriba, porque la autoridad la da Dios, y esa autoridad la recibió Jesús. Él dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28: 18). Por eso, cuando Poncio Pilato trató de avergonzarlo, y quiso reaccionar frente al silencio de Jesús, pues estaba confundido al ver su serenidad y templanza, quiso hacerlo hablar cuando él quería callar, le dijo: “¿ A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?” (Juan 19: 10). Jesús, que hasta ese momento no había hablado -pues Él no hablaba si el cielo no se abría y había instrucción de Dios- alzando la cabeza lo miró, y vio que debajo de esa aparente firmeza y voz dura, en los ojos de este hombre se escondía un gran temor, entonces le dijo de manera categórica: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene” (v. 11). Y si Pilato estaba temeroso por la situación, al oír sus palabras se le acrecentó el miedo, y empezó a buscar todos los medios para soltarle (v. 12).
De hecho, los líderes de Israel y los principales sacerdotes tenían cierta potestad, pero solamente era la autoridad que da la posición. Es innegable que la posición da una autoridad, y el primero que la respeta es Dios. Digamos que ellos tenían la credencial eclesiástica, pero no tenían la autoridad divina. Así en este tiempo, también, existen dos autoridades: la autoridad que da la posición y la autoridad que da la unción; la autoridad que da la institución y la autoridad que da el llamado de Dios.
Una vez, estudiando sobre la autoridad, me quedé perplejo y maravillado, porque yo era uno de los que reprendía al diablo e insultándole le decía: «Mira tú, diablo mentiroso, diablo sucio, vete al infierno», etc., pero ese día el Señor me reprendió diciendo: «No vuelvas más a dirigirte a Satanás de esa manera», y me dije: «¿ Será Dios que me está hablando?, ¿es mi mente o es Dios que está abogando por el diablo?», pero el Señor me dijo: «Soy yo el que te hablo y te digo una cosa: el diablo me blasfema, induce a los hombres a que me nieguen, y pequen contra mí, y tiene sus métodos para hacerlo, pero yo soy Dios, el Santo de los santos, y nunca he usado insultos. El insulto es un recurso del que está vencido, y yo no lo estoy, pues aun sobre el infierno tengo la autoridad». También el Señor me dijo: «Nota que cuando hubo la pelea por el cuerpo de Moisés, el arcángel Miguel no se atrevió a proferir maldición contra el diablo, sino que solo lo reprendió (Judas 1: 9). Mira como mi siervo Pedro y Judas se refieren de los que no temen decir mal de las potestades superiores, los llaman blasfemos, atrevidos y contumaces (2 Pedro 2: 10; Judas 1: 8)». Al escuchar esto, yo temblé, porque vi que el maldecir no era una conducta del reino de los cielos, entonces cambié mi lenguaje para seguir el método de Dios. El Señor nos enseña a respetar toda autoridad, no importa si es ilegítima.
Todo aquel que basa su autoridad en una credencial o posición no tiene la autoridad espiritual. De hecho, cuando un ministro se aferra a la autoridad de la posición es porque ha perdido la de su llamamiento. Al darnos cuenta que hemos perdido la autoridad divina, nos parapetamos en la posición, y decimos: «Yo estoy aquí porque a mí me mandó Dios; yo soy el pastor, el líder en este ministerio y hay que sujetarse a mí». Entonces, a todo el que viene diciendo “en el nombre del Señor” lo cuestionamos y nos oponemos, porque nos sentimos con derecho para hacerlo. Mas, en el fondo lo que nos mueve actuar de esta manera es el miedo de saber que no tenemos la autoridad espiritual que nos había dado Dios, sino la de los hombres. Es por eso que nos preocupa todo movimiento espiritual, todo lo que nos pueda sustituir, y nos metemos en competencias, asumiendo actitudes y neutralizando el ministerio de los otros, porque lo vemos como una amenaza para el nuestro. Mas, el que sabe quién es en Dios, y tiene la seguridad de la autoridad recibida, no obra de esa manera.
Hoy en día la iglesia está viviendo lo mismo. El “sanedrín” que tiene la posición eclesiástica se siente amenazado cuando ve a Dios que levanta sus profetas, a sus ungidos, que no están necesariamente sometidos a una organización, y que no ministran por la posición, sino por la autoridad que Él les dio. Entonces, se preguntan lo mismo: « ¿Y este de dónde salió? ¿En qué seminario estudió? ¿a qué concilio pertenece? ¿bajo qué cobertura está ministrando? ¿Cuál es su posición? ¿Con qué autoridad hace estas cosas y quién se la dio?», de la misma manera que para los líderes de Israel, Jesús no estaba autorizado a predicar, porque no estaba bajo la cobertura de su autoridad. Esa fue la razón por la que Jesús no les contestó sus preguntas, pues vio en ellos una solapada intención, y por eso les dijo: “Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme” (Marcos 11: 29-30).
La Biblia describe a Jesús como alguien que tenía autoridad divina. Los evangelios registran que Jesús: “… les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (…) Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Mateo 7: 29; Marcos 1: 27; Lucas 4: 32). Él hablaba con autoridad y no como los escribas y fariseos que se basaban en interpretaciones nada más, y no en la Palabra ungida de Dios. Jesús hablaba aplicando la Palabra de Dios, por eso nadie podía resistirle.
De hecho, los evangelios registran que incluso, aquellos alguaciles que fueron enviados a aprehender a Jesús dijeron a los principales sacerdotes, que le reclamaron el no haberlo traído preso: “¡ Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7: 46), porque nunca ningún hombre había hablado como Él. La autoridad de su vida sometida al Padre, se manifestaba en sus palabras, pero, ¿qué hablaba Jesús? El maestro hablaba la Palabra de Dios y no tradiciones humanas. Él aplicaba la cátedra de Moisés, en cambio los escribas y los fariseos “se sentaban” en ella, es decir, solamente la citaban, pero no la creían, no era parte de sus vidas (Mateo 23: 2). Jesús sabía quién él era y lo decía constantemente, porque era algo que todos debíamos saber. El Señor dijo:
“Yo soy el pan de vida;(…) Yo soy el pan que descendió del cielo (…) Yo soy la luz del mundo; (…) Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. (…) Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. (…) si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (…) Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. (…) De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. (…) De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. (…) Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. (…) Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. (…) Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (…) Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (…) Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. (…) Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. (…) el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”( Juan 6: 35,41; 8: 12,18,23,24,28,58;10: 7,9,11; 11: 25;14: 6,11;15: 1;17: 1).
Todo lo que Jesús era lo basaba en el Padre. Inclusive, él dijo refiriéndose a Juan el Bautista: “Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo” (Juan 5: 35-41). Aunque el Señor daba testimonio de Juan como profeta, no era tanto el testimonio de Juan lo que podía determinar si Jesús era quién era, sino Dios.
Por tanto, Jesús no basaba su autoridad por las palabras de Juan, sino por las palabras de su Padre que está en los cielos, porque estaba consciente de que el testimonio de Dios es mayor que el de un hombre. Su mayor testimonio era la voz celestial que varias veces se oyó desde el cielo, decir: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3: 17; 17: 5;). Nota que Jesús basó su autoridad en tres cosas. 1. Que Dios lo envió; 2. Obediencia absoluta al Padre; y 3. El cumplimiento de las Escrituras. Él no basó su autoridad en testimonio de hombres, aunque los hombres dieron testimonio de él. La ley, los Salmos, los profetas hablaron de Él. Juan fue el último de los profetas y no solamente habló, sino que señalándolo, dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Sin embargo, para Jesús su mayor testimonio en la tierra fue el de Dios. No es suficiente que los hombres den testimonio de nosotros, aunque es bueno que lo hagan, pero no nos aferremos a la autoridad de la posición, sino a la autoridad del llamado de Dios.
Todo el pueblo sabía que Juan el Bautista era profeta de Dios (Lucas 20: 6). Los profetas Isaías y Malaquías hablaron de Juan, diciendo: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (…) He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. (…); “La voz de Jehová clama a la ciudad” (Isaías 40: 3; Malaquías 3: 1). Ellos hablaron de él como mensajero que anunciaría al que había de venir a salvar al mundo. Por tanto, para los judíos, Juan tenía autoridad divina, y sin embargo, no lo escucharon cuando dio testimonio de que Jesús era el Cristo.
El mismo Jesús dijo: “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan (…) las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” (Juan 5: 36). Los fariseos aparentemente buscaban respuesta acerca de la autoridad de Jesús, pero en realidad lo que querían era negar que Él venía de Dios; y el Señor,
conociendo su verdadera intención, los llevó a mirar el ministerio de Juan, el cual tenía mucha similitud con el de Él, ya que: a) El anuncio del nacimiento de Juan vino por una visión celestial, el de Jesús también (Lucas 1: 13; 30-33); b) Los dos nacieron por un milagro de Dios, Juan del vientre de una mujer estéril y un hombre mayor, y Jesús de una virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo (Lucas 1: 13, 35); y c) Las Escrituras daban testimonio de ambos nacimientos (Isaías 40: 3, 9: 6). Sin embargo, Jesús tenía algo más que Juan no tenía, y era que sus obras eran poderosas, hacía grandes señales y bautizaba con el Espíritu Santo. A parte de que el mismo Dios, con voz audible, lo declaró su Hijo. Por tanto, si los fariseos respondían Su pregunta, darían respuesta también a las suyas.
Mas, ¿quién envió a Juan? Dios. El apóstol Juan escribió: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan” (Juan 1: 6). Esa expresión a mí me sacude internamente, pues hemos creído, y si mi vida está escrita en el libro de la vida yo quiero que se diga: «Juan E. Fernández fue un hombre enviado por Dios…». No quiero que se escriba de mí como un hombre que se auto llamó, ni que emprendió el ministerio por su propia iniciativa, sino uno que obró, porque tuvo el llamamiento santo de Dios. Recuerda que nadie tiene autoridad si Dios no lo llama, tampoco tiene honra si de Dios no la recibe.
Antes de que Juan conociera a Jesús y diera testimonio de Él, dijo: “… yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Juan 1: 33-34). Nota que en su expresión, Juan no dijo: «El que me envió a predicar», sino que dijo: “el que me envió a bautizar con agua” y la pregunta que hizo Jesús fue: “El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o era de los hombres?”. Sabemos que Juan fue un hombre llamado de Dios, y su primera experiencia con el Espíritu Santo empezó desde el vientre de su madre. Antes de que Juan naciera, el ángel de Jehová se le apareció a su padre Zacarías y le anunció su nacimiento y el ministerio al cual había sido llamado (Lucas 1: 13). Por eso, desde antes, su embrión fue lleno del Espíritu y su ministerio fue tan poderoso que la Palabra registra que todos lo tenían como un verdadero profeta de Dios.
Mas, Juan bautizaba porque Dios le dijo que lo hiciese y daba testimonio de Jesús, porque también el Padre le dio testimonio de quien era su Hijo, aunque los principales sacerdotales, sobre esto último no le reconocían a Juan dicha autoridad profética, ya que de otra manera tendría que aceptar a Jesús como Hijo de Dios (Marcos 11: 32). Y yo me pregunto, ¿será posible que el pueblo tenga más visión que sus líderes? ¿No será que los líderes tienen conflictos de intereses y por eso es que no les conviene aceptar a quienes tienen el llamamiento divino? ¿No será que el apego y el temor de perder la posición es lo que les impide ver a los que son llamados por Dios?
El pueblo que no tenía intereses ni posiciones veía a Juan como un profeta, de manera que a su llamado los hombres se arrepentían. Él vino a unir el corazón del pueblo con el de Dios y mediante su anuncio poderoso y profético hablaba de la venida del Señor, y decía: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1: 15). Entonces, lo torcido fue enderezado, lo alto fue allanado, lo que estaba bajo se levantó, se hizo camino para el Rey Jesucristo, nuestro Salvador. Los líderes no le reconocieron, pero sus obras dieron testimonio de que Juan sí procedía de Dios.
El apóstol Pablo dijo: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia” (Gálatas 1: 15), ¡bendito sea el ministro de Dios que se aferra a la autoridad espiritual y tiene convicción de su llamado! Tú también debes hacerlo, para que puedas decir con autoridad: «a mí me llamó Dios», como dijo Juan: “… el que me envió a (…) aquél me dijo…” (Juan 1: 34), y como él, dar razones por lo que haces. Tu autoridad es la que Dios te dio el día que te llamó al ministerio, adminístrala en santidad de la verdad, haciendo buen uso de ella, como aquellos que han de dar cuenta (Hebreos 4: 13).
Existen dos cosas que deben ser fundamentales en la convicción y defensa de nuestra autoridad ministerial: Primero es la seguridad de que hemos sido llamados por Dios; y segundo, el propósito para el cual nos llamó. Cuando Jesús cuestionó a esos hombres, les confrontó dos veces diciéndoles: “respondedme”, así nosotros también vamos a tener que responderle, no al diablo, sino al Señor acerca de si nuestro ministerio es del cielo, o es de los hombres. Recuerda que Jesús dijo: “las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” (Juan 5: 36), y que el bautismo de Juan era del cielo, porque Dios lo envió.
Detente por un momento, piensa en tu ministerio y luego responde, ¿con qué autoridad tú haces lo que estás haciendo? Tu ministerio, ¿nació del ideal materno de tener un hijo pastor o por la predestinación de Dios? Es posible que tu madre te haya inculcado esas ideas, hasta que tú mismo consideraste que era una buena posición, y te fuiste al seminario, y te formaste, pero a ti, realmente, ¿quién te llamó, tu madre o Dios? O puede que tu caso sea que no diste el grado para una carrera universitaria tradicional, y consideraste que era más fácil estudiar teología que estudiar otra cosa, por lo cual, tu ministerio, ¿viene de los hombres o viene de Dios? Si el cielo no te mandó a hacer lo que haces, entonces ni tu ministerio ni tus obras son hechas en Dios. Puede que tus obras no sean malas, pero no tienen el respaldo ni la autoridad del cielo. Si mis obras son hechas en Dios, entonces son del cielo, pero si son iniciativas mías o de alguien más, entonces son de los hombres, no de Dios. En otras palabras, NINGUNO PUEDE DECIR QUE ESTÁ HACIENDO ALGO PARA DIOS SI ÉL NO LO ENVIÓ.
Observa que Juan vino por estas dos cosas: Primero, a preparar el camino del Señor; y segundo, a bautizar con agua, y no hizo otra cosa, fuera de esas, porque a eso fue que lo envió Dios. Incluso, cuando vinieron sus discípulos, con celo, a quejarse diciendo: “Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él” (Juan 3: 26), él les dijo: “Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (vv. 28-30). Y me pregunto, ¿podrías tú decir lo mismo? ¿Conoces tú la obra que en el ministerio, específicamente, Dios te mandó a hacer?
El sacerdote Zacarías, padre de Juan, tuvo la visión del ángel en el templo, quien le dijo: “… tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1: 13-17). Esa era la misión de Juan, y el niño fue criado en la manera que les dijo el ángel en aquella visión, y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel (v. 80). Dios es específico, y esa claridad en sus propósitos nos da la seguridad y autoridad espiritual para hacer lo que nos mandó.
Jesús dijo: “… el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3: 21), y aunque en el contexto de este verso, aparentemente, él no está hablando del llamamiento, pero sí especifica algo importante para nosotros, y es que las obras hay que hacerlas en Dios. Ahora, ¿quiénes pueden hacer obras en Dios? Únicamente aquellos que Él llamó y envió. Si alguien le hubiera dicho a Juan: «a ti, ¿quién te envió a predicar?», sin titubeos, él hubiese respondido: «Dios» (Juan 1: 6-7). Antes de que Juan conociera a Jesús y diera testimonio personal de Él, el que lo envió le había dicho: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Juan 1: 33-34). Es decir, que Juan bautizaba porque Dios le dijo que lo hiciese, y daba testimonio de Jesús, porque también Él le dio testimonio de quién era. Por lo cual, si en la iglesia el ministerio carece de poder y de autoridad es porque estamos haciendo las obras de los hombres, y no las de Dios; si es lo contrario, digo como dijo Jesús: «RESPONDEDME».
Esa pregunta que hizo Jesús a los fariseos juzga toda obra ministerial que nosotros realizamos, porque define si son del cielo o si son de los hombres. Por tanto, responde, no a mí, sino al Señor: Ese proyecto que tú estás haciendo ¿es del cielo o de los hombres? Responde. ¿El ministerio que tienes, ¿es del cielo o es de los hombres? Responde. Vender cosas en la iglesia, para recaudar fondos y hacer proyectos ¿de dónde viene? ¿Del cielo o de los hombres? Responde. Realizar viajes para recaudar fondos para la iglesia ¿viene del cielo o de los hombres? Responde. La música con la cual alabamos a Dios ¿es del cielo o de los hombres? responde. El método que usamos en la iglesia, para hacer evangelismo ¿viene del cielo o de los hombres? responde. El plan misionero que tenemos en la iglesia, ¿viene del cielo o de los hombres? responde. Las decisiones que toma la junta, el comité o el concilio ¿viene del cielo o de los hombres? responde. La forma como dirigimos nuestros cultos a Dios ¿viene del cielo o de los hombres? Responde. La lista podría ser interminable, pero sé que tú entiendes la intención del Espíritu y en ese temor debes responder.
Ahora, vayamos más lejos, ¿de dónde vino el fuego que consumió el sacrificio de Elías en el monte Carmelo? La Biblia dice que “Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja” (1 Reyes 18: 38). ¿De dónde vino el fuego que consumió el holocausto en la dedicación del templo? La Escritura narra que “salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros” (Levítico 9: 24). Esos fuegos procedieron del cielo, así también quiero yo fuego que venga del cielo en lo que ofrezca a Dios. Los hijos de Aarón introdujeron fuego extraño en el altar, que Jehová nunca les mandó (Levítico 10: 1), y ya conocemos las consecuencias de sus hechos (v. 2). Cuidémonos de ser movidos por emociones y por iniciativas propias, y al no haber fuego del cielo ofrezcamos el nuestro. La Biblia nos enseña que el fuego de Dios viene del cielo, por lo que no debe haber en la iglesia fuego que no venga de Dios. ¡Dejemos de estar prendiendo fuego que Él nunca nos mandó!
¿De dónde vino la voz que se oyó en el Jordán, el día del bautismo de Jesús? ¿Del cielo o de los hombres allí reunidos? El evangelio narra “y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3: 22). Así tampoco se debe escuchar voces en la iglesia que no vengan del cielo. Mis ojos siempre deben mirar hacia arriba, porque Cristo vino desde el cielo, y él dijo: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1: 51). Y si el cielo está abierto, ¿por qué hemos de oír la voz de los hombres, cuando la voz de Dios está audible para la iglesia? Yo no quiero oír voces, solo quiero escuchar una voz y es la que viene del cielo, para tener la convicción de que a mí me llamó y me habló Dios. Y el día que el diablo venga a preguntarme, con qué autoridad hago las cosas que hago, con seguridad le diré: «Con la autoridad del que me llamó, el Señor».
Nota que el diablo vino con su vocecita en el desierto, y le dijo a Jesús: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan” (Lucas 4: 3). Jesús sabía que el Espíritu Santo no lo llevó al desierto para que convirtiera piedras en pan, sino para que, a través de la victoria sobre la tentación, se afianzase en el propósito (v. 1). Así que Jesús no convirtió las piedras en pan porque no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (v. 4); ni se echó abajo del pináculo del templo, porque no tentaría al Señor su Dios (v. 7); ni tampoco postrado adoró al diablo para tener la gloria de los reinos del mundo, pues solamente al Señor nuestro Dios se ha de adorar, y a él sólo se servirá (v. 10). Así que con las mismas Escrituras que el diablo lo tentó, con su aplicación, Jesús le resistió, y por eso él huyó (Mateo 4: 11). Nadie podía sorprender a Jesús en palabras o hechos, pues Él estaba bien claro de quién era, así como para qué y por qué Él decía o hacía lo que hacía. Jesús dijo:
“… la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. (…) Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? (…) Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. (…) ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. (…) Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre”( Juan 14: 24; 10: 32, 37-38; 14: 10-11; 15: 24).
Jesús no hablaba cualquier palabra, o argumentaba con ellos sólo por discutir, sino que aun en eso hacía la voluntad de Dios, para dejar un precedente de que Él habló. Por eso, el Señor también decía: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4: 34). Y a todos les hizo entender que esa era su negocio, su vida, su razón de ser (Lucas 2: 49). Así también nosotros debemos usar ese poder y la autoridad que ya Él nos dio, para ser ejemplo de buenas obras; enseñando una palabra sana e irreprochable, de manera que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de nosotros (Tito 2: 7,8).
La autoridad del diablo estaba basada en un reino de mentiras, porque él es un mentiroso desde el principio (Juan 8: 44), pero cuando Jesús abrió su boca, lo hizo con la misma Palabra creadora, la cual sustenta también todas las cosas. La Palabra se hizo vida en Él y habitó entre nosotros (Juan 1: 14). Por eso, todo aquel que crea a la Palabra, y se impregne de ella, tendrá autoridad de Dios. Esa es la razón, hermano de mi alma, que nosotros los ministros de Dios no podemos venir a la gente diciendo: «Yo leí…». ¡Benditos son los escritores cristianos!, pero lo que debe de salir de nuestra boca es la Palabra de vida, aquella que Dios ponga en nuestros labios.
¿De dónde vino aquel estruendo como viento recio que soplaba y que llenó la casa y la estremeció en el día de Pentecostés? Dice la Palabra: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2: 2). Sabemos lo que son vientos fuertes cuando cada año confrontamos temporadas ciclónicas y sufrimos los embates del mal tiempo, que dejan a su paso las tormentas y huracanes. Y qué decir de ciertos vientos fuertes que hacen ruidos, como los tornados, los cuales estremecen y producen mucha gritería, y dejan un surco de dolor y destrucción. Mas, yo prefiero el mover de Dios y su sacudimiento, y no el temblor de miedo por mis emociones. La ciudad de Dios es la iglesia, por lo tanto, el que tiene que mover los cimientos de su ciudad es Dios. La gente tiene que verme temblar en el Espíritu, porque Dios está sacudiendo la casa con el viento del cielo, y no porque piense que así debo comportarme en un ambiente espiritual.
¿De dónde vino aquella luz repentina que rodeó a Saulo de Tarso y lo cegó, cuando iba camino a Damasco? Respondedme. La Biblia dice: “… aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo” (Hechos 9: 3). Así quiero yo que me rodee la luz del cielo, y no bombillas ni lámparas de la tierra. Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). Mi hermano, nuestro ministerio y nuestras vidas tienen que ser rodeadas con la luz del cielo, con la revelación celestial y la luz del Espíritu Santo. Solo la luz de Dios nos hace resplandecer como luminares en medio de un mundo que está en tinieblas (Filipenses 2: 15).
¿De dónde vino el pan de Dios, que da vida al mundo? Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. (…) Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6: 32-35). El maná vino del cielo, pero Cristo vino del tercer cielo, de la diestra del Padre,. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera” (vv. 49-50). Por eso, su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida, porque nos da vida eterna. Ahora, ¿cuántos están dando, por ahí, panes gabaonitas, que simulan ser frescos y que vienen de lejos, pero están secos y mohosos (Josué 9: 5)? Deseemos el pan que desciende del cielo y da vida, no nos dejemos engañar por los hombres.
Nuestra ciudadanía espiritual, ¿de dónde procede? La Palabra dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3: 20). A veces nos sentimos muy orgullosos de ser de la nación de donde nacimos, y sentimos una honra vernácula, lo cual es bueno, amar y respetar el suelo que nos vio nacer, pero no nos apeguemos a ninguna ciudadanía terrenal, siendo nosotros extranjeros y peregrinos sobre la tierra (Hebreos 11: 13). Es sabido que para ejercer algún derecho en el orden civil o sustentar algún cargo público, debemos ser ciudadanos de ese país. Nota que cuando Jesús fue llevado por los judíos para ser juzgado, Pilato entró al pretorio, y le dijo: “¿ Eres tú el Rey de los judíos?” (Juan 18: 33), y Jesús le respondió: “¿ Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?” (v. 34). Pilato le dijo: “¿ Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” (v. 35). Ahora nota lo que Jesús le respondió: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. (v. 36). Entonces Pilato le dijo: “¿ Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (v. 37). De que era Rey sí que lo era, y su dominio trascendía a lo celestial, de la misma manera, la ciudadanía nuestra es la celestial, por lo cual, debemos amar a los hombres, respetar a los hombres, cumplir con los requisitos cívicos, ser buenos ciudadanos, como Dios manda (1 Pedro 2: 13), pero entendiendo que nuestro reino no es terrenal.
También a Pablo, un oficial le preguntó si era ciudadano romano, y él le respondió que sí, y el tribuno le dijo que él también había adquirido la ciudadanía por una gran suma de dinero, a lo que el apóstol le respondió: “Pero yo lo soy de nacimiento” (Hechos 22: 28). Así también debemos decir nosotros: «Yo soy del cielo, pero no compré mi ciudadanía, sino que lo soy de nacimiento, pues no fui engendrado “de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1: 13). Soy el resultado de la unión de un espermatozoide y un óvulo espirituales. El espermatozoide es la voluntad de Dios, que desde la eternidad me trazó el destino glorioso; y el óvulo es el poder de Dios por el Espíritu, que vino a obrar en mí. Por eso vivo en el reino, porque soy el fruto de la voluntad y del poder de Dios». Sabemos que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, por tanto, para entrar al cielo es necesario nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, siendo engendrados por Él (Juan 3: 3-8; 1 Corintios 15: 50). Así que nuestra ciudadanía es del cielo, y en la tierra simplemente somos peregrinos y extranjeros (1 Pedro 2: 11).
La esperanza a la cual hemos sido llamados ¿en dónde está guardada? La Biblia responde: “habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio” (Colosenses 1: 4-5). Nuestra esperanza viene de arriba en donde está Cristo sentado a la diestra del Padre. Y pregunto, la puerta, a través de la cual Juan, en Espíritu, pudo ver al que estaba sentado en el trono con aspecto de piedra de jaspe y de cornalina, y recibió la revelación de lo que sucederían en el futuro (Apocalipsis 4: 1-3), ¿se abrió en la tierra o en el cielo? Juan escribió: “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo” (Apocalipsis 4: 1).
Ahora, ¿de dónde espera la iglesia que venga Jesucristo, de arriba o de abajo? La Palabra dice que el que está en el cielo, “descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4: 16). Cristo no va a salir del mar como salen los demonios, sino que descenderá del cielo, porque subió al cielo, luego de haber descendido (Hechos 1: 11). El Señor dijo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. (Juan 3: 13). Y cuando subió a lo alto dio dones a los hombres (Efesios 4: 8), es decir que nuestro ministerio también es del cielo. Por eso es que Dios quiere que todo lo nuestro proceda del cielo, aun nuestra adoración debe ser celestial, porque el Padre busca que le adoren en Espíritu y en verdad (Juan 4: 23).
Con todo, la mejor alabanza es la que viene del cielo, y el apóstol Pablo dijo: “¿ Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (1 Corintios 14: 15). Cuando lo hacemos con el entendimiento usamos nuestro lenguaje natural, pero cuando lo hacemos en el Espíritu hablamos en lenguas espirituales, misterios a Dios (1 Corintios 14: 2). Para el Señor, la mejor alabanza es la que procede del Espíritu, aquella que nace en un canto espontáneo o que fluye en gemidos indecibles, por el impacto de lo que es Dios. Y son a esos adoradores a los que Dios busca que le adoren (Juan 4: 23).
No obstante, hay una causa mayor por la cual Dios quiere que todo lo nuestro proceda del cielo, y es porque solo lo que viene del cielo sube al cielo. Jesús vino a los suyos, sin embargo, ellos no le recibieron, pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1: 11,12). Tenemos la gran comisión, esa visión celestial de ir y predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16: 15), pero, nada puede recibir el hombre, si no le fuere dado del cielo (Juan 3: 27). Nuestra eficacia en el apostolado es hacer esas buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2: 10) y no hacer aquellas que nosotros creemos que son buenas o que darían un mejor resultado. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5).
Por tanto, si la iglesia lo ha recibido todo del cielo, ¿por qué está tan cautivada y enamorada con las cosas de los hombres? ¿Por qué tengo yo que ir a la democracia representativa o usar los métodos parlamentarios para gobernar a la iglesia? ¿Por qué tengo que guiarme a través de constituciones hechas por hombres para obedecer, cuando tengo la Biblia, la Palabra de Dios, y la palabra profética más segura, a la cual hacemos bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en nuestros corazones (2 Pedro 1: 19)? Entendamos que los procedimientos de las compañías multinacionales funcionan bien para los hombres, pero son inútiles e inoperantes en el reino de Dios. Jesús dijo: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15: 13). La iglesia no necesita más nada, sino lo que procede de Dios. No importa que nos tilden de ignorantes, porque no tomemos en cuenta las formas humanas (aunque no menospreciamos las obras de los hombres, avances científicos y estudios de la psicología). Pero se ha de estar muy ciego para no ver que la obra de Dios es superior. Ellos estudian para ayudar a los hombres, pero Dios ha hecho más que eso: ¡Él los salvó!
La iglesia ha recibido un llamamiento y una unción del cielo para ministrar a los hombres, así que la psicología para las ciencias, pero la iglesia para Dios. En otras palabras, “… dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20: 25), dad al hombre lo que es de hombre, y a la iglesia lo que es de Dios. Se ha hablado de mezclar unciones, y de hecho, el Señor los envió de dos en dos (Marcos 6: 7); pero hay una cosa que nunca podrá mezclarse y es lo del hombre con lo de Dios. Pablo dijo: “… temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11: 3). Es ridículo y hasta chocante que la iglesia ande detrás de los hombres para alcanzar sabiduría, cuando Cristo nos ha sido hecho por Dios “sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1: 30). Y esto lo digo no como crítica, sino con mucha tristeza, pues soy parte de la iglesia y me duele cuando tengo que decir estas cosas, pero tengo que decirlo, porque si me callo ofendo al que me envió. Como ministros, tenemos que decir la Palabra como Dios se la da a la iglesia. Está claro que Cristo no necesita ayuda de los hombres de ningún tipo, por el contrario, nosotros lo necesitamos a Él.
su respuesta es: «La junta decidió o lo decidimos en una reunión que hicimos», diré: «¡ Olvidarlo! No voy a poner mi energía en despropósitos, en cosas que no son hechas por Dios». Si Dios lo confirma y te lo dice, entonces sí, entrega todo y apoya lo que es de Dios, pero si es humano, ¡huye de esas cosas!
Hay muchos encantamientos en el reino humano, pero no podemos apoyar algo que no sea de Dios. Si alguien viene y me dice: «Pastor Fernández, voy a hacer esto y lo otro», yo le voy a preguntar: «¿ Quién lo mandó a hacer?» Y si su respuesta es: «La junta decidió o lo decidimos en una reunión que hicimos», diré: «¡ Olvídalo! No voy a poner mi energía en despropósitos, en cosas que no son hechas por Dios». Si Dios lo confirma y te lo dice, entonces sí, entrega todo y apoya lo que es de Dios, pero si es humano, ¡huye de esas cosas!
aprendamos de lo que le pasó a Jonatán por no pelear a favor del ungido. Él era un hombre sincero, sin ambición, amigo de David, al punto que se quitó el manto, sus ropas, su espada, su arco y hasta su talabarte, para dárselo a él (1 Samuel 18: 4). Podemos decir que implícitamente, Jonatán le cedió el trono a David, pero fue notable que siempre se mantuvo al lado de su padre, peleando a favor de él, hasta que murió también con él. Y así como Jonatán, todo aquel que se ponga a pelear del lado del que tiene el espíritu de Saúl, por más sincero que sea, perecerá como él. Sus cabezas serán trofeos y despojos en el campamento del enemigo (1 Samuel 31: 8-9).
Finalmente, quiero preguntarte, esta amonestación que estoy compartiendo contigo, ¿viene del cielo o viene de los hombres? Respóndeme. Los que son espirituales saben cuando Dios está hablando y cuando no. La Escritura dice: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hebreos 12: 25). Así nosotros, cuidémonos de desechar al que nos habla. Hay un mover de Dios por doquier, pues Él está restaurando su iglesia, pero también está siendo severo, pues está poniendo a sus enemigos por estrado de sus pies (Hebreos 1: 13).
En una ocasión que participé en una actividad multitudinaria, en un estadio, orábamos preparando nuestro corazón para la misma, y le preguntábamos al Señor: ¿Qué es lo que tú quieres que hagamos? Entonces, el Espíritu vino con una fuerza que nos estremeció y nos dijo: «Honradme, honradme, honradme». También me dijo que como ministros somos sacerdotes, y tenemos dos trabajos: primero traer el pueblo al Señor; y segundo llevar las ofrendas a Dios. Y yo me pregunto, ¿hacia dónde estamos llevando al pueblo de Dios? ¿A los cielos o hacia los hombres? ¡Cuidado que no nos pase como los hijos de Elí! Estos hombres, exigían su pedazo de carne antes que se sacara el de Jehová o de lo contrario amenazaban con tomarlo a la fuerza. Sabemos que el sacerdote tenía el privilegio de comer parte de lo ofrendado, pero la ofrenda era de Dios. Cuidémonos de no hacer nosotros lo mismo, robándole a Dios lo que es suyo.
Nosotros estamos viviendo en un tiempo de cielos abiertos. Lo que está pasando ya en la tierra, irá en aumento como la luz de la aurora hasta que se haga perfecto (Proverbios 4: 18). Es una gran responsabilidad hablar la Palabra de Dios; personalmente, tiemblo y gimo al hacerlo. En ocasiones le he dicho: « ¿Señor, quién soy yo para hablar a los príncipes de tu pueblo y un mensaje como este? Ellos quizás prefieren oír otro tipo de mensaje, por ejemplo sobre unidad o acerca de tantas otras cosas que se pueden hablar». Pero Dios me dice: «Yo amo a mis ministros y porque los amo y no hay mucho tiempo, habla de aquello que les es necesario oír». Por tanto, como si Dios rogara por medio mío, te ruego y te digo, en el nombre de aquél que nos llamó: es tiempo de definición, y de arrepentirnos de todas las obras que no fueron hechas en Dios.
El Espíritu Santo me dijo que, muy pronto, ministerios de cuarenta años, que sacrificadamente han obrado con celo y esmero, serán avergonzados, porque aunque lograron mucho e hicieron bien, Dios no los mandó a hacer tales cosas. Por tanto, si tú lo hiciste por celo, porque querías hacer crecer la obra de Dios, lamentablemente tengo que decirte que nuestra autoridad se sustenta únicamente en hacer aquello que Él nos mandó. Por eso, el Señor está llamando a su pueblo al arrepentimiento, pues hemos puesto la mano en cosas donde Él no la ha puesto; y hemos hecho cosas que Dios no nos mandó. Arrepintámonos, para que el temor de Dios caiga en nuestros corazones, y nos libre de no introducir fuego extraño en el altar, como Nadab y abiú, pues el incienso tiene que ser de Dios.
El Señor está estableciendo Su reino, y lo hace para decirte: «Mira, yo soy el Señor de la iglesia, dámela, porque ella no es tuya, sino mía; fui yo que la redimí con mi sangre, por lo cual a mí pertenece. A mí hay que consultarme todas las cosas, por ínfima que sea, porque yo soy el amo y Señor, tú solo eres el siervo llamado». Dios quiere que todo lo nuestro proceda del cielo, y que reconozcamos el Señorío de Cristo en todo nuestro hacer. Juan dijo: “Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3: 28-30). ¡Qué hermoso es cuando podemos reconocer nuestra función en el cuerpo! Juan no tenía una posición, sino una función, la misma nuestra, prepararle el camino al Señor. ¿Quién tiene la esposa? El esposo, que ahora viene y te dice: «Tú eres el amigo, no me la coquetees, no me la quieras llevar al hotel, es mía, es mi iglesia. Yo te la di para que me la prepararas, la pusieras hermosa para mí, y tú estás usando tu autoridad para poseerla, para adueñarte de ella. Deja que yo haga la obra que yo quiero hacer en ella, a través de ti, no te metas en el medio, no me estorbes». El que tiene la esposa es el esposo, no el ministerio ni el concilio, ni la junta ni la organización. Nosotros, siendo amigos, actuamos como “esposos” y decimos, por ejemplo: «La iglesia de Fernández, la iglesia del fundador fulano de tal», pero la esposa pertenece a su esposo; ella únicamente es de Él.
Debemos de quitarnos del medio para que el esposo y la esposa entren en amores. A veces interrumpimos la relación de una pareja porque nos creemos parte. Como le ocurrió a un pastor amigo nuestro y a su esposa, cuando sus suegros les subieron las maletas al cuarto del hotel, en su luna de miel, que se quedaron allá, platicando con la pareja. Ellos se sentaron en la cama y no se iban, a pesar que el tiempo transcurría, pues se les olvidó para qué estaban allí; perdieron la sensibilidad del momento, la prudencia de saber que no era su momento, sino el de ellos. No se crea con tanto derecho y autoridad para interrumpir a Cristo con su amada en la intimidad.
En ocasiones, nos sentimos los amos y dueños, y decimos: «No, mi iglesia no va para allá». También hay quienes dicen: «Yo no apoyo esa campaña», y yo pregunto: ¿quien es usted para apoyar o desaprobar algo de Dios? Lo que usted debe hacer es tirarse de rodillas y preguntarle al esposo si él quiere que su esposa se mueva para aquel lugar. ¿Quién es el que le da permiso a la iglesia, usted o su dueño? De seguro que es el esposo, usted sólo lo representa. Cuando usted habla por Dios, es porque primero le preguntó a Él: «Cristo ¿tú quieres que la iglesia vaya o nos quedamos?». El que tiene la esposa es el esposo. Los ministros estamos a su lado, no en su lugar. Recuerda que el Señor nos sacó del chiquero, de la mazmorra, de la perdición, porque tuvo misericordia. Él nos lavó, nos limpió, nos vistió de salvación y nos dio parte con él, ¿cómo es que ahora le vamos a quitar lo que le pertenece sólo a Él? Él me llevó al palacio, ¿cómo podría sentarme en su trono y quitarle a la reina? Conozcamos cuál es nuestra posición y sabremos cuál es nuestra función en el reino de Dios. Tenemos una función y una posición. La función es prepararle el camino al esposo; y la posición es estar a su lado, sirviéndole a Él.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
Que Dios te bendiga!
LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO
DT-201 La Teología del Ministerio
Profesor:
Rev. Dr. Pedro J. Gonzalez
drgonzalez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! Esta clase del Currículo de estudio es muy importante!!!!, vamos a tocar información sobre La Teología del Ministerio, [DT-201 LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO] o sea el origen bíblico y teológico del ministerio, luego de cada clase, estarás tomando pequeños exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto!
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
Objetivo Generales de esta clase:
- A- El estudiante podrá entender la Teologia del Ministerio.
- B- El estudiante Podrá saber el significado de la Teologia del Ministerio.
- C- El estudiante podrá definir la Teologia del Ministerio.
- D- El estudiante podrá identificar la procedencia de la Teologia del Ministerio.
- E- El estudiante podrá presentar evidencias bíblica en cuanto a la Teologia del Ministerio.
DT-201 LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO
Para el estudiante de ministerio, esta clase define el concepto teológico del ministerio. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Efesios 4:11-12” (RVR1960).
LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO
Aunque la palabra “ministerio” se relaciona con el trabajo del clero, en el sentido bíblico correctamente indica el trabajo de la Iglesia entera, el cuerpo de Cristo en el mundo. El ministerio es lo que hace la iglesia, o lo que debe hacer la iglesia. Sin embargo, la manera en que la Iglesia ha entendido el ministerio ha variado considerablemente a través de los siglos y debe ser declarado de nuevo para cada generación sobre la base de un nuevo estudio de las Escrituras.
La palabra “ministerio” en español se usa comúnmente para traducir varias palabras del Nuevo Testamento, de las cuales el más prominente es diakonia y sus formas relacionadas.1 Este grupo de palabras particulares está arraigado en el servicio humilde que una persona rinde a otra. Frecuentemente es el trabajo de un sirviente que atiende a las mesas.
Jesús – el modelo para nuestro ministerio
En el Nuevo Testamento el ministerio se enseña en forma clara e imperativa en las palabras y hechos de Jesucristo y nunca se puede entender ni realizar aparte de Él. Entonces, cualquier teología de ministerio tiene que empezar con la vida y las enseñanzas de nuestro Señor como están registradas en el Nuevo Testamento.
Su ministerio era primeramente encarnado. En Jesús de Nazaret, Dios vino a morar con el hombre. El Evangelio de Juan describe esta verdad en términos vívidos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Se encuentra el mismo concepto en la designación de Mateo del Jesús nacido de una virgen como, “Emanuel… Dios con nosotros” (Mateo 1:23). El Hijo de Dios se hizo hombre para acercarse a los seres humanos y ganar su redención por medio de un sacrificio de expiación en la Cruz. Como Pablo expresara después, “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:19).
Jesús enfatizó firmemente la naturaleza kerigmatica en su ministerio. Este término del sustantivo kêrygma, “predicación,” destaca el método central de la proclamación del evangelio. Esto es muy evidente en la lección de las Escrituras dada por Jesús en una sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas [euangelízomai] a los pobres; a pregonar [kêrysso] libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar [kêrysso] el año agradable del Señor” (Lucas 4:18,19).
El ministerio de Cristo se realizaba en el poder del Espíritu Santo. Los Evangelios describen de modo impresionante al Espíritu descendiendo sobre Jesús al principio de su ministerio, inmediatamente después de su bautismo, y antes de su actividad pública (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas 3:22; Juan 1:32). Pedro se refiere a esta venida del Espíritu como un “ungimiento” que dio a Jesús el poder para realizar su obra: “Después del bautismo que predicó Juan… Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:37,38). Muchas veces Jesús hizo referencia al poder del Espíritu que estaba obrando en sus milagros (Mateo 12:28; Lucas 4:14,18).
Su ministerio también era uno de servicio humilde. Para contrarrestar los instintos egoístas de los discípulos, Jesús señaló su propio costoso servicio a la humanidad: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido [diakonêthênai], sino para servir [diakonêsei], y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Lucas registra las palabras de Jesús: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve [diakonéô],” (Lucas 22:27). En ningún otro lugar se demuestra tan impresionantemente la actitud de Jesús como en la Última Cena, donde corrigió el espíritu contendor de sus seguidores: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:14).
Finalmente, el ministerio de Jesús era también de pastor. Jesús se describía como un pastor fiel y cuidadoso que conocía a cada una de sus ovejas y las guiaba a las aguas y pastos (cf. Juan 10:1-18). Como el Buen Pastor, pone su propio cuerpo entre las ovejas y cualquier peligro, sean ladrones o lobos. Repetidamente Jesús señaló que, “el buen pastor su vida da por las ovejas”, (Juan 10:11,15,17,18). En otro lugar en el Nuevo Testamento Él es llamado el “gran Pastor” (Hebreos 13:20), el “Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 Pedro 2:25), y “el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4).
El ministerio de Jesús finalmente culminó en su muerte, la cual Él dijo que era una ofrenda propiciatoria por los pecados de la humanidad (Mateo 26:28; Marcos 10:45). Se entregaba a sí mismo, en vida y muerte, por los demás.
La iglesia como la extensión del ministerio de Cristo
Es obvio en los Evangelios que Jesús tenía el propósito de extender su propio ministerio por medio de la iglesia que Él mismo iniciaría y edificaría (Mateo 16:18). Entre las primeras cosas que hizo se cuenta el llamamiento de los apóstoles “para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14).
Después de su muerte y resurrección, Cristo explícitamente comisionó a los apóstoles a llevar a cabo su ministerio. En su exhortación final, el Señor resucitado reclamó autoridad sobre el cielo y la tierra y en esta autoridad divina los mandó: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19,20).
Los otros Evangelios enfocan diferentes aspectos de la comisión. Lucas nota que Jesús predijo la predicación de arrepentimiento y perdón de pecados en su nombre a todas las naciones. Los discípulos deberían ser testigos, y por este propósito pronto recibirían desde lo alto el poder prometido (Lucas 24:48,49). Juan escribió que antes de soplar Jesús sobre los discípulos, les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. Como me envió el Padre, así también yo os envío” (20:21).
En el libro de los Hechos hay una conciencia de un ministerio derivado y continuo en las narraciones de los discípulos que buscaron a un sucesor para el réprobo Judas. Echando suertes para distinguir entre Barsabás y Matías, oraron: “Tú, Señor… muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar” (Hechos 1:24,25, énfasis añadido). Al escoger a siete hombres para administrar los servicios sociales de la iglesia primitiva, los apóstoles estaban conscientes de la importancia de su ministerio de la Palabra (Hechos 6:4). El trabajo central del liderazgo de la iglesia primitiva era la proclamación (kêrygma) ungida de la Palabra de Dios a su pueblo.
Esta conciencia de ministerio no fue limitada a los discípulos originales de Jesús ni aun al grupo más grande de apóstoles que incluía a Pablo y a Santiago y quizás a otros también. Un compañero de trabajo de los apóstoles muchas veces se llamaba diákonos o “ministro”: Febe (Romanos 16:1), Tíquico (Efesios 6:21); Epafras (Colosenses 1:7); Timoteo (1 Timoteo 4:6). Dice que otros participaban en diakonía o “ministerio”: la familia de Estéfanas (1 Corintios 16:15), Arquipo (Colosenses 4:17), y Marcos (2 Timoteo 4:11). Ancianos cualificados eran escogidos y en oración comisionados para el ministerio en cada nueva iglesia misionera (Hechos 14:23). Era claro que el ministerio no era prerrogativa única de una élite apostólica que debía ser pasada de generación en generación por el rito de la sucesión apostólica. Era una realidad dominante y vibrante dondequiera que se encontraba una iglesia.
El papel del Espíritu Santo en el ministerio
La necesidad de una dotación espiritual para el ministerio se puede ver en la vida de Jesús y los apóstoles. La venida del Espíritu sobre Jesús en su bautismo era un requisito para su ministerio. De la misma manera, Jesús mandó que los apóstoles se quedaran en Jerusalén hasta que recibieran la promesa del Espíritu Santo (Lucas 24:49; Hechos 1:4,5). Sólo después del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés fueron impulsados terminantemente al ministerio activo público. Luego, llevaron a cabo su ministerio con un sentido asombroso del poder y de la sabiduría del Espíritu en vez de hacerlo con profesionalismo y habilidades administrativas. Por esta razón, un bautismo pentecostal en el Espíritu Santo y una vida llena del Espíritu subsiguiente son esenciales para un eficaz ministerio cristiano.
El entendimiento de Pablo de su propia iniciación en el ministerio tiene mucha importancia. “Yo fui hecho ministro [diákonos] por el don [dôreà] de la gracia [cháris] de Dios que me ha sido dado según la operación [enérgeia] de su poder [dynamis]” (Efesios 3:7). Pablo ciertamente estaba consciente de ser “llamado” (Romanos 1:1). También tenía excelente instrucción teológica (Hechos 22:3). Pero al describir la naturaleza esencial de su ministerio era mucho más natural para él hablar de la obra interna del Espíritu, la cual lo capacitó de una manera sobrenatural para ser un ministro del evangelio de Cristo.
Este mismo sentido de soberana acción sobrenatural en la capacitación de los ministros está presente en la exhortaciones de Pablo a los ancianos de Efeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hechos 20:28, énfasis añadido). Aunque era muy probable que Pablo hubiera contribuido decisivamente a la ordenación pública de estos ancianos, él estaba consciente de la previa poderosa obra del Espíritu que su ordenación pública simplemente facilitó.
Históricamente y de ordinario, la iglesia ha hablado de la convocación divina al ministerio como un llamado al ministerio. Sin duda las Escrituras frecuentemente indican que Dios convoca a individuos a su servicio. Abraham (Génesis 12:1), Moisés (Éxodo 3:6,10), y Isaías (Isaías 6:8,9) son buenos ejemplos del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, Jesús personalmente llamó a los Doce (Marcos 3:13,14), y el Espíritu Santo separó proféticamente a Pablo y a Bernabé para su obra misionera (Hechos 13:2).
Las Escrituras también apoyan el concepto tradicional de la iglesia de un llamado interno para describir la conciencia personal de un individuo de una convocación divina al ministerio y un llamado externo que da testimonio a todos que el Espíritu Santo ha llenado a este vaso escogido. Siempre tiene que recordar, sin embargo, que los que están llamados al ministerio están capacitados sobrenaturalmente por el Espíritu para cumplir este llamado. Como Pablo, llegan a ser ministros “por el don de la gracia de Dios… según la operación de su poder” (Efesios 3:7).
Dones espirituales para el ministerio
La función principal del Espíritu es proveer los dones específicos para el ministerio. El Nuevo Testamento los llama “dones espirituales” (Romanos 1:11). Estos dones se identifican más comúnmente por el término griego chárisma que en la mayoría de los casos indica “dones espirituales”. A veces éstos también se denotan por los términos pneumatikós (1 Corintios 12:1,28; 14:1) y dóma (Efesios 4:7).
Una variedad de dones espirituales acompañan y afectan la amplia difusión de ministerios que ya han sido observados en el Nuevo Testamento. En realidad, un toque especial del Espíritu se ha dado a cada cristiano a fin de cualificarlo para uno o más ministerios especiales: “A cada uno de nosotros fue dada la gracia [cháris] conforme a la medida del don [dôreá] de Cristo” (Efesios 4:7).
Este concepto revolucionario de que cada miembro tiene dones se encuentra en otros pasajes que tratan de los dones espirituales. “De manera que, teniendo diferentes dones [chárisma], según la gracia [cháris] que nos es dada” (Romanos 12:6). “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:7). Hay un énfasis similar en 1 Pedro 4:10: “Cada uno según el don [chárisma] que ha recibido, minístrelo [diakonéo] a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia [cháris] de Dios”.
Varias listas importantes de dones espirituales están incluidas en el Nuevo Testamento y se identifican con tales palabras como chárisma, pneumatikós, o dóma. Hay los nueve dones conocidos del Espíritu en 1 Corintios 12:8-10: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, dones de sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, interpretación de lenguas. Varios de estos dones también se encuentran en las listas de Romanos 12:6-8, 1 Corintios 12:28-30, y Efesios 4:11.
Es posible que estos nueve dones sean reconocidos como sobrenaturales y espontáneos, siempre bajo el gobierno inmediato del Espíritu que con regularidad usará a creyentes obedientes y sensibles a su voz. Pero esparcidos junto con las listas de dones, y también identificados como chárisma, pneumatikós, o dóma, hay otros dones espirituales muy importantes que son necesarios para llevar a cabo la obra de la iglesia. Estos son servir (Romanos 12:7), enseñar (Romanos 12:7), exhortar (Romanos 12:8), repartir (Romanos 12:28), presidir (Romanos 12:8), mostrar misericordia (Romanos 12:8), ayudar (1 Corintios 12:28), y administrar (1 Corintios 12:28). No siempre se reconocen estos dones como sobrenaturales, pero aun así claramente tienen su origen en la acción del Espíritu Santo, que los hace disponibles a los creyentes para ser usados regular, vigorosa, y concienzudamente al depender de Él en el servicio a la iglesia.
Aunque los dones mencionados probablemente cubren la mayoría de las necesidades del ministerio en la iglesia, no hay razón para pensar que los escritores del Nuevo Testamento intentaron escribir una lista exhaustiva. Por ejemplo, no hay una referencia a los dones musicales, aunque el Nuevo Testamento menciona “cánticos espirituales [pneumatikós]” (Efesios 5:19). El Antiguo Testamento atribuye los dones de artesanía al Espíritu Santo (Éxodo 31:2,3). Es totalmente razonable pensar que hay otros dones dispensados a la iglesia por el Espíritu para cumplir con necesidades específicas. En realidad, parece que Pablo se esforzó por mostrar una variedad de dones: “Hay diversidad de dones… hay diversidad de ministerios [diakonía]… hay diversidad de operaciones [enérgêma]” (1 Corintios 12:4-6).
En cada caso, estos dones existen dentro del contexto de la iglesia y están diseñados para ministrar al cuerpo de Cristo y por medio de él. Antes de notar los “diferentes dones” de Romanos 12:6, Pablo enfatizó la interdependencia de la iglesia: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). La lista de dones en 1 Corintios 12:28-30 empieza con una declaración similar: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). La razón fundamental de los dones de Efesios 4:11 es “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).
El propósito de los dones espirituales se expresa más claramente en 1 Corintios 12:7: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (énfasis añadido). Los dones espirituales son para la edificación de la congregación entera. Su única justificación es servir los propósitos de Cristo en su iglesia, una lección que no entendían los corintios inmaduros que degradaban los dones por su propio exhibicionismo orgulloso.
El ministerio pertenece a la iglesia entera
Un análisis de los conceptos del ministerio y de los dones espirituales revela inequívocamente que el ministerio es la obra del cuerpo de Cristo entero, no sólo de los sacerdotes especiales o de una casta de clérigos. Aun los ministerios de apóstol, profeta, evangelista, y pastor- maestro no existen como un fin en sí, ni como premios para una élite especial. Son dados explícitamente “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio [diakonía], para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).
Una parte del ministerio de la iglesia se da a cada miembro del cuerpo de Cristo. Todos reciben un llamado a ser ministros de alguna forma. Ser bautizado en Cristo es ser bautizado en el ministerio de su iglesia. Ningún grupo de líderes puede encarnar el espectro completo de los dones espirituales y proveer toda la sabiduría y la energía necesarias para hacer el trabajo de la iglesia. Por esta razón, el ministerio de los laicos es esencial para realizar la misión de la iglesia.
El Espíritu Santo entrega dones espirituales para el ministerio sin tener en cuenta la raza ni el sexo. Dondequiera que existe la iglesia, el Espíritu Santo derrama sus dones, “repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11, énfasis añadido). Son conferidos tan ampliamente como las bendiciones de la salvación, donde “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
Por consiguiente, no hay base bíblica para excluir a un creyente de recibir los dones del Espíritu Santo. “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán… Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hechos 2:17,18 de Joel 2:28,29). Tanto las enseñanzas didácticas como los ejemplos históricos en el Nuevo Testamento muestran que a los hombres y mujeres de varios grupos étnicos se les dispensaron dones espirituales para el ministerio de la iglesia.
La ordenación como un reconocimiento del liderazgo espiritual
Una sólida doctrina bíblica del ministerio de laicos puede al principio parecer que disminuye la necesidad e importancia de los clérigos ordenados, los que están apartados específicamente para el liderazgo de la iglesia. Pero al contrario, realmente aumenta la necesidad, porque es indispensable que los laicos sean entrenados y guiados en cantidades enormes si ha de realizarse la obra de la iglesia. Los líderes ministeriales son los dones [dóma] de Cristo para el propósito explícito de preparar al pueblo de Dios para su ministerio de edificar la iglesia (Efesios 4:7-12).
El liderazgo espiritual es un asunto muy importante por todo el Nuevo Testamento. El llamamiento y la educación de los apóstoles claramente tenía el propósito de proveer siervos-líderes para proclamar y modelar la fe. Los apóstoles ejercían un vital papel de liderazgo en la iglesia cristiana primitiva. Fueron ayudados por hombres como Esteban (Hechos 6), Felipe (Hechos 8), y Bernabé (Hechos 13), nombrados específicamente por el Espíritu para el ministerio. Éstos y otros se encuentran en un grupo creciente de liderazgo del Nuevo Testamento.
Pablo y Bernabé tenían cuidado de nombrar ancianos para el liderazgo en cada iglesia nueva. Estos nombramientos fueron hechos con oración, ayuno, y cierto tipo de servicio de ordenación público (Hechos 14:22). Puede ser que las congregaciones tuvieran parte en la selección, como en el caso de los “siete” de la iglesia de Jerusalén (Hechos 6:1-6). Las cartas de Pablo a Timoteo sin duda reflejan una ordenación formal para Pablo y un cuerpo de ancianos que impusieron las manos sobre Timoteo a fin de apartarlo para el ministerio (1 Timoteo 4:14; 2
Timoteo 1:6).
La ordenación se realizaba con mucho cuidado. “No impongas con ligereza las manos a ninguno”, mandó Pablo a Timoteo, quien era responsable de administrar el nombramiento de ancianos (1 Timoteo 5:22). A Tito se le ordenó específicamente a que “establecieses ancianos en cada ciudad” (Tito 1:5). Tanto a Timoteo como a Tito se le reconocieron calificaciones básicas para nombrar a los ancianos/obispos. Las calificaciones mencionadas tienen que ver con la madurez espiritual y la santidad, la credibilidad pública, un matrimonio fiel,2 una familia atemperada y respetada, un temperamento y una disciplina personal, hospitalidad, y la habilidad de enseñar (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:6-9). Los ancianos y obispos debían ser líderes devotos que serían buenos ejemplos para los demás. Las Escrituras muestran inequívocamente que ciertas personas fueron señaladas por el Espíritu para ser apartadas, u ordenadas, para el liderazgo del pueblo de Dios en su ministerio.
Liderazgo ministerial
El Nuevo Testamento claramente muestra que el liderazgo ministerial es de origen divino. Por eso Pablo notó en 1 Corintios 12:28: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” Un orden similar se halla en la lista de dones que Cristo dio a la iglesia: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Efesios 4:11). Estos ministerios no son el resultado de la iniciativa humana sino un acto misericordioso del Señor Jesucristo que obra por medio de su Espíritu en la iglesia.
Apóstoles. La importancia fundamental de los apóstoles [apóstoloi] se refleja en Efesios 2:20, donde dice que la iglesia es “edificad[a] sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. El Nuevo Testamento no ofrece una respuesta directa en cuanto a la existencia de un puesto apostólico hoy.
Las discusiones contemporáneas deben notar que las cualificaciones bíblicas para el puesto de apóstol eran: (1) preparación personal con Jesús durante su ministerio entero aquí en la tierra (Hechos 1:22), y / o (2) una aparición personal del Cristo resucitado y un llamado de Él, como en el caso de Pablo y Santiago, el hermano del Señor (1 Corintios 15:3-7, cf. 1 Corintios 9:1).
Los apóstoles tenían la responsabilidad de ser testigos personales de la vida y de las enseñanzas del Jesús histórico, y especialmente de su muerte y resurrección (Lucas 24:48; Hechos 2:32). Para cumplir con esta importante función, se les dio una promesa especial: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Es comprensible que los apóstoles llegaran a ser los maestros incontrastables de la iglesia primitiva, expresando y guardando la divina revelación que llegó a ser escrita en el canon del Nuevo Testamento. Si se nombraran apóstoles hoy en la iglesia, su similitud con los primeros apóstoles se encontraría en su liderazgo especialmente dotado entre el pueblo de Dios. Pero al contrario de sus antepasados bíblicos, no hubieran ni visto al Cristo resucitado ni escrito partes de las Escrituras.
Profetas. Los profetas [prophêtês] también tenían un papel fundamentalmente importante en la iglesia primitiva (Efesios 2:20). Algunos, si no todos, de los apóstoles fueron contados entre los profetas (cf. Saulo en Hechos 13:1); también Judas y Silas que “consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hechos 15:32), indicando un ministerio que era positivo, edificante, y alentador. El escritor de Apocalipsis, según la tradición el apóstol Juan, se identificó sólo como un profeta (Apocalipsis 1:3; 22:9, etc). Bernabé, Simón, y Manaén también eran profetas (Hechos 13:1). Pero el don de profecía (1 Corintios 12:10) estaba esparcido mucho más ampliamente en la iglesia primitiva, incluidos las cuatro hijas no casadas de Felipe, y también Agabo (Hechos 21:9,10). Como un don del Espíritu, la profecía parece ser una experiencia común de los laicos dentro de las primeras congregaciones (1 Corintios 14:1,5,39) y debe seguir, con los principios bíblicos apropiados (1 Corintios 14:29-33), en la era moderna.
Evangelistas. El ministerio del evangelista (evangelistês, Efesios 4:11) mencionado en el Nuevo Testamento no está bien definido. Felipe fue conocido como “el evangelista” (Hechos 21:8) y Pablo mandó a Timoteo, claramente un anciano y pastor, que hiciera la obra de un evangelista (2 Timoteo 4:5) como una de sus tareas en el ministerio. El mismo término implica la proclamación del evangélion, las buenas nuevas de los actos de salvación de Dios en Cristo para el beneficio de toda la humanidad pecaminosa. El evangelista del Nuevo Testamento probablemente es más como un misionero que predica regularmente entre los pueblos no alcanzados, que un ministro itinerante que predica regularmente a los ya convertidos.
Maestros. El ministerio de maestro (didáskalos) está en el tercer lugar de importancia en 1 Corintios 12:28, sólo después de apóstoles y profetas que ciertamente eran también maestros (Hechos 2:42). Enseñar es primeramente un don espiritual (chárisma, Romanos 12:7) otorgado a ministros y laicos, siendo el Espíritu Santo mismo, el maestro divino que unge al pueblo de Dios para comprender la verdad (1 Juan 2:20,27). Entonces los maestros eran los que estaban capacitados únicamente con el conocimiento y el carisma espirituales para instruir a la congregación en la doctrina, en la ética, y en la experiencia cristiana. Los ancianos, cuyo trabajo era enseñar y predicar, eran altamente estimados (1 Timoteo 5:17). En Efesios 4:11 los pastores y maestros están ligados, y muchos expertos prefieren decir “pastor-maestro”. Los maestros del Nuevo Testamento no eran simplemente proveedores de ideas. Enseñaban con las necesidades pastorales en mente.
Pastores, Obispos, Ancianos. El término “pastor,” que se halla en Efesios 4:11 es poimên en griego y es similar en significado a un “pastor de ovejas.” El papel de pastorear (verbo poimaínô) frecuentemente se atribuye a los ministros (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2), siguiendo el modelo de Cristo mismo (Juan 10:14; Hebreos 13:20; 1 Pedro 5:4).
Dos términos intercambiables que se usaban para el papel de liderazgo pastoral en la iglesia primitiva son “obispo” (epískopos) y “anciano” (presbyteros). Note que a los “ancianos” de Éfeso (Hechos 20:17 ff.) se les dijo que el Espíritu Santo los había puesto como “obispos” (epískopoí) para “apacentar” o “pastorear” (poimaínô), la iglesia de Dios. Los dos términos parecen ser sinónimos también en Tito 1:5-7 donde Pablo habla del nombramiento de “ancianos” y da cualificaciones para los “obispos”. Ancianos, obispos, y pastores entonces, parecen ser términos esencialmente equivalentes, y cada término enfatiza un aspecto único del papel de líder. En cada caso, sin embargo, el término fue aplicado a los que fueron apartados como líderes de la iglesia, no a los laicos.
Como derivación, “anciano” (epískopos) enfatiza la función de liderazgo o supervisión. El verbo comúnmente se traduce con tales términos como “procurar,” “cuidar,” “supervisar,” “atender.” “Anciano” (presbyteros) significa mayor edad, y entonces más sabiduría y más experiencias extensivas, y era un título común para líderes civiles y religiosos judíos. Los ministros que se definen por estos términos quizás tengan los dones espirituales de “liderazgo” (proístêmi) (Romanos 12:8) y “administración” (kybérnêsis) (1 Corintios 12:28).
Diáconos. La palabra “diácono” (diákonos) se usa ampliamente en el Nuevo Testamento para describir los ministerios tanto de líderes como de laicos. Por tanto, el papel especial de diácono, como está implicado en las cualificaciones de 1 Timoteo 3:8-10, es un poco difícil de identificar. Este ministerio muchas veces tiene sus raíces en Hechos 6:1-6, aunque los siete nombrados allí nunca fueron llamados diáconos y por lo menos dos de ellos rápidamente asumieron papeles mayores de enseñar y predicar. No obstante, su tarea era “servir [diakonéô, la forma del verbo “diácono”] a las mesas”, un trabajo de administración práctica al dispensar los dones de caridad de la iglesia. La palabra “diácono / diaconisa” (diákonos) también fue usada para una mujer, Febe, que era muy conocida por su servicio en la iglesia de Cencrea (Romanos 16:1). Nuestra aplicación moderna del término a los laicos que sirven con los pastores de iglesias locales quizás no esté lejos del uso que encontramos en el Nuevo Testamento.
Al aplicar los papeles de liderazgo bíblico a la era moderna, concluimos que los pastores realizan las funciones de los ancianos y obispos en las congregaciones locales. La enseñanza y predicación de la Palabra son el enfoque de su ministerio de edificar al cuerpo de Cristo.
En vista de la amplia supervisión administrativa y espiritual de los primeros apóstoles y sus compañeros, parece legítimo extender las funciones de estos ministerios de ancianos (presbyteroi) y obispos (epískopoi) a los niveles de distrito y del Concilio General. Pero tenemos que reconocer que en la providencia de Dios todavía hay muchas preguntas sin contestar acerca de la política de la iglesia primitiva, y no es sabio presumir que un sistema moderno de gobernar la iglesia la pueda replicar. Si un sistema específico fuera necesario, seguramente la divina revelación habría sido más extensiva, y tendríamos poca dificultad en entender los detalles de cómo gobernar una iglesia neotestamentaria.
Una palabra a los clérigos potenciales y con credenciales
¡Usted ha sido llamado! Y si ha sido llamado, entonces se le han dispensado dones. Use estos dones para el crecimiento y la edificación de la iglesia, no para el éxito y la exaltación personales. El ministerio en que está o estará envuelto es el ministerio de Dios, no el suyo. Usted será responsable por la integridad con la cual cumple su gran comisión. Su llamado es un gran privilegio y honor. Pero nunca olvide: “Todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12:48). Integridad, moralidad, y santidad no son máscaras que se ponen en público. Son características que tienen que saturar la vida privada y personal del líder espiritual.
Aunque todo creyente debe ser un ministro en un sentido general – porque todos somos parte de un sacerdocio santo y real (1 Pedro 2:5,9) – usted ha sido apartado para un ministerio especial entre los muchos ministerios que edifican la iglesia. Su comunión con su Dueño y Señor tiene que ser frecuente y regular; con su ejemplo guiará a otros a tener profundo compromiso y devoción. Aunque todo creyente tiene acceso directo a Dios, de una manera especial usted tiene que ser la voz de Dios que habla su Palabra con convicción y poder ungido.
No desprecie los dones y el ministerio que ha recibido. Pero de igual importancia, no desprecie los dones y el ministerio que Dios ha dado a las personas que usted sirve. No permita que haya competencia para mostrar que un ministerio es más importante que el otro. Si Dios ha dado dones a todos los creyentes para la edificación del cuerpo entero, entonces Él quiere que estos dones sean usados para su gloria. Una celosa competencia que trata los dones y el ministerio como evidencia de honor en vez de oportunidades para el servicio humilde, no puede glorificar a nuestro Señor. En una iglesia creciente, evangélica, los muchos dones y ministerios, tanto del clero como de laicos, fluyen juntos bajo el impulso del Espíritu Santo.
Si usted ha oído el llamado de Dios al ministerio de tiempo completo y ahora está preparándose para cumplirlo, aprenda temprano estas lecciones y apréndalas bien. Usted puede ser el vaso de Dios y un catalizador ungido para reanimar los corazones débiles, inspirar un ministerio a los que sirve, y alcanzar a un mundo perdido por medio del poder de convicción del Espíritu Santo. Como Timoteo, sirva un fiel aprendizaje con un líder espiritual que encarna los elevados principios del santo llamado de Dios. Sumérjase en la Palabra, pase tiempo a los pies de su Señor, y júntese con los que están comprometidos a cumplir el mandato de la Gran Comisión.
Todos tenemos un ministerio
Ya que hemos visto la importancia y necesidad de tener clero ordenado, apartado para el liderazgo de la iglesia, regresamos a la verdad bíblica de que todos los creyentes están llamados al ministerio. No es un tiempo para que los laicos se sienten y vean lo que hacen los líderes. Todos estamos llamados a usar nuestro don (o dones) para el cumplimiento de la Gran Comisión. El testimonio de Pablo tiene que ser el testimonio de cada creyente / ministro: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:1,2).
Llamamos a que cada creyente espere y después cultive un ministerio de edificación y servicio para la gloria de Dios y la extensión de su Reino. Él que es fiel en el ejercicio de pocos dones, recibirá mayores dones y mayores oportunidades de servicio.
¡Levántate, Oh [Iglesia] de Dios! Te has valido con menores cosas; entrega corazón, y alma, y mente, y fuerza para servir al Rey de reyes. ¡Levanta la cruz de Cristo! Pisa donde sus pies pisaron: Como hermanos [y hermanas] del Hijo del Hombre, ¡Levántate, oh [Iglesia] de Dios! –William P. Merrill
Términos bíblicos para ministerio
El sustantivo, diakonía, “ministerio” o “servicio” es usado más de 30 veces (Lucas 10:40; Hechos 1:17; 6:4; Romanos 12:7; 1 Corintios 16:5; Efesios 4:12; Colosenses 4:17; 2 Timoteo 4:5, etc.). El verbo, diakonéo, “ministrar” o “servir” también es usado más de 30 veces (Mateo 4:11; 8:15; Marcos 10:45; Juan 12:26; Romanos 15:25; 2 Corintios 3:3; 1 Timoteo 3:10; 1 Pedro 1:12, etc.). Diákonos, “ministro,” “siervo,” o “diácono” es usado con la misma frecuencia (Mateo 20:26; Juan 12:26; Romanos 13:4; 1 Corintios 3:5; 2 Corintios 3:6; Efesios 3:7; 6:21; Filipenses 1:1, etc.).
El concepto de ministerio también aparece en el verbo leitourgéô (Lucas 1:23; 2 Corintios 9:12; Filipenses 2:17,30; Hebreos 8:6; 9:21) y el sustantivo leitourgós (Romanos 13:6; 15:16; Filipenses 2:25; Hebreos 1:7; 8:2). En la temprana ideología griega, estos términos se usaban para el servicio dado para el bien público. Es significativo que fueran usados casi exclusivamente en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento usada comúnmente en la era neotestamentaria) para el servicio de los sacerdotes y levitas en el tabernáculo y en el templo del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento usa el grupo de palabras con su sentido tanto público como sacerdotal.
El tercer grupo de palabras importantes viene del verbo hypêretéô (Hechos 13:36; 20:34; 24:23). Hypêrétês (Mateo 5:25; Lucas 1:2; 4:20; Hechos 13:5; 1 Corintios 4:1) es una persona libre que por voluntad propia acepta una posición subordinada para servir a un superior, siendo la idea clave la disposición de subordinación.
La obra del ministerio es frecuentemente descrita en forma gráfica con el verbo poimaínô (Mateo 2:6; Juan 21:16; Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2; Judas 12), que significa hacer el trabajo de un pastor de ovejas. La idea aquí es alimentar y proteger el rebaño.
Otra palabra importante para ministerio es el verbo oikodoméô (Mateo 16:8; Hechos 9:31; Romanos 15:20; 1 Corintios 14:4; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Pedro 2:5) que literalmente significa “construir una casa”, pero que normalmente se usa metafóricamente en el Nuevo Testamento en el sentido de “reconstruir” o “edificar”. El sustantivo oikodomê frecuentemente aparece con el mismo sentido también (Romanos 14:19; 15:2; 1 Corintios 14:3,26; 2 Corintios 10:8; Efesios 4:12,16).
Resumen: Diakonía y sus formas relacionadas son parte del grupo de palabras más importantes que tratan del ministerio y sus raíces en el servicio humilde a otros. El grupo leitourgía viene de la vida pública griega y también de los servicios del templo en el Antiguo Testamento. Enfatiza tanto los aspectos públicos como los sacerdotales del ministerio. Hypêrétês es alguien que está dispuesto a aceptar una posición subordinada para servir a otro. Poimên es un pastor de ovejas que está dispuesto a dar su vida para la nutrición de las ovejas. Todos los ministerios edifican efectivamente al cuerpo de Cristo.
NOTAS
1 No todos los primeros ministros eran casados, ejemplo: el apóstol Pablo.
Los Textos Bíblicos han sido tomado de la versión Reina-Valera ©1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; ©renovado
1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Final de la clase EMA-201 LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para recordar!!
LA TEOLOGÍA DEL MINISTERIO
BCC-301 Salmo 90: Una Exposición Introducción
Profesor:
Dr. Salomón A. Ballestero
drballestero@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! El seminario toma muy en serio el adiestramiento y la capacitación de los candidatos al ministerio. En esta ocasión tenemos una Exposición del Salmo 90, la historia maravillosa de este salmo. Escrito por Moisés, es el más viejo de los salmos! [BCC-301 SALMO 90: UNA EXPOSICIÓN] enseñanzas interesantes aprenderás en este estudio. El Estudio está dividido en tres partes principales:
1- I. LA ETERNIDAD DE DIOS Y LA TRANSITORIEDAD DE DEL HOMBRE: SALMO 90: 1-6
2- II. LA FUENTE DEL PROBLEMA: EL PECADO HUMANO: SALMO 90: 7-12
3- III. ORACIÓN POR EL RETORNO DEL FAVOR DE DIOS: SALMO 90: 13-17
A los estudiantes se les recomienda empezar con una lectura del Salmo 90, y una lecturas de Números, Capitulo 13 y 14, donde se relata la historia de los 12 espías, y su subsecuente castigo por no haber confiado en Dios para guiarlos a la Tierra Prometida.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico: drballestero@seminarioteologicouc.net
BCC-301 SALMO 90: UNA EXPOSICIÓN
Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. Zacarías 12:10
INTRODUCCIÓN
A modo de introducción, cabe señalar que la inscripción bajo el número del salmo introduciendo el Salmo 90 dice lo siguiente: Una oración de Moisés varón de Dios.
A. La Singularidad del Salmo
Salmo 90 es un salmo muy singular. Por ejemplo, ninguna declaración en este salmo se toma de cualquier otro salmo. Como un estudio del libro de los Salmos mostrarán, los salmos se repiten; ciertos pensamientos que se encuentran en uno de los salmo, se encuentran, casi palabra por palabra, en otros salmos. Además, no tiene afinidad con cualquiera de los otros salmos, lo que significa que no cubre circunstancias similares.
Sí tiene, sin embargo, la similitud y afinidad con un capítulo que Moisés escribió en otra parte: Deuteronomio 33, otra canción poética. Si se compara Deuteronomio 33 con el Salmo 90, se encuentran varios elementos de comparación, semejanza y afinidad. Por ejemplo, Deuteronomio 33: 1 comienza con la frase: Moisés varón de Dios. Este es el mismo que el comienzo de la inscripción aquí en el Salmo 90. Moisés es el autor de este del salmo, así como los cinco libros de Moisés. Porque él es el autor de este salmo, sabemos que este es el más antiguo de los ciento cincuenta salmos. Los otros fueron escritos por hombres que vivieron mucho más tarde que Moisés lo hizo..
B. El Tiempo y Antecedentes históricos
Como el contexto muestra, Moisés escribió este salmo a finales de los cuarenta años de deambular por el desierto. Para el tiempo que escribió este salmo, la Generación del Éxodo había fallecido; el juicio del pecado en Cades Barnea había llegado a su fin; y la generación del desierto está lista para entrar en la Tierra. Así que este salmo está escrito desde el trasfondo del pecado de Cades Barnea.
¿Cuál fue el pecado en Cades Barnea?” Los detalles se dan en el Libro de Números. En los capítulos 13-14 de ese libro, el pueblo judío había llegado finalmente al oasis de Cades Barnea, que estaba justo en la frontera de la Tierra Prometida. En otras palabras, una vez que pasaron junto a Cades, estarían en la Tierra Prometida. Desde ese punto, Moisés envió a doce hombres para espiar la tierra. Cuando volvieron cuarenta días más tarde, todos estaban de acuerdo en una cuestión: la Tierra era todo lo que Dios dijo que era; era una tierra que fluye leche y miel. Luego, hubo un punto crucial de desacuerdo: diez de los espías dijeron los habitantes de la Tierra eran tan numéricamente y militarmente fuerte, que en ningún caso podrían posiblemente capturar la Tierra. Sólo dos espías, Josué y Caleb, dijeron a la gente que ellos creían que Dios estaba con su pueblo, y por lo tanto les permitiría tomar la tierra. En Números 13:30, dijeron: Somos muy capaces de superarla.
Como tantas veces lo hacen hoy en día, la gente asume que la mayoría tenía que estar en lo cierto. Hubo una rebelión masiva contra la autoridad de Moisés y Aarón, con los dos hombres casi perdiendo la vida en una escena de la multitud, hasta que Dios intervino y los salvó. En ese momento, Dios pronunció un juicio especial sobre la Generación del Éxodo. La sentencia fue que todos los que salieron de Egipto tendría que seguir vagando en el desierto hasta que un período de cuarenta años fuera completado, cuarenta años por los cuarenta días, que los espías estuvieron en la Tierra. Durante esos cuarenta años, todos los que salieron de Egipto iban a morir, a excepción de Josué y Caleb, los dos buenos espías, y los menores veinte años de edad. Así, la Generación del Éxodo perdió el privilegio de entrar en la Tierra de Israel. Sería la próxima generación, la generación del desierto, a la que se le permitió entrar en la Tierra bajo Josué.
La Generación del Éxodo, entonces, estaba bajo una sentencia de muerte física en el desierto, lo que significa que morirían fuera de la Tierra. Basándose en la cifras de población que figuran en la Libro de Números, esto significa que Moisés vio la muerte de cerca de 1.2 millones de personas en un período de treinta y ocho años. Esto sería toda la población adulta que salió de Egipto, desde la edad de veinte años para arriba. El desierto, que estaba destinado a ser simplemente un lugar de pasar a través a una nueva tierra, se había convertido en un enorme cementerio. “¿Qué significa tener 1.200.000 personas muriendo en un período de treinta y ocho años?” Esto significa que 31,580 personas murieron cada año. Más específicamente, significa que ochenta y siete personas morían todos los días, ochenta y siete funerales por día, todo por culpa del pecado en Cades Barnea.
Habiendo sido testigo de esta tremenda cifra de muertos, Moisés refleja y escribe el Salmo 90. Para entender el Salmo 90, este contexto se debe entender: que Moisés lo escribió a finales de los cuarenta años de estar deambulando por el desierto, y al final de ver a toda una generación desaparecer en el desierto, incluyendo a miembros de su propia familia, Aarón y María entre ellos.
Este salmo tiene tres segmentos principales. El primer segmento, que comprende los versos del 1-6, se ocupa de la naturaleza transitoria de hombre, en contraste con la naturaleza eterna de Dios. El segundo segmento, que comprende los versículos 7-12, atribuye las razones de la transitoriedad de la humanidad al pecado humano. Y en el tercer segmento, que comprende los versículos del 13-17, Moisés ora a Dios para que visite a sus siervos, y construir sobre ellos Su eternidad, a través de su mortalidad.
I. LA ETERNIDAD DE DIOS Y LA TRANSITORIEDAD DE DEL HOMBRE: SALMO 90: 1-6
A. La eternidad de Dios: Salmo 90: 1-2
Como Moisés comienza a discutir la eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre, él comienza con la parte divina de la ecuación, el Dios eterno. Aquí, Moisés hace dos declaraciones acerca de Dios.
1. Dios, Lugar de Refugio: Salmos 90:1 Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación.
En primer lugar, Dios es la morada. Dios ha sido -lugar morada de Israel, no sólo de forma esporádica, pero en todas las generaciones. La palabra morada significa “un refugio de protección.” Dios ha sido refugio de protección de Israel en todas las generaciones de la época de Abraham, el padre del pueblo judío. Esta es una afinidad con Deuteronomio 33. Deuteronomio 33:27 declara: El eterno Dios es tu morada, y debajo estan sus brazos eternos. Esto demuestra la autoría mosaica de ambos pasajes. En estos versos, Moisés está diciendo que, aunque Dios es ciertamente elevado, Él no es inaccesible. Él es alcanzable; él siempre está ahí para aquellos dispuestos a acercarse a él en su base: la base de la fe.
2. Dios, El Eterno: Salmos 90:2 Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
La segunda cosa acerca de Dios que Moisés se ocupa, es Dios como El Eterno, y emplea tres términos descriptivos para enfatizar esto. La primera frase dice: Antes que los montes fueran engendrados. Las montañas son los largos testigos existentes de la alianza de Dios con Israel. De hecho, aquí es otra afinidad con Deuteronomio 33, donde los versos 15 indican, que los montes antiguos son los testigos de la relación de alianza de Dios con el pueblo judío. En segundo lugar, Dios es aún más antigua que las montañas, como la segunda frase dice: Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo. En otras palabras, Dios no sólo se presente ya en las montañas, Incluso existía antes de Génesis 1: 1; porque él había formado la tierra y el mundo. En este verso, la palabra hebrea para la tierra significa “el mundo en general” y la palabra hebrea para el mundo significa “la parte productiva del mundo habitado por el hombre.” Tercera frase descriptiva de Moisés de la eternidad de Dios es: desde el siglo y hasta el siglo, es decir, desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Desde antes que el tiempo, hasta que el tiempo no será más, concluye: tú eres Dios. Se trata de la eternidad de Dios, la cual procederá ahora a contrastar con la transitoriedad del hombre.
B. La Transitoriedad del Hombre: Salmo 90: 3-6
1. La Fragilidad del Hombre: Salmo 90: 3 Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres.
Moisés comienza a hacer frente a la fragilidad del hombre al declarar: Vuelves al hombre hasta ser quebrantado. La palabra hebrea usada aquí para el hombre destaca su fragilidad humana, su debilidad. La palabra hebrea para la destrucción es una palabra muy fuerte; que significa, “para ser pulverizado como el polvo.” También es una palabra única, utilizado sólo aquí en el Antiguo Testamento hebreo. El punto que Moisés está haciendo, es que el destino del hombre es volver al polvo pulverizado. Esto está en contraste con la inmortalidad de Dios. El hombre está destinado a volver a aquello de lo cual él vino; él fue hecho del polvo, que está destinado a volver al polvo pulverizado. El futuro del hombre es el mismo que el origen de polvo.
Moisés señala entonces que Dios dice: Convertíos, hijos de los hombres. Este es un llamado al arrepentimiento, porque el propósito del juicio divino es siempre traer uno al arrepentimiento. Así, mientras que Dios está amenazando el juicio, lo que demuestra la fragilidad del hombre, Él también llama al arrepentimiento, lo que evitará el decreto divino.
2. La Intemporalidad de Dios: Salmo 90: 4 Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche..
Moisés se centra de nuevo en la intemporalidad de Dios. Su punto es que el tiempo no tiene absolutamente ningún sentido con Dios. Para ilustrar este punto más bien de forma gráfica, el declara: Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó. Moisés utiliza dos frases para describir lo que mil años es a los ojos de Dios. La primera frase es: como el ayer, que ya pasó. En otras palabras, mil años con Dios es como solamente una noche en la vida del hombre. No es ni siquiera un día de veinticuatro horas completo, solamente una noche de doce horas. La primera comparación que hace, entonces, es que un millar de años, un período muy largo desde la perspectiva del hombre, no es más que unas doce horas para Dios.
Entonces Moisés señala que doce horas es incluso un poco demasiado tiempo. La segunda frase que él utiliza para hacer su punto es: como una vigilia de la noche. En el tiempo de Moisés, la noche se dividió en tres vigilias de cuatro horas. En comparación con la eternidad de Dios, la vida del hombre es solamente una vigilia de cada tres, sólo una parte de la noche. Por lo tanto, los mil años de Dios se reduce a sólo cuatro horas de la vida humana. “¿ Que son mil años en los ojos de Dios?” Meramente cuatro horas de la vida humana.
Sin embargo, Moisés va más allá, enfatizando que no se trata de cuatro horas del día, sino de cuatro horas de la noche. Se trata de cuatro horas de la noche, de las cuales la persona que duerme no tiene en cuenta; cuatro horas que se han desvanecido al despertarse la persona que duerme. Mientras se está dormido, de hecho, no hay conciencia del paso de los minutos y las horas.
3. La certeza de la muerte: Salmo 90: 5a Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño,
Para enfatizar la certeza de la muerte, Moisés declara que la muerte finalmente tomara a todos por igual. Por otra parte: como en un sueño. La palabra usada aquí para dormir es el “sueño de la muerte.” Después de señalar la brevedad de la vida humana, en comparación con la eternidad de Dios en el verso 4, Moisés enfatiza la certeza de la muerte.
4. La brevedad de la Belleza de la Vida: Salmo 90: 5b-6 Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca.
Para hacerlo aún un poco más pesimista, Entonces Moisés escribe, que la belleza de la vida es más corta que la vida misma y señala tres cosas. En primer lugar, todo el asunto se basa en el hecho de que las flores de Israel tienen una vida útil muy corta. Flores en el terreno del brotan de la tierra a mediados de marzo, pero son seca y muertas a mediados de abril. En otras palabras, la belleza de la vida del hombre es también de muy corta duración.
En segundo lugar, las cuatro horas de la vida del hombre aún no son la longitud de su productividad. No importa cuánto tiempo vive un hombre, no todos esos años puede ser plenamente productivo. Los primeros años se han de utilizar en el desarrollo: se nace; uno debe succionar el pecho; uno debe aprender a caminar lentamente; uno debe aprender poco a poco a pensar, tomar decisiones, aprender a leer, aprender a escribir, aprender a vivir en el mundo real. De esta manera, los primeros años se dedicó a desarrollarse. En los últimos años, hay una reducción de la fuerza física y la agudeza mental. Llegar a un estado de madurez, no significa necesariamente que podemos estar completamente productivos para el resto de nuestras vidas. Hay los que se quedan en mente aguda y habilidades físicas al final de la vida, pero a menudo, vemos en las personas que comienzan a fallar. La capacidad de producir, se deteriora por el desarrollo de debilidades físicas o problemas mentales, como la memoria, la enfermedad de Alzheimer y otras dolencias. La gente en general no está consciente de la brevedad de la vida humana hasta que se hacen mayores. Por lo general, un adolescente no tiene conciencia de lo que corta que realmente es la vida. Él sabe que va a morir algún día, pero ese día, en su mente, está muy, muy lejos. Una persona mayor sabia, tiene y reconoce esa conciencia, pero probablemente no antes de que gran parte de su fuerza física y mental se gasta. Todo lo que queda, entonces, son los años intermedios de la productividad, un período medio de nuestras vidas durante el cual puede ser realmente productivo para el Señor. Debemos notar, entonces, que las cuatro horas del hombre se han reducido aún más, hasta simplemente dos o tres horas de productividad.
En tercer lugar, la vida humana es frágil y breve, en comparación con la eternidad de Dios. Porque la vida humana es tan breve, debemos hacer que cuente para el Señor. Moisés se moverá a ese tema en el siguiente segmento, a pesar de que él hace la aplicación aquí: es importante que planifiquemos cuidadosamente nuestras vidas para hacerlas más productivos para el Señor.
II. LA FUENTE DEL PROBLEMA: EL PECADO HUMANO: SALMO 90: 7-12
Lo siguiente que Moisés trata, es la razón detrás de la transitoriedad humana. El origen del problema es el pecado humano. Hay tres subdivisiones en este segmento especial. La primera subdivisión, que comprende versos 7-9, se ocupa de la muerte del hombre. La segunda subdivisión, que comprende los versículos 10-11, analiza la duración de la vida del hombre y de la ira de Dios. La tercera subdivisión, que comprende el verso 12, brinda la aplicación.
A. La Muerte del Hombre: Salmo 90: 7-9
Esta subdivisión describe la esencia de la muerte del hombre, empezando por su extemporaneidad
1. La Razón de la Muerte Prematura del Hombre: Salmo 90: 7 Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos turbados.
La palabra “Porque” es un término explicativo para explicar por qué la muerte viene sobre ellos? La razón es: somos consumidos en su furor, y con tu ira somos turbados. El término turbados, significa en problemas “que se apresuraron en la muerte prematura.” Este es el reconocimiento de Moisés, de los resultados del pecado en Cades Barnea: que muchas de estas personas podrían haber vivido mucho más tiempo, pero por el juicio de Dios, 1.200.000 tenían que morir durante un período de treinta y ocho años. Muchos murieron simplemente por causas naturales, pero los relatos de Éxodo, Levítico, y Números en el desierto, también revelan que la gente a menudo murió por juicio divino directo, a causa del pecado. Moisés dice: en su ira somos turbados, a toda prisa, a corta distancia a una muerte prematura. Esta es propia conclusión de Moisés, en sus observaciones del pecado de Cades Barnea.
2. El Motivo del Juicio del hombre: Salmo 90: 8 Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro..
Moisés discute la razón de la sentencia, que fue el pecado; se imagina el pecado del hombre como estando puesto delante de Dios para ser juzgado. Luego afirma: Nuestros yerros a la luz de tu rostro. En otras palabras, estos pecados secretos podrían estar escondidos del hombre, pero no están ocultos a los ojos de Dios, y Él los hace a sacar a la luz, con el propósito de castigarlos.
3. La Vida Entera del Hombre está Bajo la Ira de Dios: Salmo 90: 9 Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento. .
Moisés señala que toda la vida del hombre está bajo la ira de Dios, en la medida en que todos nuestros días pasaron. El punto es que las horas de luz solar parecen hacerse más cortas debido a la oscuridad provocada por la ira de Dios..
Luego viene la terminación: Traemos nuestros años como un pensamiento. Esto describe la exhalación del último aliento, mostrando una sensación de cansancio, pero, en última instancia, el exhalar el último aliento de la muerte. Tal es la muerte del hombre: inoportuna, un juicio causado por el pecado. Y un juicio que finalmente viene, para poner fin a las vidas, que han pasado bajo la ira de Dios.
B. La Longevidad de Vida del Hombre y de la Ira de Dios: Salmo 90: 10-11
En la segunda subdivisión, Moisés discute la duración de la vida del hombre y de la ira de Dios, se centra en los años de hombre.
1. Los Años del Hombre: Salmo 90:10 Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos..
“¿Cuál es duración de la vida del hombre” En respuesta a esta pregunta, Moisés afirma: Los días de nuestra edad son tres veintenas y diez [setenta años]. Es decir un mínimo básico, aunque muchas personas viven menos que eso. Luego afirma: O incluso en los más robustos ochenta [ochenta] años. Eso es máximo, en principio, aunque algunos viven más tiempo. En otras palabras, Moisés nos da una esperanza media de vida entre setenta y ochenta años. La mayoría de la gente puede esperar vivir hasta los setenta años, aunque algunos viven menos que eso. Otros pueden esperar vivir hasta los ochenta años, pero algunos viven más tiempo que eso.
Ya sea que uno va al mínimo básica o el máximo básica, si vive más o menos, el escritor dice, independientemente, todo es vanidad. La vanidad de todo esto se describe como trabajo y dolor. Todos estos años pasan a menudo con dolores de parto y la vanidad: porque pronto desaparecemos, y volamos. En otras palabras, lo que inicialmente parece mucho a la gente, al final es realmente corto, y la vida se aleja volando como un pájaro fugaz. Los jóvenes ven su eventual muerte como muy lejos, al no tener sentido de su mortalidad; las personas mayores miran hacia atrás y dicen, “¿Dónde se han ido los años?” Los jóvenes ven el tiempo que se mueve lentamente, con un año de la escuela secundaria o la universidad que parece no llegar nunca “¿Dónde han ido los años?”; las personas mayores no pueden entender cómo los años han pasado tan rápido. Esta es la diferencia entre verlo todo desde el principio, y su visualización desde el final. El punto de este verso es, que lo que inicialmente parece mucho a nosotros, al final es corto, porque la vida se va volando como un pájaro fugaz
2. La Ira de Dios: Salmo 90:11 ¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido?.
“¿Por qué sucede esto?” Este verso lo atribuye a la ira de Dios. Aquí, Moisés hace dos preguntas: Primero: ¿Quién conoce el poder de tu ira? En segundo lugar: ¿Y su ira acuerdo con el temor que se debe a ti? Las enseñanzas que Moisés quiere llevar a la mente de los creyentes son: primero, que son pocos los que saben apreciar la intensidad de la ira divina suscitada por el pecado. Pocas personas entienden y aprecian que gran parte de sus sufrimientos se deben a la ira de Dios. En segundo lugar, en muy poca gente la ira de Dios induce una sensación de miedo a alejarse del pecado. Incluso cuando la tragedia golpea, aunque una minoría va a volverse a Dios en la fe, la gran mayoría siempre falla en hacer el cambio a la fe en El.
C. La Aplicación: Salmo 90:12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría..
En la tercera subdivisión, Moisés da la aplicación de la lección de Cades Barnea: Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.
La lección que él nos quiere enseñar es a contar nuestros días. Debemos darnos cuenta de cuán pocos nuestros días son en realidad y que, de nuevo, no todos nuestros días serán productivos para Dios. Tenemos que contar los días que tenemos con una plena comprensión de las consecuencias de días inútiles. Un ejercicio interesante que hice para mí, y que me animo a hacer, es calcular que usted tiene la cantidad total mínimo para vivir, cerca de setenta años o 25,600 días. Desde el día en que naciste, que es aproximadamente el número de días que tiene para vivir. No importa la edad que tengas en el momento actual, cuente el número de días que le quedan hasta su septuagésimo cumpleaños. Esto no está sugiriendo hacer esto sobre una base continua, todos los días, no, sólo por un par de semanas, y yo creo que va a cambiar su vida tal como lo hizo con la mía, al darse cuenta de la breve duración de la vida y la naturaleza de la propia responsabilidad. Por lo tanto, cuente el número de días que le quedan hasta que su septuagésimo cumpleaños, y luego todas las mañanas restar un día.
Una vez más, es posible que viva menos de setenta años, o puede ser que vivas más de setenta años. Pero en los días que le quedan, su nivel de productividad puede no ser siempre los mismos. Lo que me queda, haga que cuente para la eternidad, no sólo por matar el tiempo. Tenga en cuenta que el resultado en Cades Barnea, fue el matar de tiempo durante treinta y ocho años con nada positivo realizado. Era la misma cosa monótona cada día: levantarse por la mañana; tener algo de maná; esperar a que la nube o la columna de fuego se moviera o no se moviera. Si la monotonía se rompía, se rompía por lo general solo por el juicio instantáneo que muchos morirían. Por lo tanto, le recomiendo que pruebe la numeración de sus días por sólo un par de semanas.
Continuar indefinidamente le puede dejar pensando un poco mórbidamente, “Oh ¡sólo tengo un par de miles de días para vivir!” Simplemente, por solo un corto tiempo, cuente cuántos días le quedan por vivir. Todas las mañanas, reste un día, y se dará cuenta de la cantidad de tiempo que le queda para ser verdaderamente productivo para Dios. Luego, haga que cuente para la eternidad, porque el propósito de contar nuestros días, como dice Moisés, es traer al corazón de sabiduría. La palabra hebrea para la sabiduría significa “para obtener capacidades para la vida.” Estamos para ganar habilidad en vivir nuestra vida cotidiana para Dios, en la justicia y los actos piadosos. Obras piadosas hechas con la sabiduría de Dios, continuarán hasta la eternidad. Moisés quería asegurarse de que la nueva generación no perdería el tiempo como la vieja generación.
III. ORACIÓN POR EL RETORNO DEL FAVOR DE DIOS: SALMO 90: 13-17
El tercer segmento principal contiene una oración a Dios para visitar a sus siervos, para basar Su eternidad, a través de su mortalidad. Hay cuatro subdivisiones en este segmento. La primera subdivisión, verso 13, es una oración por el retiro de la ira de Dios. La segunda subdivisión, verso 14, es una oración para que Dios recuerde su pacto con Israel. La tercera subdivisión, verso 15, es una oración para la restauración proporcional. Y la cuarta subdivisión, versos 16-17, es un contraste entre la obra de Dios y la obra del hombre.
A. Oración Por el Retiro de La Ira de Dios: Salmo 90:13
A. Oración Por el Retiro de La Ira de Dios: Salmo 90:13 Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? y aplácate para con tus siervos. .
Moisés emite una oración por el reposo, o retiro de la ira de Dios. Su solicitud: Vuelve, oh Jehová significa “apartarse Su ira.” La pregunta: ¿cuánto tiempo? significa, “¿Hasta cuándo ha de estar enfadado?” Entonces Moisés declara: dejen que se arrepienta en cuanto a sus servidores. La palabra arrepentirse significa “cambiar de opinión.” No es que Dios necesita el arrepentimiento por el pecado, obviamente no, pero la súplica de Moisés, es que el programa de Dios sea diferente para la generación del desierto, del que fue para la generación del Éxodo. En otras palabras, “No deje que la ira en la generación del Éxodo, se extiende a la generación del desierto. Cambie su mente, y no permita que continúe la ira en los servidores de hoy en día. “La palabra de los servidores aquí se refiere a Israel. En otras palabras, Moisés le pide a Dios que convierta la pena en alegría.
B. Oración para Recordar el Amor de Dios en el Pacto: Salmo 90:14
A. Oración Por el Retiro de La Ira de Dios: Salmo 90:14 De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. .
Moisés le pide a Dios recordar su pacto de amor, solicitando: Oh, satisfácenos por la mañana con su misericordia. La frase por la mañana, significa que él quiere que debe hacerse con rapidez; la mañana después de los problemas de la noche. Ahora está a la espera de una nueva era de la alegría para Israel. La palabra que usa para bondad es la palabra jesed, que significa “fidelidad al pacto.” Moisés le pide a Dios para restaurar el favor, ahora basándose en su pacto con Israel, específicamente, el Pacto de Abraham.
La razón y el resultado es: Porque nos gozaremos y alegraremos todos nuestros días. La palabra hebrea para regocijan significa “cantar en tonos de llamada,” y hace hincapié en la alegría externa. La palabra hebrea para estar contento enfatiza alegría interna. En otras palabras, él quiere que Israel experimente tanto la alegría interna y externa todos [sus] días. La oración es para que puedan disfrutar de la vida en abundancia en lugar de seguir pasándolo en la tristeza. El punto clave es suplicar a Dios, que lo que ha hecho a la generación del Éxodo, evitar hacerlo a la generación del desierto. Moisés está pidiendo una nueva era de alegría, salvación, y la paz en nombre de esta nueva generación.
C. Oración para Proporcional de Restauración: Salmo 90:15
Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal. .
En este verso, Moisés hace una comparación. El punto es, que después de la restauración del favor de Dios, que el disfrutar la vida abundante sea proporcional, al periodo de Israel sufrió mientras que la ira de Dios se encendió contra ellos. La ira se encendió contra ellos durante cuarenta años, y ahora podrá ser restituido su favor, durante cuarenta años. Moisés está pidiendo una restauración proporcional.
D. El Contraste Entre la Obra de Dios y la Obra del Hombre: Salmo 90: 16-17
Como Moisés concluye este salmo, él hace un contraste entre la obra de Dios y la obra del hombre.
1. La Obra de Dios: Salmo 90:16.
Deja que tu obra parezca a vuestros siervos, y tu gloria sobre sus hijos.. Deja que tu obra parezca a vuestros siervos, y tu gloria sobre sus hijos.
Este versículo dice dos cosas que hacen hincapié en la obra de Dios. En primer lugar: Deja que tu obra parezca a tus sirvientes. En otras palabras, la obra de la providencia de Dios ha de ser puesta en evidencia, en su obra con la nueva generación, la generación del desierto. Del mismo modo, la obra de la providencia de Dios ha de seguir siendo evidente en su trato con las propias vidas de los creyentes. En segundo lugar, Moisés dice: Y tu gloria sobre sus hijos. La palabra gloria no es la palabra hebrea para la gloria acostumbrada, sino que es una palabra hebrea que significa “belleza”. Que hace hincapié en la belleza del Señor. En otras palabras, deja que Israel, tenga una demostración de la belleza del Señor al ver el esplendor divino, como se revela en el poder salvador de Dios. Que vean la belleza del Señor en que, tal y como Dios es capaz de castigar, Él también es capaz de bendecir. Cuando dice: sobre sus hijos, él está pidiendo no sólo para el día de hoy, la generación del desierto, sino también para que las generaciones posteriores, puedan disfrutar de la belleza del Señor. Pues para los tal es la obra de Dios.
Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; Sí, la obra de nuestras manos confirma. Salmo 90:17
Moisés discute el trabajo del hombre, comenzando con una petición: que el favor de Jehová nuestro Dios este sobre nosotros. La palabra hebrea para el favor significa “lo agradable de Dios.” Él no sólo le pide a Dios mostrar su belleza, sino que también está pidiendo a Él, mostrar su simpatía hacia Israel. Deja a Israel disfrutar de la belleza y simpatía de Dios, en contraste con la ira y el juicio de Dios. Más específicamente, que Israel tenga, la experiencia de su belleza en lugar de tu ira, tu simpatía en lugar de su juicio. La solicitud es, por lo tanto: dejar que la luz de Jehová nuestro Dios sea sobre nosotros.
Moisés concluye haciendo énfasis en los medios por los cuales el favor de Jehová nuestro Dios sobre nosotros. Él hace dos declaraciones que son repetitivas, pero contundente. La primera afirmación es: Y que confirme, la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros. La frase la obra de nuestras manos se refiere a nuestras tareas diarias, hechas en obediencia y de acuerdo a la voluntad de Dios para glorificarlo. En otras palabras, la obra de la providencia de Dios, que se describe en el verso 16, se realiza a través de la obra del hombre. Los creyentes tienen que aprender a trabajar con habilidad, destreza y sabiduría en la vida diaria para la obra del Señor. Luego, en segundo lugar la declaración de Moisés es: Sí, la obra de nuestras manos confirma. Esta una repetición para dar énfasis. La obra de Dios es la que se logra a través de sus siervos, y por lo tanto va a disfrutar el éxito en su trabajo, a pesar de que la vida es corta.
El objetivo de este salmo, en su aplicación a los creyentes de hoy, tiene cuatro objetivos. En primer lugar, tenemos que reconocer que no importa el tiempo que vivamos, desde una perspectiva divina, la vida es muy corta. En segundo lugar, no importa el tiempo que vivamos, no todos nuestros años, y de hecho, solos años intermedios, son productivos; incluso en esos años intermedios, podemos estar fuera de acción a través de la tragedia, el dolor y la enfermedad, convirtiéndose así en menos productivos. En tercer lugar, debemos ser muy conscientes de la cantidad de tiempo que nos queda en este mundo. Y en cuarto lugar, debemos planificar nuestras vidas, de tal manera que seamos más productivos para el Señor, haciendo su trabajo.
CONCLUSIÓN
En conclusión, la siguiente cita es un hermoso resumen de todo este salmo: Cuando Dios reprende a uno por su pecado, se siente más frágil y transitorio; pero cuando es bendecido por el favor de Dios, se siente más valioso. Él comparte en la obra del Dios eterno. Debilitado por la disciplina de Dios, uno es muy consciente de su mortalidad. Al permanecer en el amor y la compasión de Dios, él es consciente de ser coronado de gloria y el honor.
Nosotros los creyentes a menudo utilizamos muchos dichos y clichés, incluyendo algunos que ni siquiera son bíblicamente válido, como “dejar ir, dejar que Dios.” Sin embargo, en base a este salmo en particular, hay un cliché que es verdaderamente bíblico, y debemos hacer que su mensaje real en nuestras vidas: tela cruzada solamente una vida pronto pasará, sólo lo que se hace por Cristo durará.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para asimilarla!!
PARA EL ESTUDIANTE: ESTA CLASE ESTARA DISPONIBLE PARA SU ESTUDIO Y APROVECHAMIENTO HASTA MAYO 13, CUANDO ENTONCES SE POSTEARA EL EXAMEN DE LA MISMA. USTED TIENE 2 DIAS, DEL 14 AL 16, PARA COMPLETAR Y SOMETER SU EXAMEN DE ESTA CLASE!!!
TS105 Cristología- Los Tres (3) Milagros Mesiánicos
Profesor:
Dr. Salomón A. Ballestero.
drballestero@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestria en Teología! El seminario toma muy en serio el adiestramiento y la capacitación de los candidatos al ministerio. Yo, Profesor Dr. Salomón Ballestero, estare impartiendo las enseñanzas necesarias para que puedas desarrollar con éxito tu ministerio como Ministro del Santo Evangelio de Jesucristo en el campo de la educación. En esta clase del Currículo de estudio, voy a tocar información sobre los Tres Milagros Mesiánicos, [TS105 CRISTOLOGÍA- LOS TRES (3) MILAGROS MESIÁNICOS] luego de la clase, como ya es costumbre, estarás tomando el exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico:
TS105 CRISTOLOGÍA- LOS TRES (3) MILAGROS MESIÁNICOS
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Marcos 2:9 (RVR1960)
En cierto tiempo antes de la venida de Jesús, los antiguos rabinos habían separados los milagros en dos categorías. Primero fueron los milagros que cualquier persona sería capaz de realizar, si hubiesen estado capacitadas por el Espíritu de Dios para hacerlo. La segunda categoría de milagros fueron llamados “milagros mesiánicos”, que eran milagros que únicamente el Mesías sería capaz de realizar. Jesús hizo milagros en las dos categorías: los milagros generales, y también milagros mesiánicos. Así que debido a la enseñanza rabínica, de que ciertos milagros estarían reservados sólo para el Mesías, cuando se llevaba a cabo un milagro mesiánico se creaba un tipo diferente de reacción, que cuando Él llevaba a cabo otro tipo de milagros. Esta clase, será un estudio de los tres milagros mesiánicos, la reacción a ellos y los resultados de ellos.”
I. EL PRIMER MILAGRO MESIÁNICO: EL CURACIÓN DE UN LEPROSO
A. Introducción
El primer milagro mesiánico fue la curación de un leproso. En virtud de la ley mosaica, la única vez que era posible que una persona sea contaminada por un cuerpo humano vivo, era si tocaba a un leproso. Normalmente, bajo la ley mosaica, se podría llegar a ser solamente impuro o contaminado al tocar un cuerpo humano muerto; tocar el cuerpo de un animal muerto; o tocar el cuerpo de un animal impuro vivo tales como un cerdo. Así que la única vez que llegó la contaminación por un cuerpo humano vivo, era al entrar en contacto con un leproso.
La lepra era una enfermedad que ha quedado fuera de las curaciones rabínicas; no había cura para la lepra en absoluto. Sin embargo, Levítico 13-14 dio las instrucciones detalladas al sacerdocio levítico, en cuanto a lo que debían hacer en caso de que un leproso fuera sanado. El día en que un leproso se acercaba al sacerdocio y diga, “yo era un leproso, pero ahora me he sanado,” el sacerdocio debía dar una ofrenda inicial de dos avecillas.
Desde el momento en que la ley mosaica se completó, no había ningún registro de ningún Judío que había sido sanado de la lepra. Mientras que Míriam, la hermana de Moisés fue curada de la lepra, esto fue antes de la conclusión de la Ley. Naamán fue curado de la lepra, pero él era un gentil sirio, no un Judío. Desde el momento en que la ley mosaica se completó, nunca hubo un caso de ningún Judío que haya sido curado de la lepra.
Durante los próximos siete días, era intensamente investigada la situación para determinar tres cosas. En primer lugar, fue la persona realmente un leproso? En segundo lugar, si él era en verdad un leproso, fue realmente curado de su lepra? En tercer lugar, si estaba realmente curado de su lepra, ¿cuáles fueron las circunstancias de la sanidad?
Si después de siete días de investigación, se estaba firmemente convencido de que el hombre había sido un leproso, había sido sanado de su lepra, y las circunstancias eran adecuadas, entonces, en el octavo día habría una larga serie de ofrendas. En total, hubo cuatro ofrendas diferentes. En primer lugar, hubo una por la culpa de la víctima; en segundo lugar, hubo una ofrenda por el pecado; en tercer lugar, un holocausto; y en cuarto lugar, una ofrenda de alimento. Luego vino la aplicación de la sangre de la víctima, por la culpa sobre el leproso curado; seguido de la aplicación de la sangre de la expiación sobre el leproso curado. La ceremonia sería entonces terminada con la unción del aceite sobre el leproso curado..
Aunque el sacerdocio tenía todas estas instrucciones detalladas, sobre cómo debían responder en el caso de un leproso curado, ellos nunca habían tenido la oportunidad de poner estas instrucciones en práctica, porque desde el momento en que se dio la ley mosaica, ningún judío nunca fue curado de la lepra. Como resultado, fue enseñado por los rabinos, que sólo el Mesías sería capaz de curar a un leproso judío.
La curación del leproso fue clasificado como el primero de los tres milagros mesiánico.
B. La Curación del Leproso
Los tres relatos de los Evangelios que nos hablan de la curación de un leproso son: Mateo 8: 2-4, Marcos 1: 40-45 y Lucas 5: 12-16. Mateo y Marcos se limitan a afirmar que el hombre era un leproso, pero Lucas, que era médico de profesión, dio más detalles. Según Lucas 5:12. el hombre estaba lleno de lepra. Eso significa que la lepra, se había ya plenamente desarrollado, y no sería mucho tiempo antes de que la lepra tomara la vida de este hombre. Este leproso, con la lepra totalmente desarrollada se acercó a Jesús y le dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme.” El leproso reconoció claramente la autoridad de Jesús, como el Mesías que tenía el poder de curar a un leproso. La única cuestión por parte del leproso era Su voluntad de hacerlo. En ese punto, leemos en el verso 13 que Jesús tocó al leproso y “en seguida la lepra se fue de él.
Pero, note cuidadosamente, lo que El le dijo al leproso que debía de hacer, según Lucas 5:14. Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
La palabra “ellos” se refiere al liderazgo de Israel. Jesús envió a este hombre directamente al sacerdocio en Jerusalén, con el fin de obligarlos a seguir adelante con las órdenes de Moisés en Levítico 13-14. Este hombre se presentó ante el sacerdocio de Israel, y declaró ser un leproso limpiado; en ese día, el sacerdocio ofreció dos avecillas como un sacrificio.
Durante los próximos siete días, se investigó intensamente la situación y descubrieron tres cosas. En primer lugar, descubrieron que este hombre había sido en realidad un leproso. En segundo lugar, descubrieron que el hombre estaba perfectamente curado de su lepra. En tercer lugar, también descubrieron que Jesús de Nazaret fue el que sanó al hombre de su lepra.
Porque enseñaban que la curación de un leproso era un milagro mesiánico, cualquier persona que cura a un leproso sería, por ese mismo acto, pretender ser el Mesías mismo. Jesús envió deliberadamente a este leproso limpiado al sacerdocio, con el fin de conseguir los líderes empezaran a investigar sus afirmaciones mesiánicas, y para llegar a una decisión con respecto a esas mismas afirmaciones mesiánicas. Él quería obligar a los líderes judíos para tomar una decisión con respecto a su persona, que Él era el Mesías; y de su mensaje, que Él estaba ofreciendo a Israel el reino predicho por los profetas judíos.
Después de haber enviado el leproso sanado a los líderes de Israel, Jesús luego “se retiró a sí mismo a lugares desiertos, y oraba” (Lc. 5:16). Entró en el desierto, donde, en una ocasión anterior, después de haber ayunado, fue tentado por Satanás. Esta vez fue al desierto con el propósito de orar. ¿Acerca de qué estaba orando? Él estaba orando por lo que iba a pasar, y cómo el liderazgo de Israel respondería a este milagro mesiánico.
C. La Respuesta Judía
Lo que ocurrió después es encontrado en tres de los Evangelios: Mateo 9: 1-8, Marcos 2: 1-12 y Lucas 5: 17-26. Marcos señala que este hecho ocurrió en Capernaum en Galilea, a muchas millas de Jerusalén. Sin embargo, Lucas 5:17 dice: Y aconteció en uno de esos días, que estaba enseñando; y había fariseos y doctores de la ley que estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.
Lo que tenemos aquí, no es simplemente unos pocos líderes judíos de la ciudad de Capernaúm para escuchar de la enseñanza de Jesús. El relato de Lucas dice muy claramente, que se trataba de todos los líderes judíos que se han unido de todo el país: Galilea, Judea, y los alrededores de Jerusalén. ¿Por qué están todos estos líderes judíos repente teniendo una convención en Capernaúm? Esta fue su respuesta al primer milagro mesiánico. Sabían que Jesús había curado a un leproso. De acuerdo con sus propias enseñanzas, únicamente el Mesías sería capaz de curar a un leproso. Si Él curó al leproso, podría muy bien decir que Él era el Mesías. Todos ellos se reunieron para investigar a Jesús.
De acuerdo con la ley Sanedrín, si había algún tipo de movimiento mesiánico, el Sanedrín tenía que investigar la situación en dos etapas. La primera etapa se llama la “etapa de observación.” Se formó una delegación, para investigar únicamente a modo de observación. Tuvieron que observar: lo que se decía; lo que se está haciendo; y lo que se enseñaba. No se les permitió hacer cualquier pregunta o formular objeciones. Después de un período de observación, debían regresar a Jerusalén, informe al Sanedrín y dar un veredicto: ¿era el movimiento significativo o el movimiento era insignificante? Si el movimiento se decreta ser insignificantes, el asunto sería descartado.
Pero si el movimiento fue declarado ser significativo, entonces habría una segunda fase de la investigación denominada “etapa de interrogatorios.” En esta etapa, tendrían que interrogar a la persona o los miembros del movimiento. Esta vez iban a hacer preguntas y objeciones, para descubrir si las reclamaciones deben ser aceptadas o rechazadas. Este incidente en Lucas 5:17, registra la primera etapa, la etapa de observación. Estaban allí para observar lo que Jesús estaba diciendo y haciendo. En este punto, no se les permitió formular objeciones o hacer preguntas. Así que, debido a que un milagro mesiánico se había realizado, todos los líderes de todo el país llegaron a Capernaúm para participar en la etapa de observación, para observar lo que Jesús estaba diciendo, haciendo y enseñando.
Mientras Jesús estaba enseñando, cuatro amigos de un paralítico trataron de llevarlo a Jesús para que pudiera ser sanado. Debido a que todos los líderes judíos estaban bloqueando la puerta, no fueron capaces de entrar. Se subieron al tejado, hicieron un agujero en el techo y bajaron al paralítico a los pies de Jesús. En este punto Jesús se apartó de su procedimiento normal. No lo hizo, como lo había hecho en ocasiones anteriores, sólo procediendo a sanar al enfermo traído a él.
En su lugar, en Marcos 2: 5 leemos: Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
En lugar de sanar al hombre, Jesús hizo un dramático anuncio; “Tus pecados te son perdonados”, sabiendo muy bien que con todos los líderes presentes, se va a crear una respuesta negativa.
De hecho lo hizo, porque en Marcos 2: 6 leemos: Pero habían algunos de los escribas sentados allí, los cuales pensando en sus corazones… Esta fue la etapa de observación. Sólo podían observar; no se les permitió plantear preguntas u objeciones.
De acuerdo con Marcos 2: 7, razonaron en sus corazones: ¿Por qué este hombre habla así? Blasfema habla: ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
Su teología estaba absolutamente correcta: nadie podía perdonar pecados sino sólo Dios. Dado que Jesús declaró la prerrogativa de perdonar los pecados, significaba una de dos cosas. En primer lugar, se podría decir que él era un blasfemo. Pero la segunda posibilidad era que él era quien decía ser: la Persona Mesiánica. Fue en este punto que Jesús se dirigió al liderazgo de Israel y los interrogó.
Marcos 2: 9 dice: ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados; o decir: Levántate, toma tu lecho y anda? La pregunta era: “¿Qué es una cosa fácil para un hombre decir?” ¿Es más fácil que alguien diga a otro: “Tus pecados te son perdonados?” O, es más fácil que alguien diga a un paralítico, “yo voy a sanarte, por lo que puedes ponerte de pie y caminar?” La cosa más fácil decir fue:” Tus pecados te son perdonados “, ya que no requiere prueba tangible, externa y observable. Pero afirmar que un hombre paralítico iba a ser sanado, era una cosa difícil de decir, porque requirieron pruebas externas y observables.
Jesús continuó diciendo que iba a probar que podía decir lo más fácil Tus pecados te son perdonados mediante la realización de la más difícil, la curación del paralítico. Él procedió a curar al paralítico. Hubo, evidencia observable instantánea, debido a que el hombre fue capaz de ponerse de pie, caminar, e incluso llevar su propia cama. Esto demostró que Jesús podría decir lo más fácil, que los pecados de este hombre también fueron perdonados. Si Jesús podía perdonar pecados, entonces esto significa que él era quien decía ser: La Persona Mesiánica.
En respuesta al primer milagro mesiánico de la curación de un leproso, la investigación intensiva de sus pretensiones mesiánicas comenzó. Los líderes observaron a Jesús reclamando el derecho de perdonar pecados. Por lo tanto, Él era, o bien un blasfemo, o que era la Persona Mesiánica. Es evidente que el liderazgo de Israel volvió a Jerusalén y decretó el movimiento de Jesús como significativo. Después de este evento, comenzó someterse a la segunda etapa de la investigación Sanedrín, la etapa de interrogación. Entre la realización del primer milagro mesiánico, y el segundo milagro mesiánico, dondequiera que entraba, un fariseo estaba seguro de seguirle. Esta vez, ya no estaban en silencio. Dondequiera que iba, un fariseo fue siempre allí, haciendo preguntas o presentar objeciones. Ellos estaban tratando de encontrar una base para rechazar o aceptar sus afirmaciones mesiánicas.
II. EL SEGUNDO MILAGRO MESIÁNICO: LA EXPULSIÓN DE UN DEMONIO MUDO
A. Introducción
Entre el primer milagro mesiánico, la curación de un leproso, y el segundo milagro mesiánico, Jesús había sido investigado por los líderes de Israel. Fue interrogado y cuestionado por dondequiera que iba. El liderazgo aprendió varias cosas. La cosa más crucial que se dieron cuenta, fue que Jesús simplemente no iba junto con el judaísmo farisaico. Él no estaba aceptando la autoridad de los fariseos. Él estaba enseñando cosas, que contradecían la interpretación farisea de la Ley Mosaica. En el Sermón del Monte, había repudiado el fariseísmo por dos razones: En primer lugar, como una interpretación correcta de la justicia, lo cual la Ley de Moisés demandaba; y en segundo lugar, como la clase de justicia necesaria para entrar en el Reino.
B. La Expulsión de un Demonio Mudo
Las circunstancias de la segunda señal mesiánicas, se registran en dos evangelios: Mateo 12: 22-37 y Marcos 3: 19-30. Marcos 3:21 dice: Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque decían: Está fuera de sí.
A esta altura de los relatos evangélicos de la vida y ministerio de Jesús, parece que hay un reconocimiento general de que el punto culminante estaba a punto de ser alcanzado. Aun sus amigos consideran el hecho de que Jesús necesita la protección de sí mismo, porque sentían que Su celo era casi de locura.
Entonces Marcos 3:22 dice: Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera a los demonios. A pesar de que este incidente se produce en Galilea, fue instigado por una delegación oficial de Jerusalén. Una decisión se alcanzó finalmente por el Sanedrín en relación con sus afirmaciones mesiánicas. El evento que desencadenó la reclamación del Sanedrín se registra en Mateo 12:22: Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó, de tal manera que el mudo hablaba y veía. En el versículo 22, Jesús echó fuera un demonio que causó a la persona controlada estar ciego y mudo, mudo significando que no podía hablar.
El acto de la expulsión de demonios no era tan inusual en el mundo judío de ese día. Incluso los fariseos, rabinos y sus seguidores tenían la capacidad de expulsar los demonios. Pero la expulsión de demonios en el marco del Judaísmo Farisaico requiere que uno utilice un ritual específico, que incluye tres etapas. En primer lugar, la persona tendría que establecer comunicación con el demonio, porque cuando un demonio habla, usa las cuerdas vocales de la persona que habita. En segundo lugar, después de establecer la comunicación con el demonio, la persona tendría entonces para averiguar el nombre del demonio. En tercer lugar, después de descubrir el nombre del demonio, el podía, por el uso de ese nombre, echar fuera el demonio. Hay ocasiones en que Jesús utiliza la metodología judía, como en Marcos 5, cuando, de verse enfrentado a un endemoniado, la pregunta, “¿Cuál es su nombre?” La respuesta en esa ocasión fue: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos.”
Sin embargo, había una especie de demonio contra el que la metodología del judaísmo era impotente, y esa es la clase de demonio que causó la persona controlada para que sea tonto o mudo. Y, debido a que no podía hablar, no había manera de establecer comunicación con este tipo de demonio; no hay manera de saber el nombre de este demonio. Así, en el marco del judaísmo, era imposible para echar fuera un demonio mudo. Los rabinos habían enseñado, sin embargo, que cuando el Mesías viniese, Él sería capaz de echar a este tipo de demonio. Este fue el segundo de los tres milagros mesiánicos: la expulsión de un demonio tonto o mudo. En el versículo 22, ese es exactamente el tipo de demonio que Jesús echa fuera.
En el versículo 23, se planteó la misma pregunta entre las masas judías, que el milagro estaba pretendiendo plantear: Y toda la gente estaba atónita, y decía, ¿puede ser este el hijo de David? ¿No será este el Mesías? Después de todo, él estaba haciendo las mismas cosas que les habían enseñado desde la infancia que sólo el Mesías sería capaz de hacer. Ellos nunca hicieron esta pregunta cuando Jesús expulsa a otros tipos de demonios. Sin embargo, cuando echa fuera demonio mudo, ellos plantearon la cuestión, porque reconocían de las enseñanzas de los rabinos que se trataba de un milagro mesiánico.
Sin embargo, las masas judías siempre han tendido que trabajar bajo lo que se llama “complejo de liderazgo.”; De cualquier camino que los líderes fueran, la gente estaba seguro de seguir. Consistentemente a lo largo del Antiguo Testamento, cuando el rey hizo lo recto ante los ojos del Señor, las personas siguieron. Pero cuando el rey hizo lo malo ante los ojos del Señor, las personas también siguieron. Incluso en el día de hoy, cuando los creyentes judíos testifican a sus contactos judíos, oyen constantemente esta misma objeción: “Si Jesús es realmente el Mesías, ¿entonces por qué es que nuestros rabinos no creen en Él?” En los tiempos del Nuevo Testamento, a causa del dominio que el judaísmo fariseo tenía sobre las masas, este complejo de liderazgo estaba extremadamente fuerte. Así, mientras que las masas judías estaban dispuestos a plantear la pregunta: “¿No es éste el Mesías?” no estaban dispuestos a tomar esa decisión por sí mismos. En su lugar, se veían a su liderazgo, para tomar esa decisión por ellos.
C. La Respuesta Judía
A la luz de la segunda señal mesiánica, y a la luz de las preguntas por las masas, los líderes judíos se dan cuenta, que tenían que hacer una declaración pública con respecto a su decisión final acerca de las declaraciones mesiánicas de Jesús. Tenían dos opciones. En primer lugar, declararlo ser el Mesías, a la luz de todas las pruebas. O bien, la segunda opción era rechazar sus afirmaciones mesiánicas. Si tomaban la segunda opción, y rechazan sus afirmaciones mesiánicas, también tenían que explicar a las masas judías, por qué Él fue capaz de realizar los mismos milagros que ellos mismos habían dicho sólo el Mesías sería capaz de hacerlo.
En Mateo 12:24 los fariseos tomaron la segunda opción: Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios, sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
Los fariseos tomaron la segunda opción y rechazaron sus afirmaciones mesiánicas. Con el fin de explicar su capacidad para realizar estas señales muy singulares, alegaron que Jesús mismo estaba poseído o demonizado, no por algún demonio común, sino por “Beelzebú, El Príncipe de los Demonios.” El nombre de Beelzebú es una combinación de dos palabras hebreas, que se combinan para significar “el señor de las moscas.”. Esto se convirtió en la base del rechazo de los fariseos a la mesianidad de Jesús: Él no era el Mesías, basado en que estaba poseído por el demonio.
Si bien su respuesta al primer milagro mesiánico fue el comienzo de la investigación, su respuesta a la segunda señal mesiánica, fue el rechazo de sus pretensiones mesiánicas. Se dijo que no era el Mesías por motivos de estar poseído por el demonio. Esta acción, por parte del liderazgo de Israel, preparó el escenario para la historia judía para los próximos dos mil años.
D. El Juicio
Jesús respondió de dos maneras. La primera respuesta fue defenderse diciendo cuatro cosas en Mateo 12: 25-29. Dijo que esto no podía ser cierto, ya que significaría una división en el reino de Satanás. En segundo lugar, ellos mismos reconocen que el exorcismo fue un regalo del Espíritu, e incluso sus seguidores fueron capaces de expulsar los demonios, aunque los demonios no mudos. En tercer lugar, este milagro autentica sus afirmaciones y su mensaje. En cuarto lugar, se demostró que Jesús era más fuerte que Satanás en lugar de subordinado a Satanás.
La segunda respuesta fue una condena en Mateo 12: 30-37. En esta condenación, Jesús dijo que esta generación era culpable del “pecado imperdonable” la blasfemia contra el Espíritu Santo. Debido a que este pecado era exactamente lo que dijo, que era imperdonable-juicio-se establece ahora contra esa generación, un juicio que no podría en ningún caso ser aliviado. Llegó cuarenta años más tarde, en el 70 D.C, con la destrucción de Jerusalén y el Templo.
Exactamente, cuál es el pecado imperdonable dentro del contexto en el que se encuentra? No es un pecado individual, pero es un pecado nacional; fue cometido por la generación judía de la época de Jesús, y no se puede aplicar a las generaciones posteriores de judíos. El contenido del pecado imperdonable estaba: en el rechazo nacional por parte de Israel, de la Autoridad Mesiánica de Jesús-mientras-Estuvo presente, bajo el argumento de estar poseído por el demonio. Los individuos de ese día podían, y lo hicieron, escapar dicha sentencia, como ocurrió con el apóstol Pablo. Tampoco se trata de un pecado que cualquiera puede cometer hoy. En este punto, la Biblia es muy clara. Independientemente de qué pecado comete cualquier persona hoy en día, todo pecado es perdonable para ese individuo que va a venir a Dios a través de Jesús el Mesías. La naturaleza del pecado es irrelevante. Todo pecado es perdonable para ese individuo que va a venir a Dios a través de Jesús el Mesías. Pero para la nación en su conjunto, para esa generación en particular, este pecado exclusivo fue imperdonable.
En el resto de esta clase, dos palabras clave seguirán apareciendo “esta generación”, porque esta generación, es culpable de un pecado muy particular. Esto significaba dos cosas. En primer lugar, se entiende que esta generación de los días de Jesús, estuvo bajo un juicio que no podía ser aliviado, y daría lugar a la destrucción de Jerusalén y el templo en el 70 D.C. En segundo lugar, la oferta del Reino Mesiánico le fue revocada; no sería establecido en ese momento, pero sería ofrecida a una Generación Judía más tarde -la Generación del Milenio.
En Mateo 12: 38-45, se encuentran la respuesta de los fariseos, y la posterior respuesta de Jesús. En el verso 38, los fariseos tenían que volver a tomar la ofensiva: Entonces algunos de los escribas y de los fariseos le contestaron, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Ellos se acercaron a él y le pidieron una señal más, como si Jesús no había hecho nada hasta ahora, para autenticar su mesianismo. Él ha realizado todo tipo de milagros desde el comienzo de su ministerio, incluyendo los mismos milagros que ellos mismos habían etiquetados como milagros mesiánico. Sin embargo, desecharon sus reivindicaciones. Ahora dijo, que debido a su rechazo, y porque el pecado que habían cometido fue imperdonable, ellos no recibirían más señales, excepto una, “la señal de Jonás el Profeta”, que era la señal de la resurrección.
Es muy cierto que Jesús continuó realizando milagros, incluso después de este evento, pero el propósito de sus milagros cambió. Ya no era el propósito de sus milagros lo que había sido hasta ese momento: para servir como señales para llevar a Israel, a tomar una decisión con respecto a sus afirmaciones mesiánicas. En su lugar, el propósito de sus milagros a partir de este momento, fue con el propósito de entrenar a los doce apóstoles, para el tipo de trabajo que tendrían que llevar a cabo a causa de este rechazo. En cuanto a la nación, no habría más señales, excepto una: la señal de Jonás, el signo de la resurrección.
Habiendo anunciado su nueva política con respecto a Sus señales, Jesús siguió las palabras de juicio en Mateo 12: 41-42, con énfasis sobre esta generación: Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; y he aquí uno más grande que Salomón esta aquí. Jesús dio el ejemplo de dos elementos Gentiles del Antiguo Testamento: los hombres de Nínive y la Reina de Saba. Estos eran gentiles que tenían mucho menos luz o revelación, pero a la luz que tenían, respondieron. En el juicio del Gran Trono Blanco, estas naciones serán capaces de ponerse de pie y condenar a esa generación judía en particular, por haber incurrido en el pecado imperdonable.
Las palabras del juicio final con una historia acerca de un demonio en los versículos 43- 45. Esto no era un demonio que fue expulsado, pero un demonio que quedaba de su propia voluntad, en busca de un lugar mejor en el que vivir. Buscó un tiempo, pero cuando no pudo encontrar ningún vacantes, decidió regresar a la persona a quien había habitado anteriormente. A su regreso, se encontró con él “desocupada, barrida y adornada.” Volvió a entrar en este hombre, pero ya no querer vivir por sí mismo, se invitó a siete de sus amigos a unirse a él, y “el estado final de aquel hombre se había convertido en peor que el primero. “Al principio, él sólo tenía un demonio en él, pero porque él permaneció vacío, ahora tenía ocho demonios que residen en él. En el intervalo entre la primera y segunda morada del demonio, el hombre no fue a morar por algún otro espíritu, ya sea el Espíritu Santo o un espíritu demoníaco.
Lo que era verdad de ese individuo, será el caso de esta generación. Cuando comenzó esa generación, fue con la predicación de Juan el Bautista, que anunció la pronta venida del Rey. A pesar de que estaban bajo la dominación romana, ellos tenían una entidad nacional con Jerusalén, y el Templo estaba en pie. Sin embargo, cuarenta años después de estas palabras fueron pronunciadas, las legiones de Roma invadieron la tierra, Jerusalén fue destruida, y el templo fue derribado hasta que no quedo piedra sobre piedra. El estado final de esta generación llegó a ser peor que el primero.
El punto clave de la historia es al final del versículo 45: Así también acontecerá a esta mala generación.
Para resumir esta unidad: Joel describe la reciente invasión de langostas y la convocatoria de una asamblea solemne, pidiendo a Dios que intervenga, que no haya una hambruna masiva. Esto llevó a una discusión de una invasión profética de los demonios, trayendo la destrucción por el fuego, y una vez más una llamada sale de una asamblea nacional solemne de arrepentimiento nacional.
E. El Cambio en el Ministerio del Mesías
En este punto, el ministerio de Jesús cambió radicalmente en cuatro áreas principales. Estos cuatro cambios sólo pueden entenderse a la luz del compromiso del pecado imperdonable, en respuesta al rechazo del segundo milagro mesiánico.
1. En Relación con el Propósito de sus Milagros
El primer cambio es concerniente al propósito de sus milagros. Como se dijo anteriormente, ya no sería el fin de sus milagros el servir como señales a Israel; para llevar a Israel a tomar una decisión con respecto a Sus declaraciones mesiánicas. Esa decisión había sido tomada. En su lugar, el propósito de sus milagros a partir de ese momento, era para la formación de los doce discípulos para el tipo de trabajo que se llevaría a cabo a causa de este rechazo; el tipo de trabajo que se llevó a cabo en el Libro de los Hechos. Pero para la nación, no habría más señales, excepto una: la señal de Jonás, el signo de la resurrección.
2. En Cuanto a la Base de sus Milagros
La segunda modificación se refería a las personas para las que realizó el milagro. Hasta este caso, siempre que hizo milagros, lo hizo en beneficio de las masas sin que tengan que tener primero la fe. Pero a partir de este momento, él sólo hizo milagros en beneficio de las personas, en respuesta a las necesidades de los individuos. Y lo hizo demandando, que primero tengan fe. Hasta este caso, siempre que sanó a una persona, le dijo a esa persona que vaya, y anunciara las grandes cosas que Dios había hecho por él. Pero a partir de ese momento, le dijo a la persona curada no decirle a nadie lo que Dios había hecho por él.
3. En Relación con el Mensaje en su Carácter de Mesías
La tercera modificación se refería al mensaje que él y sus discípulos dieron. Hasta este evento, él y sus discípulos se fueron por toda la tierra de Israel, proclamando su carácter de Mesías, e incluso envió a sus discípulos de dos en dos, para hacer exactamente eso. Pero a partir de este momento, Él les prohibiría a sus discípulos anunciar su carácter de Mesías. Cuando Pedro hizo su gran confesión en Mateo 16:16, y le dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Jesús instruyó a Pedro que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.
4. En Cuanto al Método de su Enseñanza
La cuarta modificación se refería a su método de enseñanza. Hasta este evento, cuando enseñó a las masas, les enseñó clara y distintamente en términos que ellos podían y de hecho entender. Un ejemplo de esto, fue el Sermón del Monte en Mateo 5-7. Mateo señala que cuando Jesús había terminado con su sermón, no sólo las personas entendían lo que estaba diciendo, pero también más significativamente, entendían claramente, donde él se distinguió, o defirió, de los escribas y fariseos. Sin embargo, a partir de este momento, cada vez que Él enseñó a las masas, les enseñó sólo en parábolas. En Mateo 13: 10-14 cuando comenzó su método parabólico de la enseñanza, sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿por qué habla con ellos en parábolas?” Jesús respondió que el método parabólico de la enseñanza, fue con el propósito de ocultar la verdad a las masas.
Notarás una declaración muy gráfica en Mateo 13:34: Todas estas cosas habló Jesús en parábolas a la gente; y sin parábolas no habló él nada con ellos;…
A las masas, Sólo les hablaba en parábolas. Esto no era cierto antes del rechazo en Mateo 12. Es cierto solamente después del rechazo. Es literalmente imposible entender por qué el ministerio de Jesús cambió en estas cuatro áreas principales, a menos que entendamos primero lo importante que era el pecado imperdonable. El pecado imperdonable, fue el rechazo de su carácter de Mesías, bajo la supuesta posesión del demonio, y fue una respuesta directa a la segunda señal mesiánica. Suficiente luz había sido dada a ellos. Ellos rechazaron la luz que tenían, por lo que no se darían más luz.
F. Otro Demonio Mudo
Mateo 17: 14-20, Marcos 9: 14-29 y Lucas 9: 37-43 registra un incidente, que trata del momento en que Jesús, y tres de sus discípulos descendieron del monte donde se transfiguró. Cuando volvieron donde estaban los otros nueve discípulos habían quedado atrás, se encontraron con un problema; un hombre trajo a su hijo, poseído por el demonio a estos discípulos, pero no pudieron echar fuera el demonio. También es interesante observar que el incidente fue instigado por escribas y fariseos.
De acuerdo con Marcos 9:14: Y cuando llegaron a los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que discutían con ellos. Los escribas estaban allí para instigar esta situación particular. Un muchacho con un demonio específico, fue llevado a estos discípulos, y trataron de echar fuera el demonio, pero eran incapaces de hacerlo. Esto de alguna manera se refleja en la mesianidad de Jesús. Cuando fue confrontado con el endemoniado, Él fue capaz de echar fuera el demonio. ¿Qué es único acerca de este problema? Los discípulos habían sido capaces de expulsar los demonios antes. ¿Por qué no podían echar a este demonio?
Marcos 9:17 revela qué clase de demonio era: Y uno de la multitud le respondió: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo;… Este era un demonio mudo, y la expulsión de un demonio mudo fue el segundo milagro mesiánico. Cuando los discípulos no pudieron echar fuera el demonio mudo, que se refleja en su afirmación de que Jesús era el Mesías. Pero luego él vino y echó fuera el demonio, y lleva a cabo el segundo milagro mesiánico de nuevo.
Entonces Marcos 9: 28-29 registra por qué los discípulos no pudieron: Y cuando él entró en la casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Cómo es que no pudimos echarlo fuera? Y les dijo: Este género no puede salir con nada, salvo por la oración. Note lo que Jesús dijo, “este tipo o género”, es decir un demonio mudo. En esta declaración, Él ha autenticado la observación de los fariseos, que los demonios mudos eran diferentes y no podían ser expulsados de una manera normal. Él les dijo a sus discípulos que la razón por la que no pudieron echar fuera un demonio mudo, era porque estaban usando el método equivocado. Mientras que otros demonios podrían ser mandados fuera, en el nombre de Jesús, en el caso de un demonio mudo, sólo podía ser forzado a salir a través de la oración. Sus discípulos, lo que deberían haber hecho, no era utilizar la metodología regular que trabajó con otros tipos de demonios, sino simplemente confiar en Dios el Padre que lo haga por ellos. Así que Él autentica la observación de los fariseos que los demonios mudos eran diferentes.
III. TERCER MILAGRO MESIÁNICO: LA CURACIÓN DE UN CIEGO DE NACIMIENTO
A. Introducción
El tercer milagro mesiánica fue la curación de cualquier persona que nació ciego. Una cosa era curar a alguien que simplemente se había quedado ciego, pero curar a alguien que nació ciego sería un milagro mesiánico. Una gran cantidad de detalles sobre este tercer milagro mesiánico se dan en Juan 9: 1-41. Este largo capítulo puede dividirse en cinco segmentos específicos.
B. La Curación Física de un Ciego de Nacimiento
El primer segmento, versos 1-12, registra la curación física en sí. En Juan 9: 1-5 leemos: Y al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Hay que hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Cuando estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Este incidente ocurrió en un día de reposo, mientras caminaban por las calles de Jerusalén, y fueron por el hombre que había sido ciego. No sólo era la hora del día de reposo, sino que también era el tiempo de la Fiesta de los Tabernáculos, que hace de este un santo en particular o “Gran Sábado.”
Las preguntas de los apóstoles parecen ser muy extraña, “¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” ¿Quién cometió un terrible pecado de tal manera que este hombre haya nacido ciego? Lo extraño en la cuestión no es si los padres de éste pecaron, lo que le hace ser ciego de nacimiento. Existe el principio de la ley Mosaica en Éxodo 34: 6-7 que Dios visita los pecados de los padres”. Sobre los hijos, y los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.” Es concebible que los padres hayan cometido un pecado específico, y Dios visite ese pecado sobre su hijo, haciendo que el hijo que haya nacido ciego. El defecto de la ceguera al nacer podría haber sido el resultado de un pecado específico cometido por los padres.
Por lo tanto, esa no es la parte extraña de la cuestión. Pero la cuestión no es simplemente, “Quizá los padres de este hombre hayan pecado y que nació ciego?”, Sino que también le preguntó: “¿O será que este hombre ha pecado y, a continuación haya nacido ciego?” Esa es la parte extraña de la cuestión. ¿Cómo podía haber pecado primero y luego haber nacido ciego? El judaísmo nunca enseñó la doctrina de la reencarnación. A la luz de este hecho, ¿cómo podría haber pecado antes de nacer?
La pregunta que se hacen los discípulos en realidad refleja el judaísmo farisaico en el que se habían levantado. De acuerdo con el judaísmo fariseo, un defecto de nacimiento, como haber nacido ciego, era debido a un pecado específico, ya sea cometido por los padres o cometido por el individuo. Pero, de nuevo, ¿cómo puede una persona pecar primero y luego haya nacido ciego? De acuerdo con el judaísmo fariseo, en el momento de la concepción, el feto tiene dos inclinaciones. En hebreo, se les llama el hara yetzer, que significa “la inclinación al mal”, y el hatov yetzer, “la inclinación al bien.” Estas dos inclinaciones ya están presentes en el nuevo ser humano que acaba de ser concebido en el seno materno. Durante ese desarrollo de nueve meses en el vientre de la madre, hay una lucha pasando por el control entre las dos inclinaciones.
Puede también muy bien haber ocurrido, que en un momento dado, la inclinación al mal pudo más que el feto; y, en un estado de hostilidad o ira hacia su madre, le dio una patada a su madre en el útero. Por este acto de pecado, por este acto de animosidad, que nació ciego. La pregunta de los discípulos en realidad refleja el judaísmo farisaico en el que se habían levantado. Así que le preguntaron, “¿éste pecó cuando aún estaba en el vientre, o es el pecado de sus padres lo que le hace ser ciego de nacimiento?”
Los discípulos son culpables de dos falacias. El primer error fue aceptar la enseñanza de los fariseos, que el niño podría haber pecado en el vientre de su madre y, por lo tanto, naciera ciego, La segunda falacia es que un defecto de nacimiento, como el haber nacido ciego, debe ser debido a un terrible pecado específico.
En el versículo 3, Jesús disipó ese fariseísmo muy rápidamente:… Ni éste pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. En otras palabras, que nació ciego no debido a algún pecado específico cometido por sus padres o por él mismo.
Por supuesto, todos los problemas físicos se deben a la caída de Adán y son el resultado del problema general del pecado y de la humanidad caída. Los hombres mueren a causa del pecado de la humanidad en general, porque son descendientes de Adán. Sin embargo, decir que un determinado defecto de nacimiento, enfermedad, dolencia o lesión siempre es debido a algún pecado en particular o un demonio particular es una enseñanza errónea. Jesús disipó con claridad esta enseñanza diciendo que este hombre no pecó, ni sus padres pecaron. Muy por el contrario, Dios dispuso el modo que este hombre haya nacido ciego, para que Dios pudiera ganar la mayor gloria mediante la realización de una gran obra.
Habiendo disipado y corregir la falsa teología de Sus propios discípulos en este punto, A continuación, procedió con la curación. Él eligió para sanar a la persona una manera que era algo así como un proceso, para que, en este momento, el hombre nunca llegara a verlo. Lo que Jesús hizo fue escupir en el suelo, mezclando la saliva con la tierra; Hizo una sustancia de arcilla y luego untó el barro en los ojos del hombre. Le dijo al hombre ir a la piscina de Siloé, y lavarse el barro de los ojos, y entonces él sería capaz de ver
Es muy significativo que de todos los lugares que Jesús podría haber enviado al hombre para lavar los ojos, se le envió a un solo estanque de los muchos en Jerusalén, la piscina de Siloé. Esta piscina no era fácil de llegar desde la parte principal de Jerusalén porque tenía que bajar por una cuesta empinada. Esta fue la semana de la Fiesta de los Tabernáculos y durante esta fiesta, había un ritual especial llamado “el derramamiento del agua.” En este ritual, los sacerdotes descendieron del Monte del Templo a la piscina de Siloé, jarros llenos del agua desde la piscina de Siloé, marcharon hacia atrás hasta el Monte del Templo, y derramó el agua en el lavacro dentro del recinto del templo. Esto fue seguido por una gran alegría. Durante la fiesta de las cabañas, la piscina principal, que era el centro de atención judía, era la piscina de Siloé, una piscina que tenía el mayor número de personas judíos presentes, que podían observar este tercer milagro mesiánico.
El hombre fue a la piscina de Siloé, se lavó los ojos, y cuando abrió los ojos, por primera vez en toda su vida, ¡él fue capaz de ver! Como todo el mundo sabía que este hombre, y sabía que había nacido ciego, esto creó un gran revuelo. Juan 9: 8-9 registros: Entonces los vecinos, y los que lo vieron en otro tiempo, ese era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Otros decían: Es él: otros decían: No, pero se parece a él. Él dijo: Yo soy. Había mucha confusión porque muchas personas lo reconocieron ser ese y uno mismo, pero otros tenían dificultades para creer que un hombre que había nacido ciego había sido curado. Ellos respondieron diciendo: “No, él sólo se parece a él.” Por último, el hombre dijo: “Yo soy.” Cuando finalmente se hizo la pregunta crucial: “¿Cómo eres ahora capaz de ver?” Después de todo, esto es un milagro mesiánico.
Su respuesta, en el versículo 11 era: él respondió: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y ungió mis ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lave: así que fui y lavé, y recibí la vista. Cuando le preguntaron, “¿Dónde está? Dijo: Yo no sé “Recuerde, cuando Jesús lo envió a la piscina de Siloé, el hombre todavía estaba en un estado de ceguera; él nunca había visto a Jesús. Incluso ahora, cuando él era capaz de ver, el hombre todavía no sabía quién era que Jesús o lo que parecía.
C. El Primer Interrogatorio del Hombre
En la segunda parte, Juan 9: 13-17, el hombre se interesa por primera vez. Debido a que este era un milagro mesiánico, el hombre fue llevado a los fariseos para la investigación y explicación. Debido a que Jesús, eligió para curar al hombre en un día de reposo, un revuelo se ha creado por parte de las masas. Los fariseos sabían muy bien, que tienen que actuar de alguna manera en este tema. Como los fariseos comenzaron a interrogar al hombre para descubrir las circunstancias de como fue sanado de la ceguera con la que nació, se desarrolló una división entre ellos.
Según 16a verso: Entonces algunos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado. Porque sentían que la curación en sábado era una violación del día de reposo, que no creían que Jesús podía ser un hombre de Dios, y mucho menos el Hombre de de Dios, el Mesías mismo.
Incluso entre los fariseos, que estaban haciendo la pregunta en el versículo 16b: Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Note el énfasis, no sólo en los signos, porque los falsos profetas también podrían hacer milagros, pero a partir de tales signos particulares, estos milagros mesiánico especiales.
Cuando le preguntaron al hombre que nació ciego y ahora curado de su ceguera cuál su opinión era acerca de Jesus, el hombre se limitó a concluir que al menos el hombre debe haber sido un profeta (v. 17). Sin embargo, según la enseñanza de los fariseos, aunque un profeta podría ser capaz de hacer milagros, como Elías y Eliseo, sin duda lo hizo, hacer un milagro mesiánico no era una prerrogativa de un profeta, sino más bien la prerrogativa del Mesías solamente.
Así que el primer interrogatorio del hombre no dio lugar a ninguna conclusión específica.
D. El Interrogatorio de los Padres
En el tercer segmento de este pasaje, Juan 9: 18-22, los padres son interrogados. Entre los fariseos, se planteó la cuestión, “Supongamos que todo el asunto no es verdad, para empezar. Sólo suponga que el hombre nunca haya nacido ciego, y toda la cosa es un truco. “Los padres confirman dos cosas. En primer lugar que este hombre era sin duda su hijo y no había ninguna duda acerca de su ser a su hijo. La segunda cosa que afirmaron era que había nacido ciego. Así que ya no había ninguna posibilidad de que hubiera cualquier tipo de falsificación en curso o que alguien estaba tratando de jugar una mala pasada a los fariseos. Cuando los fariseos preguntaron a los padres durante el interrogatorio si su hijo había realmente nacido ciego, ¿cómo fue que él ahora es capaz de ver?, los padres decidieron no decir nada más, y dejar que su hijo hable por sí mismo.
La razón de su renuencia se da en el verso 22: Estas cosas dijo a sus padres, porque tenían miedo de los Judíos: pues los Judíos ya habían acordado que si alguno le confiese de ser el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. Ya se había decretado que si alguien creyera en Jesús como Mesías, él sería excomulgado de la sinagoga. Es obvio que los padres querían creer en él, y tal vez en este momento se habían convertido en creyentes secretos en su carácter de Mesías, porque vieron que Él no sólo hizo un milagro mesiánico, sino que también realizo el milagro en su propio hijo.
En el judaísmo fariseo, había tres niveles específicos de excomunión. El primer nivel se llama el hezipah, que es simplemente un “reproche” que duró de siete a treinta días y fue meramente disciplinario. No podía ser tomada a menos pronunciada por tres rabinos. Ese fue el nivel más bajo de la excomunión. Un ejemplo de la hezipah se encuentra en I Timoteo 5: 1. El segundo nivel se llama el niddui, lo que significa, “echado fuera.” Sería una duración mínima de treinta días y fue disciplinaria. Un niddui tuvo que ser pronunciada por diez rabinos. Ejemplos del segundo tipo se encuentran en II Tesalonicenses 3: 14-15 y Tito 3:10. La tercera y peor tipo de excomunión se llama el cherem, lo que significa ser “unsynagogued,” a “poner fuera de la sinagoga y ser separado de la comunidad judía.” El resto de los judíos consideran a alguien bajo la maldición cherem de estar muerto, y no hay comunicación ni ningún tipo de relación alguna podría llevarse adelante con la persona. Este tercer tipo se encuentra en I Corintios 5: 1-7 y Mateo 18: 15-20.
El hecho de que la expresión “fuera expulsado de la sinagoga” se utiliza, nos dice qué nivel de excomunión los fariseos habían elegido para uno que crea en Jesús como el Mesías. Era la tercera y más importante en nivel, la cherem-a-estar fuera en la sinagoga, de ser puesto fuera, para ser considerado como muerto. Por lo tanto, los fariseos estaban amenazando ahora aun a creyente –judíos, no simplemente con un reproche o simplemente con ser expulsado temporalmente, pero debe ser también retirado de forma permanente. Debido a que los padres sabían lo que los fariseos habían decretado, en relación con el tema de Jesús, con ese el tercer nivel de la excomunión, optaron por no hacer más comentarios, excepto para confirmar esas dos cosas: que él era su hijo, y que nació ciego.
Por lo tanto, el interrogatorio de los padres, al igual que el primer interrogatorio del hombre, también termina sin resultados.
E. El Segundo Interrogatorio del Hombre
El cuarto segmento de este capítulo, Juan 9: 23-34, graba la segunda interrogación del ciego de nacimiento. Durante el interrogatorio, los fariseos comenzaron a perder su sentido de la lógica.
Le llamaron por segunda vez en el verso 24 y le dijeron: … Da gloria a Dios; nosotros sabemos que este hombre es un pecador. Note como ilógica esta declaración es. “¡Alabado sea el Señor!”, Dicen, “porque sabemos que este hombre, ese Jesús, es un pecador.” Pero uno nunca se va por ahí diciendo: “Alabado sea el Señor! sabemos tal y cual es un pecador. “Esto no es algo para alabar a Dios. Es una cosa triste cuando la gente comete actos específicos de pecado. Pero los fariseos están tan fuera de sí a Jesús que ya no son capaces de pensar con claridad o pensar de manera lógica.
En este punto, el hombre que había sido sanado fue capaz de mantener un poco la calma y sigue siendo capaz de ejercer algún grado de control. Él les dijo en el versículo 25:…Si es pecador, no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. La declaración que hizo el hombre no era simplemente una declaración de hecho; era un desafío a los fariseos, que tenían que responder. Lo que estaba diciendo a ellos entre las líneas era, “yo era un hombre que había nacido ciego, y no simplemente un hombre que se quedó ciego. Ustedes son los que me enseñaron que sólo el Mesías sería capaz de curar a alguien que nació ciego. Nací ciego. Un hombre llamado Jesús fue capaz de curarme. De acuerdo a la teología, que usted me enseñó, yo creo que le gustaría anunciarlo ser el Mesías de Israel. En su lugar, se le llama un pecador. Si es o no es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo. Favor de explicar esto a mí”.
En los versículos 26-27, los fariseos tomaron el desafío e hizo la pregunta: “¿Qué hizo él para ti? ¿Cómo te abrió los ojos? “(v. 26). El hombre ya había explicado a los fariseos más de una vez, por lo que, en el versículo 27, él respondió a los fariseos, te lo dije, incluso ahora, “Ya te lo dije!”, Y no habéis atendido; “No escuchaste,” por qué lo queréis oír otra vez? habría también vosotros haceros sus discípulos? Por supuesto, esto no era una cosa muy inteligente que decir a los fariseos: “¿Le gusta también para convertirse en los discípulos de Jesús?” Eso era lo último que estaban interesados en. En este punto, el hombre ya no estaba siendo discreto.
Ellos respondieron de la misma manera en Juan 9: 28-29: Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios ha hablado a Moisés, pero en cuanto a éste, no sabemos de dónde es. Los fariseos comenzaron a revelar el hombre. Ellos se burlaban de él. Ellos, obviamente, vieron que el hombre no iba a ser persuadido a aceptar su afirmación de que Jesús era un pecador. Renunciaron al hombre a Jesús, y dijo: “Bueno, puede seguir adelante y ser su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es éste proviene. “La implicación era que Dios no habló con Jesús, así que ser un discípulo de Moisés era superior a ser un discípulo de Jesús.
Pero el hombre no quiso guardar silencio. En el verso 30, pasó a responder a ellos: … ¿Por qué?, en el presente documento es la maravilla, que vosotros no sabéis de dónde sea, y sin embargo, a mí me abrió los ojos. “Ustedes son el liderazgo religioso de Israel. Usted me enseñó que sólo el Mesías sería capaz de hacerme ver. Ahora yo veo, y no se me puede explicar a mí, ustedes que son los líderes religiosos del pueblo de Israel”.
Luego pasó a recordarles su propia teología en los versículos 31-32: Sabemos que Dios no escucha pecadores: más si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio del mundo nunca jamás se supo, que alguien abriese los ojos de un ciego de nacimiento. Existen registros de curaciones de personas que fueron ciegos, pero no un registro de alguien que nació ciego y que había sido sanado. Esto fue un milagro mesiánico, y por primera vez en toda la historia humana, se realizó este milagro mesiánico. El hombre dijo simplemente a los fariseos que no tenían ninguna base o justificar, la denegación de la mesianidad de Jesús.
La respuesta farisaica está en el verso 34: Respondieron y le dijeron: ¿Usted nacido del todo en pecado, ¿y qué nos enseñan? “Naciste en pecado.” ¿Por qué dicen esto? Debido a la teología farisaica que cualquier persona que nació ciego, nació de esa manera debido a algún pecado específico, ya sea cometido por el individuo en el útero de la madre, o por sus padres. Ellos dijeron: “Usted ha nacido en el pecado. Nosotros no estábamos, porque no hemos nacido ciegos “Luego el versículo 34 dice. Y le echaron fuera. El “echar fuera” en este verso es el mismo que el “echar fuera” en el verso 22, lo que significa, “para ser puesto fuera de la sinagoga.” El hombre fue excomulgado.
F. La Curación Espiritual
El quinto y último segmento de este capítulo, Juan 9: 35-41, graba su curación espiritual. Jesús escuchó lo que había sucedido, que el hombre había sido expulsado de la sinagoga.
En el verso 35, Jesús se acercó al hombre y le preguntó: … ¿Usted cree en el Hijo de Dios? En el verso 36, el hombre respondió: … ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Recuerde que el hombre aún no había visto a Jesús.
Su respuesta se encuentra en los versos 37-38: Jesús le dijo: Pues le has visto, y ése es el que habla contigo. Y él dijo: Señor, yo creo. Y le adoró. El hombre vio a Jesús y le adoró. Para adorar a un hombre era reconocer que el hombre también era Dios. El hombre anteriormente ciego, entonces, tenía una curación espiritual.
Resumen: El resultado del primer milagro mesiánico fue, que la investigación intensiva de la mesianidad de Jesús comenzó. El resultado de la segunda señal mesiánica fue el decreto que Jesús no era el Mesías, sobre la base de la posesión del demonio. La respuesta de la dirección al tercer milagro mesiánico, era que cualquier persona que creyera en Jesús como su Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
IV. EL TESTIGO MESIÁNICO FINAL
Jesús realizó un milagro mesiánico más, en un punto único de tiempo que envió un mensaje claro a los líderes de Israel. Como resultado del rechazo de sus afirmaciones mesiánicas después de la segunda señal mesiánica, Jesús pronunció un juicio sobre aquella generación de Israel, por haber incurrido en el pecado imperdonable, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Luego dijo algo más. También dijo que a causa de este rechazo, no habría más señales para la nación, excepto una, la señal de Jonás, que es el signo de la resurrección. En Juan 11: 1-44, esa señal se dio con la resurrección de Lázaro. Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos después de haber estado muerto cuatro días. El hecho de que Lázaro estaba muerto cuatro días es muy significativo. De acuerdo con las enseñanzas del judaísmo fariseo, cuando un hombre muere, el espíritu del hombre se movía sobre el cuerpo durante los tres primeros días. Durante esos tres días, siempre había una posibilidad de que la reanimación podía traerlo de vuelta. En el cuarto día el espíritu del hombre desciende hasta el Seol o Hades y de ahí en adelante la resucitación era imposible, sólo un milagro de la resurrección podría lograr esto.
El hecho de que Jesús esperó hasta que Lázaro estaba muerto durante cuatro días, se constató que nunca serían capaces de explicar la resurrección de Lázaro, afirmando mera reanimación. Por lo tanto, cuando Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos después de cuatro días, esto de nuevo habia creado un gran revuelo.
En Juan 11: 45-54, el Sanedrín volvió a reunirse y deliberaba. Durante las deliberaciones, se limitan a llevar a cabo un paso más allá del rechazo que ya se había producido. Como resultado de la segunda señal mesiánica, rechazaron sus afirmaciones mesiánicas. Ahora su respuesta al milagro de la resurrección de Lázaro, era que estaban sentenciando a muerte a Jesús. Era Caifás, el sumo sacerdote, quien dirigió el Sanedrín al rechazo de Jesus, por sentenciarlo a la muerte.
Lo que pasó después se registra en Lucas 17: 11-19. Esta vez, no uno, sino diez leprosos se acercaron a Jesús para pedirle que los sane. La forma en que respondió se registra en el verso 14: Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, fueron limpiados.
Jesús envió estos diez leprosos directamente al mismo sacerdocio que, bajo la dirección de Caifás, apenas había decretado una sentencia de muerte contra él. Esto significa que en lugar de un milagro mesiánico, ahora habían diez milagros mesiánicos realizados: el primer milagro mesiánico se llevó a cabo diez veces más. Diez veces más que Caifás y los sacerdotes, tuvieron que pasar siete días investigando la situación. Diez veces más, tuvieron que decretar que estos diez leprosos habían sido limpiados y sanado de su lepra. Diez veces más, tuvieron que decretar que Jesús realizó el milagro. Realmente está mostrando algo de humor judío, si se quiere decir, por parte de Jesús; que Él escogió para enviar a la dirección de Israel, diez leprosos curados justo después de que decretaron su rechazo por sentenciarlo a muerte.
Su carácter de Mesías fue proclamado, no sólo por la boca de dos o tres testigos, pero por la boca de diez testigos. Una vez más, demostró a los líderes que no tenían ninguna base, ningún terreno para el rechazo de sus afirmaciones mesiánicas. Y si, ¡El viene pronto!
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para asimilarla!!
TS103 Angelología – La Doctrina de los Ángeles Elegidos Introducción
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Maestría en Teología! El seminario toma muy en serio el adiestramiento y la capacitación de los candidatos al ministerio. Yo, Profesor Dr. Juan Fernández, al igual que mis otros colegas, estaremos impartiendo las enseñanzas necesarias para que puedas desarrollar con éxito tu ministerio como Ministro del Santo Evangelio de Jesucristo en el campo de la educación. En esta primera clase del Currículo de estudio, vamos a tocar información sobre los angeles, [TS103 ANGELOLOGÍA – LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES ELEGIDOS] luego de cada clase, estarás tomando pequeños exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto. Tranquila, no todas las unidades serán largas, algunas actualmente serán solo de una o dos páginas, otras serán un poco más largas, pero todas necesarias para darte la mejor educación ministerial disponible en la actualidad. No te preocupes, estaremos contigo a lo largo del camino hasta verte completar el currículo exitosamente, ¡y graduarte para el desempeño de este importante ministerio! Dios te bendiga. ¡No te soltaremos en nuestras oraciones!
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribir a la Dr. Sabina a su correo electrónico: drfernandez@seminarioteologicouc.net
TS103 ANGELOLOGÍA – LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES ELEGIDOS
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:11-12 (RVR1960)
INTRODUCCIÓN
Este estudio de la Angelología es un estudio profundo de los ángeles de Dios. Eso es, lo que la Biblia enseña con relación a los ángeles buenos, esos ángeles que no cayeron. Teológicamente, esta área de estudio es conocida como Angelología, o Doctrina de los Ángeles. Hay tres divisiones principales en la Angelología. Primero, tenemos la Angelología Propia, lo cual es la Doctrina de los Ángeles que no cayeron. Segundo, tenemos Satanologia, la cual es la Doctrina, o estudio de Satanás. Y tercero, Demonología, la cual es la Doctrina o estudio de los Ángeles Caídos. Esta clase no tratara ni con Satanologia ni Demonología, sino solo con Angelología Propia o la Doctrina de los Ángeles no Caídos.
Hay varios puntos de vistas erróneos con relación a los ángeles. Por ejemplo, ha sido enseñado, que los ángeles son meramente emanaciones transitorias de Dios, o emanaciones permanente de parte de Dios. También ha sido enseñado, que los ángeles son seres humanos glorificados; eso es, que cuando un creyente muere y va al cielo, el entonces se convierte en un ángel. Entre personas no creyentes, una enseñanza común es que los ángeles no existen. Ellos creen que Jesús menciono ángeles, solo para acomodarse a sí mismo en el pensamiento popular de su época, pero que el sabia mas que eso.
A los Ángeles no Caídos, se le dan dos títulos específicos en las Escrituras. Ellos son llamados los Ángeles Elegidos (1 Tim. 5:21), Lo cual significa que ellos eligieron, o fueron elegidos para no caer, y han sido confirmados en sus santidades. Después que Dios creo a Adam y Eva, El los sometió a una prueba en el Jardín del Edén, para ver si ellos obedecen o desobedecen. En la misma manera, después que Dios creo a los ángeles, El entonces los sometió a una prueba para ver si ellos serían obedientes o desobedientes. Una tercera parte de los ángeles escogió ser desobedientes a Dios, y seguir a Satanás en su rebelión y caída; esos ángeles se convirtieron en demonios. Pero dos (2) terceras partes de los ángeles, escogió no seguir a Satanás, y ellos han sido confirmados en sus estados de santidad. “Santidad confirmada”, significa que ellos ya no están en la posición de caer ni ser tentados; el periodo de prueba para ellos ya termino, y ellos son ahora encapases de pecar. Cuando los creyentes reciban sus cuerpos glorificados, ellos tampoco estarán en la posición de pecar ni ser tentados; Dios es el único que siempre ha sido firme en Su Santidad; Él es, y siempre ha sido incapaz de pecar. Estos ángeles que no cayeron, ya no están en la posición de caer ni ser tentados, por eso son llamados Ángeles elegidos.
El segundo título para los ángeles no caídos es: Santos ángeles, en contraste a los ángeles caídos los cuales son malvados y son profanos (Mat. 8:28; Lucas 9:26)
I. LA EXISTENCIA DE LOS ÁNGELES
¿Enseña la Biblia en realidad la existencia de los ángeles? Los ángeles son mencionados en Las Escrituras 273 veces, en 33 de los 66 libros de la Biblia, lo que significa que la mitad de los libros de la Biblia mencionan a los ángeles.
En el Antiguo Testamento, los ángeles son mencionados 108 veces en 18 libros: Génesis, Éxodos, Números, Jueces, I y II de Samuel, I y II de Reyes, I y II de Crónicas, Job, Salmos, Eclesiastés, Isaías, Ezequiel, Daniel, Oseas, y Zacarías. Se debería notar, que en el Antiguo Testamento los ángeles, no solo son mencionados en los libros de tipo apocalípticos, sino también en los proféticos, los históricos, y los libros poéticos.
En el Nuevo Testamento, los ángeles son mencionados un total de 165 veces en 15 libros: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hecho, Romanos, II Corintios, Gálatas, Colosenses, II Tesalonicenses, I Timoteo, I y II de Pedro, Judas, y Apocalipsis. Al igual que el Antiguo Testamento, todo tipo de literatura del Nuevo testamento menciona la existencia de los ángeles. Es obvio entonces, que las Escrituras claramente enseñan la existencia de los ángeles, desde el primer libro, Génesis, al último libro, Apocalipsis. Los ángeles no son solo mencionados en los libros antiguos más primitivos, sino también en los libros más modernos, la mención de ángeles, esta dispersada a través de todas Las Escrituras. En otras palabras, la mención de ángeles no es peculiar a un solo autor, ni es peculiar a autores visionarios solamente.
Además, el mismo Jesús claramente enseño la existencia de los ángeles y se refirió a ellos en cada uno de los evangelio (Mat. 13:39, 41, 49,; Marcos 12:25; Lucas 12:8-9;, Juan 1:51) Si El enseño la existencia de los ángeles, ¿qué opciones tienen los creyentes a la luz de lo que enseña el Señor Jesucristo? Tenemos cincos opciones.
La Primera: que Jesús fue engañado. Que aunque los ángeles no existan, Él enseño la existencia de los ángeles y creyó en la existencia de los ángeles. Esto desde luego, significaría que él estaba engañado. Hay algunas personas que creen esto.
La Segunda: Que Jesús estaba engañando. Que Jesús mismo no creía en los ángeles, y que él sabía que los ángeles no existen; así que entonces, Él estaba meramente siendo engañador. A algunas personas les han enseñado esto también.
La Tercera: Que Jesús estaba meramente acomodándose así mismo. El concepto de la “acomodación” trata de ensenar que Jesús sabía más que eso. Que El no trataba de ser engañador, sino que simplemente estaba acomodando sus enseñanzas a las creencias comunes de sus días, para que la gente entendiera la verdad principal de lo que Él estaba diciendo. Quizás esto pareciera un poco mejor que decir que Él era engañoso, pero actualmente, al final suena igual esto también. Esto era una atentado de ser mas eufemístico.
La Cuarta: Que Jesús nunca menciono la existencia de ángeles, ni tampoco enseño la existencia de ángeles; sino que los escritores de los Evangelios pusieron estas palabras en Su boca. Por lo tanto, no era Jesús quien estaba engañando, eran los escritores de los Evangelio. Pero si no se puede tener confianza en los Evangelios cuando ellos hablan de Jesús sobre los ángeles, como se puede confiar en los Evangelios, cuando hablen de Jesús en cualquier otra cosa.
La única opción válida es la Quinta: Que Jesús en verdad si creía en la existencia de los ángeles, y por lo tanto, enseño su existencia, porque los ángeles si existen.
II. LOS NOMBRES DE LOS ÁNGELES
La Biblia utiliza varios nombres para referirse a estos seres celestiales.
El primer nombre, y el que se usa más comúnmente es: ángel. La palabra para ángel en ambos idiomas, el hebreo y el griego significa la misma cosa, “un mensajero” y es usada para mensajeros humanos (Gen. 32:3) y para mensajeros divinos. (Gen. 32:1). Cuando se usa para mensajeros divino, se refiere a un ángel. Este nombre enfatiza la oficina y la función. La oficina es esa de ser un mensajero, y la función es esa de servicio. El termino ángel es el termino general usado para todos los seres celestiales. Es usado para seres celestiales de baja y alta categoría, pero la referencia más común es para seres celestiales de baja categoría. Es un título descriptivo de una oficina o función de servicio. (Heb. 1:7).
Un segundo nombre es Los hijos de Dios. Este es estrictamente un nombre del Antiguo testamento. En hebreo es Bnei Elohim. En el Antiguo Testamento, el termino hijos de Dios, es siempre en plural y siempre se refiere a ángeles (Gen. 6:2, 4; Job 1:6; 2:1; 38:7).
Un tercer nombre es los hijos del poderoso. Esto es similar a los hijos de Dios, porque Dios es el poderoso, (Salmos 29:1;89:6)
Un cuarto nombre es ese de los santos, lo cual enfatiza su estado no caídos en oposición a los ángeles que cayeron y se convirtieron en demonios, (Salmos 89:5, 7; Dan. 4:13,17; 8:13)
Un quinto nombre es vigilante, el cual enfatiza sus funciones de observantes. Ellos son observadores para ver que la voluntad de Dios está siendo llevada a cabo. Ellos son observadores para asegurarse que si se está llevando. (Dan. 4:13, 17)
Un sexto nombre es atalayas o guardas, el cual enfatiza sus funciones de observación. Mientras que vigilante enfatiza puramente el aspecto de observación, para ver que la voluntad de Dios se está llevando a cabo, atalayas también lleva el concepto de guardia Estos son atalayas en el sentido de ser vigias sobre una situación como guardianes. (Isaías 62:6)
Un séptimo nombre es espíritus, porque los ángeles son seres espirituales. (Heb. 1:14)
Un octavo nombre es estrella. Con la excepción de Número 24:17, Siempre que la palabra estrella es usada simbólicamente, is siempre un símbolo para ángel. (Job 38:7; Rev. 1:20; 9:1 12:4).
Un noveno nombre es ministros. Este nombre enfatiza el hecho de que los ángeles son ministros de Dios, llevando a cabo su voluntad. (Salmos103:21; 104:4; Heb.1:7).
Un décimo nombre para ángeles es huestes, una traducción inglesa de la palabra hebrea que significa “ejercito” La huestes compone el ejército celestial de Dios. Es por eso que Dios es muchas veces referido como Jehová de los ejércitos, o Señor de las huestes, porque Él es el Señor de los ejércitos angelicales, o huestes celestiales. (1 Reyes 22:19; Salmos 103:20-21; 148:2).
Un undécimo nombre para ángeles es carros de Dios, enfatizando su rapidez en llevar a cabo la voluntad de Dios. (2 Reyes 6:16-17; Salmos 68:17; Zac. 6:1-8).
Un duodécimo nombre para ángeles es elohim, una palabra que significa “dios”. Elohim es usada para el único Dios verdadero, y elohim para muchos dioses falsos. Es también usada para ángeles, porque los ángeles son los representantes de Dios y tienen la autoridad delegada por Dios para hablar en su nombre. Porque hablan autoritativamente en nombre de Dios, ellos son referidos como elohim. Esto es visto comparando Salmos 8:5 con Hebreos 2:7.
III. LA CREACIÓN DE LOS ÁNGELES
Concerniente a la creación de los ángeles, cuatro cosa deberían ser mencionadas
A. El Hecho De Su Creación
La primera cosa es el hecho de su creación. El hecho de que los ángeles son seres creados es ensenado en Colosenses 1:16, donde tres cosas son descubiertas. Primero, todos los ángeles fueron creados simultáneamente; Dios no creo algunos ángeles en una ocasión, y más ángeles en otra ocasión. Segundo, entonces, el número de ángeles no aumentó, porque Dios no está continuamente creando nuevos ángeles. Y tercero, tampoco el número de ángeles disminuye. Los ángeles, una vez que son creado, existen por siempre; ellos no pueden ser destruidos.
B. El Tiempo De Su Creación
La segunda cosa acerca de la creación de los ángeles es el tiempo. De acuerdo a Job 38:4-7, los ángeles ya estaban en existencias cuando Dios creo los cielos y la tierra en Génesis 1:1. Así que los ángeles fueron creados antes de la creación del universo material. La existencia de los ángeles precede al universo por algun espacio de tiempo desconocido. Por lo tanto, ellos también preceden al hombre por algún espacio de tiempo desconocido. No es sabido cuanto tiempo antes de Génesis 1:1 ellos fueron creado, pero sí que ya estaban.
C. Su Poder De Elección Contraria
La tercera cosa acerca de la creación de los ángeles, es su estado cuando ellos fueron creados; ellos fueron creados santos, con el poder de elección contraria (Marcos 8:38; Judas 6). El poder de elección contraria significa la habilidad de escoger contrario a su naturaleza, o sea libre albedrío. Ellos tenían la habilidad para hacer una elección impía, lo cual una tercera parte de ellos eventualmente tomaron, y se convirtieron en demonios. La otra dos tercera parte más tarde fueron confirmados en sus santidades, y por lo tanto, ya no pueden escoger pecar, ya no tienen el poder de elección contraria.
D. Su Posición
La cuarta cosa acerca de la creación de los ángeles, es su posición. Dos cosas deberían ser notadas: primero, ellos son inferiores a Jesucristo en cuanto a Su deidad (Heb. 1:4-2:3), y ellos también son inferiores a Él en cuanto a Su humanidad (Heb. 2:5-8). Ellos son inferiores al Dios-Hombre, el Señor Jesucristo, el Mesías. Segundo, ellos son superiores al hombre común, porque son seres más elevados que el hombre. (Salmos 8:4-5; Heb. 2:5-7; 2 Pedros 2:11).
IV. EL NÚMERO DE LOS ÁNGELES
¿Cuantos ángeles hay? Hay varios pasajes en la Escrituras que dan una idea concerniente al número de ángeles. Deuteronomio 33:2 menciona diez mil ángeles; 2 Reyes 6:17: toda una montaña… llena de ángeles; Salmos 68:17: veinte mil ángeles mas miles sobre miles; Daniel 7:10: miles de miles, y diez mil por diez mil; Mateo 26:53: doce legiones de ángeles, una legión consiste de tres mli a seis mil individuos; Lucas 2:13: una multitud de las huestes celestiales; Apoc. 5:11: diez mil por diez mil, y miles de miles.
La mayor respuesta en cuanto al número de ángeles que existen, es la que nos da Hebreos 12:22: innumerables huestes de ángeles. ¿Cuantos ángeles hay? Ellos son innumerables, miríadas y miríadas. Por el concepto de guardianes, siempre hay por lo menos tantos ángeles como hay seres humanos sobre la faz de la tierra. Esto también muy bien puede significar, que hay tantos ángeles como hay seres humanos que existen o jamás existieron, esto es en combinación o en totalidad.
V. LA MORADA, ESFERA, Y APARIENCIA DE LOS ÁNGELES
En esta área de estudio tres cosas deberían ser discutidas: La morada angelical, la esfera angelical, y la apariencia de los ángeles.
A. La morada angelical
Donde moran los ángeles? La morada de los ángeles es el cielo. Alli es donde ellos habitan de acuerdo a Mateo 18:10, sus ángeles en el cielo; Mateo 24:36: los ángeles en los cielos; Marcos 12:25: ángeles en los cielos; Marcos 13:32: los ángeles del cielo; Lucas 22:43: un ángel del cielo; Galatas 1:8: un ángel del cielo; 2 Tesalonicenses 1:7: desde el cielo con los ángeles; Judas 6: los ángeles tienen una morada apropiada y esa morada es el cielo. A través de las Escritura, ellos son referidos como la huestes celestiales. Obviamente entonces, la morada angelical es el cielo.
B. La Esfera Angelical
La “Esfera Angelical”, significa su área de operación. Mientras que ellos viven en el cielo, ellos operan más allá de la esfera del cielo. Ellos operan en dos esferas más.
Una esfera son los cielos, (Efesios 3:10) “cielos” es lo que ahora normalmente se refiere al espacio, o segundo cielo
La segunda esfera de operación es la tierra. Los ángeles son ministros de Dios para hacer la voluntad de Dios en la tierra. Como resultado, ellos tienen ministerios especiales y funciones en la tierra. Algunos ejemplos del control especial en la tierra incluye Apocalipsis 8:1-2, el cual menciona los siete ángeles que están delante de Dios en el cielo. Cuando tocan una trompeta, gran daño físico ocurrirá en la tierra. Apocalipsis 14:8, habla del ángel que tiene el poder sobre el fuego. Apocalipsis 16:5, habla del ángel que tiene el poder sobre las aguas. Todos estos pasajes, muestran que la segunda esfera de los ángeles es la tierra. Así que mientras tienen una función en su morada en el Cielo, el tercer cielo, su esfera no está limitada al Cielo. Ellos también operan en la esfera del espacio, y en la esfera de la tierra.
C. La Apariencia de los Ángeles
La tercera área de estudio es la apariencia de los ángeles. Las Escrituras contienen records de ángeles apareciéndole a las personas. Concerniente a la apariencia de los ángeles, tres cosas deberían ser mencionadas.
1. Su Visibilidad
Primero, el modo de su visibilidad. Hay tres maneras principales en que ángeles aparecieran. Algunas veces aparecen en sueños, como era el caso de Jacob cuando él vio ángeles… ascender y descender sobre una escalera entre el cielo y la tierra (Gen. 28:12). Una segunda manera que ángeles aparecen a ls humanos es en visiones. Una visión se abre, y ciertas personas vieron ángeles en estas visiones; tales personas como Daniel, Zacarías, y el Apóstol Juan en el libro de Revelaciones. Una tercera y manera más común de ángeles aparecer, es sencillamente apareciendo. De repente apareciendo y manifestándose públicamente, como la aparición que hizo el ángel en la tumba de Jesús.
2. Su Forma
La segunda cosa acerca de la apariencia de los ángeles, es su forma: ángeles siempre han aparecido como hombre jóvenes (Gen. 18:1-2, 16, 22; Marcos 16:5; Lucas 24:4; Hechos 1: 10-11). En ningún lugar en las Escrituras, aparecen ángeles en formas de mujeres, niños, tales como cupidos, o como ancianos.
3. Su Efecto
La tercera cosa que debemos mencionar en la apariencia de los ángeles es su efecto. El principal efecto que la apariencia de ángeles causa en las personas es miedo. (Daniel 10:4-9; Mateo 28: 2-6; Lucas 1:11-12, 26-30; 2:9).
FINAL DE LA PRIMERA PARTE: CUANDO TERMINES ESTE ESTUDIO, MANDA UN CORREO ELECTRÓNICO AL PROFESOR INDICANDO QUE ESTAS LISTO PARA TOMAR LA SEGUNDA PARTE DE ESTA UNIDAD
VI. LA PERSONALIDAD DE LOS ÁNGELES
Algunos ensenan que los ángeles no son seres personales. Que son solo meramente emanaciones, poderes o rayos, pero que no son reales o seres personales. Sin embargo, los tres principales atributos de la personalidad, son intelecto, emoción, y voluntad. Aquello que posee intelecto, emoción, y voluntad, todos los tres, es una personalidad. Los seres humanos son personalidades, porque los humanos tienen estos tres atributos. Si puede ser probado que los ángeles tienen estos tres atributos, entonces se prueba la personalidad de los ángeles.
A. Sus intelecto
Primero, los ángeles tienen intelecto. 2 Samuel 14:20, habla de la sabiduría de un ángel, y ciertamente, tener sabiduría significa tener intelecto. En el Salmos 148:2, vemos que los ángeles tienen la habilidad de adorar, otra característica que requiere intelecto. En Mateo 24:36, ángeles tienen la habilidad de saber cosas, y esto, también demanda intelecto. También en Mateo 28:5, ellos tienen la habilidad de comunicarse, lo cual requiere intelecto. En Efesios 3:10, ellos aprenden del programa de Dios para la iglesia, y el hecho de que están aprendiendo, muestra que ellos tienen intelecto. 1 Pedro 1:12, establece que hay cosas que los ángeles desean mirar, y de nuevo, tal deseo es el resultado del intelecto.
B. Sus Emociones
Segundo, los ángeles tienen emociones. Job 38:7, y Lucas 15:10, habla de ángeles teniendo la emoción del gozo. Si ellos tienen gozo, estos seres tienen que tener emociones.
C. Sus voluntades
Tercero, los ángeles tienen voluntad. En Lucas 2:13, los ángeles glorifican a Dios, ejercitando sus voluntades. En Hebreos 1:6, ellos adoran a Dios, también en ejercicio de sus voluntades. Finalmente, en Judas 6, algunos ángeles decidieron abandonar sus propias habitaciones, ejercitando nuevamente sus voluntades.
Podemos estar absolutamente seguros, que los ángeles tienen intelecto, emociones, y voluntades. Por lo tanto, ellos son personalidades y no meras emanaciones.
VII. LA NATURALEZA DE LOS ÁNGELES
La naturaleza de los ángeles será tratada en cuatro categorías.
A. La Creación de los Ángeles
Primero, los ángeles son seres creados. (Colosenses 1:16). Porque los angeles son por naturaleza seres creados, tienen las limitaciones de “criaturas”. Un ser creado es una criatura, y una criatura nunca podrá tener todos los poderes, atributos, y habilidades de su Creador. Así, mientras que son mas superiores que los humanos, ellos son muy inferiores a Dios.
Por ejemplo, los ángeles no son omnipresentes; están limitados a espacio (Daniel 9:21-23, 10:10-14). Los ángeles no son omnipotentes; no son todopoderosos sino que su poder está limitado, aun mientras son fuentes y poderosos (Daniel 10:10-14; 2 Pedros 2:11). Por esta razón, el Arcángel Miguel necesito asistencia divina (Judas 9). Los ángeles tampoco son omniscientes; ellos no lo saben todo, sino que son limitados en conocimiento. En Mateo 24:36, ellos no saben cuándo el mesías va a retornar. En Efesios 3:10 y 1 Pedros 1:11-12, hay una limitaciones en sus conocimientos, lo cual es la razón por la que continúan aprendiendo. Alguien que es omnisciente no tiene necesidad de aprender nada, porque El conoce todas las cosas.
B. El Cuerpo de los Ángeles
La segunda categoría concerniente a la naturaleza de los ángeles, es discutir los cuerpos angelicales. De acuerdo a Hebreos 1:14, los ángeles son seres espirituales, y esto significa que son seres inmateriales. Sin embargo, ellos tienen corporalidad; no son fantasmas. Sin embargo, esta corporalidad no consiste de carne y huesos (Lucas 24:39). El cuerpo angelical está compuesto de un cuerpo espiritual, pero pueden aparecer en forma corporal físicamente (Génesis 18:19; Mateo 1:20; Lucas 1:11; Juan 20:12; Hebreos 13:2). Porque los ángeles son seres espirituales e inmateriales, ellos generalmente no son visibles. Pero porque ellos tienen alguna clase de corporalidad, ellos pueden aparecer en forma corporal. Cuando ellos aparecen en forma corporal, ellos siempre aparecen como hombre jóvenes.
Otra cosa importante acerca del cuerpo angelical es que su clase no se reproduce (Marcos 12:25). Ya que los ángeles son siempre masculinos, y no hay ángeles femeninos, ellos no se pueden casar y procrear más ángeles. Pero esto no significa que los ángeles son asexuados. El Griego tiene forma neutra, pero no usa la forma neutra para ángeles; sino que siempre usa el sustantivo masculino y el pronombre masculino. En el caso de Génesis 6, cuando algunos ángeles caídos se juntaron con mujeres humanas, la unión pudo producir una raza grotesca; pero lo que produjeron no fueron otros ángeles, ya que el cuerpo angelical, ya sea de Ángeles de Dios, o Ángeles Caídos, no puede ser reproducido.
C. La Compañía de Ángeles
Una tercera cosa, acerca de la naturaleza de los ángeles, es que son una “compañía” y no una raza. El concepto de raza implica la habilidad de reproducirse según su especie, con características raciales particulares. Como ya nosotros hemos visto, los ángeles no se reproducen según su especie; por lo tanto, no son considerados como una raza, sino como una compañía (Hebreos 11:22). Como una compañía, tres cosas deberían ser observadas: primero, son distintos de los humanos, (Salmos 8:4-5); segundo, ángeles son seres superiores a los humanos (Hebreos 2:7; 2Pedros 2:11); y tercero, ángeles de Dios o ángeles elegidos no se casan (Lucas 20:34-36).
D. Los Atributos de los Ángeles
La cuarta categoría concerniente a la naturaleza de los ángeles, es discutir sus atributos, y cuatro principales características pueden ser mencionadas.
1. Su Santidad
Primero, los ángeles son santos. (Lucas 9:26). Santidad en este caso significa que ya no son capaces de pecar, porque ellos ya han sido confirmados en su santidad, los ángeles ya no pueden caer, como una vez podían.
2. Su Poder
El segundo atributo de los ángeles es que ellos son fuertes poderosos. En esta área, ellos son superiores a ningún hombre que jamás haya existido. El Salmos 103:20 habla de ángeles como siendo poderosos en fortaleza. En Mateo 28:2, solo un ángel se necesitó para remover la piedra de la tumba de Jesús. Aunque normalmente, varios hombres se hubieran necesitados para remover tal piedra. Un ángel abrió la puerta de la prisión en Hechos 5:19. En Hechos 12:7, un ángel pudo romper las cadenas de Pedro en la prisión. Un ángel pudo herir a Agripas con una enfermedad que le causaría la muerte en Hechos 12:23. Ángeles son referidos con el término de poderes en Efesios 1:21; 3:10, y Colosenses 1:16. 2 Tesalonicenses 1:7 habla de los ángeles de su poder, y 2 Pedro 2:11 se refiere al poder de los ángeles. Asi que el segundo atributo clave de los ángeles, es que son poderosos.
4. Su Inmortalidad
Un tercer atributo es que ellos son inmortales; a diferencia de los humanos, ellos no pueden morir. Desde su estado de la creación, ellos tiene el atributo de la inmortalidad (Lucas 20:35-36).
4. Se les Prohíbe ser Adorados
El cuarto, no son divino. Esto es importante, ya que se tiene prohibido la adoración a los ángeles, porque no son divinos Colosenses 2:18; Apocalipsis 19:10; 22:8-9).
VIII. LA ORGANIZACIÓN DE LOS ÁNGELES
Los ángeles están muy bien organizados. Hay ocho títulos que muestran un tremendo grado de organización en la esfera de existencia angelical.
A. Títulos que Muestran Grados de Organización
Los títulos muestran categorías de organización, y grados de organización. Hay ocho títulos como tales.
1. Tronos
El primer título es tronos. Esos ángeles que están en estos tronos, se sientan en la inmediata presencia de Dios (Colosenses 1:16).
2. Dominios
El Segundo título es ese de dominios. Esto enfatiza el concepto de gobernación. Esta categoría de ángeles gobierna en algunas áreas específicas (Efesios 1:21; Colosenses 1:16). Esto incluye ángeles mayores, gobernando sobre ángeles menores.
3. Principados
El tercer título es ese de principados. El cual enfatiza el concepto de gobernación en la categoría de gobernar principalidades. Estos ángeles que son principados son vistos como como gobernante dirigentes de naciones. Mientras que dominios aparentemente se ocupa en ángeles superiores gobernado sobre ángeles inferiores, principados son gobernantes sobre naciones (Efesios 3:10; Colosenses 1:16).
4. Autoridades
El cuarto título es ese de autoridades, lo cual significa ejercer supremacía (Efesios 1:21; 1 Pedro 3:22).
5. Poderes
El quinto título es ese de poderes, lo cual enfatiza responsabilidades imperiales (Efesios 1:21; 3:10; Colosenses 1:16; 1 Pedro 3:22).
6. Huestes
El sexto título es huestes, la palabra hebrea para “ejercito”. Este título enfatiza su organización militar (1 Samuel 1:11; 1 reyes 22:19).
7. Legiones
El séptimo título es legiones. Legiones al igual que huestes, enfatiza organización militar. Mientras que el termino huestes enfatiza la organización militar como un todo, la legión es una división dentro de un ejército, comprendiendo alrededor de tres mil a seis mil ángeles (Mateo 26:53).
8. Príncipe Jefe
El octavo título es príncipe jefe o príncipe principal. El príncipe jefe es un ángel que está a cargo y reina sobre una nación lo cual significa ejercer supremacía (Daniel 10:13; 12:1).
A. El Orden en los Seres Celestiales
Hay tres órdenes específicos de seres celestiales: ángeles, serafines y querubines.
1. Ángeles
Esta orden es la que se ha estado estudiando en esta clase; es la primera orden básica de seres celestiales, la orden mas bajita, es la de simple ángeles. La mayoría de lo que se ha discutido en este estudio, ha específicamente de esta orden en particular. Algunas veces el termino ángel es usado para todo el orden de seres celestiales, ya que todos los seres celestiales son seres angelicales. No obstante, con más frecuencia el término ángel se aplica a la mas bajita de las tres órdenes. En apariencia estos seres lucen como hombres jóvenes, y ellos no tienen alas como son muchas veces representados.
A. Miguel
A través de las Escrituras hay dos ángeles que se les conoce por sus nombres. El primero es el Arcángel Miguel. El nombre Miguel significa ¿Quién como Dios?, y arcángel significa “ángel jefe o principal.” Esto significa que Miguel es un ángel con autoridad sobre todos los demás ángeles. Él no está en autoridad sobre los serafines ni los querubines, pero está en autoridad sobre la orden más bajita, la orden de los ángeles.
El concepto de arcángel es reflejado en otro dos nombres usados para Miguel. Primero, en Daniel 10:13, él es llamado el príncipe principal. Hay muchos príncipes, pero él es príncipe principal, el que tiene autoridad sobre todos los demás. Segundo, en Daniel 12:1, él es llamado el gran príncipe. Hay solo un gran príncipe, y ese es el arcángel. Gran príncipe, y príncipe principal básicamente significan la misma cosa, y son dos de sus títulos hebreos. El título griego es arcángel, lo cual enfatiza que Miguel es Señor sobre todos los ángeles comunes (Apocalipsis 12:7).
La posición de Miguel, significa que él tiene responsabilidades específicas. Como el arcángel, él tiene a todos los demás ángeles comunes bajo su autoridad (Apocalipsis 12:7). Tal como los demonios están bajo la autoridad de Satanás, los ángeles en esta categoría, están bajo la autoridad de Miguel por su posición de arcángel. Como el arcángel, su responsabilidad es ejercer gobierno y a autoridad sobre los demás ángeles; la responsabilidad de los ángeles comunes, es el someterse a la autoridad de Miguel.
A Miguel también se le da el nombre de Príncipe jefe. El termino príncipe jefe, se aplica a ángeles que tienen autoridad sobre naciones específicas. Como el príncipe jefe, Miguel es responsable de la nación de Israel, y esa es la razón por la cual fue Miguel, quien protegió el cuerpo de Moisés en Judas 9. En Daniel 10:13-21, Miguel se asegura que Daniel recibiera la revelación necesaria concerniente al futuro de Israel. En Daniel 12:1, Miguel protegerá a Israel durante la Gran Tribulación, y por cierto, la razón por la cual Israel va a sobrevivir la Tribulación, es por el trabajo de Miguel. Todo esto desde luego bajo la dirección divina. Otras cosas futuras que Miguel va a hacer, incluye el anunciamiento del Rapto (1Tesalonisenses 4:16); y en medio de la Tribulación, Miguel echará a Satanás de su presente tercera morada en los cielos atmosféricos, a su cuarta morada en la tierra (Apocalipsis 12:7-12).
B. Gabriel
El segundo ángel nombrado en las escrituras es Gabriel. En el idioma hebreo, el nombre Gabriel significa “el poderoso de Dios.”
El principal trabajo de Gabriel es ser un mensajero de revelaciones, trayendo revelaciones de Dios para el hombre. En Daniel 8:15-27, el hace la revelación concerniente a Israel en los últimos días. El revela la Setenta semanas, y el tiempo de la primera llegada del Mesías (Daniel 9:20-27). En Lucas 1:11-20, él le revela Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista. Y en Lucas 1:26-38, él le revela a María, el nacimiento de Jesús.
Al igual que Miguel, Gabriel también tendrá trabajo que hacer en el futuro. Lucas 1:19 establece que Gabriel es uno de los ángeles que estara de pie en presencia de Dios. En Apocalipsis 8:2, hay siete tales ángeles, lo cual significa que Gabriel es uno de los sietes, que estara de pie en la misma presencia de Dios, y quien derramara los juicios de las trompetas en Apocalipsis 8 y 9.
C. Otros Ángeles
La Biblia también menciona otros ángeles individuales, quienes no están nombrados, pero se establece lo que hacen. Por ejemplo, en Apocalipsis 8:2, hay siete ángeles de pie ante la presencia de Dios, uno de ellos es Gabriel, pero los otros seis no son nombrados. Apocalipsis 15 y 16 menciona a siete otros ángeles, quienes tendrán el juicio de las copas. Los otros ángeles referidos, incluye a los cuatros ángeles de los cuatro vientos (Apocalipsis 7:1-4), el ángel del fuego (Apocalipsis 14:8) y el ángel de las aguas (Apocalipsis 16:5),
2. Serafines
A. En el Libro de Isaías
De Isaías 6:2-3 y 6-7, cuatro cosas pueden ser aprendidas acerca de los serafines. Primero, ellos están alrededor y también rodean el trono de Dios. Segundo, Ellos se caracterizan por tener seis alas. Mientras que los ángeles no tienen alas, serafines tienen seis alas, o tres pares de dos alas. Cada par de alas tiene un propósito y una función diferente. El primer par de alas tiene el propósito de cubrir los pies; el segundo par de alas cubre sus caras; el tercer par de alas, es para volar. Tercero, ellos alaban a Dios entre ellos continuamente diciendo una y otra vez: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de tu gloria. La cuarta cosa que podemos aprender cerca de los serafines es que un seraf purifico el pecado de Isaías. Cuando el seraf toma el carbón encendido del altar del sacrificio en el cielo en el versículo 6, y los pasa sobre los labios de Isaías, su pecado es limpiado (Ver. 7). Esto es lo más que podemos aprender de los serafines en el Antiguo Testamento.
B. En el Libro de Apocalipsis
El resto de lo que podemos aprender está en el Nuevo Testamento, en el Libro de Revelaciones, donde los serafines son mencionados en ocho pasajes diferentes..
El primer pasaje está en Revelaciones 4:6-11. De este pasaje siete cosas podemos aprender de los serafines. Primero, ellos están alrededor del trono de Dios. Segundo, en el versículo 6, ellos están llenos de ojos, al frente y atrás, simbolizando que ellos pueden mirar y ver más allá de la esfera humana, para poder llevar a cabo la providencia de Dios. Tercero, en verso 8, serafines tienen seis alas.
Cuarto, en verso 7, serafines no todos lucen iguales; mientras que todos tienen seis alas, la principal característica común de los serafines es que ellos tienen características faciales diferentes. Hay cuatro categorías de serafines, basadas en cuatro diferentes características faciales: Como de león, como de becerro, como de hombre, y como águila.
Quinto, en verso 8, ellos están llenos de ojos alrededor y por dentro. Habíamos mencionado que estaban llenos de ojos por delante y por atrás, ahora se indica que están llenos de ojos todo alrededor los lados, también adentro.
Sexto, Ellos continuamente alaban a Dios y dicen las mismas palabras mencionadas en Isaías con una leve variación. Verso 8 y 9 indican que ellos continuamente alaban a Dios diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos.
Y Siete, en el verso 10-11, cada vez que ellos decían: santo, santo, santo, esto es una señal a los 24 ancianos, que ellos también, ahora deben adorar al que está sentado en el trono. En este contexto, el que está sentado en el trono es Dios el Padre.
El segundo pasaje es Revelaciones 5:6, donde se aprende que ellos también rodean el Cordero, Dios Hijo. Serafines, por un lado rodean a Dios el Padre, pero también rodean a Dios el Hijo.
El tercer pasaje es Revelaciones 5:8-10, y 14. Los serafines adoraran el Cordero en el futuro cuando el Cordero tome el rollo de los siete sellos. Con el rompimiento de los sellos, empieza la Gran Tribulación. Cuando el Cordero toma este rollo con los siete sellos, los serafines adoraran al Cordero.
3. Querubines
La tercera y más alta orden de seres celestiales es la de querub o querubines. La palabra hebrea traducida querub tiene la raíz significando “guardar” o “cubrir.” Es usada un total de noventa y unas veces (91): veintisiete veces (27) está en el singular, sesenta y cuatro (64) está en el plural. De estas noventa y una veces, noventa (90) ocurren en el Antiguo testamento. Solo once (11) son encontradas en el Nuevo Testamento.
QUERUBINES: ESTUDIO EN ESTE TEMA ESTARÁ EN – EXÉGESIS – ¡DETENTE Y ESCUDRIÑA! –EN TRES DIAS!
IX. EL TRABAJO DE LOS ÁNGELES
Al hablar de la obra de los ángeles, siete categorías diferentes necesitan ser discutidas.
A. El Trabajo de los Ángeles en Relación con Dios
Una categoría de la obra de los ángeles se refiere a su trabajo en relación con Dios. En esta categoría, hay cuatro ministerios específicos. En primer lugar, ellos se emplean en la adoración de Dios, y ellos adoran activamente a Dios (Salmo 29: 1-2; 103: 20; 148: 2; Is. 6: 3; Apocalipsis 4: 8-11; 5: 8 -13). En segundo lugar, ellos ejecutan la voluntad de Dios; La voluntad de Dios se lleva a menudo a cabo por medio de los ángeles (Sal. 103: 20; Heb. 1: 7). En tercer lugar, los ángeles se regocijan en la obra de Dios; cuando Dios creó los cielos y la tierra, los ángeles se regocijaban (Job 38: 7), y cuando Dios salva a un individual, hay alegría entre los ángeles (Lc. 15:10.). En cuarto lugar, ellos ejecutan los juicios de Dios; ángeles se utilizaron para destruir Sodoma y Gomorra (Gen.19: 1-22): se utilizaron en conexión a la décima plaga de Egipto (Ex. 12:23); y se utilizaron en relación con la pestilencia en Israel (I Chr. 21:15)
B. El Trabajo de los Ángeles como Agentes de Revelación
Una segunda categoría de la obra de los ángeles es que son agentes de revelación. La Ley de Moisés no vino a Moisés directamente, sino que fue mediada a Moisés por medio de ángeles. Esto se insinúa en Deuteronomio 33: 2 y claramente en Hechos 7:53, Gálatas 3:19, y Hebreos 2: 2. Por otra parte, mientras que Daniel a menudo recibió su revelación directamente de Dios, algo de su material; como por ejemplo, Daniel 8: 1-12: 13 llegó por medio de ángeles. Lo mismo es cierto de Zacarías. El libro de Zacarías tiene catorce capítulos, pero los primeros seis de estos capítulos (Zac. 1: 7-6: 15) llegó por medio de ángeles. El libro del Apocalipsis, escrito por el apóstol Juan, fue mediado y revelado a él por medio de un ángel (Apocalipsis 1: 1; 10: 1-11; 17: 1; 19: 9-10; 21: 9; 22 :16).
C. El trabajo de los Ángeles en la Vida del Mesías
Una tercera categoría es como los ángeles trabajaron en la vida del Mesías. Los ángeles se utilizaron en cinco períodos específicos en la vida del Mesías.
1. En el Nacimiento del Mesías
El primer período fue el momento de su nacimiento. Fue un ángel que predijo el nacimiento del Mesías a María (Lc. 1: 26-38) y a José (Mat. 1: 20-21). Los ángeles se utilizaron para anunciar el nacimiento del Mesías a los pastores judíos fuera de Belén (Lc. 2: 8-15). Fue un ángel quien advirtió a José a huir de Belén (. Mat 02:13), y un ángel le dijo a José que saliera de Egipto y regrese a Israel (Mat. 2: 19-20).
2. En el ministerio del Mesías
El segundo período fue durante el ministerio de Jesús. Salmos 01: 1-12 predijo que los ángeles serían utilizados en todo el ministerio del Mesías. Pablo afirmó esto en una declaración general en 1 Timoteo 3:16, cuando dijo que el Mesías fue visto por los ángeles en todo su ministerio. Cuando Jesús fue tentado, se utilizaron los ángeles para servirle en sus tentaciones (Mateo 04:11;.. Marcos 1:13). También a lo largo de su ministerio, los ángeles subían y descendian sobre el Hijo del hombre (juan 1:51). Ellos ministraron a Jesús durante su agonía en el huerto de Getsemaní, así (. Lc 22:43). Por último, según Mateo 26:53, hubo más de doce legiones de ángeles listos para defenderlo en su juicio, si Él los necesitaba para cualquier propósito, que, por supuesto, no lo hizo.
3. En la Resurrección del Mesías
El tercer período de su vida en que se utilizaron los ángeles fue en relación con la Resurrección. Fue un ángel quien quitó la piedra de la tumba (Mat. 28: 2). Los ángeles se utilizaron para anunciar la Resurrección a las mujeres que acudieron a la tumba (Mat. 28: 1-7; Mc. 16: 5-7; Lc. 24: 4-7; Jn. 20: 12-13).
4. En la Ascensión del Mesías
El cuarto período que ángeles fueron utilizados en la vida del Mesías fue en la Ascensión. Después de ascender, los ángeles anunciaron que este mismo Jesús, quien partía, vendría otra vez de la misma manera (Hechos 1: 10-11). La frase de la misma manera, significa que así como Él se fue en las nubes del cielo, que lo hará algún día, y volverá en las nubes del cielo.
5. En la Segunda Venida del Mesías
El quinto período es todavía futuro. Los ángeles vendrán con Él en las nubes del cielo en su segunda venida (Mateo 16:27; 24:31; 25:31; II Tes. 1: 7.). Por lo tanto, los ángeles estarán involucrados en la vida del Mesías incluso en el futuro.
D. El trabajo de los Ángeles Entre las Naciones
La cuarta categoría se refiere a la obra de los ángeles entre las naciones. Aquí, hay que mencionar dos cosas.
En primer lugar, los seres angelicales funcionan en la capacidad de “cosmo-cratas”, que significa “-rulers mundo” o “los gobernantes de las naciones.” Por ejemplo, en Daniel 10:13, un ser angelical líder, era el príncipe del reino de Persia. Miguel el Arcángel, no sólo tiene autoridad sobre los otros ángeles, pero también pasa a ser el príncipe sobre Israel (Dan. 10:21; 12: 1.)
En segundo lugar, los ángeles también están estrechamente asociados con los gobernantes humanos sobre naciones específicas. Por ejemplo, Isaías 14: 3-20 habla de Babilonia: versos 11.3 habla del rey humano de Babilonia; versículos 12-14 hablan de Satanás; versículos 15 a 20, una vez más habla del rey de Babilonia. Lo mismo es cierto de Ezequiel 28: 1-19, que habla de Tiro: versículos 1-10 hablan del príncipe humano de Tiro; versos 11-19 se dirigen a Satanás como el rey de Tiro. Debido a que tanto caídos, y seres angélicos no caídos, se utilizan como cosmo-cratas o gobernantes del mundo, y llevan a cabo la voluntad de Dios entre las naciones. Muchas cosas que suceden entre las naciones, se deben a estos seres angélicos. Con bastante frecuencia, las razón por la que las naciones van a la guerra unas contra otras, es porque han sido movidas a hacerlo, por estos seres angelicales cosmo-democrática.
E. El Trabajo de los Ángeles Entre los no Creyentes
La quinta categoría de la obra de los ángeles es su trabajo entre los incrédulos, y tres facetas hay que señalar.
1. Los ángeles Anuncian Juicio Inminente
En primer lugar, los ángeles anuncian Juicio inminente. Esto se hizo históricamente en Génesis 19: 12-13, cuando los ángeles anunciaron la inminente destrucción de Sodoma y Gomorra. En el futuro, lo harán de nuevo como anuncian los juicios terribles de las copas. “(Apocalipsis 14: 6-7)..
2. Los Ángeles Infligen Castigo.
En segundo lugar, los ángeles infligen castigo. Los ángeles fueron utilizados para infligir castigo en el pasado; por ejemplo, fue un ángel quien llevo a cabo la décima plaga sobre los hijos primogénitos de los egipcios (Ex. 12:23). Otros ejemplos se encuentran en II Samuel 25:16 y Ezequiel 9: 1-8. Un ejemplo del Nuevo Testamento es Hechos 12:23, cuando se utilizó un ángel aquí para herir Herodes Agripa con una enfermedad mortal.
Lo que han hecho en el pasado, también lo harán en el futuro; ángeles infligirán el castigo en la tribulación (Apocalipsis 8: 1-2, 6; 16: 1)
3. Los Ángeles Actuarán como Segadores.
En tercer lugar, al final de la tribulación, los ángeles se utilizarán para actuar como “reaper”. Como segadores, ellos separarán a los creyentes delos incrédulos (Mat. 13:39-42, 49-50).
F. El trabajo de los Ángeles en Relación a los Creyentes
La sexta categoría es la obra de los ángeles en relación a los creyentes, y la Biblia tiene mucho que enseñar sobre este tema. De los muchos pasajes de las Escrituras que hablan de la obra de los ángeles en relación a los creyentes, deben mencionarse diez cosas.
1. La Salvación de los Creyentes.
En primer lugar, estos buenos ángeles se regocijan cuando uno se salva. Mientras que los ángeles caídos no se regocijan cuando es salvado uno, los elegidos, los santos ángeles, son los que se alegran de los salvos (Lk15: 10).
2. Custodia de los creyentes.
En segundo lugar, en relación a los creyentes “, los ángeles tienen una tutela; que llevan a cabo el cuidado de protección general. Salmo 34: 7 y Salmo 91:11 enseña que nada puede suceder a un creyente fuera de la voluntad de Dios por el cuidado de protección general de los ángeles. Estos versículos no enseñan que nada malo le puede pasar a los creyentes, sino que nada puede ocurrir fuera de la voluntad de Dios. Cuando las cosas malas le suceden a un creyente, no es porque los ángeles estaban fallando en su trabajo, sino que esta era la voluntad de Dios .
Mateo 18:10 enseña que todos los niños tienen ángeles de la guarda. Hebreos 01:14 declara que cada creyente tiene un ángel de la guarda también. De hecho, tan pronto como uno se salva, tiene un ángel de la guarda “asignado” a él.
3. La Seguridad de los Creyentes.
En tercer lugar, los ángeles se utilizan a menudo para salvar o rescatar a los creyentes de situaciones específicas. Por ejemplo, en Génesis 19: 1-22, se utilizaron los ángeles para rescatar a Lot. En Génesis 32: 1-2, se utilizaron los ángeles para ayudar a Jacob. En 1 Reyes 19: 5-6, se utilizó un ángel para alimentar a Elías el Profeta. Ángeles protegieron a Elías en II Reyes 6:17. En Daniel 324-28, un ángel protegía a los tres amigos de Daniel en el horno de fuego. Y en Daniel 6:22, un ángel cerró la boca de los leones, para que ningún daño viniera sobre Daniel el Profeta. En Hechos 5: 17-20, un ángel rescató a los apóstoles. Por último, un ángel rescató a Pedro en Hechos 12: 6-11 .
4. Guía de los Creyentes.
El cuarto trabajo de los ángeles en relación a los creyentes es que son también guían a los creyentes en la verdad y acciones. Por ejemplo, en Mateo 1: 20-21, un ángel instruyó a José a creer la historia de María; que ella realmente era virgen, a pesar de que estaba embarazada. Un ángel trajo a Felipe a una situación en la que pudo ser testigo al eunuco etíope en Hechos 8:26. En Hechos 10: 3-8, un ángel instruyó a Cornelio que enviara por Pedro, para que pudiera predicar el evangelio a él. El mismo punto se reafirma en Hechos 11: 13-14. En Hechos 27: 23-24, un ángel guió a Pablo también.
5. Las Oraciones de los Creyentes.
El quinto trabajo de los ángeles en relación a los creyentes es para responder a las oraciones; a veces oraciones son contestadas por medio de ángeles. En el caso de Daniel, por ejemplo, esto ocurrió en dos ocasiones; en Daniel 9: 20-23 y 10: 12-13, se utilizó un ángel para responder a la oración del profeta para más revelación.
En el Nuevo Testamento, los grupos de santos estaban orando por la liberación de Pedro de la prisión. En respuesta a sus oraciones, se utilizó un ángel para rescatar al apóstol (Hechos 12: 1-19).
6. Estímulo de los Creyentes.
El sexto trabajo de los ángeles en relación a los creyentes es uno de estímulo (Hechos 5: 18-20; 27: 23-25).
7. Muerte de los Creyentes.
El séptimo trabajo de los ángeles en relación a los creyentes es llevar el alma a su morada en el cielo cuando un creyente muere (Lc. 16:22).
8. Para el Ministerio de Observación.
La octava obra de los ángeles es servir como espectadores de los creyentes”. Los ángeles tienen el ministerio de la observación de los creyentes para ver la forma en que están actuando y respondiendo. Por ejemplo, en Lucas 12: 8-9, la fe de un creyente se confesó ante los ángeles. Más tarde, los ángeles observan cuando uno es salvo (Lc. 15:10). Los ángeles también observan el sufrimiento de los creyentes (1 Cor. 4: 9). En 1 Corintios 11:10, los ángeles observan si las mujeres son obedientes a llevar la cabeza cubierta en la iglesia. En 1 Timoteo 5:21, ángeles están presentes cuando los creyentes hacen un compromiso con el Señor. Y los ángeles observan y ven en la obra de Dios en la salvación, de acuerdo a 1 Pedro 1: 10-12.
9. Para la Iglesia Local.
El noveno trabajo de los ángeles en relación a los creyentes, es que sirven como guardianes sobre las iglesias locales. No sólo los creyente tienen ángeles de la guarda, sino que cada iglesia local tiene un ángel de la guarda. Esto se ve en Apocalipsis 2 y 3, donde cada carta está dirigida al ángel de tal o cual iglesia.
10. Para la Actitud Correcta de los Creyentes Hacia los Ángeles.
El décimo y último trabajo es: ¿Qué debería la relación de los creyentes será con ángeles a la luz de los nueve trabajos anteriores? Cuatro cosas deben tenerse en cuenta. En primer lugar, los creyentes se les permite el preguntarse y sorprenderse, de la capacidad y el trabajo de los ángeles, al igual que Daniel (Daniel 8: 16-17; 10: 1-9.). En segundo lugar, los creyentes pueden apreciar su ministerio (. Hebreos 01:14). En tercer lugar, a los creyentes se les prohíben dar a los ángeles adoración (Col. 2:18; Apocalipsis 19:10; 22: 9). En cuarto lugar, en el futuro, los creyentes juzgarán a los ángeles (1 Cor. 6: 3). Los creyentes no juzgarán a los ángeles de Dios, por supuesto, sino a los ángeles caídos en el Juicio del Gran Trono Blanco..
G. El trabajo de los Ángeles en el Futuro
La séptima categoría de la obra de los ángeles en relación a los creyentes, es su trabajo en el futuro. Este trabajo se puede subdividir en cuatro divisiones.
1. En la Tribulación.
El primero y especifico trabajo de los ángeles en la Tribulacion, será el causar danos luego de que los 144,000 jóvenes judíos sean sellados, de acuerdo a Revelaciones 7:1-3. Es necesario sellar a estos 144,000 judíos, porque ese sello los protegerá de cualquier daño. Una vez que son sellados, los ángeles serán usados para causar danos sobre la tierra como parte del Juicio divino parte de Dios.
En segundo lugar, siete angeles serán usados para derramar el juicio de las sietes trompetas (Rev. 8:1-9:21; 11:15-19).
En tercer lugar, a mitad de la Tribulacion, los santos ángeles de Dios serán usados para lanzar a Satanás y a los ángeles caídos de su presente morada en los cielos atmosféricos, para ser confinados a la tierra por el resto de la Tribulación (Rev. 12:7-12).
En cuarto lugar, los ángeles van a llevar a cabo algunos anuncios a mitad de la Tribulación (Rev. 14:6-20).
En quinto lugar, así como los ángeles son usados en la Tribulación para derramar los juicios de las trompetas, así también los ángeles se usaran para para derramar los juicios de las copas (Rev. 15:7-16:21).
En sexto lugar, un ángel será usado para pasar la sentencia de destrucción sobre la Ciudad de Babilonia (Rev. 18:1-3; 21-24).
El séptimo trabajo específico de los ángeles en la Tribulacion, será llamar a las naciones a Armagedón, para que así Dios pueda derramar Sus juicios sobre estas naciones (Rev. 19:17-18).
2. En la Segunda Venida.
La segunda división de sus trabajos en el futuro, es en relación a la Segunda Venida, y dos cosas deberían ser notadas concerniente a esto.
Primero, los ángeles de Dios retornarán con Jesús en la Segunda Venida (Mat. 16:27; 24:31; 25:31; 2 Tes. 1:7).
Y en segundo lugar, también en la Segunda Venida, los ángeles separarán a los creyentes de los incrédulos (Mat. 13:39-42; 49-50).
3. En el Reino Mesiánico.
La tercera división del trabajos de los ángeles en el futuro, son sus trabajos en conjunción con el Reino Mesiánico (Milenial). Dos grandes verdades son enseñadas.
Primero, será un ángel común, a quién se le dará autoridad para atar a Satanás en el abismo por 1000 años (Rev. 20:1-3). El poderoso, ungido querubín, será humillado por el hecho de que será atado por un ángel sin nombre, del orden mas bajito.
En segundo lugar, los ángeles serán usados para juntar nuevamente a todos los Judíos a la Tierra Prometida (Mat. 24:31). Por primera vez en su historia, el Pueblo Judío podrá gozar de todos los deleites de la Tierra Prometida.
4. En el Orden Eterno.
La cuarta división del trabajos de los ángeles en el futuro, es en relación al Estado Eterno u Orden Eterno. De acuerdo a Rev. 21:12, los ángeles servirán como los guardianes de los Portones de la ciudad. La Nueva Jerusalén, la cual será la morada eterna de todos los creyentes de todos los tiempos, tendrá doce portones (puertas), tres en cada lado de la ciudad. Cada puerta será hecha de una gran perla, y cada una estara custodiada por un ángel.
X. EL DESTINO DE LOS ÁNGELES
La ultima cosa para discutir brevemente es el destino de los ángeles. Hebreos 12:22 enseña que el destino de todos los ángeles de Dios, es el mismo que el de todos los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento: La Nueva Jerusalén. Todos los elegidos, santos ángeles, aquellos que no cayeron con Satanás, tendrán su destino eterno en la Nueva Jerusalén. En Hebreos 12:22, el escritor dice que los creyentes vienen a la ciudad la cual tiene innumerable huestes de ángeles; por lo tanto, el destino de todos los creyentes, y todos los ángeles de Dios es uno y el mismo. ¡Aleluyaaaaa!!!!!.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para asimilarla!!
PARA EL ESTUDIANTE: PARA EL ESTUDIANTE: ESTA CLASE FUE POSTEADA HOY ABRIL 18, 2018. ESTARÁ DISPONIBLE PARA SU ESTUDIO Y APROVECHAMIENTO HASTA MAYO 11, CUANDO ENTONCES SE POSTEARÁ EL EXAMEN DE LA MISMA. USTED TIENE 2 DIAS, DEL 12 AL 13, PARA COMPLETAR Y SOMETER SU EXAMEN DE ESTA CLASE!!!
TS103 Demonología – La Doctrina de los Ángeles Caidos Introducción
Profesor:
Bishop Dr. Juan E. Fernández.
drfernandez@seminarioteologicouc.net
Estimado estudiante, ¡Bienvenido al programa de Doctorado en Teología! El seminario toma muy en serio el adiestramiento y la capacitación de los candidatos al ministerio. Yo, Profesor Dr. Juan Fernández, al igual que mis otros colegas, estaremos impartiendo las enseñanzas necesarias para que puedas desarrollar con éxito tu ministerio como Ministro del Santo Evangelio de Jesucristo en el campo de la educación. En esta primera clase del Currículo de estudio, vamos a tocar información sobre los ángeles, [BCC-104 DEMONOLOGÍA: LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES CAÍDOS] luego de cada clase, estarás tomando pequeños exámenes o quiezz, para estar seguro que entiendes el material expuesto.
Cualquier pregunta que tengas, puedes escribirme a mi correo electrónico:
BCC-104 DEMONOLOGÍA: LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES CAÍDOS
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:11-12 (RVR1960)
INTRODUCCIÓN
La palabra Inglesa “demonio” viene de la palabra griega daimonia. Esta palabra griega se usa sesenta veces en el Nuevo Testamento; diecinueve veces en singular y cuarenta y una veces en plural. Demonología, entonces, es la Doctrina de Demonios o La Doctrina de los Ángeles Caídos.
Hay cinco conceptos de erróneos comunes sobre los demonios, que deben mencionarse a modo de introducción. Las razones por las que estas creencias son incorrectas resultarán evidentes ya que este estudio examina lo que la Biblia dice acerca de los demonios. Por ahora, es suficiente tener en cuenta estos cinco puntos de vista erróneos..
El primer punto de vista erróneo es que los demonios simplemente no existen. Eso, por supuesto, es la opinión de muchos naturalistas y escépticos de la Biblia, así como la mayoría de los no creyentes..
Un segundo punto de vista erróneo es que los demonios no son personalidades, pero son emanaciones malignas sin personalidades. En otras palabras, son meramente las influencias o poderes y seres no personales.
Un tercer punto de vista erróneo, es que los demonios son responsables de todo pecado. Se trata de un punto de vista erróneo, mantenido a veces incluso por los creyentes, que creen que cada pecado que cometen es debido a un demonio o Satanás; de ahí, esa expresión común: “El diablo me obligó a hacerlo.” A veces, por supuesto, el diablo puede haber causado a uno a “hacerlo”, pero en la mayoría de los casos, es la persona que es responsable, y no el diablo.
Un cuarto punto de vista equivocado enseña que los demonios son responsables de todas las formas de enfermedad física. Algunas enfermedades físicas son causadas por los demonios, pero no todos.
Un quinto punto de vista erróneo, es que los demonios son responsables de todas las formas de enfermedades mentales. Una vez más, ellos son responsables de algunas, pero no toda enfermedad mental es causada por demonios.
Estos son los cinco puntos de vista erróneos, que las personas tienen en relación a los demonios. La verdad será desarrollada en esta clase.
I. LA EXISTENCIA DE DEMONIOS
“Enseña realmente la Biblia que los demonios existen?” La respuesta es “Sí”. La Biblia enseña que existen los demonios, y esto se puede ver en tres maneras..
A. Por Cada Escritor del Nuevo Testamento
En primer lugar, la existencia de los demonios es mencionada por todos los escritores del Nuevo Testamento, excepto el autor de Hebreos, que hizo mención de Satanás, el jefe de los demonios.
Mateo menciona demonios, en Mateo 4:24; 08:16, 28, 31, 33; 09:32 34; 11:18; 12:22, 24; 15:22; 17:18.
Marcos menciona demonios en Marcos 1:32, 34; 3:15, 22; 6:13; 7:26, 30; 09:38; 16: 9.
Lucas escribió dos libros del Nuevo Testamento, y él mencionó a los demonios en ambos. En el Evangelio de Lucas, los demonios se encuentran en Lucas 4:33; 07:33; 8: 2, 27, 35, 36, 38; 9: 1, 49; 11:15. En su segundo libro, el libro de los Hechos, Lucas también menciona demonios en Hechos 5:16; 8: 7; 16: 16-18; 19: 12-16.
Juan escribió un total de cinco libros del Nuevo Testamento, mencionando los demonios en tres de estos libros: en el Evangelio de Juan 8: 48-49, 52; 10: 20-21; I Juan 4: 1-3; y el Libro de Apocalipsis 8: 10-11; 9: 1-21; 12: 7, 9;
16: 13-14; 18: 2.
Pablo, que escribió la mayoría de los libros en el Nuevo Testamento, menciona demonios en tres de ellos: en I Corintios 10: 20-21; Efesios 6:12; I Timoteo 4: 1.
Santiago menciona demonios, en Santiago 2:19; 03:15.
Pedro mencionó demonios, en II Pedro 2: 4.
Finalmente, Judas mencionó demonios, en Judas 6.
Todos los escritores del Nuevo Testamento, mencionan demonios en algún lugar de sus escritos con una sola excepción, el desconocido autor del libro de Hebreos. Este escritor, sin embargo, menciona a Satanás, y si creía en Satanás, es obvio que creía en la existencia de los demonios.
B. Por las Enseñanzas y Acciones de Jesús
Una segunda manera de mostrar, que la Biblia enseña la existencia de los demonios, es por el hecho de que Jesús, reconoció la existencia de los demonios de dos maneras.
En primer lugar, Él enseñó que los demonios existen realmente (Mat 7:22; 10:8; 12:27-28; 25:41; Mc 7:29; 16:17; Lc 10:20; 11:18-20; 13:32). En segundo lugar, reconoció claramente la existencia de los demonios, porque Él echó fuera demonios. El mismo hecho de que Jesús echó fuera demonios demuestran, por medio de sus acciones, que Él enseñó la existencia de los demonios (Mat. 12: 22-29; Mc 1:39; 5:1-20; Lc 4:35, 41;8: 29-33; 9:42; 11:14). Es evidente que Jesús reconoció la existencia de los demonios tanto por sus enseñanzas, como por sus acciones.
C. Por el Reconocimiento de los Discípulos
Una tercera manera, en que la Biblia enseña claramente la existencia de los demonios, es que los discípulos, tanto dentro como fuera del grupo apostólico, reconocen de su existencia. El grupo apostólico reconoció la existencia de los demonios, según Mateo 10: 1. Fuera del grupo apostólico, los setenta discípulos reconocieron la existencia de los demonios (Lc 10:17).
No hay duda, entonces, que la Biblia enseña claramente la existencia de los demonios.
II. LOS NOMBRES DE LOS DEMONIOS
La Biblia utiliza varios nombres para referirse a estos seres celestiales.
A Los demonios se les da una serie de nombres en las Escrituras. Este tema será examinado en dos categorías: primero, nombres del Antiguo Testamento; y en segundo lugar, los nombres del Nuevo Testamento.
No hay duda, entonces, que la Biblia enseña claramente la existencia de los demonios.
A. Los Nombres del Antiguo Testamento
Hay un total de doce nombres en el Antiguo Testamento utilizado en relación con los demonios.
En primer lugar, se les llama los ángeles del mal (Sal. 78:49), porque eso es lo que son. La palabra ángel significa “mensajero”, y estos son mensajeros de Satanás, que se llama “el maligno”.
En segundo lugar, se llaman los hijos de Dios. Cada vez que se utiliza esta expresión en el Antiguo Testamento, siempre se refiere a los ángeles. Algunas veces hace referencia a los ángeles buenos, pero también puede referirse a los ángeles malos o demonios (Génesis 6: 2, 4).
Un tercer nombre del Antiguo Testamento es shedim, una palabra hebrea que significa “gobernar” o “para ser señor.” Se utiliza para demonios en Deuteronomio 32:17 y el Salmo 106: 37. Este nombre hace hincapié en el deseo de un demonio de ser señor sobre, o dominar a una persona, ya sea desde el interior, morando en él,o controlándolo y sus actividades desde el exterior.
El cuarto nombre del Antiguo Testamento es seirim, que se refiere a los demonios que tienen la forma de una cabra. Como se verá más adelante, los demonios tienen características de tipo animal. Algunos tienen la forma de una cabra, y estos son conocidos como seirim. No es casualidad que los grupos satánicos a menudo usan el símbolo de la cabeza de una cabra. Este nombre se utiliza de los demonios en el texto hebreo en Levítico 17: 7; II Crónicas 11:15; Isaías 13:21; 34:14.
El quinto nombre del Antiguo Testamento es Lilit, una palabra hebrea que se refiere a un demonio nocturno o “demonios de la noche.” Se utiliza de los demonios en el texto hebreo de Isaías 34:14..
Un sexto nombre de Antiguo Testamento es espíritu maligno (I Sam. 16: 14-16, 23-24; 18:10; 19: 9), haciendo hincapié en lo que es un demonio por la naturaleza. Un demonio es un ser espiritual, pero es un ser espíritu maligno; uno que ha caído.
Un séptimo nombre del Antiguo Testamento es espíritu mentiroso, un término que caracteriza lo que los demonios son (I Reyes 22:21-22.): Son mentirosos; que se caracterizan por la falsedad.
El octavo nombre Antiguo Testamento es espíritu pitónico (Dt. 18:11; Is. 8:19; 19: 3.). Esto se utiliza de los demonios que están involucrados con las brujas, los espiritistas, y cosas de esa naturaleza. Demonios que se revelan través de los médiums, magos y las brujas, son espíritus pitónicos.
Un noveno nombre del Antiguo Testamento novena es gad, lo que significa “fortuna”. Este es el demonio de la fortuna mencionado en Isaías 65:11..
Un décimo nombre del Antiguo Testamento es meni, que significa “destino”; Esto, también, se encuentra en Isaías 65:11.
Un undécimo nombre del Antiguo Testamento es elilim (Sal. 96: 5). Esto a menudo se traduce en Inglés como “ídolos”, pero en realidad se refiere a los demonios de la idolatría. Detrás de la idolatría es el trabajo de los demonios y los demonios que están especialmente involucrados en el trabajo de la idolatría que se llama la elelim.
El duodécimo nombre del Antiguo Testamento es ketev (Sal. 91: 6), una designación hebrea que significa “. Destrucción” Se refiere a aquellos demonios que participan en el trabajo de destrucción.
B. Los Nombres del Nuevo Testamento
Hay cuatro categorías de nombres que se encuentran en el Nuevo Testamento.
1. Nombres que Contienen la Misma Raíz Griega
La primera categoría son esos nombres que contienen la raíz griega que significa “demonio”. El significado de la raíz para demonio es “inteligencia”. Los demonios son seres inteligentes, y la raíz de la palabra demonio se usa setenta y nueve veces en el Nuevo Testamento. De esta raíz básica de demonio, un total de seis formas diferentes se han desarrollado. La primera forma es daimon (Mat. 8:31), lo que significa “poder maligno.” La segunda forma es daimonion. Esta es la palabra más básico para demonio, y se utilizó un total de sesenta y tres veces. Un ejemplo es Lucas 4:33. Una tercera forma de la raíz es daimoniodes, que significa “demoníaca”, y se usa sólo una vez (Stg. 3:15). Una cuarta forma es daimonizomai, es decir, “ser controlado por un demonio desde dentro.” Se usa trece veces, y uno de estos casos es Mateo 4:24. La quinta forma es deisidaimonesteros, lo que significa “ser muy reverentes a los demonios.” Se hace hincapié en el mundo de lo oculto, y sólo se utiliza una vez, (Hechos 17:22). La sexta forma es deisdamonis, que significa “culto a los demonios.” Esta también, está fuertemente relacionado con el mundo de lo oculto y sólo se utiliza una vez (Hechos 25:19).
2. Nombres que Contiene, “Espíritu”
La segunda categoría de los nombres de los demonios, son los que contienen la palabra espíritu. La palabra espíritu se utiliza un total de cuarenta y seis veces en relación con los demonios, y hay cinco nombres diferentes. En primer lugar, es espíritu maligno (. Lc 07:21; Hechos 19: 12-16). En segundo lugar es espíritu impuro (Mat. 10: 1; 12:43; Mc 1:27; 3:11; 5:13; Hechos 5:16; 8: 7; Rev. 16:13). En tercer lugar es espíritu malvado (Lc 11:26). En cuarto lugar está espíritus seduciendo (I Tim. 4: 1). El quinto nombre combina “espíritu” y “demonio” juntos como espíritus de demonios (Rev. 16:14).
3. Ángeles
Una tercera categoría de los nombres de los demonios es ángeles. La palabra ángel significa “mensajero”, y a los demonios se les conoce como los ángeles, ya que también son mensajeros, ángeles de Satanás (Mat 25:41; Ap. 12: 7-9).
4. Destrucción
La cuarta categoría es el nombre la destrucción. Este es el nombre del demonio del abismo, según Apocalipsis 9:11. Su nombre en hebreo es Abadón, y su nombre griego es Apolión. Si se utiliza el hebreo o griego, el significado es el mismo: destrucción.
III. LA PERSONALIDAD DE LOS DEMONIOS
“¿Son los demonios meramente emanaciones o influencias o poderes? O ¿Enseña la Biblia que los demonios tienen personalidades? “Hay tres atributos de la personalidad. Si se puede demostrar que, algo que tiene estos tres atributos, ese algo es una personalidad. Estos tres atributos son: intelecto, emoción y voluntad.
A. Intelecto
“¿Tienen los demonios intelecto?” La respuesta es “Sí”. Esto es evidente en seis maneras: en primer lugar, los demonios saben quién es Jesús; (Mc 1:24). en segundo lugar, los demonios conocen su propio futuro de condenación, (Mateo 8: 28-29.); en tercer lugar, los demonios conocían a Jesús y a Pablo, (Hechos 16: 16-17; 19:15); en cuarto lugar, los demonios saben que Dios es uno, (Santiago 2:19.); En quinto lugar, los demonios tienen un sistema de falsa doctrina, (I Tim. 4: 1 3); y el sexto, los demonios tienen la capacidad de comunicarse mediante la voz, (Lc. 4: 34-35, 41; 8: 28-31). Muy claramente, los demonios tienen intelecto, el primer atributo de la personalidad.
B. Emoción
“¿Tienen los demonios emociones?” La respuesta es, “Sí.” Esto se puede ver de dos maneras: en primer lugar, tienen la emoción del furor y de la ira, (Mateo 8:28). En segundo lugar, tienen la emoción del miedo, (Mateo 8:29; Santiago 2:19). Así que los demonios tienen el segundo atributo, emoción.
C. Voluntad
“Tienen los demonios voluntad?” Una vez más, la respuesta es “Sí”. Y esto puede ser visto de tres maneras: en primer lugar, tienen la voluntad de hacer peticiones; (Mat 8:31, Lc 8:32). En segundo lugar, tienen la voluntad de obedecer comandos y órdenes, (Mk1: 27; Lc. 4: 35-36); y en tercer lugar, tienen la voluntad de dejar a una persona, buscar un nuevo lugar para vivir, o para volver al lugar en el que anteriormente vivían, (Mat. 12: 43-45). Todos estos son evidencia del ejercicio de la voluntad. Los demonios tienen los tres atributos de la personalidad, intelecto, emoción y voluntad, y esto demuestra que los demonios tienen personalidad.
D. Pronombres Personales
Hay otra manera que puede ser demostrado que los demonios tienen personalidad. Cuando el Nuevo Testamento habla de demonios, utiliza el pronombre personal. Nunca se refiere a un demonio como un “él”, lo que sería natural si los demonios fueran meras emanaciones. En su lugar, el texto utiliza los pronombres nosotros; nosotros, ellos, su, yo, y yo, en el trato con los demonios (Mc 5:6- 13; Lc 8: 28-30). Así que estos pronombres personales, además de los atributos del intelecto, emoción y voluntad, muestran claramente que los demonios son verdaderas personalidades.
IV. EL ORIGEN DE LOS DEMONIOS
Al discutir el origen de los demonios, será necesario separarlos en dos categorías: los demonios libres y demonios confinados. En última instancia, todos los demonios, tanto libres y confinados, tienen el mismo origen, ellos son los ángeles que cayeron con Satanás en el momento de su caída. Todos los demonios eran originalmente demonios libres, pero algunos de ellos desde entonces han sido confinados. Será necesario establecer esa distinción.
A. El origen de los Demonios Libres
1. Los Demonios y los Angeles Caídos son los Mismos
Para entender el origen de los demonios libres, es necesario reconocer que los demonios y ángeles caídos son uno y los mismos, en vez de dos categorías distintas de seres. Que son los mismos, puede verse en cinco aspectos.
a. La Misma Relación con Satanás
La primera evidencia es que los dos, demonios y ángeles caídos, se dice que tienen una relación similar a Satanás. Esta relación se lleva a cabo en cuatro formas. En primer lugar, Satanás, que es un ángel, es llamado el príncipe de los demonios, (. Mat 12:24). Esto indica que los que le siguen son también ángeles. En segundo lugar, Satanás tiene un orden bien organizado o rango de los ángeles, (Ef. 6: 11-12), y es muy razonable suponer que estas filas de ángeles caídos son demonios. En tercer lugar, se les conoce como los ángeles del diablo, (Mat. 25:41) y son con toda probabilidad demonios. En cuarto lugar, son también llamado ángeles de Satanás, (Rev. 12: 7-9), y esto también, apunta a ellos por ser los mismos demonios. Estos cuatro pasajes muestran que los ángeles caídos y demonios, tienen una relación similar a Satanás, lo que implica que son uno y los mismos.
b . La Misma Esencia del Ser
La segunda evidencia de que los ángeles caídos y demonios son uno y los mismos, es que tienen la misma esencia del ser; ambos son seres espirituales.
c . Las Mismas Actividades
La tercera evidencia, es que los demonios y ángeles caídos llevan a cabo actividades similares, en que ambos tratan de entrar en los hombres, y entran en guerra contra los hombres y Dios. Los ángeles caídos hacen esto, (Apocalipsis 9: 1-2, 11, 13-15), y los demonios hacen lo mismo, (Rev. 9: 3-10, 16-21). Esto indica que los ángeles caídos y demonios son los mismos.
d . La Misma Morada
La cuarta prueba, de que los ángeles caídos y demonios son uno y los mismos, es que ambos comparten la misma morada, el aire; ellos habitan en los cielos atmosféricos (Ef. 2: 2; 6:12; Apocalipsis 12: 7-12).
e. Los Mismos en el Texto Bíblico
La quinta prueba de que los demonios y los ángeles caídos son uno y los mismos, es que en todos los textos bíblicos, uno encuentra ya sea ángeles caídos o demonios, pero nunca ambos. Ningún sólo versículo menciona ángeles caídos y demonios al mismo tiempo, con cada pasaje hablando de uno o el otro. Con el fin de comprender el origen de los demonios libres, se debe recordar que los ángeles caídos y demonios son uno y los mismos. Una vez que esto se entiende, entonces, el origen de los demonios libres puede también ser entendido. Demonios libres, que son ángeles caídos, se originaron en el momento de la caída de Satanás, los demonios, son los ángeles que cayeron con Satanás.
2. Los Resultados de la Caída de Satanás en los Ángeles
Ezequiel 28: 11-19 describe la caída de Satanás, que cayó por la abundancia de su contrataciones (v. 16). Lo que la terminología hebrea implica, es que Satanás iba de un ángel a otro difamando a Dios, con el fin de capturar la lealtad de los ángeles para sí mismo. Algunos de estos ángeles fueron engañados por la mentira satánica: que el haría cumplir esos cinco “yo seré”, incluyendo el deseo de ser igual a Dios. (Isaías 14: 12-14)
Algunos ángeles estaban convencidos por la afirmación de Satanás, pero la mayoría no lo estaban. Los que estaban convencidos por Satanás, son los que cayeron con él. Ellos son ahora los demonios que están libres y haciendo las órdenes de Satanás.
Hubo tres resultados de la caída de estos ángeles: en primer lugar, perdieron su santidad originales; en segundo lugar, se corrompieron en la naturaleza y conducta, como los diversos nombres del Antiguo y Nuevo Testamento para los demonios demuestran; y en tercer lugar, estos ángeles se convirtieron en los demonios de Satanás.
B. El Origen de los Demonios Confinados
Al discutir el origen de los demonios confinados, otra distinción se debe hacer, porque hay dos categorías diferentes de demonios confinados: demonios confinados temporalmente, y demonios confinados de forma permanente.
1. Los Demonios Temporalmente Confinados
Algunos demonios están confinados temporalmente, después de haber sido expulsado de una persona. El demonio, legión, de Lucas 8:31, no deseaba ser enviado al lugar de confinamiento, y pidió que se le permitiera entrar en los cerdos en su lugar. Algunos se limitan temporalmente después de ser expulsado, y luego liberados más tarde.
Muchos otros están confinados temporalmente, pero han de ser puestos en libertad para juicios específicos de la Gran Tribulación. Apocalipsis 9: 1-11, habla de la liberación de los demonios por un período de cinco meses para atormentar en gran medida, pero sin causar la muerte. Y Apocalipsis 9: 13-21, habla de la liberación de doscientos millones de demonios, con el propósito de matar a un tercio de la población mundial.
El lugar de confinamiento temporal para estos demonios, es el abismo. Algunos están confinados en la actualidad, y se liberarán durante la Gran Tribulación; mientras que otros están confinados temporalmente allí después de ser expulsado, que se liberaran más adelante para de nuevo, hacer la voluntad de Satanás.
2. Los Demonios Permanentemente Confinados
La segunda categoría de demonios confinados, son los demonios que han sido confinados permanentemente y nunca serán liberados, pero que se moverán directamente al Lago de Fuego. Hay tres pasajes principales que se ocupan de estos demonios confinados de forma permanente.
a. Génesis 6:1-4
Un área importante de debate entre los creyentes, es si este pasaje se refiere a los ángeles o no. El propósito de este segmento es mostrar que lo hace, de hecho, se refieren a los ángeles que ahora están confinados de forma permanente. Con el fin de demostrar este caso, será necesario estudiar estos versos frase por frase con cierto detalle.
(1) La Multiplicación de la Humanidad: Génesis 6: 1
Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas a ellos.
Verso 1 enfatiza la multiplicación de la humanidad antes del diluvio. La palabra hebrea para hombres usadas aquí es genérica y se refiere a la humanidad en general, incluyendo hombres y mujeres. La palabra, como tal, no puede limitarse a los hijos de Caín. Se incluyó tanto descendientes de Set y los cananeos, y los dos de estos grupos murieron en el diluvio. Otra palabra clave que se encuentra en el versículo 1 es hijas, una palabra hebrea que significa “hembras.” El énfasis en la segunda parte del versículo 1: Hijas les nacieron, se encuentra en la parte femenina de la humanidad. Una vez más, la expresión no puede limitarse, como algunos enseñan, a los descendientes de Caín. Simplemente es una palabra que significa “la parte femenina de la población.” Verso 1 podía leer: “Los hombres, la humanidad, se multiplicaron y las hijas, las mujeres, les nacieron.” La distinción en el versículo 1, no es entre Setitas masculinos y cananeos femeninos, pero el énfasis está en la parte femenina de la humanidad en general, que incluiría tanto a cananeos como a descendientes de Set.
(2) El matrimonio mixto: Génesis 6: 2
que los hijos de Dios vieron, que las hijas de los hombres eran hermosas; y tomaron para sí mujeres de todas las que escogieron.
El versículo 2 describe un matrimonio mixto.
(a) Hijos de Dios
La primera frase clave del versículo 2 es: hijos de Dios. La frase los hijos de Dios es un término general, lo que significa, “para ser traído a la existencia, por el acto creador de Dios.” Debido a que este término conlleva este sentido, se utiliza de forma muy selectiva. A través del Antiguo Testamento, el termino los hijos de Dios, siempre se utiliza para los ángeles. Esto es muy claro cuando el mismo uso, es comparado con los otros usos en el Antiguo Testamento. En otros lugares, el término se utiliza en Job 1: 6; 2: 1; y 38: 7. Nadie discute que los otros lugares donde “los hijos de Dios” se encuentran en el Antiguo Testamento, se refieren claramente a los ángeles. Pero algunos quieren hacer Génesis 6: 1-4 la única excepción, aunque simplemente no hay causa para hacer esa excepción aquí.
En el Nuevo Testamento, el término los hijos de Dios se amplía. Adán es llamado hijo de Dios en Lucas 3:38, porque él fue traído a la existencia por creación. Los creyentes son llamados “hijos de Dios” en Juan 1:12, porque los creyentes son considerados como una nueva creación según Gálatas 6:15. Pero en Génesis, el texto está tratando con una expresión hebrea específica, Benei dioses, tal como se usa en el Antiguo Testamento hebreo, es un término que se utiliza siempre para los ángeles. La distinción en este pasaje, entonces, no es entre hititas y cananeos, sino entre la humanidad y los ángeles. La palabra hombres aquí enfatiza la humanidad; los hijos de Dios enfatiza el término ángeles.
(b) las Hijas de los Hombres
La segunda expresión clave en el verso 2 es: hijas de los hombres. Este es un término genérico para las mujeres, que incluye hembras de ambas descendientes de Set y de Cainitas. Lo que el verso está diciendo es: que los hijos de Dios a las hijas de los hombres. No hay ninguna justificación para este verso ser interpretado en el sentido de “hombres piadosos se casaron con mujeres impías.” ¿Unos hombres verdaderamente piadosos, casarse con las mujeres impías? Las hijas de los hombres simplemente significa “género femenino”, y los hijos de Dios se refiere a los ángeles. Si el significado se mantiene coherente con su uso en el Antiguo Testamento en otro lugar, el pasaje claramente habla, de ángeles caídos se casaban con mujeres humanas. Esto es obvio de dos maneras.
En primer lugar, un matrimonio mixto es siempre en un solo sentido; es siempre hijos de Dios casándose con las hijas de los hombres. No hay registro de “hijas de Dios” casándose con “hijos de los hombres.” Si la distinción estaba, entre descendientes de Set y los de Caín, simplemente no sucedería de esta manera. En la sociedad humana, los matrimonios mixtos se producen en ambos sentidos. Hoy en día, hombres salvados, a veces se casan con mujeres no salvas; y mujeres salvas, a veces se casan con hombres no salvos. Si el otro reclamo fuera cierto, significaría que los hombres Setitas se casarían con mujeres cainitas; pero que esos hombres cainitas, nunca se casarían con mujeres setitas, tampoco hombres cainitas, nunca se casarían con mujeres setitas, que es completamente improbable. Los matrimonios mixtos, se limitaran de este modo, a hombres piadosos con mujeres impías, pero no mujeres de Dios con hombres impíos. Pero en Génesis 6, sólo hay un matrimonio mixto en una sola vía; los hijos de Dios casándose con las hijas de los hombres.
En segundo lugar, el contexto habla claramente de una convivencia que es inusual y antinatural, y provoca el diluvio en todo el mundo. Génesis 1-4 hacer frente a la causa angelical del diluvio en todo el mundo, mientras que Génesis 5-6 hacer frente a la causa humana. La cohabitación entre descendientes de Set y Cainitas, no sería inusual o no natural, mientras que la cohabitación entre los ángeles y los seres humanos si lo sería.
Las personas que no les gusta esta enseñanza, ponen objeción a ella, con una cita de Mateo 22:30, alegando que este versículo enseña claramente que los ángeles no tienen sexo:
Los ángeles que Jesús estaba hablando, son los ángeles en el cielo. La comparación no es con los ángeles en general, sino con ángeles en el cielo. El énfasis es que los ángeles de Dios en cielo, ni se casan, ni se dan en casamiento. Mateo 22:30 dice lo mismo acerca de los seres humanos. Los seres humanos que están en el cielo no se casan, ni se dan en casamiento. Pero ¿qué pasa con los seres humanos aquí en la tierra? Los seres humanos en la tierra ciertamente se casan y se dan en casamiento. Esto es un contraste entre lo que ocurre en el cielo, como frente a lo que sucede aquí en la tierra. Génesis 6, sin embargo, está hablando de ángeles en la tierra.
Ángeles en el cielo no se casan, ni son dados en matrimonio, y los seres humanos en el cielo no se casarán ni se darán en casamiento. Los ángeles nunca se declaran sin sexo; de hecho, siempre se utiliza el género masculino. Mateo 22:30 enseña que los ángeles no procrean según su especie, lo que significa que los ángeles no dan a luz a otros ángeles. Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, los ángeles siempre se describen en el género masculino, no en el femenino, ni el neutro. Siempre que los ángeles se hicieron visibles, siempre aparecieron como jóvenes, nunca como las mujeres (Génesis 18: 1-19: 22; Mc. 16: 5-7; Lc. 24: 4-7; Hechos 1: 10-11). Mateo 22:30 Así no se puede utilizar como un argumento en contra de la interpretación angélica de Génesis 6: 1-4, ya que está tratando con una situación en la tierra, no en el cielo; ni tampoco Mateo 22:30 enseña que los ángeles no tienen sexo.
Otra pregunta es, “¿Por qué quiere Satanás que algunos de sus ángeles caídos, contraigan matrimonios entre con las mujeres humanas? ¿Por qué molestarse? “La razón puede ser entendida mediante la investigación del contexto mayor de Génesis. Tres capítulos anteriores, la primera profecía mesiánica se registra (Génesis 3:15). Esta profecía declaró que el Mesías nacería de la simiente de la mujer, y esta Semilla, aplastaría la cabeza de Satanás. Lo que estaba ocurriendo en Génesis 6: 1-4 fue un intento satánico de corromper la simiente de la mujer, al tener algunos de sus ángeles tomar forma humana; una vez más, los ángeles siempre aparecen porque hombres jóvenes cuando toman la forma humana, y se casan con la humanidad, para tratar de corromper la Semilla. Por lo tanto, los eventos de Génesis 6: 1-4 fueron un intento satánico para anular la profecía de Génesis 3:15.
(3) El Resultado de los Matrimonios Mixtos: Génesis 6: 3
El resultado de este matrimonio mixto fue el juicio de Dios: Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. En el versículo 3, Dios pronunció el juicio: el Espíritu Santo no podría continuar luchando con este tipo de mal para siempre, y Dios ha decretado la destrucción de la humanidad, que deben cumplirse ciento veinte años más tarde. Los medios de la destrucción serían el diluvio. El propósito del diluvio era destruir el producto de la unión de los ángeles y las mujeres, como se explica en el siguiente verso.
(4) El producto del matrimonio mixto: Génesis 6: 4
Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después de eso, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: éstos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de nombre. Para obtener un concepto más claro del significado de este verso, las partes individuales debe ser discutidas primero.
(a) El Nephilim: Los Caídos
En primer lugar es el nombre Nephilim. En algunas traducciones, la palabra Nephilim ha sido traducida a la palabra “gigante”. Gente leyendo esto imaginan enormes seres humanos. Pero la palabra en hebreo no significa gigantes, más bien, significa “los caídos”. La palabra no se refiere a los gigantes en el sentido de seres enormes, pero a una raza de caídos. La razón de que se traduce como gigante es muy interesante. En la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento hace alrededor de 250 aC, los eruditos judíos tradujeron verso 4 por los gigantes palabra griega, que significa “Titán”. Nuestro palabra inglesa “gigante” viene de la palabra griega, gigentes
(b) Los Giborim: Los Hombres Poderosos
La segunda palabra de observar en este verso es Giborim, lo que se traduce como los valientes … los hombres de renombre. Una vez más, ya que este era un producto de ángeles caídos y mujeres humanas, que eran únicos; que eran los Giborim. Observe que no hay ninguna mención de las mujeres poderosas, lo que sería extraño si se tratara de un producto de una unión normal. Después de todo, una unión normales produce tanto a hombres como a mujeres. Si esto fuera una unión natural, entonces el producto debe haber sido hombres poderosos y mujeres poderosas. Pero el resultado es solamente los hombres poderosos, porque se trata de una nueva raza de seres que no es ni humano ni angélico. La única manera de explicar el origen de los Giborim es que procedían de esta unión, que es el punto del versículo 4. Sólo por la explicación angélica de Génesis 6 hacer otras áreas de la enseñanza bíblica tienen sentido. Proporciona la única explicación adecuada para ciertas declaraciones en II Pedro y Judas, que serán estudiadas a continuación. Es un pecado peculiar; que está conectado al diluvio; y es diferente de la caída original de los ángeles; de lo contrario, todos los ángeles caídos estarían permanentemente confinados.
b . II Pedro 2: 4-5
Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé con otras siete personas, pregonero de justicia, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos.
El versículo 4 indica la ubicación de los demonios confinado de manera permanente. Los demonios confinados temporalmente se encuentran en el abismo, pero los demonios confinados permanentemente están en otro lugar. La palabra griega traducida en este pasaje como el infierno es Tártaro. Tártaro es una sección del Seol o Hades, donde se encuentran los demonios permanentemente confinados. Tanto el abismo y el Tártaro son secciones del Seol o Hades. El abismo es para los demonios que están confinados temporalmente, pero el Tártaro es para los demonios que están confinados permanentemente. Tártaro se conoce como prisiones de oscuridad, y estos ángeles están reservados [allí] para juicio. Este será el juicio del gran trono blanco, el juicio final. Esto significa que en ningún momento, podrán estos ángeles jamás ser liberados. Cuando llegue el momento, van a ir directamente desde Tártaro, para estar presentes en el juicio del Gran Trono Blanco, y luego ser arrojado al lago de fuego. Nunca habrá un momento, en el que estarán libres de vagar; ya que están permanentemente confinados.
Verso 5 revela el momento de su confinamiento, que estaba en conjunción con el diluvio. Esto concuerda bien con los eventos de Génesis 6: 1-4, que son eventos que también están conectados con el diluvio. El propósito del diluvio, era destruir este producto de ángeles caídos y mujeres humanas. Al comparar el pasaje de II Pedro con el pasaje de Génesis, hay buenas evidencias para mostrar que el Génesis no está hablando de matrimonios entre Setitas con cainitas, pero los ángeles caídos que se casaban con mujeres humanas. Esta es una conclusión válida sólo de un estudio de los pasajes del mismo Antiguo Testamento. Sin embargo, el Nuevo Testamento también apoya esta interpretación particular.
c . Judas 6-7
Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
El versículo 6 enfatizó la caída de un grupo selecto de ángeles, y describió su caída en cuatro declaraciones. Primero: que no guardaron su dignidad. La palabra principado se utiliza con frecuencia para el reino angelical, y es uno de los diversos rangos dentro del reino angelical. Esto significa que ellos no permanecen en su posición y el lugar de su rango, dentro del cosmos satánico. En segundo lugar: que abandonaron su propia morada. Dejaron la esfera demoníaca-angélica de operación, y se introdujeron en la esfera humana, tomando la forma de hombres jóvenes y se casaban con las mujeres humanas. En tercer lugar: ahora son mantenidos en prisiones eternas bajo oscuridad. Aquí, Judas menciona lo mismo que Pedro; que estos ángeles están permanentemente confinados. Pedro también reveló el lugar de su confinamiento: Tártaro. En cuarto lugar: que deben ser mantenidos allí hasta el juicio del gran día. Una vez más, Judas reafirma declaraciones de Pedro, de que están siendo mantenidos en cautiverio hasta el juicio del gran día. Esto también es el juicio del Gran Trono Blanco. Una vez más, se reafirma que estos demonios nunca serán libres de vagar por ahí, pero están confinados permanentemente en el Tártaro. Cuando llegue el momento, entonces serán llevado fuera del Tártaro, para estar delante del Juicio del Gran Trono Blanco, y luego ser arrojado al Lago de Fuego
El versículo 7, trata de la naturaleza de su pecado. La frase clave es: de la misma manera. De la misma manera, como Sodoma y Gomorra, fueron en pos de carne extraña. El pecado que cometieron estos ángeles es similar al pecado de Sodoma y Gomorra, el pecado sexual de ir en pos carne extraña. carne extraña significa unión sexual que no es natural o contraria a la naturaleza. En el caso de Sodoma y Gomorra, la carne extraña era la homosexualidad. En el caso de estos ángeles, la carne era extraña carne femenina. En lugar de permanecer en su estado de residencia habitual, invadieron un nuevo estado de residencia de la carne ajena a fornicar bruto. Así Sodoma y Gomorra y estos ángeles tienen una cosa en común; son culpables de pecados sexuales. En el caso de Sodoma y Gomorra, que era la homosexualidad; en el caso de estos ángeles, era casamientos en la esfera humana.
Al comparar el pasaje de Génesis, con los pasajes en II Pedro y Judas, está claro, que estos eran los ángeles que se mezclaron con las mujeres humanas, y no simplemente Setitas que se mezclaron con los Cainitas.
d . Resumen
Para resumir el origen de los demonios: todos los demonios tienen el mismo origen inicial, en que todos cayeron con Satanás. Sin embargo, en algún momento después de esa caída, algunos de los ángeles caídos de Satanás, se casaron con mujeres humanas, con el fin de tratar de corromper la simiente de la mujer; con el fin de frustrar la primera profecía mesiánica de Génesis 3:15. Estos ángeles particulares están permanentemente confinados en el Tártaro. Los otros están libres, pero periódicamente muchos de ellos están confinados temporalmente en el abismo, antes de ser finalmente liberados, para deambular libremente de nuevo. La diferencia es entre recibir una sentencia en la cárcel temporalmente, o estar contra una sentencia de por vida. Finalmente por supuesto, todos los demonios estarán confinados eternamente en Lago de Fuego, siguiendo el Juicio del Gran Trono Blanco.
V. EL NÚMERO DE DEMONIOS
“¿Cuántos demonios hay en el universo?” En primer lugar, hay varios indicios de que hay un gran número de demonios. Por ejemplo, Marcos 5: 9, 15 y Lucas 8:30 mencionan una legión de demonios que residen en una sola persona. Una legión consistió en cualquier lugar de cuatro mil a seis mil demonios. Así que esta persona tenía entre cuatro y seis mil demonios que residen en él. revelación 9:16 mencionan doscientos millones de demonios confinados temporalmente.
En segundo lugar, mientras que en las Escrituras nunca se especifica un número exacto de demonios, Apocalipsis 12: 3-4 revela el porcentaje de ángeles que cayeron con Satanás: Y fue vista otra señal en el cielo: y he aquí un gran dragón escarlata (rojo), que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra: y el dragón se coloca delante de la mujer que está a punto de dar a luz, para que cuando de a luz, pueda devorar a su hijo.
Este pasaje indica que el dragón, que es Satanás, atrajo con él un tercio de las estrellas. Cada vez que se utiliza la palabra estrella simbólicamente, siempre es el símbolo de un ángel. El hecho de que Satanás atrajo una tercera parte de las estrellas revela que de todo el cuerpo de los ángeles, un tercio siguió a Satanás en su rebelión original. Un tercio de la cantidad original de ángeles se convirtieron en demonios, mientras dos terceras partes permanecieron leales a Dios.
En cuanto a la cantidad de demonios que hay, la respuesta es: innumerables. Según Hebreos 12: 22-24, hubo un innumerable [sin número] de ángeles creados. Así que hay un gran número de demonios, pero el número exacto no se da.
VI. LA ORGANIZACIÓN DE LOS DEMONIOS
Los ángeles caídos estan tan organizados, como lo estan los ángeles buenos, con los mismos títulos y rangos. I Corintios 15:24, habla de tres filas diferentes en la organización de los ángeles: gobierno, autoridad y poder. Efesios 6:12: listas: poderes, principados y gobernantes mundiales. Colosenses 2:15 mencionan: principados y poderes. El Antiguo Testamento habla de demonios que funcionan como gobernantes sobre las naciones; como por ejemplo, el príncipe del reino de Persia (Dan. 10: 13-20) y el príncipe de Grecia (Daniel 10:20.).
Lo que es evidente, es que la organización de los demonios, es una imitación de la organización de los ángeles escogidos, con rangos y órdenes similares. Satanás y todos los demonios fueron una vez parte del orden divino de la creación, por lo que estan muy conscientes de la organización de los ángeles que Dios tiene en el Cielo.
VII. LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS DEMONIOS
Las características de los demonios se pueden dividir en tres categorías.
A. Su Naturaleza
La primera categoría relativa a las características de los demonios es su naturaleza, y aquí, cuatro cosas deben ser mencionadas. La primera cosa acerca de su naturaleza es que son seres espirituales. De hecho, los demonios y espíritus inmundos son uno y los mismos. Esto es evidente mediante la comparación de pasajes paralelos. Por ejemplo, Mateo 17:18 menciona a un demonio, pero el relato paralelo de Marcos 9:25 lo llama un espíritu impuro. También encontramos los términos demonio y espíritu impuro utilizado indistintamente en Mateo 8:16; Lucas 9: 38-39, 42; 10:17, 20. El uso intercambiable de estos términos muestra que los demonios son seres espirituales. Es porque son seres espirituales que pueden existir un gran número de ellos en un espacio pequeño; por lo tanto, una legión de demonios puede residir en un cuerpo humano (Lc 8:30). Por otra parte, Efesios 6:12, enseña que los demonios no están compuestos de carne y hueso. La segunda cosa acerca de la naturaleza de los demonios es que son sin cuerpo; que no tienen cuerpos físicos (Mat. 12: 43-45; Mc 5:12.). Pueden poseer un cuerpo físico, pero que no tienen cuerpos propios.
La tercera cosa sobre su naturaleza, es que aunque son seres espirituales, tienen formas definidas y características, que son con frecuencia de tipo animal (Rev. 9: 7-10, 17-19; 16: 13-14).
La cuarta cosa acerca de la naturaleza de los demonios es que buscan poseer los hombres, ya que su poder es, en cierta medida dependiente de la posesión de los hombres (Mc. 5: 1-13; Hechos 16:16; 19:16).
B. Su Poder
Una segunda categoría relativa a las características de los demonios es su poder, y cuatro cosas deben ser mencionadas.
La primera cosa acerca de su poder, es que tienen el poder de controlar a los hombres desde el interior, como se ve en Marcos 5: 1-5; Hechos 19:16.
La segunda cosa acerca de su poder, es que pueden afligir a los hombres, como los vemos haciendo en Apocalipsis 9: 1-21, cuando, en la Gran Tribulación, ellos podrán afligir a los incrédulos durante cinco meses.
La tercera cosa sobre su poder, es que los demonios pueden hacer milagros, como vemos en Apocalipsis 16:14.
Y la cuarta cosa acerca de su poder, es que tienen la capacidad de aparecer de forma visible. Esto lo vemos en Apocalipsis 9: 7-10, 17-19; 16: 13-14.
C. Su Moralidad
La tercera categoría de las características de los demonios, se refiere a su moral, y aquí nueve cosas hay que señalar.
La primera cosa sobre su moralidad, es que se les llama espíritus impuros, ya que son, en su moral, impuro (Mat. 10: 1; Mc 1:23, 27; 3:11; 5: 2; 9:25; Lc 04:36; Hechos 8: 7; Rev. 16:13).
La segunda cosa sobre su moralidad, es que son los espíritus malignos y corruptos en su naturaleza (. Lc 7:21).
La tercera cosa sobre su moralidad, es que son feroces y viciosos (Mat. 8:28).
La cuarta cosa sobre su moralidad, es que también son viles y maliciosos (Lc. 09:39).
La quinta cosa sobre su moralidad, es que se caracterizan por la maldad extrema (Mc. 9:20).
La sexta cosa sobre su moralidad, es que tienen un sistema de falsa de doctrina: y este sistema de falsificación, tiene al menos seis puntos principales (I Timoteo 4:1-3.): Apostasía de la fe; ceder a la seducción; vivir una vida de hipocresía; que tiene una lengua mentirosa; una pérdida del ejercicio de la conciencia; y una negación de la libertad del creyente, en el ámbito del matrimonio y la alimentación.
La séptima cosa sobre su moralidad, es que su inmoralidad conduce a una mayor inmoralidad (. Lc 8:27).
La octava cosa sobre su moralidad, es que ellos se describen como parte de esta oscuridad controlada por Satanás (Ef. 6:12).
La novena cosa sobre su moral, es que no todos son igual de malos, hay grados de maldad, incluso entre los demonios (Mat. 12: 43-45).
VIII. LAS ACTIVIDADES DE LOS DEMONIOS
Esto se discutirá en cuatro categorías.
A. Actividades Históricas
La primera categoría, tiene que ver con actividades históricas, en los que vemos que la actividad demoníaca, aumenta y disminuye durante ciertos períodos de tiempo. A través del Antiguo Testamento, vemos que había muy poca actividad demoníaca, y sólo en casos raros se registró este.
Pero con la historia del Evangelio, hubo una inundación repentina de la actividad demoníaca. De repente, los demonios estaban por todas partes, y Jesús se enfrentó con ellos dondequiera que iba. La razón de esto, se encuentra en Apocalipsis 12: 1-5, que dice que mientras Jesús estaba en la tierra durante la Primera Venida, Satanás trajo toda su cohorte demoníaca, de su domicilio presente en los cielos atmosféricos a la tierra; no sólo a la tierra en general, pero específicamente para el Oriente Medio, en particular en la Tierra de Israel.
La razón por la que Satanás trajo la mayoría, tal vez a todos sus demonios en esta área, fue tratar de frustrar el propósito de la Primera Venida de Jesús. Satanás estaba allí manipulando los acontecimientos y las personas, para tratar de mantener a Cristo alejado de la cruz, dándole muerte, ya sea de forma prematura, como un bebé en Belén, o de una manera incorrecta; como por ejemplo, por espada o por lapidación. Por esta razón, había una tremenda actividad demoníaca durante el período del Evangelio, porque Satanás trajo toda su cohorte demoníaca a la tierra.
Entonces, como la historia se mueve del Libro de los Hechos y más allá, la actividad demoníaca se reduce al nivel que estaba en el Antiguo Testamento.
Por último, en el futuro, durante la Gran Tribulación, habrá una vez más una fuerte actividad demoníaca. El libro de Apocalipsis menciona con frecuencia los demonios, por lo tanto, parece que la actividad demoníaca, se aproximará al nivel que tenia durante la etapa de los Evangelio. Y volverá a ser para un propósito similar: para tratar de frustrar la Segunda Venida del Mesías. La Segunda Venida no se producirá hasta que los judíos pidan a Jesús que regrese. Sabiendo esto, Satanás usará todos sus demonios durante la tribulación, para tratar de mover el mundo entero contra los Judios, para tratar de aniquilarlos de una vez por todas, antes de que tengan la oportunidad de abogar por el retorno del Mesías. la esperanza de Satanás es, destruir a todos los Judios, antes de que haya una regeneración nacional de Israel; entonces no habría Segunda Venida, y la “carrera” de Satanás estaría eternamente segura. Por esa razón, habrá un aumento en la actividad demoníaca en la Gran Tribulación.
Básicamente, la historia de la actividad demoníaca se puede dividir en cuatro épocas. En primer lugar, hubo poca actividad desde el Génesis hasta los Evangelios. En segundo lugar, había una tremenda actividad durante la historia de los Evangelios. En tercer lugar, desde los Hechos hasta la Tribulación, se reduce la actividad demoníaca. En cuarto lugar, durante la Gran Tribulación, habrá una vez más un enorme aumento en la actividad demoníaca.
B. Actividades Generales
En un sentido general, los demonios están involucrados en tres actividades principales. La primera actividad general, es que tratan de frustrar el propósito de Dios. Un ejemplo de esto se encuentra en Daniel 10: 10-14, donde se registra que un demonio principal, tuvo cautivo a un ángel de Dios durante tres semanas, para tratar de evitar la revelación de Dios a Daniel, de lo que vendrá. Otro ejemplo se encuentra en Apocalipsis 16: 12-16, donde los demonios podrán ayudar en la recopilación de las naciones para el Armagedón, para tratar de detener el plan de Dios para la Segunda Venida.
Una segunda actividad general, es extender la autoridad de Satanás sobre su cosmos para hacer cumplir sus órdenes (Ef 2: 1-2; 6: 11-12.).
La tercera actividad demoníaca general, es que los demonios pueden, y son utilizados por Dios para llevar a cabo sus propios fines, plan, y voluntad. Por ejemplo, en I Samuel 16:14, un demonio fue utilizado para atormentar a Saúl. En I Reyes 22: 19-23, se utilizó un demonio mentiroso para disponer la muerte de Acab. Y en 2 Corintios 12: 7, se permitió que un demonio sea utilizado para mantener a Pablo humilde. Dios usará demonios para llevar a cabo sus propios propósitos.
C. Actividades Particulares
La tercera categoría de actividades de los demonios, tiene que ver con sus actividades particulares o específicas, y aquí doce actividades específicas deben tenerse en cuenta.
La primera actividad en particular de los demonios o ángeles caídos, es que están relacionados con el control de las naciones. Así como Dios tiene ángeles buenos, que controlan las naciones, Satanás tiene ángeles malos que controlan las naciones. Daniel 10: 10-14, habla del príncipe demoníaco de Persia, y Daniel 10: 20-21, habla del príncipe demoníaco de Grecia.
La segunda actividad particular, es que los demonios pueden, y causan enfermedades físicas. Por ejemplo, un demonio puede infligir entumecimiento o mudez:; (Mt. 9: 32-33; 12:22; Mc 9:17.). la sordera (Mc 9:25); curvatura de la columna vertebral (Lc 13: 10-13.); epilepsia (Mateo 17: 15-18; Mc 9:20; Lc 9: 37-42.); la ceguera (Mateo 12:22.); y lesiones personales (Mc 9:18). Los demonios pueden causar enfermedades físicas, pero no todas las enfermedades físicas son causadas por demonios. Hay una distinción entre los problemas físicos causados por la fragilidad humana y las causadas por los demonios (Mat 4:24; 8:16.).
Una tercera actividad particular, es que los demonios pueden causar demencia (Mc 5: 1-5; Lc 8: 26-27).
Una cuarta actividad particular, es que se puede dar una gran fuerza física (Mc 5: 1-4; Lc 8:29).
Una quinta actividad particular, es que pueden causar suicidio (Mc. 9:22).
Una sexta actividad particular, es que los demonios pueden poseer animales (Mc. 5: 12-13).
Una séptima actividad particular, es que los demonios promueven la idolatría (Lev.17: 7; Is 65:11; Deuteronomio 32:17; Zacarías 13: 2; Oseas 4:12; Hechos 17:22; I Cor.10: 20).
Una octava actividad en particular, es que pueden causar a los hombres a adorar a los demonios (Rev. 9: 20-21).
Una novena actividad particular, es que los demonios causan impureza e inmoralidad (Lc. 8:27).
Una décima actividad particular, es que los demonios promueven la falsa doctrina (I Timoteo 4: 1; Stg 3:15; Jn 4: 1).
Una undécima actividad particular, es que se oponen al crecimiento espiritual de los creyentes (Ef 6:12).
Y una duodécima actividad en particular, es su intento de separar a los creyentes del amor de Dios (Rom 8:38).
Hay otra actividad, el control de los hombres desde dentro, pero esto es algo que debe ser estudiado en un contexto totalmente diferente, por lo que no será cubierto aquí.
D. Actividades Ocultas
Esta categoría, en relación con las actividades de los demonios en relación con el ocultismo, es una extensa subdivisión, por lo que estará dividido en seis unidades.
1. las Palabras del Griego
Hay tres palabras griegas clave, que conectan demonismo con el mundo de lo oculto. La primera palabra es deisidaimonia, que significa “una reverencia por las cosas demoníacas” (Hechos 25:19). La segunda palabra griega es deisidaimonesteros, que significa “una reverencia por los demonios.” La palabra anterior significó una reverencia por las cosas demoníacas como objetos ocultos, pero la segunda palabra revela lo que está detrás de ella, y que es una reverencia de los propios demonios (Hechos 17: 22). La tercera palabra griega es daimoniodeis, que literalmente significa “cosas demoníacas”, tales como las cosas ocultas (Stg. 3:15).
Podemos derivar un significado básico de lo “oculto” de estas tres palabras griegas. Qué se entiende por el término oculto? En primer lugar, oculto se refiere a las cosas, que están “cubiertos terminado.” En segundo lugar, lo oculto se refiere a las cosas, que son “ocultas y escondidas.” En tercer lugar, lo oculto se refiere a las cosas, que son “secretas”. En cuarto lugar, lo oculto se refiere a las cosas que son”. misteriosa”. Estos cuatro elementos ayudan a definir el significado de lo oculto: las cosas, que están cubiertas encima, ocultas y escondidas, secretas y misteriosas. prácticas ocultas, por lo tanto, es un intento de ir más allá de los cinco sentidos con el fin de adquirir conocimientos y comprensión oculta.
2. La Facetas del Mundo Oculto
Al tratar con las facetas del mundo de lo oculto, tres pasajes de la Escritura deben ser considerados.
a. Deuteronomio 18: 9-14
La primera es Deuteronomio 18: 9-14, en el que Moisés menciona ocho facetas del mundo de lo oculto. En primer lugar, la adivinación, lo que significa “adivinación por medios mágicos.” En segundo lugar, augurio, que es adivinación y tratar de determinar el futuro mediante la lectura de las entrañas de los animales. En tercer lugar, los mago, un mago que pone a los demás bajo un hechizo demoníaco o bajo control demoníaco. En cuarto lugar, el brujo, que se refiere a las brujas y la brujería, y también incluye el área de la astrología. En quinto lugar, el encantador, o quien practica milagros mágicos, conjuros, y el hipnotismo. En sexto lugar, el consultor con un espíritu pitónico, que se refiere a un médium que es controlado por un demonio. El demonio se llama espíritu pitónico, probablemente porque este era el demonio que había sido asignado a la persona fallecida. Debido a que este demonio había observado la persona fallecida durante toda su vida y conoce todos sus secretos, el demonio sabe copiar muy bien la persona muerta y es capaz de fingir que es el espíritu de la persona muerta. En séptimo lugar, los mago, que es el clarividente o la persona psíquica. La palabra mago se refiere al un brujo masculino. En octavo lugar, el nigromante, que es el médium que consulta a los muertos.
b . Hechos 8: 9
El segundo pasaje de la Escritura es Hechos 8: 9, que menciona la hechicería.
c . Hechos 16:16
Y la tercera es Hechos 16:16, que menciona la adivinación. Es interesante que la palabra griega que se traduce como la adivinación, literalmente dice lo siguiente: “el espíritu de una pitón.” La pitón es una serpiente, y la serpiente se conecta con Satanás en la Biblia (Génesis 3: 1-15; Rev. 12: 9; 20: 2). Así que él, es la fuente última de todo el ocultismo.
Los Demonios y el ocultismo obran de mano a mano. De hecho, el ocultismo no existiría sin demonios. Si no había demonios, no habría ocultismo.
3. Las Características de Ocultismo
Hay seis características específicas del ocultismo. La primera característica del ocultismo, es que siempre implica algún tipo de contacto con el mundo demoníaco. Esto es evidente por el hecho de que en todos los casos en que se mencionan las prácticas ocultas, la raíz de la palabra en el griego se remonta a los demonios. Las diversas facetas del mundo de lo oculto están todos conectados con la actividad demoníaca.
La segunda característica del ocultismo es que implica el descubrimiento o revelación de conocimiento oculto del pasado o futuro. Esto es evidente a partir de las tres palabras griegas discutidas anteriormente. La tercera característica del ocultismo es que hace promesas de poder extra. Esto es lo que atrae a la gente al mundo oculto. Se hace promesas de facultades mentales; la capacidad de controlar a otras personas; y promete el poder de milagros.
La cuarta característica del ocultismo es que puede dar lugar a la transmisión de control demoníaco a la tercera y cuarta generación, de acuerdo con Éxodo 20: 3-5. Este punto es una deducción, porque el pecado que se pasa a la tercera y cuarta generación es la del culto a otros dioses. En el contexto de ese pasaje del Antiguo Testamento, Dios advirtió que la idolatría y el culto a otros dioses traerían castigo, y que visitará la iniquidad … sobre los hijos y los hijos de los hijos hasta la tercera y la cuarta generación. Los demonios están fuertemente involucrados en el área de la idolatría y fomentar el culto a los ídolos, que es la adoración de otros dioses. Debido a la conexión entre la idolatría y la demonología, el ocultismo, por lo tanto, puede dar lugar a la transmisión de control demoníaco a la tercera y la cuarta generación.
La quinta característica es que el ocultismo requiere una meditación o un estado pasivo, para que los demonios operen o tomen el control. Esa es la razón por las que áreas como la hipnosis, la meditación oriental, y el uso indebido de drogas son tan peligrosas. La sexta característica del ocultismo es que crea un extraño magnetismo que atrae, y al mismo tiempo a los participantes le da miedo. Las personas son atraídas a él y se mueven en él, pero siempre con un cierto grado de miedo y temor.
4. Las Trampas del Ocultismo
Esto concierne a las trampas del ocultismo, por el cual Satanás atrapa a la gente en el mundo de lo oculto, y, por lo tanto, también en demonismo. Estas trampas se pueden subdividir en tres categorías.
a. Espiritismo
En su forma básica, “espiritismo” es “la consulta con los muertos.” En la historia del ocultismo, esto ha tomado cinco características principales o formas.
En primer lugar, existe el fenómeno físico. Esto incluye la levitación, por el que se levanta el cuerpo; los transportes, que es la transferencia de objetos de un lugar a otro y mover un sólido a través de otro; y la telequinesis, que es simple movimiento de objetos sin tener que desplazarse a través de otro objeto sólido.
Una segunda forma de espiritismo es un fenómeno psíquico. Esto incluye visiones espiritistas; la escritura automática, que está escribiendo el mensaje de un demonio; hablando en un trance; materialización; mesa de elevación; tumbler o movimiento de vidrio; y excursiones de la psiquis.
Una tercera forma de espiritismo es un fenómeno metafísico. Esto incluye apariciones, que son visiones de un espíritu en forma humana; y fantasmas, que se localizan en un solo lugar, como “casas embrujadas”.
Una cuarta forma de espiritismo es un fenómeno mágico. Esto incluye persecuciones mágicas, como la imposición de las enfermedades mencionadas en Números 22: 6-7; 24: 1. Balaam estaba involucrado en esta forma y fue llamado “Balaam el adivino” (Jos. 13:22). También incluye la defensa mágica. La quinta forma de espiritismo es un fenómeno de culto. Esto incluye cultos espiritistas, el espiritismo apropiado, y la nigromancia. La nigromancia es una vieja forma frecuente en los tiempos bíblicos y se menciona en I Samuel 28: 3-4; I Crónicas 10:13; Isaías 29: 4.
b . La Adivinación
Una segunda trampa del ocultismo es “adivinación”. En su significado de la raíz, medios de adivinación, “la predicción del futuro.” La adivinación es el arte de obtener un conocimiento secreto, ilegítimo del futuro. Hay dos tipos diferentes: en primer lugar es augurio o adivinación artificial, la habilidad de la lectura y la interpretación de signos y presagios. Esta práctica se encuentra en Ezequiel 21:21. Un segundo tipo es la adivinación inspirada: recibir información de un demonio hablando a través de un médium Un ejemplo de esto es Hechos 16: 16-18.
Hay cuatro palabras bíblicas clave, que se refieren a la categoría de adivinación, y estas estan todas en el Libro de Daniel. Por ejemplo, en Daniel 1:20; 2: 2, 10, 27; 4: 7; 5:11, 15; estas cuatro palabras son: magos, hechiceros, brujos o adivinos y caldeos.
Al igual que el espiritismo, la adivinación adquiere diversas formas, al menos, diez de los cuales se pueden enumerar. En primer lugar, la forma más popular es la astrología. Hoy, es popular pero se remonta a tiempos antiguos. En las Escrituras, se menciona en Deuteronomio 17: 2-7; II Reyes 23: 5; Isaías 47: 12-13; Jeremías 10: 2; Amos 5: 25-26; Hechos 7: 41-43. En segundo lugar, la cartomancia, que es de tarjetas de colocación y las cartas del Tarot. En tercer lugar, la psicometría o tratando de determinar las características de uno de los objetos a través de los propietarios. En cuarto lugar, la quiromancia y la lectura de la palma. En quinto lugar, la varilla o de radiestesia de las brujas. En sexto lugar, la barra y el péndulo o el uso de un mapa para localizar objetos ocultos o personas. En séptimo lugar, los sueños proféticos y visiones, que se encuentra en Jeremías 29: 8-9. En octavo lugar, la práctica de la ouija. En noveno lugar, bolas de cristal. En décimo lugar, la clarividencia, que también es una forma antigua mencionada en Génesis 44: 5; Isaías 47: 9.
c . La Magia o la Brujería
La magia o la hechicería es el logro de determinados resultados, más allá del poder del hombre, a través del reclutamiento de agentes sobrenaturales; es el uso real de los demonios para lograr resultados sobrenaturales.
Esto, también, ha tomado un número de formas, por lo menos trece de los cuales son conocidos. En primer lugar, la magia negra, que pretende utilizar las fuerzas del mal y Satanás. En segundo lugar, la magia blanca, que pretende utilizar las fuerzas del bien o Dios. En realidad, tanto la magia blanca y negro son de Satanás. En tercer lugar, la magia natural, que pretende utilizar las fuerzas de la naturaleza. En cuarto lugar, la sugestión mental, que es la transferencia de los pensamientos de una mente a otra. En quinto lugar, la hipnosis penal, que está hipnotizando a alguien a hacer algo mal. En sexto lugar, el mesmerismo mágico que es la curación tocando. En séptimo lugar, la magia curativa. En octavo lugar, el amor y el odio la magia o el uso de pociones de amor y odio. En noveno lugar, la maldición o execración, en el que una persona pronuncia sobre alguien específico, una maldición que va a suceder, mediante el uso de un muñeco de vudú. En décimo lugar, amuletos de fertilidad. En undécimo lugar, atar y desatar o la pretensión de tener el poder de atar y desatar a Satanás. Duodécimo magia de la muerte. Decimotercero el uso de amuletos para alejar la mala suerte, que es también una práctica más antigua se encuentra en Génesis 35: 4; Jueces 8:21, 26; Isaías 03:18.
5. La Biblia y el Ocultismo
El quinto punto de hacer al mundo de lo oculto es que la Biblia prohíbe claramente cualquier contacto con lo oculto. Estas prohibiciones se encuentran en toda la Escritura (Ex 22:18; Lev. 19:26, 31; 20: 6, 27; Dt 18: 9-14; I Sam 15:23; II Reyes. 21: 6; Is. 8:19; Jer. 29: 8-9.; Mic 5:12; Hechos 19: 18-20).
6. La Práctica del Ocultismo
A pesar de todas estas prohibiciones claras, la práctica de la brujería era, sin embargo, bastante popular en toda la historia bíblica (Génesis 41: 8; Ex 7:11; II Reyes 9:22; 17:17; 23:24; II Chr. 33: 6; Is 19: 3; Jer. 27: 9-10; Ez. 21:21; Dan. 1:20; 2: 2, 27; 4: 7; 5:11; Nah. 3: 4; Mal. 3: 5; Mat. 7: 22-23; Hechos 8: 9-11; 13: 6-11; 19:19; Gal. 5:20; II Tim. 3: 8). La Biblia registra la fuerte práctica de la hechicería, pero claramente prohíbe a los creyentes a tener ningún contacto con el mundo del ocultismo.
¡Estimados estudiantes, aquí esta la parte final de la clase:
BCC-104 DEMONOLOGÍA: LA DOCTRINA DE LOS ÁNGELES CAÍDOS
IX CONTROL DEMONÍACO
La siguiente división principal de la demonología, es el control demoníaco. A veces esto se llama “posesión demoníaca”, pero en esta clase, que se llamará control demoníaco por razones que se explicarán abajo. Esta división se discutirá en seis unidades.
A. La Definición de Control Demoníaco
Con el fin de llegar a una definición clara, hay que tratar primero con la palabra clave y luego la expresión clave.
1. La Palabra Clave
La palabra clave es daimonizomai, lo que significa, “para ser demonizado.” Esto significa, “para ser controlado por un demonio desde dentro.” Esta es la palabra que se traduce frecuentemente como “poseído por un demonio.” El problema con esta traducción es que la palabra griega que significa “posesión” nunca se utiliza en conjunción con los demonios. Lo que se encuentra es siempre daimonizomai o “para ser controlado por un demonio desde dentro.” En lugar de definir o traducir el término como “posesión demoníaca”, lo que implica la propiedad por un demonio, que sería mucho más prudente simplemente traducirlo como “control demoníaco . “La mejor definición de los daimonizomai de palabras clave es el control demoníaco, uno es controlado por un demonio. Esta palabra clave se encuentra en el texto griego de Mateo 4:24; 8:16, 28, 33; 9:32; 12:22; 15:22; Marcos 1:32; 5: 15-16, 18; Lucas 8:36; Juan 10:21.
2. La Expresión Clave
La expresión clave que significa lo mismo que la palabra daimonizomai, aunque la palabra en sí no se utiliza, es “tener un demonio.” La expresión clave hace hincapié en la residencia. El énfasis de la palabra clave es el control, pero el énfasis de la expresión clave está en la residencia; en que con el control demoníaco, el demonio está residiendo dentro de esa persona. Esta expresión clave se encuentra en Mateo 11:18; Lucas 7:33; Juan 7:20; 8:48; 10:20; Hechos 8: 7; 16:16.
3. La Definición
Mediante la combinación de la palabra clave y la expresión clave, una definición específica se puede derivar. A modo de definición, control demoníaco implica un demonio que reside en una persona, y ejercer un control directo sobre esa persona, con un cierto grado de alteración de la mente o malestar físico del cuerpo. Esta definición toma en cuenta tanto la palabra clave, como la expresión clave, y los resultados. Una vez más, el control demoníaco implica: un demonio que reside en una persona, haciendo hincapié en la expresión clave; ejercer un control directo sobre esa persona, enfatizando la palabra clave; lo que resulta en un cierto grado de alteración de la mente o el cuerpo, que es el resultado de un demonio que reside en una persona y ejercer un control directo.
Un buen ejemplo de esto en la práctica; es Mateo 12: 43-45, que discute el lugar del demonio, y enfatiza tanto la palabra clave, como la frase clave. En Marcos 5: 1-20, se muestra un ejemplo del resultado del control demoníaco, tanto en los aspectos físicos y mentales.
4. Las Distinciones
Para obtener una imagen más clara de lo que se entiende por control demoníaco, una distinción debe hacerse entre el control demoníaco, y otros dos tipos de actividades demoníacas.
a. El Acoso Demoníaco
Un tipo de actividad demoníaca es el acoso demoníaco, donde un demonio acosa a una persona desde fuera. Un ejemplo de esto, se encuentra en Romanos 15:22 y I Tesalonicenses 2:18. Estos dos pasajes hablan de obstaculizar; Satanás dificulta los planes de un creyente. Este es el acoso demoníaco, cuando los demonios entorpecen el trabajo de un creyente.
b . La Influencia Demoníaca
Un segundo tipo de actividad demoníaca, que no debe ser confundida con control demoníaco es el de la influencia demoníaca. Un ejemplo de esto es Mateo 16: 21-23. Después que Jesús hizo la declaración de que iba a morir, Pedro dijo, que no hay cosa venga sobre él. Entonces Jesús se dio vuelta y frente a Pedro, le dijo: Apártate de mí, Satanás. Obviamente, Satanás estaba tratando de mantener el Mesías de la cruz. En ese momento, Pedro había sido influenciado por Satanás, para tratar de disuadir a Jesús de ir a la cruz. Pedro estaba bajo la influencia demoníaca.
control demoníaco debe distinguirse de ambos; acoso demoníaco y la influencia demoníaca. acoso demoníaco y la influencia demoníaca, son actividades fuera de la persona, pero el control demoníaco se lleva a cabo desde adentro de la persona.
5. Puede Un Creyente Ser Demonizado?
A la luz de esta definición, puede un demonio controlar un creyente? Normalmente esta pregunta se formula: “¿Puede un creyente ser poseído por un demonio?” Como se ha señalado anteriormente, la palabra “posesión” no es una buena palabra para usar, ya que el texto griego nunca utiliza ese término. Si por la posesión uno quiere decir “propiedad”, la respuesta es “¡No! . Un creyente nunca puede ser poseído por un demonio en el sentido de propiedad “De acuerdo con I Corintios 6:20, el creyente ha sido comprado por el Cristo, es propiedad de Cristo, y nunca puede ser propiedad de Satanás; él sólo puede pertenecer a Cristo. Sin embargo, el uso bíblico es “el control desde dentro.” Si la pregunta se reformula como: “¿Puede un creyente ser controlado por un demonio desde adentro?” La respuesta es: “Sí, él puede.” Hay dos pasajes que muestran esto claramente .
En primer lugar está Hechos 5: 1-4, el caso de Ananías y Safira. Cuando Pedro le preguntó: ¿Por qué llenó Satanás tu corazón?, utilizando la misma palabra griega que Pablo usó en Efesios 5:18, cuando hablaba de ser lleno del Espíritu. Del mismo modo que ser llenado con el Espíritu, significa ser controlado por el Espíritu Santo, también ser “lleno de Satanás” significa ser controlado por Satanás. El Espíritu Santo controla desde adentro y así, entonces, también Satanás, ya que se utiliza la misma palabra griega. La Biblia entonce enseña, que un creyente puede ser controlado por un demonio de adentro.
Un segundo pasaje está en Efesios 4:27, donde Pablo escribió: No dar lugar al diablo. Pablo utiliza una palabra griega que significa “cabeza de playa”, o controlar la playa. Cuando un ejército ataca, primero envían soldados para controlar una cabeza de playa. Esta cabeza de playa, está dentro de territorio enemigo. Una vez hecho esto, los refuerzos pueden entrar, mientras que los de la cabeza de playa dan fuego de protección. Una cabeza de playa es un área de control dentro de territorio enemigo. Un creyente puede ser controlado a través de una cabeza de playa desde adentro; por lo que un creyente puede ser controlado por un demonio.
La distinción entre creyentes y un no creyente; no es que un creyente no puede ser controlado, y un incrédulo puede ser controlado. Más bien, la diferencia es una cuestión de la medida del control. Un incrédulo puede ser totalmente controlado, pero un creyente sólo puede ser parcialmente controlado, no totalmente controlado.
Una objeción común a este punto de vista está es: “¿Cómo puede residir un demonio, en el mismo cuerpo con el Espíritu Santo?”. La mayoría de los creyentes pueden darse cuenta, de que todavía tienen una naturaleza pecaminosa. El Espíritu Santo coexiste con la naturaleza pecaminosa del creyente, ambas de las cuales están dentro. El punto es que el creyente tiene dos naturalezas. El Espíritu Santo reside en la nueva naturaleza, no en la vieja naturaleza pecaminosa. El demonio no reside en la nueva naturaleza, sino en la vieja naturaleza pecaminosa. El hecho de que hay dos naturalezas que coexisten dentro del creyente, muestra por qué ambos, un demonio y el Espíritu Santo, pueden coexistir dentro del creyente: y es porque residen en dos naturalezas diferentes.
Una última cosa a modo de definición, es que el control demoníaco puede repetirse (Mat. 12: 43-45; Lc 11: 24-26.).
B. Los Síntomas del Control Demoníaco
¿Cómo se puede saber si una persona está o no esta controlado por un demonio desde adentro? Antes de tratar los síntomas específicos, una palabra necesita decirse, con el fin de mantener la propia perspectiva en equilibrio. Estos síntomas de control demoníaco por sí solos, no prueban que los demonios están residiendo en una persona, porque pueden existir otros problemas, que causan estos mismos síntomas. El hecho de que una persona tiene uno o más de estos síntomas, no está en evidencia definitiva, de que hay un demonio dentro de él. Tiene que haber un conjunto de síntomas presentes para indicar cierto demonismo. Este balance debe mantenerse, y hay que tener cuidado de no irse por la borda en un sentido o en el otro. Un extremo afirma que no hay ninguna actividad demoníaca en la actualidad; el segundo extremo culpa a los demonios de prácticamente todo. Ambos extremos deben ser evitados. En total, hay trece síntomas de control demoníaco.
1. Enfermedad Física
Un síntoma de control demoníaco es la enfermedad física (Mat. 9: 32-33). Una vez más, no todas las enfermedades físicas son causadas por demonios. Hechos 5:16, distingue entre aquellos que fueron demonizados, y los que simplemente fueron afectados por la enfermedad física, aparte de los demonios.
2. Trastorno Mental
Un segundo síntoma es trastorno mental, (Mat 17:15). Una vez más, no todos trastorno mental es causado por los demonios. Daniel 4: 1-37, registra un caso de enfermedad mental, que no fue causado por un demonio.
3. La Depresión Profunda
Un tercer síntoma es la depresión profunda, como una nube oscura de la depresión. Una vez más, la mayoría de las personas experimentan períodos normales de la depresión. Cuando alguien tiene un fracaso en los negocios, es apto para deprimirse, o cuando alguien no pasa un examen; es apto para deprimirse. Estas cosas por sí solos no prueban demonismo. Pero en el caso de una depresión causada por un demonio, uno puede sentirlo. Uno puede caminar en una habitación y al mismo tiempo se siente una nube oscura de la depresión, y ese es el síntoma al que se refiere.
4. Autor-Reproche
Un cuarto síntoma es autorreproche. Los demonios les gusta mentir a una persona, haciendo hincapié en la falta de autoestima de la persona.
5. El Suicidio
Un quinto síntoma es el suicidio. Demonios a veces tratan de matar al individuo en el que estén residiendo, y el suicidio podría ser un síntoma también. Una persona con tendencias suicidas, que ha hecho más de un intento de quitarse la vida, podría ser controlado por un demonio, pero de nuevo, esto no es una prueba por sí mismo.
6. La Pasividad
En sexto lugar, la pasividad también puede ser un síntoma de control demoníaco. Alguien que vive constantemente en un estado pasivo, que no parece verse afectada por todo lo que está sucediendo a su alrededor, podrán ser controlados por un demonio.
7. La Inmoralidad
Un séptimo síntoma es la inmoralidad. Los demonios son espíritus “impuros”. Que se caracteriza por la impureza, que conducen a los que controlan a los actos de impureza.
8. La Amargura
Un octavo síntoma es la amargura. Una actitud constante de amargura contra todo y contra todos, contra Dios, el mundo, etc., puede ser un síntoma de control demoníaco.
9. Abuso de Drogas
Un noveno síntoma es el abuso de drogas. El abuso de drogas y el estado pasivo van de la mano. Usted a menudo ha caminado por una calle concurrida de la ciudad, y ha visto una persona que camina hacia usted, que esta, obviamente, endrogada. Que estaba buscando, pero que no vio; él esta totalmente pasivo. El abuso de drogas se caracteriza por la pasividad, y también puede ser un síntoma de control demoníaco.
10. Poder Psíquico
Una décima parte de los síntomas es la energía psíquica. Cuando las personas parecen tener un poder psíquico, o parecen saber lo que va a suceder, eso, también, puede ser un síntoma de control demoníaco.
En el caso de una niña, cada vez que uno entraba en su presencia, uno de repente se sentía esa nube oscura de la depresión que se mencionó anteriormente. Cuando en una habitación por sí sola, ella tendría todas las luces apagadas, para mantenerlo oscuro. Si alguien entró en la habitación sin saber que ella estaba allí, y encendió las luces, de repente se sorprendió al verla a ella sentada allí, con una expresión en su rostro, como si hubiera sido sorprendida haciendo algo mal.
En el caso de otra chica que tenía un problema demoníaco, ella siempre parecía saber algo de antemano. Ella parecía tener habilidades psíquicas inusuales y poderes psíquicos. Si el timbre sonó, ella siempre supo quién era, aunque, desde donde estaba sentada, no había ninguna posibilidad que ella supiera quien había llegado a la puerta principal. poder psíquico es, efectivamente, un síntoma real.
11. Tendencias Como de un Animal
Un undécimo síntoma de control demoníaco, es tendencias de tipo animal. En el caso de una de estas chicas mencionadas anteriormente, que tenía la capacidad de devorar un pollo entero tan rápidamente, que parecía como si fuera un animal hambriento. Ella tenía tendencias de tipo animal en sus hábitos alimenticios.
12. Inquietud Durante la Lectura de la Biblia
Un síntoma es la inquietud duodécimo durante la lectura de la Biblia. Los demonios no gozan escuchar la Palabra de Dios. Se tiende a conducir a la basura y para hacerlos agitado. Si una persona parece bastante calma que precede a las Escrituras se abren, y de repente comienza a ser extremadamente agitado cuando se lee la Biblia, esto también podría ser un síntoma de control demoníaco.
13. Las Personalidades Múltiples
El síntoma decimotercero es la de personalidades múltiples. Los demonios tienen la manera de asumir las características de otras personas. A menudo, hay más de un demonio que reside en una persona con múltiples personalidades. En un momento dado, un demonio hablará, y en otro punto, otro demonio va a hablar, lo que provoca cambios bruscos de personalidades.
Estos son trece, pero no necesariamente todos, síntomas de control demoníaco. Una vez más, hay que tener cuidado de no convertirse en “un inspector de demonio,” suponiendo que la gente está demonizada porque tienen algunos de estos síntomas. Hay otras causas de estos mismos síntomas. Sólo cuando hay una multiplicidad de una totalidad de estos síntomas, puede uno concluir que una persona tiene un demonio.
Un buen ejemplo que muestra la multiplicidad de estos síntomas en una persona que fue controlada por un demonio, es el endemoniado de gadareno, que se habla en Marcos 5: 1-20. Marcos señaló ocho síntomas específicos: había in-habitación demoníaca; (v. 2) inusual fortaleza física (v. 3); ataques de ira (vv 4-5.); una doble personalidad (vv 6-7.); una resistencia a las cosas espirituales (v. 7); excesiva sensitividad y sensibilidad (v. 7); alteración de la voz (v. 9); y transferencia oculta (v. 13) como los demonios se trasladaron de la persona al hato de cerdos. No era porque el hombre tenía uno o dos de estos síntomas, pero el hecho de que tenía una multiplicidad de síntomas, fue lo que confirmó que había un demonio.
C. Las Causas de Control Demoníaco
“Que causa que algunas personas tengan un demonio residiendo en ellas?”. De los diversos pasajes en los que se describen los elementos demoníacos, es posible deducir que hay cuatro posibles causas.
1. Herencia
Una de las causas es esa de la herencia. Esto fue cierto en virtud de la Ley de Moisés, porque Israel era un pueblo de convenios o pactos. En Éxodo 34: 6-7, Moisés enseñó que Dios visita los pecados de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación. El pecado en particular que Dios visitó a la tercera y cuarta generación, fue específicamente la adoración de otros dioses y la idolatría. Detrás de la idolatría, como se explicó anteriormente, esta el aspecto de demonismo. Si había alguna forma de idolatría, el pecado de control demoníaco se puede transmitir a la tercera y cuarta generación. La idolatría no se limita meramente a la inclinación ante las estatuas. Cualquier forma de lo oculto es, en esencia, una forma de idolatría, porque implica el reverenciar a otro dios que no sea el verdadero Dios.
Pero la ley mosaica no funciona en la actualidad. No es la regla de vida para el creyente, ni puede usarse la ley, para tratar de desarrollar los principios espirituales para evitar la posesión del demonio, o la necesidad de la liberación. Se ha convertido en una moda en ciertos movimientos de la iglesia cristiana, para afirmar que uno “tiene que romper una atadura generacional”, pero eso simplemente no es bíblicamente válido.
Para empezar, la ley mosaica, con su principio de Dios visitando los pecados de los padres hasta la cuarta generación, era cierto sólo en referencia a Israel, debido a una relación de pacto con Israel. No se aplica a los gentiles ni a la Iglesia en la actualidad. Por otra parte, una vez que una persona recibe al Señor y se regenera, cualquier esclavitud del pecado se rompe de inmediato; uno no tiene que ir en torno a la renuncia de pecados generacionales anteriores, aunque algunos enseñan que la gente necesita romper las maldiciones de servidumbre, que vienen bajando de la línea generacional. Esto es sólo una nueva moda que ha penetrado segmentos de la iglesia evangélica, y algunos maestros han hecho mal uso de las Escrituras en el intento de mantenerse con esa premisa. Si bien era cierto para Israel bajo la ley mosaica, no era cierto para los gentiles durante el mismo período de tiempo, ni es cierto para los creyentes de hoy. Cuando somos regenerados, somos salvados por completo, y eso incluye la salvación de cualquier pecado generacional.
Los problemas espirituales, se resuelven fácilmente cuando las personas se ajustan a respetar los principios espirituales de la Ley de Cristo, y no hay necesidad de tratar de explicarlos, alegando que la ley mosaica de alguna manera todavía se aplica hoy en día. No lo hace ahora, y nunca se aplicaba a los gentiles. La gente a menudo alaban la forma en que se han enseñados, y a menudo siguen los más nuevos trucos y modas; como por ejemplo, “atando los espíritus.” Como el Espíritu Santo no viola su propia palabra, la gente no son guiados por el Espíritu, para orar en contra de pecados generacionales.
Cualquiera que sea el medio, por el cual el Espíritu Santo conduce a las personas en el dia de hoy, siempre sera consistente con la Palabra de Dios escrita. Todas las oraciones de los apóstoles, y los principios del Nuevo Testamento, en el trato con los temas de pecados en la vida de varios de los creyentes, nunca mencionan la oración para romper ninguna atadura generacional. La gente ha tomado simplemente un principio fuera de la ley, que se aplica a Israel como un pueblo del pacto, y lo aplicó a los creyentes de hoy; al hacerlo, han devaluado los logros de la sangre de Cristo en la cruz, un acto que trae la liberación instantánea de cualquier atadura del pecado.
La forma correcta de manejar el pecado en la vida del creyente, es la forma de Romanos 6: tenemos que reconocer, que tanto nuestra naturaleza pecaminosa y el viejo hombre, fueron co-crucificaron con Cristo el momento en que creímos, rompiendo así la esclavitud del pecado. Ahora, hay que tomar la decisión de no dejar que nuestros cuerpos puedan ser usados como instrumentos para el pecado. Ese es el patrón del Nuevo Testamento y el que debemos seguir.
2. Experimentación
Una segunda causa es esa de la experimentación. Algunas personas experimentan con cosas ocultas y, como resultado caen bajo el control demoníaco (I Cor. 10: 14-22). Dios ha prohibido cualquier contacto con el mundo de lo oculto, y esta prohibición debe ser estrictamente obedecida. Si uno empieza a experimentar con las cosas en el mundo de lo oculto, que a su vez, por supuesto, está bajo control demoníaco, eso también es un medio por el cual las personas han caído bajo el control demoníaco.
3. Transferencia
Una tercera causa es la transferencia por contacto con lo oculto. Incluso cuando uno nunca ha practicado directamente con lo oculto, simplemente tener contacto con eso mediante la observación, o simplemente estar presente mientras que se practica, puede resultar en la transferencia demoníaca (Mc. 5:13). Debido a esta transferencia, hay control demoníaco.
4. El Pecado no Confesado
Una cuarta causa es el pecado no confesado. Esto se puede ver a partir del contexto de Efesios 4:27. De acuerdo con este pasaje, es posible para un creyente estar bajo control demoníaco desde adentro. En este pasaje, un creyente se advirtió en contra de dar una cabeza de playa al diablo, o dar lugar al diablo. Dar lugar al diablo, es siempre un área de control dentro de territorio enemigo, no afuera. El contexto de Efesios 4:27 es la del pecado no confesado, y la implicación es que los medios por los cuales algunos han caído bajo control demoníaco es por el pecado no confesado.
D. Las Pruebas de Control Demoníaco
Como se mencionó anteriormente, se puede hacer ciertas deducciones a partir de una combinación de síntomas que fueron discutidas. Sin embargo, también existe el aspecto adicional de poner a prueba los espíritus, porque una combinación de estos síntomas por sí solos, no prueba que el control demoníaco se está ejerciendo.
I Juan 4: 1 enseña que los creyentes deben probar los espíritus. Hay ciertas pruebas que se pueden aplicar, para ver si algo es del Señor o de un demonio. Hay tres de tales pruebas específicas.
1. La Prueba de la Encarnación
La primera prueba, es la prueba de la Encarnación (I Jn. 4: 2-3). La pregunta que debe plantearse es: “¿Fue Cristo el Mesías hecho carne?” Lo que esto significa es, “si Dios se hizo hombre en la persona de Jesús de Nazaret?” Un demonio negará la Encarnación. Si uno hace la pregunta: “¿Ha Jesús el Mesías venido en la carne?” Y no obtiene una respuesta positiva, entonces esa persona no ha pasado la prueba. Eso puede implicar que hay un demonio en cuestión.
2. La prueba del Señorío de Cristo
La segunda prueba es la prueba del señorío de Cristo (I Cor. 12: 3) La pregunta que debe plantearse es: “¿Es Jesús el Señor Mesías?” “Señor” en este caso no significa simplemente “un amo que sea el dueño de esclavos”, pero el Señor en el sentido del Jehová del Antiguo Testamento. Es Jesús el Señor Mesías, o Dios, en el sentido del Jehová del Antiguo Testamento? Si hay una negación del señorío de Cristo, entonces uno puede sospechar un demonio, porque la segunda prueba también se ha fallado.
3. La prueba de la sangre de Cristo
La tercera prueba, es la prueba de la sangre de Cristo (I Jn. 5: 6-7) Si la persona reacciona a la mención de la sangre de Cristo, esto también puede indicar problemas demoníacos. Si una persona reacciona a la mención de la sangre de Cristo, el ha fallado la tercera prueba.
Estas son las tres pruebas que se pueden utilizar para poner a prueba los espíritus: una negación de la Encarnación, una negación del señorío de Cristo, y una reacción a la sangre de Cristo. Sin embargo, estas pruebas deben aplicarse sólo cuando es evidente que el demonio está ejerciendo el control; de lo contrario, no funcionará. Incluso cuando una persona tiene un demonio en él, el demonio puede estar no activo. Puede que no este, en ese momento, ejerciendo un control directo; él podría ser todavia inofensivo. En otras palabras, el demonio está todavía dentro de la persona, pero el demonio en ese punto es inofensivo, y es la misma persona que está en control, no el demonio. Si ha aplicado estas tres pruebas en ese momento, entonces la persona de hecho pasará las pruebas. Uno tiene que esperar hasta que el demonio está en control, según lo determinado por los síntomas señalados anteriormente, y luego aplicar estas pruebas. Si fracasa, puede ser una buena indicación de que los demonios están involucrados.
E. La Cura Para el Control Demoníaco
“¿Cuáles son las curas para el control demoníaco?” A continuación, cinco cosas que serán mencionadas brevemente, y estos puntos se ampliarán más adelante cuando se trata de demonismo y el creyente.
1. El Incrédulo
La primera cura, para el control demoníaco en relación al no creyente, está en que reciba a Cristo el Mesías. Esta persona tiene que creer que Jesús es su Salvador y aceptarlo como tal.
2. El Creyente
La segunda cura en relación el creyente, es la confesión del pecado. Algunas personas caen bajo control demoníaco a causa del pecado no confesado. Una tercera cura es la oración de renuncia. En cuanto a la herencia demoníaca antes de la salvación, es que el control demoniaco se rompe de una vez por todas en la conversión, y que uno se libera de la autoridad de Satanás. En tales casos, una oración de renuncia no es necesario. La oración de renuncia, sólo sería necesario en aquellas situaciones en las que un creyente ha apostatado, y se había envuelto en el ocultismo, y ha caído bajo algún elemento de control. En cuanto a todos los demás pecados en que los creyentes caen , deben confesar estos pecados, para ser restaurados a la comunión y la renuncia del control, sería parte de esa confesión en este sentido particular.
La cuarta cura, es que debe haber una eliminación de todos los objetos ocultos, como los ex practicantes hicieron en Hechos 19:19. Si uno tiene los objetos ocultos en el hogar, tales como tableros de Ouija, deben ser eliminados. Una quinta cura es la resistencia: resistir al demonio de manera que él huirá.
F. La Expulsión de Demonios
La cura definitiva para el control demoníaco es el exorcismo; es decir, la expulsión de un demonio. Aquí, se deben hacer tres puntos.
1. Ejemplos de Exorcismo
El hecho de que los demonios pueden ser exorcizados o echados fuera se enseña claramente en la Escritura por muchos ejemplos. Un ejemplo es el de Jesús mismo expulsando demonios. En el Evangelio de Marcos, leemos de Jesús expulsando demonios, Marcos 1: 23-27, 32-34, 39; 3: 11-12; 5: 1-20; 7: 25- 30; 9: 17-29. Un segundo ejemplo es el de los Doce Apóstoles (Mat. 10: 1; Mc 3, 14-15.). En tercer lugar, además del grupo apostólico de los Doce, otros discípulos; como por ejemplo, los setenta discípulos, echaron fuera demonios (Lc 10:17). En cuarto lugar, los evangelios registran otros creyentes que, a pesar de que no estaban siguiendo siempre a Jesús alrededor en las comunidades, todavía echaron fuera demonios (Mc 9: 38-39; Lc 9: 49-50). En el libro de los Hechos, Pedro echaba fuera demonios, en Hechos 5:16; Felipe, en Hechos 8: 7; y Pablo, en Hechos 16: 16-18; 19: 11-12. Por lo que estos ejemplos muestran, los demonios que residen en las personas pueden ser echados fuera.
2. Los Medios de Expulsión de Demonios
“¿Cuáles son los medios de exorcismo?” En total, hay cinco maneras en que esto se puede hacer. El primer medio es en el nombre de Jesus el Mesías (. Lc 10:17).
En segundo lugar, es por el poder del Espíritu Santo. Uno no debería echar fuera demonios en su propio nombre, sino en el nombre de Cristo; no debe ser por el propio poder, sino por el poder del Espíritu Santo (Mat. 12:28).
En tercer lugar, se debe hacer con una simple palabra, es decir, con un comando (Mateo 8:16; Marcos 5:8). No hay necesidad de pasar por un largo ritual para exorcizar a un demonio. Debería ser suficiente con comandar al demonio con una palabra, y esa palabra es, “Sal fuera en el nombre de Jesús.”
En cuarto lugar, hay que hacerlo por la fe. El creyente debe creer que tiene el poder y la autoridad a través de Jesús el Cristo para hacerlo (Mat. 17: 18-20).
En quinto lugar, hay ciertos tipos de demonios que no pueden simplemente ser ordenados a salir fuera, sobre todo un demonio, que causa que una persona sea muda. En el caso de los demonios mudos o tontos, el medio es la oración; el demonio debe ser rezado fuera (. Mc 9:29). Mientras que algunos demonios sólo pueden ser ordenados en el nombre de Cristo, por el poder del Espíritu, con la Palabra, y sobre la base de la fe, hay excepciones, y algunos demonios sólo pueden ser forzados a salir por las oraciones de la santos. En tales casos, uno no trata de conseguir que un demonio salga fuera, mediante el uso de la autoridad en el nombre de Cristo; más bien, Dios va a lograr esto a través de las oraciones de los santos.
3. Exorcismo en relación a los no creyentes y creyentes
Como se señaló anteriormente, tanto creyentes como no creyentes pueden ser controlados por un demonio. “¿Qué pasa con el exorcismo en relación a los creyentes y no creyentes?”
a. Los Incrédulos
El incrédulo, no tiene absolutamente ninguna autoridad espiritual alguna. En el caso de un no creyente, alguien que es un creyente, debe obligar al demonio fuera, ordenando al demonio en el nombre de Jesús, en el poder del Espíritu, sobre la base de la fe, y en ciertas situaciones, orando con los santos creyentes. El creyente tiene que hacerlo, porque el no creyente, no tiene ninguna autoridad para hacerlo por sí mismo.
b. Los Creyentes
Pero esa no es la mejor opción en el caso de un creyente que está controlado por un demonio. Como se mencionó anteriormente, la diferencia entre creyentes y no creyentes, es que el incrédulo puede ser totalmente controlado, pero un creyente sólo puede ser controlado parcialmente por un demonio. Siempre hay una parte de él constantemente bajo el control de Dios. Porque uno es un creyente, no es necesario contar con otro creyente para forzar al demonio a salir; el creyente puede forzar al demonio a salir mismo. Es por ello que, en el trato con Satanás, se anima al creyente hacer una cosa: resistirlo, (Santiago 4:7; I Pedro 5:8-9; Ef. 6: 10-18). Los creyentes son instruidos para resistir a Satanás, un total de cinco veces en estos tres pasajes. Si un creyente puede resistir a Satanás, él puede también obligar al demonio fuera de sí mismo.
El modo de hacerlo se da en el pasaje de Efesios, sea fuerte en el Señor (Ef 6:10.). Ser fuerte en el Señor significa poner toda la armadura de Dios. Poner toda la armadura significa entender la posición del creyente en Cristo; para comprender la verdad posicional. Debido a lo que los creyentes son, posicionalmente en Cristo, habiendo sido bautizados en su cuerpo, tienen autoridad. El problema es que los creyentes no siempre saben la autoridad que tienen, por lo que no hacen uso de ella. Los creyentes deben aprender de su posición en Cristo y la autoridad que tienen en esa posición.
Hay treinta y tres cosas, que son verdad de una persona que es un creyente en Jesucristo. El momento en que uno cree, es bautizado por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo, y treinta y tres cosas suceden en esa ocasión. Todo esto conlleva un grado de autoridad. Es imperativo para un creyente estudiar y aprender su posición en Cristo, para comprender y apropiarse de la autoridad que viene con él en esa posición.
X. DEMONISMO Y EL CREYENTE
En la relación del demonismo y el creyente, cuatro puntos deben tenerse en cuenta.
A. Los Demonios se Oponen a los Santos
El primer punto es que los demonios se oponen a los santos. Hay oposición continua a los santos, y esto se ve en tres formas, En primer lugar, existe una oposición general. Esto a veces llega a través de la oposición directa de los demonios (Ef 6:12). También hay oposición demoníaca de los creyentes, a través de los no creyentes (Ef. 2: 2). Una segunda forma es la oposición contra los creyentes individuales en específicos (Ef. 2: 3). También hay una tercera forma, que es la oposición a un cuerpo de creyentes, a una iglesia local (Rev. 2:24).
B. Dios Usa Demonios
Un segundo punto a tener en cuenta, es que Dios usa demonios para el crecimiento espiritual de los creyentes. Dios permitirá un cierto grado de actividad demoníaca desde afuera, no desde adentro, para el crecimiento espiritual de los creyentes. Dios usó a un demonio para enseñar humildad Pablo en 2 Corintios 12: 7.
C. Los Demonios Fueron Derrotados en la Cruz
Un tercer punto a tener en cuenta en relación con los creyentes y los demonios, es que los demonios fueron derrotados en la cruz (Col. 2:15). Eso significa que no tienen autoridad legal sobre nosotros; a menos que nosotros, voluntariamente nos sometamos a ellos. Fueron vencidos, y los creyentes no tienen que obedecerles. Los creyentes le obedecen, sólo si se dejan caer en una de esas trampas demoníaca enumeradas anteriormente.
D. Los Creyentes Tienen Responsabilidades
El cuarto punto, es que el creyente tiene cuatro responsabilidades en relación con los demonios. En primer lugar un creyente debe aprender cómo probar los espíritus (I Jn. 4: 1-4). En segundo lugar, no debería haber ninguna consulta y ninguna conexión con lo oculto (Lev. 19:31; Deuteronomio 18: 9-14; Is. 8:19.). En tercer lugar, no debería haber ninguna comunión con lo relacionado a la actividad demoníaca (I Cor. 10:20). En cuarto lugar, los creyentes deben llevar toda la armadura de Dios, que son las Sagradas Escrituras (Ef. 6: 10-18).
XI. LAS ACTIVIDADES FUTURAS DE LOS DEMONIOS
A principios de esta clase, se discutieron las actividades históricas, y las actividades presentes de los demonios. “Ahora, ¿cuáles serán las futuras actividades de los demonios?” Las futuras actividades de los demonios se pueden dividir en dos categorías.
A. La Iglesia
La primera categoría se refiere a la Iglesia. Durante los últimos días, los demonios extenderán falsas doctrinas en la Iglesia, para llevar a cabo la gran apostasía. Esto ya se ha cumplido en este siglo; la mayoría de la Iglesia visible hoy en día se ha ido apóstata. Esto fue predicho como una futura actividad de los demonios en I Timoteo 4: 1-3.
B. La Gran Tribulación
La segunda categoría es la Gran Tribulación. Habrá tremenda actividad demoníaca en la Gran Tribulación. Una vez más, habrá un enorme aumento en la actividad demoníaca como lo fue en los días de los Evangelios. Habrá al menos cuatros actividades específicas, realizadas por los demonios durante la Gran Tribulación.
1. Invasiones Demoníacas
La primera actividad específica, es que habrá dos invasiones demoniaca. La primera invasión demoniaca (Rev. 9: 1-11) será para el propósito de atormentar a los hombres en gran manera, sin causarle la muerte, por cinco meses durante la Gran Tribulación. La segunda invasión demoníaca, dirigida por cuatro demonios principales, ahora unidos en el río Eufrates en Irak, será para el propósito de destruir a un tercio de la humanidad (Apocalipsis 9: 16-19). Un total de doscientos millones de demonios, serán liberados fuera abismo para ser dirigidos por estos cuatro demonios en la segunda invasión demoníaca.
2. La Adoración del Demonio
Una segunda actividad demoniaca específica de la Gran Tribulación, será el hecho de que los hombres comenzarán a adorar a los demonios a gran escala, en una escala mayor nunca vista en la historia humana (Apocalipsis 9: 20-21).
3. El Confinamiento Demoníaco
Una tercera actividad específica de los demonios en la Gran Tribulación, es que junto con Satanás, serán arrojados fuera de su residencia actual, los cielos atmosféricos, lo cual es la tercera morada de Satanás. Ellos serán arrojados y confinados a la tierra, para la segunda mitad de la Tribulación (Apocalipsis 12: 7-12). Esto explica por qué habrá un gran aumento en la actividad demoníaca durante la Gran Tribulación.
4. La Campaña de Armagedón
La cuarta actividad específica, es que los demonios van a ayudar a reunir a las naciones para esa guerra final, la guerra de Armagedón. Apocalipsis 16: 13-14 dice, que los demonios con características de rana, irán adelante para asegurarse de que las naciones se unan para ese conflicto final, la Campaña de Armagedón.
XII. EL DESTINO DE LOS DEMONIOS
El destino de los demonios vendrá en dos etapas: El Milenio y el orden eterno.
A. El Milenio
La primera etapa de la condenación de los demonios, estará en el Milenio; van a estar en un lugar de confinamiento. Este es el punto de Isaías 24: 21-22, que dice que Dios va a castigar a los altos seres angélicos caídos, que se pondrán en la prisión. Todos los demonios serán confinados durante todo el Milenio, por lo que no habrá ningún tipo de actividad demoníaca en el Reino Mesiánico. Muchos asumen que van a ser confinados con Satanás en el abismo, pero eso no es lo que la Biblia enseña. el mismo Satanás estará confinado en el abismo durante todo el Reino Mesiánico. Los demonios, sin embargo, no estarán confinados allí con él, pero se dividirán en dos grupos, y confinados en dos lugares.
El primer grupo de demonios estará confinado en la tierra de Edom, que hoy es el sur de Jordania. Este es el punto de Isaías 34: 13-15, que menciona varios animales que viven en la tierra de brea ardiente y azufre ardiente. Pero sabemos que los animales literales como los mencionados, no pueden vivir en una tierra de brea ardiendo en llamas y azufre, por lo que estos seres con características particulares como los animales son demonios. Un grupo de demonios estará confinado en la tierra de Edom o el sur de Jordania. Un segundo grupo de demonios estará confinado en la ciudad de Babilonia en el actual Irak (Is 13: 21-22; Ap. 18: 2).
Todos los demonios serán confinados durante el Milenio, ya sea en Edom o en Babilonia. Por esta razón, estas dos áreas del mundo serán zonas del desolación durante todo el período del Milenio, y serán países de brea ardiente y azufre ardiente, con el humo del azufre ascendente por la totalidad de los 1.000 años. Así, mientras el mundo entero es embellecido y floreciendo como una rosa, estas dos areas estarán desoladas. No seres humanos vivirán allí, sólo los demonios que están confinados allí.
No habrá ninguna actividad demoníaca de ninguna clase, sin el acoso, la influencia o control, durante todo el Reino. Sea cual sea el pecado que se encuentre en el Reino será el resultado de la naturaleza del pecado del hombre, en lugar de la actividad demoníaca.
B. El Orden Eterno
La segunda etapa de la condenación de los demonios está en el orden eterno. Esto vendrá en dos fases.
En primer lugar, todos los demonios serán juzgados en el Juicio del Gran Trono Blanco por los creyentes. En I Corintios 6: 3, Pablo declaró que los creyentes algún día habrán de juzgar a los ángeles. No se refería a los ángeles buenos, porque los ángeles buenos nunca pecan, y nunca fracasan en sus funciones, por lo que no tienen que someterse a un juicio. Los ángeles para ser juzgados son, los ángeles caídos o demonios. En el juicio del Gran Trono Blanco, serán juzgados todos los demonios para determinar su grado individual de castigo, porque hay grados de maldad entre los demonios. No todos tienen el mismo grado de maldad, por lo que habrá grados de castigo incluso para los demonios. Ese grado será determinado por los creyentes.
Después del juicio del Gran Trono Blanco, vendrá la segunda fase; es decir, que serán lanzados al lago de fuego, donde pasarán la eternidad (Mateo 8:29;. 25:41, 46). Este será el destino final de los demonios.
Final de la clase.
Recuerde, esto no es solamente material de lectura, es material de estudio!!!
Lea y estudie nuevamente la clase, para asimilarla!!
PARA EL ESTUDIANTE: ESTA CLASE ESTARA DISPONIBLE PARA SU ESTUDIO Y APROVECHAMIENTO. CUANDO LA TERMINES SOLICITA EL EXAMEN DE LA MISMA.
PARA EL ESTUDIANTE: CUANDO TERMINES ESTE ESTUDIO, MANDA UN CORREO ELECTRÓNICO AL PROFESOR INDICANDO QUE ESTAS LISTO PARA TOMAR EL QUIZ DE ESTA UNIDAD
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