Un matrimonio saludable implica una asociación en la que tanto el esposo como la esposa trabajan juntos para tomar decisiones y administrar el hogar, lo que refleja la armonía de una familia que funciona en sumisión a la autoridad bajo el Señor. Sin embargo, las diferencias de opinión entre esposos y esposas son inevitables. Según la palabra de Dios, el esposo es la autoridad final en el hogar, y la esposa debe someterse a su autoridad incluso cuando no esté de acuerdo. Si bien esto puede parecer razonable en principio, se pone a prueba todos los días. La verdadera sumisión bíblica significa obedecer incluso cuando no se está de acuerdo, un llamado desafiante que es contrario a lo que la cultura enseña hoy. En el versículo 22, Pablo dice que la disposición de una esposa a respetar la autoridad de su esposo es comparable a su disposición a obedecer al Señor. La autoridad de un esposo no se basa en su desempeño diario, sino en su identidad como esposo. De la misma manera, debemos obedecer a Cristo como cabeza de la Iglesia, por lo que las esposas deben respetar y obedecer a sus esposos como cabeza del hogar.